HACIA UNA ÉTICA DE LOS MEDIOS
Por Javier Brown César
Artículo originalmente publicado en la Revista Bien común.
No. 132. Diciembre de 2005. p. 75-77.
La comunicación sigue –y seguirá siendo- el tema de
nuestro tiempo. Rodeados de entidades comunicativas, nuestra percepción mediata
de la realidad se vuelve sospechosa, y entonces recurrimos a los intérpretes de
la realidad, a los hermeneutas contemporáneos del ser: los medios masivos.
Realizamos un intercambio simplificador, encontramos un atajo en el embrollado
camino del discernimiento entre lo necesario y lo banal renunciamos a la
comprensión mediata de lo real a cambio de la percepción mediada.
Entre
la realidad y la persona se encuentran los medios, intérpretes de la
complejidad del mundo, reductores y a su vez, productores de nuevas
complejidades. Los medios nos ofrecen una alter realidad, como una oferta a
cambio de la verdadera realidad. Los medios desdoblan, duplican, reduplican y
editan fragmentos significativos de realidad en el nuevo contexto de la
noticia, el reportaje o la propaganda y así nos ofrecen un mundo a la medida de
nuestros deseos y satisfactor de nuestra curiosidad.
Muchos
sólo perciben la realidad mediada, sea porque su acceso a lo real es
fácticamente poco probable sea porque el tiempo se los impide y entonces actúan
a su favor quienes ofrecen una versión utópica de lo real: un no lugar que
reemplaza y desplaza al lugar real. Los medios deconstruyen, construyen y
reconstruyen verdades probadas, ofrecen interpretaciones del mundo y argumentos
para juzgar moralmente los actos humanos.
LA
FUNCIÓN DE LOS MEDIOS
Si
la función de los medios fuera la revelación de la verdad la ciencia misma no
sólo que hacer de ellos un instrumento sino que tendría que fusionarse en un
abrazo mediático. Una ciencia doblegada o esclava de los medios sería tan
lamentable como lo son quienes pretenden, desde los medios, ser apóstoles de la
verdad. La debelación de lo real, la mostración y no la demostración, debería
ser el dominio epistemológico de los medios.
Los
medios llegan a sustituir a la ciencia y a la ética debido a la perversión de
su función propia. Algo similar sucede cuando la política o la religión se
mercantilizan, deviniendo así sistemas cuyo fin es mantener constante la
capacidad de pago. La mercantilización de los medios conduce a la marginación
de los espacios auténticamente culturales, destinados al desarrollo pleno de
las personas, desarrollo que usualmente es incompatible con el estilo de vida
que los mismos medios -usurpando funciones culturales- promueven la mayor parte
del tiempo.
LA
ÉTICA MÍNIMA
Si
bien los medios no tienen como función propia la búsqueda de la verdad o la
autopoiesis de la capacidad de pago, sí deben comprometerse con la veracidad,
la objetividad y la imparcialidad. La lógica de los medios se desenvuelve en la
región de lo verosímil y no en la de lo cierto: los medios no demuestran las
cosas por sus causas sino que aportan propuestas para desentrañar las causas de
las cosas. Los medios deben dirigirse directamente a lo real, ofreciendo
fragmentos relevantes y no sólo momentos vendibles, los medios deben privilegiar
las necesidades de información por encima de los deseos de interpretación. Los
medios no deberían tomar partido a favor de partes interesadas, salvo que una
de las partes atente abiertamente contra fines superiores, que se deben
anteponer a los propios de los tiranos en turno.
La
verdad no es tan atractiva para los medios: no es lo mismo transmitir la
ceremonia de entrega de los premios Nóbel que la boda más esperada del año. Los
medios se precian de moverse en la región de lo redituable y su indicador es el
rating, termómetro popular que mide la trivialidad de las audiencias cautivas:
el éxito sólo es atractivo cuando es espectacular la virtud sólo es difundida
cuando es popular, el vicio es mostrado en la medida en que es tolerado o
vituperado y la cultura sólo es promovida cuando deviene lugar común: lenguaje
y no sólo idiolecto.
LA
ÉTICA MÁXIMA
Hay
una ética de altos vuelos que los medios deben hacer suya. El primer paso se da
con la desmercantilización de los sistemas mediáticos: el fin de la economía es
la reproducción del dinero, el de los medios es la mostración de la realidad de
manera veraz, con oportunidad, transmitiendo contenidos relevantes y
significativos, acercándose lo más posible al objeto en cuestión y proponiendo
hechos y no interpretaciones.
Pero
más allá todavía: la ilustración de la sociedad cometido temprano de las
revoluciones sociales de fines del siglo XVIII seguirán siendo la gran bandera
de aquellos que se atrevan a vivir y a morir a favor de la realidad de lo real.
de . Y dado que en los procesos de ilustración colectiva sólo se admiten
participantes, no existen los intérpretes privilegiados, ni los críticos
atroces, ni los profetas falibles, ni las voces feroces, sólo hay lugar para la
palabra serena y directa, que entra en los oídos del espectador para sugerirle
que inicie procesos de reflexión y exigirle que por sí mismo busque la verdad
detrás de lo mostrado.
LA
UTOPÍA
Sueño
con unos medios a favor de la cultura que transmitan lo impopular, que sólo
ofrezcan fragmentos relevantes de realidad y no sólo interpretaciones teñidas
de idealidades deconstruidas y reconstruidas. Sueño con unos medios del pueblo,
por el pueblo y para el pueblo, cuyo fin no sea más la reproducción incesante
del dinero sino la elaboración constante del recuerdo.
Pero
la utopía vislumbrada es un horizonte de muy largo plazo, porque de por medio
se impone una rehumanización de la sociedad, la cual exige la
desmercantilización generalizada de las estructuras sociales y con ello, del
mundo de vida. Si bien tal vez no sea ya posible encontrar los puntos de sutura
entre sistema y mundo de vida si es factible lograr que el efecto del
desencuentro entre sistema y mundo de vida no termine con las condiciones que
hacen más humano a este mundo y que son intangibles e imponderables.
En
la balanza de los ideales y de la vida ética un fiel lo ocupan los valores y
virtudes y otro las capacidades y potencialidades. Cuando los fieles de la
balanza son exclusivamente los valores utilitarios la vida ética se desbalancea
sufriendo una merma considerable desde el punto de vista del desarrollo
auténticamente humano.
Si
bien es un ideal que los medios devengan espacios culturales, esto es, ámbitos
de encuentro para el desarrollo de las personas, sí es posible atenuar el
efecto que se produce por la desestructuración cotidiana del mundo y su
consiguiente desdoblamiento, lo que a la vez causa perplejidad, angustia y
vértigo. La utopía de que los medios devengan entornos culturales depende del
cautiverio del auditorio, el cual, por el momento, sólo se logra mediante la
promoción de la cultura popular lo cual no necesariamente implica hacer popular
la cultura sino al contrario, trivializa e incluso trivaliza el ámbito de la
creatividad humana. Esto tampoco se logra cuando lo que atrae es el reportaje
morboso, moralista o seudocientífico o la noticia escandalosa o ampulosa o
cuando la propaganda toda está volcada a promover una superficial cultura de
consumo de masas, en la que la democracia se reduce a la concurrencia a los
diversos mercados de bienes y servicios. .
Los
cautivos de los medios se enfrentan al vértigo de una realidad esquizofrénica,
cuya esencia auténtica se nos escapa. El hecho concreto y completo esta
mediatizado a tal grado que su acceso es ontológicamente inseguro y
fácticamente improbable. Es ya un lugar común la idea de que la vida es como un
libro que uno escribe y repasa durante el día y que explica arbitrariamente
durante la noche, pues bien, los medios toman el gran libro de la vida y lo
deshojan, recomponiendo imágenes y textos día a día. En el principio de los
medios está la deconstrucción de este libro lo que lo hace inaccesible al
público e incluso a los mismos medios. Y así, con fragmentos de páginas sueltas
se va construyendo el collage mediático.
UNA
VISIÓN REALISTA
Más
cercano a la realidad sería proponer que los medios se conviertan en un
instrumento que permitan un encuentro del mundo en el mundo, una auténtica
descripción de la sociedad en la sociedad, una reflexión a fondo que posibilite
el encuentro mediado entre sistema y mundo de vida y que a partir de dicha
mediación faculte a la persona para contrarrestar las tendencias
desestructurantes que pueden tener para la vida los imperativos de la economía,
el derecho, la política, la administración, las organizaciones, la religión, el
arte, la ciencia e incluso, de la familia misma.
Ya
no es posible encontrar los puntos de sutura entre sistema y mundo de vida pero
sí es posible, gracias al poder informático de los medios, rehumanizar gradualmente
el mundo de vida, el cual está henchido de dolor humano, de injusticia, olvido,
indiferencia, cerrazón y molicie.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario