viernes, 21 de febrero de 2014

Archivos, bibliotecas y filosofía: conferencia pronunciada en la ENBA el 24 de octubre de 2002


ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y FILOSOFÍA

 

Por Javier Brown César

 

Octubre 24 de 2002

 

INTRODUCCIÓN GENERAL

 
El 11 de septiembre de 2001 cayeron por tierra las Torres Gemelas del World Trade Center y con ellas, muchos mitos del siglo XX. En algún momento nos consideramos postmodernos, y con ello pretendimos desterrar algunas ideas al considerarlas anticuadas o demasiado tradicionales. Pero ahora, la incertidumbre nos ha hecho su presa y nos deja la pregunta urgente: ¿qué nos caracteriza a nosotros, archivistas y bibliotecarios del tercer milenio? Y más allá ¿cuál es la característica principal de este milenio que apenas comienza? De entrada, podemos señalar algunas tendencias a las que el siglo anterior nos está empujando: la maquinización creciente de la sociedad, cuyo límite es la automatización más completa posible; el agotamiento del modelo productivo basado en el uso preponderante de la fuerza de trabajo humano; la concentración de la población en megalópolis; la reducción del tamaño de las organizaciones y la tendencia a la realización de grandes fusiones de empresas constituyéndose así mega consorcios o mega corporaciones transnacionales; la preponderancia de las comunicaciones asincrónicas o no simultáneas y la decadencia del trato interpersonal, del núcleo familiar tradicional y de los lugares tradicionales de convivencia; la indiferencia de los sistemas sociales hacia las personas, y el predominio de la video-política y en general, de las imágenes sobre las ideas.
 
Pero quizá la tendencia fundamental de nuestro milenio es la intensidad y rapidez de las comunicaciones. Si hace más de dos milenios Aristóteles afirmaba que el tamaño de la ciudad se definía por el alcance de la mirada, ahora podemos decir que el tamaño del mundo es definido por el alcance de las comunicaciones. Además, el siglo XX acumuló y produjo más saberes que todos los siglos anteriores. Lo que ahora define a la sociedad es su red de comunicaciones: la comunicación es el tema de nuestro tiempo. Pero, ¿dónde estamos ubicados los archivistas y bibliotecarios? ¿Cuál es nuestra función principal en sociedades urbanas postindustriales, o sea, en sociedades donde las ciudades son lo más importante y donde la industria tradicional es secundaria con respecto a los servicios? Si bien parece claro que no somos industriales, sí es cierto que realizamos ciertas tareas de manufactura, como por ejemplo, el procesamiento físico de materiales documentales y la elaboración de catálogos; pero dentro del amplio espectro de servicios financieros, recreativos, educativos, de salud, etc. ¿Dónde estamos ubicados como profesionistas?
 

LA IDENTIDAD DE UNA PROFESIÓN

 
Todavía en el siglo XVIII los médicos eran un sector con una identidad frágil: su instrumental no era tan sofisticado y sus recursos analíticos no eran los adecuados. La medicina del siglo XVIII hablaba acerca de enfermedades causadas por sustancias etéreas denominadas humores; sin embargo, durante el siglo XX la medicina se consolidó como profesión y ciencia. Las profesiones actuales no nacieron con patente de origen: los administradores construyeron gradualmente su ciencia, y también los ingenieros y los científicos sociales. Todavía a principios del siglo XX, la ciencia política buscaba su lugar y la sociología trataba de consolidarse. No nos extrañe a nosotros, archivistas y bibliotecarios, si algunas personas nos preguntan si nuestra carrera es o no es una profesión. Ninguna carrera de las que conocemos actualmente, comenzó siendo una profesión: incluso los administradores públicos se fueron especializando y tuvieron a la mano un cuerpo teórico congruente y consistente por obra de Bonnin y Von Stein, hasta bien entrado el siglo XIX.
 
Las profesiones siguen una línea evolutiva de la que no parece haber excepciones: inicialmente, son constituidas como prácticas, esto es oficios que se basan en el conocimiento de unos pocos expertos, y en una jerarquía donde el aprendiz se encuentra en la base y el maestro en la cúspide; así pasó con los gremios, formas de agrupación que preludian los actuales sindicatos e incluso, las asociaciones profesionales. Después de una fase inicial, netamente empírica, los oficios se van depurando hasta consolidar un cuerpo teórico que les da sustento y fundamento. Esta evolución no se da de manera pareja en todos los países y en todo momento: tiene sus vaivenes y retrocesos. Por ejemplo: en México, los plomeros, carpinteros, electricistas y zapateros, son considerados como trabajadores vinculados a un oficio y no como profesionistas, mientras que en Alemania, estos oficios se han transformado en carreras técnicas para las cuales se requiere un cierto período de estudio y un título de profesional técnico para su ejercicio.
 
Los bibliotecarios y los archivistas estamos precisamente en un momento de transición: se trata de profesiones reconocidas como tales, que se encuentran a la búsqueda de una teoría que las eleve, de manera definitiva, al plano de ciencias. Mi experiencia es que existe la posibilidad de que, tanto bibliotecarios como archivistas se desesperen, y a falta de una teoría, busquen fusionarse con otras profesiones, para así elevar, en apariencia, su status. En un debate que tuve con profesores y alumnos de la escuela de ciencia bibliotecaria de Queens, en Nueva York, los maestros señalaban que se está dando una tendencia en las universidades norteamericanas, consistente en fusionar a la ciencia bibliotecaria con las ciencias de la comunicación, de la información y con el periodismo. De esta manera, en lugar de hacer avanzar a la profesión bibliotecaria, se daría un paso atrás de proporciones probablemente desastrosas: la tendencia del mundo contemporáneo no es a la unidad sino a la dispersión, no es al exclusivismo sino al pluralismo, no es a la identificación sino a la diferenciación creciente. Ya lo decía Herbert Spencer: la evolución va de lo indiferenciado a lo diferenciado, de lo uno a lo múltiple, de lo simple a lo complejo.
 
Si queremos hablar acerca de evolución en nuestras profesiones, debemos encontrar aquello que nos hace únicos, aquello que nos justifica como profesionistas y aquello que nos da sustento como científicos sociales. Ahora hablamos acerca de las sociedades del conocimiento o de la era de la información, pero debemos preguntarnos, con cierta urgencia: ¿cuál es nuestro papel en este mundo transfigurado? ¿Somos acaso productores o consumidores de conocimientos o de informaciones? Y si no somos ni productores ni consumidores, entonces ¿qué somos? Y aquí introduciremos una importante precisión conceptual: ni el conocimiento ni la información se producen, porque ni uno ni otro son cosas. Quien pretende estudiar al conocimiento o a la información no lo puede hacer, si no considera a ambos como procesos que dependen, tanto de cosas como de personas.
 
Ni la información ni el conocimiento son cosas que existan en el mundo, son procesos que se dan en las personas. De esta forma, estamos introduciendo una teoría del conocimiento y de la información que nos dice: conocer es actuar, informarse es algo activo propio de un sujeto. Ni el conocimiento ni la información pueden entrar ahora por esta puerta, ni se pueden administrar en inyecciones o en supositorios, porque no hay forma de encapsularlos. Y a estas alturas alguien me puede decir: sí, todo esto está muy bien, pero entonces ¿qué hay en los documentos de archivo y en los libros de biblioteca si en ellos no están ni el conocimiento ni la información? ¿Qué hay en un libro o en un documento de archivo? La respuesta es simple, papel y tinta si se trata de impresos, códigos magnéticos y ópticos si se trata de materiales analógicos o digitales. Nada más, pero tampoco, nada menos. Un ejemplo: si yo les doy un papiro escrito en chino, ¿quién de ustedes puede comprender lo que ahí se dice? Sólo el que tiene competencia para hablar en chino, nadie más, por lo tanto, estos papeles sólo informan a quienes los comprenden y sólo el que es capaz de descifrar el código puede conocer lo que ahí se dice, para todos los demás, este papiro estará en chino y no nos dirá nada, salvo que está escrito en chino.
 
Cuando damos un giro con estas características, podemos al fin comprender, que si bien las bibliotecas y los archivos son recintos donde está la memoria cultural de la humanidad, si nadie puede acceder a esta memoria y comprenderla, casi podemos considerar que no existe como memoria, sino sólo como deposito de cosas. La memoria se actualiza en cada momento o deja de ser memoria, quien no puede acceder a la memoria, pierde el sentido y el legado del pasado. Una humanidad sin memoria tiene que aprender todo nuevamente, día con día, repitiendo los errores ya superados. En esto, como en otras ideas, tiene razón Hans George Gadamer, alumno de Heidegger: la tradición no puede ser sepultada en aras del progreso. Pero la tradición que iba del todo a las partes para explicar el orden cósmico, debe ser superada. Es por esto que los archivistas y bibliotecarios debemos diferenciarnos con claridad de otros profesionistas, identificando nuestro campo de actuación propio, nuestro objeto de estudio.
 

LA ESPECIFIDAD DE LAS CIENCIAS ARCHIVÍSTICA Y BIBLIOTECARIA

 
Durante algunos años, los archivistas y los bibliotecarios, pero sobre todo los bibliotecarios, hemos sido seducidos por la idea de que somos profesionales de la información. Nos han vendido una idea que es radicalmente falsa. Es necesario profundizar en lo que la información significa, para llegar a la conclusión de que no somos científicos de la información y que nuestro objeto de estudio no es la información, sino documentos administrados en sistemas de gestión, que tienen como fin mediar entre productores y consumidores de materiales documentales. Hay que empezar con una afirmación contundente: los objetos de estudio y los intereses de las ciencias archivística y bibliotecaria, por un lado y de las ciencias de la información, por el otro, son diversos. Las ciencias de la información tienen objetos diferentes, enfoques y metodologías diferentes a las de las ciencias archivística y bibliotecaria, por lo que fusionarlas traería confusión, en lugar de claridad.
 
Para las ciencias de la información, el elemento central puede ser llamado dato, esto es, un código binario, un cero o un uno, un sí o un no, estos elementos nucleares, cuando se conjuntan con otros, forman unidades con significado; esto es, los códigos binarios combinados nos conducen a programas, bytes combinados producen sonidos, imágenes o textos. Para los archivistas y bibliotecarios, las unidades documentales con significado propio son el elemento central, como parte de una amplia colección de documentos. El elemento nuclear de las ciencias archivísticas y bibliotecarias es el documento, en cualquier formato que esté disponible y con cualquier material que sea elaborado. La revolución tecnológica y digital no nos ha hecho perder nuestro objeto tradicional de estudio, simplemente ha diversificado los documentos que podemos encontrar en archivos y bibliotecas.
 
Las ciencias archivística y bibliotecaria se interesan en la forma como los documentos son coleccionados, organizados y puestos a la mano de determinados usuarios. La teoría general de los lenguajes binarios es importante para nosotros, ya que ayuda a construir programas para organizar colecciones, las unidades con significado, como las oraciones, son de interés para las ciencias archivística y bibliotecaria y para la teoría de la comunicación y las ciencias informáticas, así como para las ciencias de los medios masivos (incluido el periodismo), pero confundir estos intereses bajo una sola ciencia seria aberrante. En consecuencia, debemos distinguir con claridad entre las siguientes ciencias: las ciencias de la comunicación, las cuales son el marco general de interés para las diversas ciencias que estudian aspectos del proceso de la comunicación humana, en el caso particular de la archivonomía y la biblioteconomía, las ciencias de la comunicación ofrecen un marco teórico general, para explicar la forma como los documentos se constituyen en medios de difusión que permiten que emisores y receptores de mensajes se pongan en contacto unos con otros; la codificación binaria es el campo privilegiado de interés para la ciencia de las máquinas basadas en ella, esto es, para la llamada informática; los medios masivos y sus procesos son el objeto principal de las ciencias de la comunicación y del periodismo; las ciencias de la información, analizan los procesos subjetivos mediante los cuales se procesan datos para construir unidades informativas con significado propio, por lo que requieren elementos de las teorías sociológica y psicológica para explicar estos procesos; finalmente, la integración, organización y puesta a disposición de documentos en archivos y bibliotecas es el centro de interés para las ciencias que se estudian en la ENBA.
 
Creo que con estas diferenciaciones nos podemos dar cuenta de los errores en que incurren quienes pretenden fusionar ciencias con campos de interés distintos, así como de las falacias en que caen todos aquellos que nos llaman profesionales de la información. Si un nombre nos podemos dar es el de profesionales de la administración documental, entendida ésta no como el estudio de documentos en sí mismos, sino como el estudio de documentos en sistemas de gestión, a los que tradicionalmente hemos llamado bibliotecas y archivos y que yo prefiero denominar: sistemas de gestión documental.
 

LAS CIENCIAS DE LOS SISTEMAS DE GESTIÓN DOCUMENTAL

 
Sigo sin entender porqué algunos se empeñan en conquistar un campo colonizado por completo: el de las ciencias de la información. Sea que nos llamemos científicos o profesionales de la información, no nos damos cuenta que con este calificativo estamos disputando un campo al que llegamos al final: ahí están ya los periodistas, los profesionales de los medios masivos e incluso los ingenieros en informática. Y mientras intentamos cubrir un campo ya colonizado, para reivindicarlo como nuestra propiedad, perdemos de vista el hecho de que existe un campo al que ninguna ciencia le ha prestado la debida atención: el de las ciencias que se encargan de estudiar la forma como los documentos se organizan en sistemas de gestión documental. No existe, por el momento, ciencia alguna, ni especialidad que nos dispute este, que es nuestro campo, con pleno derecho.
 
Nuestro reto es recorrer ahora la ruta que nos lleva a descubrir este territorio, hasta el día de hoy, casi inhóspito y deshabitado. Estamos todavía en el punto medio entre los oficios, las profesiones y las ciencias, moviéndonos de manera fluida entre unos y otros, sin atrevernos a cruzar el punto de no regreso, el umbral que nos haga profesionistas y científicos con pleno derecho. ¿Cómo se hicieron profesionistas los médicos? Para empezar, dejaron de hablar de humores abstractos y comenzaron a hablar de enfermedades concretas, de virus y bacterias, de órganos y sistemas; pero nosotros seguimos buscando explicaciones abstractas y etéreas en el concepto de información, que es para las profesiones archivística y bibliotecaria, lo que en su tiempo fueron los humores para la medicina: el obstáculo que impedía que fueran conscientes de que su objeto de estudio no son los humores, sino aquello que produce la salud y la enfermedad. Espero que pronto caigamos en la cuenta de que nuestro campo de estudio no son las informaciones, sino dilemas como: integrar o no documentos al acervo o poner o no a disposición de los usuarios determinados documentos. Nuestros dilemas tienen que ver con la saludable organización de sistemas de administración de documentos, a la vez eficientes y modernos: la tecnología es aquí el medio y no el fin. Las computadoras son nuestras aliadas, pero no son nuestro campo privilegiado de estudio: para eso están los ingenieros; y desde luego, los ingenieros no saben bien cómo organizar un sistema de gestión documental: para eso estamos nosotros.
 
Los sistemas de gestión documental son un tipo de sistemas sociales de la mayor relevancia para nuestras sociedades: la economía, el derecho, la política, la educación, la familia, la religión, el arte y la ciencia, entre otros sistemas, requieren documentar sus decisiones y necesitan una memoria que les permita mejorar, de manera constante, sus procesos y servicios. Qué sería de la economía sin indicadores, qué sería del derecho sin leyes, qué sería de la política sin consensos escritos, qué sería de la educación sin libros de texto, qué sería de la familia sin registros fotográficos, videos y cartas, qué sería de la religión sin libros sagrados, y del arte sin catálogos de obras y de la ciencia sin publicaciones científicas. Todos los sistemas sociales, en mayor o menor medida, requieren de sistemas organizados de documentos, para tener memoria de lo que han sido y para proyectarse de tal manera, que lleguen a ser lo que están destinados a ser.
 
¿Qué sería de las empresas y organizaciones sociales sin archivos, y de las universidades y centros de investigación sin bibliotecas? Un mundo donde no existen sistemas de gestión documental es ciertamente un mundo sin memoria, con bajos niveles de cultura y con una organización política primitiva o casi primitiva: entre mayor sea el número de bibliotecas en una nación determinada, mayores serán sus posibilidades para que en ella viva una población culta, educada y con futuro. Los archivistas y los bibliotecarios estamos en el centro de la sociedad, no porque seamos el sistema que articule a los demás, sino porque tenemos la capacidad para organizar la memoria de todos los sistemas sociales y de todas las organizaciones e instituciones. Esta es nuestra función, ni más, ni menos: no somos los pedagogos de la sociedad, porque para eso está la educación y tampoco somos los moralizadores de las personas, porque para eso esta la religión, pero sí somos los organizadores de los sistemas de documentos que se manejan y administran en todo el mundo. Nuestra función debería ser clara: debemos decidir qué documentos integran los acervos, cómo se representan estos documentos para conformar catálogos y listados, y qué documentos se ponen a disposición de determinados usuarios.
 
Podríamos decir que nuestro universo se conforma: primero, por sistemas de gestión documental, esto es, por archivos, bibliotecas, centros de documentación e información y centros de documentación, los cuales son propiamente organizaciones ubicadas en el sector servicios, no producimos necesariamente documentos primarios, pero sí somos el puente de unión entre productores y consumidores de documentos, y para ello producimos documentos secundarios como índices, catálogos, bibliografías y abstracts; segundo, por documentos que son administrados en sistemas de gestión documental, para conformar diferentes tipos de acervos, como colecciones de consulta y de publicaciones periódicas, archivos de correspondencia e históricos, colecciones de materiales audiovisuales, etc.; tercero, por usuarios de sistemas de gestión documental, los cuales van ahí para satisfacer determinadas necesidades de informarse que sólo se pueden satisfacer consultando documentos u obteniendo cifras o datos basados en documentos; cuarto, por gestores y facilitadores, esto es, por personal o máquinas, que desarrollan sus actividades en sistemas de gestión documental y cuya función es integrar documentos a un acervo, representar estos documentos a un usuario y poner determinados documentos a su alcance; quinto, por herramientas e instrumentos, tanto tecnológicos como administrativos, esto es, computadoras personales, catálogos, sistemas de señalización, fax, módem o correo electrónico, políticas, procedimientos, manuales, normas, reglamentos, registros y controles, etc.; finalmente, por proveedores de documentos, que son todos aquellos que documentan decisiones, investigaciones, noticias, narraciones o ideas.
 
Lo que nos distingue de los centros de información y de las estaciones de radio y televisión es que nosotros no solamente proporcionamos informes, datos o noticias, sino que ponemos en contacto a determinados usuarios con documentos que pueden satisfacer su necesidad por saber o conocer más y mejor, sobre algún tema general o particular. Las bibliotecas y archivos nacieron con la cultura, su origen es remoto y se puede vincular con el nacimiento de grandes organizaciones políticas para las que se requería documentar los recursos del Estado, contabilizar y administrar tributos, así como documentar logros y avances; sin duda, en un principio, los primeros archivistas y bibliotecarios eran algo así como artesanos, pero ahora, con todos los avances científicos y tecnológicos, el artesano está dando paso al profesionista. De nosotros depende que el profesionista se haga científico, para de esta manera, posicionar a nuestras profesiones en el lugar que les corresponde.
 
Estoy seguro que este nuevo milenio será testigo del auge sin igual de las profesiones archivística y bibliotecaria, porque la cantidad de documentos producidos y que se seguirán produciendo, es de tal magnitud, que sin archivos y bibliotecas y sin profesionistas capaces de administrarlos, el mundo se volverá cada día más caótico e ignorante y tendríamos que redescubrir aquello que ya se ha inventado. Un ser humano sin memoria, tiene que aprender por sí mismo a hablar, comer, caminar, leer, escribir, y otras competencias ahora consideradas básicas; no vaya a ser que, por falta de interés científico y de memoria, la humanidad tenga que descubrir ahora, que lo que pensamos que es nuevo, ya había sido estudiado y analizado a detalle: si la teoría del caos nos dice que el universo tiende a su destrucción, la función de la ciencia y de otros sistemas sociales es reducir la incertidumbre, luchar contra la entropía y reequilibrar a la sociedad para superar lo previamente logrado; esto es, para evolucionar. Como dije al principio, la memoria se actualiza al día de hoy, porque todo lo que existe es el presente. Como dijo Octavio Paz: “Todo es presencia, todos los siglos son este presente”, el ayer vive en el hoy y nosotros, archivistas y bibliotecarios, como depositarios y artífices organizadores de la memoria de la humanidad, tenemos el privilegio de vivir un presente en el que coexiste toda una historia que sin nosotros, podría quedar en el olvido. Muchas gracias. 

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