jueves, 27 de febrero de 2014

Hacia una ética de los medios


HACIA UNA ÉTICA DE LOS MEDIOS

 

Por Javier Brown César

 

Artículo originalmente publicado en la Revista Bien común. No. 132. Diciembre de 2005. p. 75-77.
 
La comunicación sigue –y seguirá siendo- el tema de nuestro tiempo. Rodeados de entidades comunicativas, nuestra percepción mediata de la realidad se vuelve sospechosa, y entonces recurrimos a los intérpretes de la realidad, a los hermeneutas contemporáneos del ser: los medios masivos. Realizamos un intercambio simplificador, encontramos un atajo en el embrollado camino del discernimiento entre lo necesario y lo banal renunciamos a la comprensión mediata de lo real a cambio de la percepción mediada.
 
Entre la realidad y la persona se encuentran los medios, intérpretes de la complejidad del mundo, reductores y a su vez, productores de nuevas complejidades. Los medios nos ofrecen una alter realidad, como una oferta a cambio de la verdadera realidad. Los medios desdoblan, duplican, reduplican y editan fragmentos significativos de realidad en el nuevo contexto de la noticia, el reportaje o la propaganda y así nos ofrecen un mundo a la medida de nuestros deseos y satisfactor de nuestra curiosidad.
 
Muchos sólo perciben la realidad mediada, sea porque su acceso a lo real es fácticamente poco probable sea porque el tiempo se los impide y entonces actúan a su favor quienes ofrecen una versión utópica de lo real: un no lugar que reemplaza y desplaza al lugar real. Los medios deconstruyen, construyen y reconstruyen verdades probadas, ofrecen interpretaciones del mundo y argumentos para juzgar moralmente los actos humanos.
 
LA FUNCIÓN DE LOS MEDIOS
 
Si la función de los medios fuera la revelación de la verdad la ciencia misma no sólo que hacer de ellos un instrumento sino que tendría que fusionarse en un abrazo mediático. Una ciencia doblegada o esclava de los medios sería tan lamentable como lo son quienes pretenden, desde los medios, ser apóstoles de la verdad. La debelación de lo real, la mostración y no la demostración, debería ser el dominio epistemológico de los medios.
 
Los medios llegan a sustituir a la ciencia y a la ética debido a la perversión de su función propia. Algo similar sucede cuando la política o la religión se mercantilizan, deviniendo así sistemas cuyo fin es mantener constante la capacidad de pago. La mercantilización de los medios conduce a la marginación de los espacios auténticamente culturales, destinados al desarrollo pleno de las personas, desarrollo que usualmente es incompatible con el estilo de vida que los mismos medios -usurpando funciones culturales- promueven la mayor parte del tiempo.
 
LA ÉTICA MÍNIMA
 
Si bien los medios no tienen como función propia la búsqueda de la verdad o la autopoiesis de la capacidad de pago, sí deben comprometerse con la veracidad, la objetividad y la imparcialidad. La lógica de los medios se desenvuelve en la región de lo verosímil y no en la de lo cierto: los medios no demuestran las cosas por sus causas sino que aportan propuestas para desentrañar las causas de las cosas. Los medios deben dirigirse directamente a lo real, ofreciendo fragmentos relevantes y no sólo momentos vendibles, los medios deben privilegiar las necesidades de información por encima de los deseos de interpretación. Los medios no deberían tomar partido a favor de partes interesadas, salvo que una de las partes atente abiertamente contra fines superiores, que se deben anteponer a los propios de los tiranos en turno.
 
La verdad no es tan atractiva para los medios: no es lo mismo transmitir la ceremonia de entrega de los premios Nóbel que la boda más esperada del año. Los medios se precian de moverse en la región de lo redituable y su indicador es el rating, termómetro popular que mide la trivialidad de las audiencias cautivas: el éxito sólo es atractivo cuando es espectacular la virtud sólo es difundida cuando es popular, el vicio es mostrado en la medida en que es tolerado o vituperado y la cultura sólo es promovida cuando deviene lugar común: lenguaje y no sólo idiolecto.
 
LA ÉTICA MÁXIMA
 
Hay una ética de altos vuelos que los medios deben hacer suya. El primer paso se da con la desmercantilización de los sistemas mediáticos: el fin de la economía es la reproducción del dinero, el de los medios es la mostración de la realidad de manera veraz, con oportunidad, transmitiendo contenidos relevantes y significativos, acercándose lo más posible al objeto en cuestión y proponiendo hechos y no interpretaciones.
 
Pero más allá todavía: la ilustración de la sociedad cometido temprano de las revoluciones sociales de fines del siglo XVIII seguirán siendo la gran bandera de aquellos que se atrevan a vivir y a morir a favor de la realidad de lo real. de . Y dado que en los procesos de ilustración colectiva sólo se admiten participantes, no existen los intérpretes privilegiados, ni los críticos atroces, ni los profetas falibles, ni las voces feroces, sólo hay lugar para la palabra serena y directa, que entra en los oídos del espectador para sugerirle que inicie procesos de reflexión y exigirle que por sí mismo busque la verdad detrás de lo mostrado.
 
LA UTOPÍA
 
Sueño con unos medios a favor de la cultura que transmitan lo impopular, que sólo ofrezcan fragmentos relevantes de realidad y no sólo interpretaciones teñidas de idealidades deconstruidas y reconstruidas. Sueño con unos medios del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, cuyo fin no sea más la reproducción incesante del dinero sino la elaboración constante del recuerdo.
 
Pero la utopía vislumbrada es un horizonte de muy largo plazo, porque de por medio se impone una rehumanización de la sociedad, la cual exige la desmercantilización generalizada de las estructuras sociales y con ello, del mundo de vida. Si bien tal vez no sea ya posible encontrar los puntos de sutura entre sistema y mundo de vida si es factible lograr que el efecto del desencuentro entre sistema y mundo de vida no termine con las condiciones que hacen más humano a este mundo y que son intangibles e imponderables.
 
En la balanza de los ideales y de la vida ética un fiel lo ocupan los valores y virtudes y otro las capacidades y potencialidades. Cuando los fieles de la balanza son exclusivamente los valores utilitarios la vida ética se desbalancea sufriendo una merma considerable desde el punto de vista del desarrollo auténticamente humano.
 
Si bien es un ideal que los medios devengan espacios culturales, esto es, ámbitos de encuentro para el desarrollo de las personas, sí es posible atenuar el efecto que se produce por la desestructuración cotidiana del mundo y su consiguiente desdoblamiento, lo que a la vez causa perplejidad, angustia y vértigo. La utopía de que los medios devengan entornos culturales depende del cautiverio del auditorio, el cual, por el momento, sólo se logra mediante la promoción de la cultura popular lo cual no necesariamente implica hacer popular la cultura sino al contrario, trivializa e incluso trivaliza el ámbito de la creatividad humana. Esto tampoco se logra cuando lo que atrae es el reportaje morboso, moralista o seudocientífico o la noticia escandalosa o ampulosa o cuando la propaganda toda está volcada a promover una superficial cultura de consumo de masas, en la que la democracia se reduce a la concurrencia a los diversos mercados de bienes y servicios. .
 
Los cautivos de los medios se enfrentan al vértigo de una realidad esquizofrénica, cuya esencia auténtica se nos escapa. El hecho concreto y completo esta mediatizado a tal grado que su acceso es ontológicamente inseguro y fácticamente improbable. Es ya un lugar común la idea de que la vida es como un libro que uno escribe y repasa durante el día y que explica arbitrariamente durante la noche, pues bien, los medios toman el gran libro de la vida y lo deshojan, recomponiendo imágenes y textos día a día. En el principio de los medios está la deconstrucción de este libro lo que lo hace inaccesible al público e incluso a los mismos medios. Y así, con fragmentos de páginas sueltas se va construyendo el collage mediático.
 
UNA VISIÓN REALISTA
 
Más cercano a la realidad sería proponer que los medios se conviertan en un instrumento que permitan un encuentro del mundo en el mundo, una auténtica descripción de la sociedad en la sociedad, una reflexión a fondo que posibilite el encuentro mediado entre sistema y mundo de vida y que a partir de dicha mediación faculte a la persona para contrarrestar las tendencias desestructurantes que pueden tener para la vida los imperativos de la economía, el derecho, la política, la administración, las organizaciones, la religión, el arte, la ciencia e incluso, de la familia misma.
 
Ya no es posible encontrar los puntos de sutura entre sistema y mundo de vida pero sí es posible, gracias al poder informático de los medios, rehumanizar gradualmente el mundo de vida, el cual está henchido de dolor humano, de injusticia, olvido, indiferencia, cerrazón y molicie.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario