domingo, 23 de febrero de 2014

Elementos para una teoría bibliotecaria: segunda parte




ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA BIBLIOTECARIA
 
Por Javier Brown César
 
 
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA DEL DOCUMENTO

 

1. LIBRO Y DOCUMENTO

 
Biblioteconomía y Bibliotecología son palabras de origen griego que tienen en común las raíces bibloz[1] (corteza de papiro, libro, escrito, documento, carta) y qhch[2] (depósito, receptáculo, caja; cofre, tumba, sepulcro). Muchos problemas vinculados con la profesión bibliotecaria se originan debido a la comprensión limitada que se tiene de lo que se mienta cuando se habla de libros. Por ello, una aclaración terminológica parece ser aquí pertinente, mediante una breve exégesis del concepto griego bibloz (el cual se ha traducido comúnmente como libro). La profundización en el sentido original de este concepto, puede ser útil para actualizarlo, ya no en términos del objeto que conocemos como libro, sino para referirnos al ámbito más amplio del documento. En su sentido original, el término bibloz no se refería precisamente al libro, sino que tenía una riqueza semántica mucho mayor, ya que abarcaba tanto al material con el que se elaboraban los escritos (corteza de papiro) como al escrito mismo y al capítulo o división de una obra. El término latino liber, que traduce el griego bibloz, presenta una disminución conceptual significativa ya que no alude directamente al material o al contenido, sino al formato libro (codex). Para retomar el sentido original del término bibloz, nos referiremos al concepto más amplio de documento, para después caracterizar sus partes distinguiendo entre el medium (o substrato medial o materia) y la forma (el contenido).
 
Por el lado del griego qhch (teché, caja), que forma el final de la palabra biblioteca, señalaremos sólo algunas consecuencias, que se siguen de la plasticidad del término qhch. Existe una significación dual en el término griego qhch: por un lado es el lugar seguro donde se guarda algo, en este sentido es el depósito, receptáculo o caja; gracias a su ubicación en este lugar, el documento tiene un resguardo relativamente estable: hay un lugar donde puede ser ubicado, y además ya no se encuentra a la intemperie. Pero, por otro lado, el documento puede condenarse a una vida que, más allá del resguardo y protección brindados por el depósito, receptáculo o caja, lo eleve a la región de los muertos; esta “elevación” del documento constituye su ruina o su humillación, o para decirlo en términos luhmannianos, lleva a la paradojización del documento: el hecho de que cualquier documento se pueda asimilar a una tumba o sepulcro, significa por lo menos, la muerte temporal del contenido del documento: ciertamente se le eleva a la región de los inmortales, pero por lo mismo, se le condena al desuso (y aquí está la paradoja, ya que en el momento en que el documento conforma o se integra a una tumba, carece de destinatario, y por ende, de usuario). Esta diferenciación se suele expresar cotidianamente en términos de la distinción que se hace entre la biblioteca y un depósito de libros.
 
2. EL ESTUDIO DE LA DOCUMENTACIÓN EN ESPAÑA
 
Nos aproximaremos críticamente a la teoría española de la documentación, para ello comenzaremos por el origen: el año de 1895, en el que Paul Otlet, autor del primer tratado de documentación, fundó el Instituto Internacional de Bibliografía. La ciencia de la Documentación fue introducida en España por Javier Lasso de la Vega, quien es a la vez el español que más ha escrito acerca del tema. Ya en su obra Cómo se hace una tesis doctoral: manual de técnica de la Documentación Científica y Bibliográfica de 1947, definía a la documentación, apoyándose en la autoridad de L. de Gregori, de la siguiente manera: “la técnica de recoger y ordenar, por medio de signos de cualquier especie (escritura, imágenes, esquemas, símbolos, etc.), un objeto, un hecho, un conocimiento, una impresión; es, pues, además de todo cuanto comprende lo impreso, el libro, la estampa, la revista, el artículo de periódico, el boletín de información, etc., todo cuanto se escribe e imprime, como son las numerosas Memorias, Raports, etc., de Sociedades e Instituciones, la fotografía, el film, el disco gramófono, el objeto de museo y, en suma, todo aquello que se produce y que la memoria humana no alcanza a retener. La documentación, en este sentido, quiere y pretende ser la memoria gráfica y sistematizada de la Humanidad, el cuerpo material de nuestro conocimiento”[3].
 
Es importante analizar los diferentes elementos que la definición de L. de Gregori aporta:
 
1º. La documentación es una técnica que permite recoger y ordenar.
 
2º. La técnica de la documentación usa signos de cualquier especie para recoger y ordenar objetos, hechos, conocimientos e impresiones.
 
3º. La documentación recoge y ordena todo aquello que la memoria humana no alcanza a retener. Y en este sentido, pretende ser la memoria gráfica y sistematizada de la Humanidad.
 
Es fundamental tomar en cuenta que el término documentación se toma en dos sentidos en esta definición: 1º. Como una técnica orientada a recoger y ordenar aquello que la memoria humana no alcanza a retener. 2º. Como memoria gráfica y sistematizada de la Humanidad. Este doble sentido, se debe a que el aspecto técnico y lo que la técnica ordena se denominan ambos como documentación, por ello, y al introducir la diferencia entre los aspectos técnicos y la conformación de una memoria sistematizada, utilizaré el nombre de técnicas de representación documental a todo aquello que permite ordenar y técnicas de selección a todo aquello que permite recoger, mientras que utilizaré el término sistema de documentos para denominar a la memoria gráfica sistematizada.
 
La definición que he analizado presenta ya algunas consideraciones fundamentales: 1º. La documentación como tal es una actividad intencional[4], consiste inicialmente en el acto de hacer de algo un documento. Esta idea se expresa de manera cotidiana cuando al abordar un avión documentamos el equipaje. El equipaje no es en sí un documento, pero puede llevar marcas que lo identifican como documento. En este primer sentido del término documentación, todo se nos aparece como documentable: libros, revistas, casetes, videocasetes, objetos reales, fotografías, películas, etc. Debe aquí introducirse una diferenciación: la que existe entre la documentación, como proceso intencional que consiste en hacer de algo un documento o inclusive de considerar a un documento como un documento, y lo que es en realidad un documento. Debido a la dificultad inherente a la definición del documento, objeto central de este libro, será necesario dedicar secciones posteriores a su estudio. Adicionalmente, es fundamental introducir una tercera diferenciación: la que se refiere a las técnicas, herramientas/instrumentos, reglas, normas, procedimientos y métodos que se utilizan para representar y ordenar documentos y a los documentos mismos. Por otro lado, es fundamental introducir una diferenciación adicional en lo referente a las técnicas, normas, reglas, métodos, procedimientos, y herramientas/instrumentos de selección. Finalmente los documentos ordenados son diferentes de los documentos no ordenados, se puede decir que los primeros constituyen un sistema con sentido, mientras que los segundos quizá solamente constituyan un sistema sin sentido o simplemente objetos de entorno (tal sería el caso no sólo de todas aquellas personas que le dan a los libros un uso meramente decorativo, sino de todos aquellos comerciales, mensajes, informes, en los que diversos tipos de documentos solamente configuran el telón de fondo sobre el que se da la retórica orientada a la persuasión). Para facilitar las cosas se puede decir, aunque un poco arbitrariamente, que los sistemas de documentos tienen sentido porque están ordenados, mientras que muchos de los documentos que se encuentran en el entorno no tienen sentido, por carecer de orden.
 
Con estas diferenciaciones se pretende atender a cuestiones como: ¿qué se ordena en los sistemas de gestión documental? Documentos. ¿Cómo se ordenan? Mediante el uso de instrumentos, técnicas y métodos de representación. ¿Cómo se “recogen”? Mediante instrumentos, técnicas y métodos de selección. ¿Qué constituyen los documentos ordenados? Un sistema de documentos El siguiente cuadro pretende aclarar algunos de los niveles de análisis aquí bosquejados:
 
 
Función/Elementos
Instrumentos
Técnicas
Método(s)
“Recolección” (Integración)
Catálogos, bibliografías, índices, abstracts, normas, políticas
Evaluación de contenido
Rutas críticas, árboles de decisiones, planeación estratégica
Ordenación (representación)
Reglas, normas, políticas, tesauros, listados de encabezamientos de materia
Catalográfica, Bibliográfica
Bibliográfico
 
Es de notar que en este cuadro está ausente aquello que llamo disposición y que plantea el tema del usuario. Este tema lo abordará Lasso de la Vega en 1954. Por ahora y para resumir diré que he considerado fundamental diferenciar entre documento, técnicas de representación documental, técnicas de selección de documentos, sistema de documentos (orden y sentido) y documentos sin sistema. Esto da solamente una idea de la complejidad semántica del término documentación. En latín, documentum significa testimonio, ejemplo, prueba, enseñanza, advertencia; y finalmente, documento[5]. El estudio de los usos del término a partir de la etimología puede resultar interesante. Por el lado del documento en tanto que testimonio, se trata de un uso de carácter eminentemente histórico, ya que para la historia el documento se ofrece como testimonio. En tanto que ejemplo, el documentum se relaciona con la enseñanza y la advertencia, y en conjunto se remiten a la prueba. En el sentido ejemplar, el documento transmite un saber o hace llegar un aviso, y pone a prueba la capacidad de acción del que fue documentado. Esta significación del documento remite a un término latino que habrá de ser fundamental como gran concepto articulador: culturae. El hombre documentado es un hombre culto (cultivado)[6]. Este sentido de documentar no es muy usado en la actualidad; sin embargo, se ha mantenido el sentido de prueba: documentar la evidencia. Finalmente, la etimología nos remite de manera circular: el documentum es el documento.
 
Pero ¿qué es el documento? L. de Gregori nos da una definición ostensiva, o sea, nos muestra objetos que se denominan documentos; estos son: libros, revistas, estampas, artículos de periódicos, boletines de información, todo cuanto se escribe como Memorias, Raports de Sociedades e Instituciones, la fotografía, el film, el disco de gramófono, el objeto de museo y en fin, todo aquello que se produce y que la memoria humana no alcanza a retener. Es interesante analizar ahora esta parte de la definición. Hay que distinguir inicialmente entre el medio material, como puede ser el utilizado para las fotografías, para discos, para revistas, para libros, para estampas, etc. Como se puede ver los materiales son variados, sobre esto habrá que profundizar más adelante. El término todo aquello que se produce puede ser ambiguo si no se acompaña de la aclaración de todo aquello que la memoria humana no alcanza a retener. Aún con esta limitación, parece demasiado todo aquello que se ha producido y que la memoria humana no alcanza a retener.
 
En el trabajo Bibliotecario y Documentalista: una fricción y un problema, de 1954, Javier Lasso de la Vega introduce la diferencia de lo bibliotecario, en el interior de la documentación: “... el hombre de ciencia, el erudito y el técnico no halla hoy en el bibliotecario la solución al más importante de sus problemas: la documentación. De un lado han surgido numerosos documentos auditivos y visuales aparte del libro: la radio, la televisión, la fotografía, la microfotografía, el disco de gramófono, la cinta magnetofónica, etc., y de otra parte, el hombre de ciencia y el técnico que no pueden hoy hacer compatible su trabajo en el seminario, o taller de trabajo científico, el laboratorio, la clínica, el puerto, la fábrica o el puente con la lectura de los centenares de revistas de especialidad y los millares de artículos y de obras que al año salen a la luz pública: Necesitan de un personal perfectamente formado que seleccione las revistas, elija entre los artículos publicados en ellas los que afecten a una determinada especialidad... A este tipo de hombres se les ha dado el nombre de documentalistas”[7]. Lo documental y lo bibliotecario se separan en este texto. La distinción se lleva a cabo entre las personas que realizan actividades de documentación (documentalistas) y personas que realizan actividades bibliotecarias (bibliotecarios).
 
Estas consideraciones sobre la actividad del documentalista, necesariamente deben completarse con lo que Lasso de la Vega considera como la actividad típica del bibliotecario: “El bibliotecario es a manera de un filtro entre el depósito de libros y el lector... Las normas de sus actividades a estas alturas pueden considerarse encerradas en la fórmula “buscar un libro para cada lector y un lector para cada libro; hacer que el libro y el lector se encuentren, sustituyendo el libro que ordinariamente se pide por el que se debió pedir”[8]. Con estas dos definiciones tenemos los elementos suficientes para analizar la forma como Lasso de la Vega distingue entre documentalista y bibliotecario.
 
En este trabajo de Lasso de la Vega, mientras que el bibliotecario se reduce a poner en contacto al libro con el lector, el documentalista atiende a medios diferentes al libro como la radio, la televisión, la fotografía, la microfotografía, etc. Este tipo de profesional está además perfectamente formado para seleccionar artículos, hacer extractos de ellos y saber a qué usuario le es útil la información obtenida, junto con la norma para que ésta llegue con la máxima rapidez. El interés de esta distinción radica en que pone en contacto un problema inherente a la concepción de lo bibliotecario, y por lo tanto, a la forma como se conceptualiza la actividad del bibliotecario: en nuestro siglo hemos visto una proliferación de otro tipo de documentos diferentes al libro y a las revistas; nos encontramos no sólo ante casetes, CD-ROM, videocasetes, fotografías, disketes, libros electrónicos y audiolibros, etc. Ante todo debe considerarse con toda claridad que tanto las computadoras, como la radio y la televisión son medios de difusión, como los documentos lo son, pero que no son en sí mismos documentos (aunque pueden contener documentos), a menos de que se transformen intencionalmente en documentos, o sea, que se documenten.
 
Ante la proliferación de documentos y otros medios de difusión, Lasso de la Vega reduce la actividad del bibliotecario al libro. Las implicaciones que resultan de esta visión son motivo de preocupación para los bibliotecarios, ya que si su trabajo se limita solamente a los documentos denominados libros, y éstos algún día fueran sustituidos por algún otro medio, su actividad, conocimientos y habilidades carecerían ya de objeto. Por ello, la distinción entre documentalista y bibliotecario en este plano muestra una paradoja inherente a la profesión: si se sigue al pie de la letra la traducción de bibloz como libro y se considera que lo bibliotecario se reduce a este tipo de medio, entonces se establece una severa limitación de lo bibliotecario solamente a las bibliotecas donde hay libros. Las consecuencias de esta interpretación son dignas de tomarse en cuenta, ya que por ejemplo, ¿qué sucedería en las bibliotecas especializadas, donde existen importantes acervos de revistas? ¿Será acaso que en este tipo de bibliotecas las revistas, en tanto que documentos, caen fuera del ámbito de competencia del bibliotecario, para pasar a ser el ámbito de los estudios documentales? Existen otras consecuencias inherentes a la concepción bajo la cual el documentalista se ocupa del estudio de todo tipo de documentos, mientras que el bibliotecario se ocupa sólo de libros, pero lo fundamental es señalar la paradoja que se introduce cuando lo bibliotecario se reduce al ámbito del libro. ¿Debe entonces el bibliotecario ampliar su competencia al estudio de todo tipo de documentos? Por ahora, esta respuesta quedará en suspenso, pero es importante anticipar que la paradoja señalada se resuelve, en parte, cuando el concepto de lo bibliotecario se amplía al ámbito de la documentación.
 
En un segundo nivel de análisis, Lasso de la Vega establece dos tipos de actividad: la del documentalista, la cual se refiere a una formación que permite contar con criterios de selectividad en el manejo de documentación especializada; y, la del bibliotecario, la cual se refiere a la capacidad de poner en contacto al libro con el usuario. En este nivel, el bibliotecario aparece como un “generalista” y el documentalista como un especialista. La restricción de la actividad bibliotecaria al contacto entre libro y lector se refiere a la limitación antes establecida respecto a los documentos con los que trabaja el bibliotecario, si se reduce el universo documental al libro, pero además, la capacidad de seleccionar documentos relevantes para diferentes tipos de usuarios se considera no como propia del bibliotecario, sino del documentalista. En este nivel, el bibliotecario aparece como una especie de ayudante de investigación del documentalista: el bibliotecario solamente pone en contacto, su labor consiste más en el establecimiento de relaciones y en la capacidad de enlace, que en su capacidad de análisis y en su buen criterio para realizar selecciones relevantes. Ante esta segunda limitación ¿debe el bibliotecario asumir este rol hasta cierto punto secundario, o puede también incursionar en el análisis documental? Nuevamente, tendremos que contestar esta pregunta posteriormente, lo relevante es señalar una diferencia fundamental que se establece a raíz de un doble fenómeno: la enorme explosión de documentos e informaciones y la necesidad de realizar una labor analítica y selectiva de entre un universo gigantesco de documentos, con el fin de discriminar aquellos que resultan relevantes, oportunos o pertinentes para un tipo de usuario en particular.
 
Para no desviarnos del tema y para no tratar en esta parte introductoria algunas cuestiones que serán analizadas posteriormente, es conveniente seguir de cerca el pensamiento de Lasso de la Vega, quien en 1961 hace menos evidente la separación entre bibliotecario y documentalista, revelando también la forma como puede desparadojizarse la profesión bibliotecaria: La ampliación del ámbito de competencia del bibliotecario a diversos tipos de documentos, o lo que viene a ser lo mismo, la idea de que el bibliotecario puede ser también documentalista: “La nueva especialidad del Bibliotecario documentalista ha abierto una etapa llena de lisonjeras oportunidades a nuestra profesión... De ser una profesión instalada en el estrecho campo de los servicios públicos, ha pasado a poder desarrollar sus actividades en la esfera mucho más amplia y mejor retribuida de las empresas privadas; esto es, de la industria, del comercio, de la investigación científica y técnica”[9]. En esta nueva concepción del bibliotecario documentalista aparece un problema que resulta de agrupar las actividades del bibliotecario y las del documentalista bajo una sola actividad abarcadora. Si antes Lasso de la Vega había establecido una frontera muy clara entre bibliotecario y documentalista, ahora esta frontera se desdibuja y ambos ámbitos de competencia se confunden. Entonces, ¿es lo mismo decir bibliotecario que documentalista?
 
La tradición que cultiva Lasso de la Vega se refiere al estudio del “fenómeno de la documentación, estudiándola con amplitud y con independencia de la Biblioteconomía”[10], los continuadores de la misma son Roger Rivière, Ricardo Jerez y Amador de los Ríos, y José Ramón Pérez y Alvarez-Osorio. Veremos si estos autores pueden solucionar las paradojas que bajo la concepción del bibliotecario documentalista han resultado evidentes. La distinción entre las actividades del bibliotecario y las del documentalista que Javier Lasso de la Vega había establecido es sostenida por Roger Rivière: “El proceso documental tiene lugar en un Centro que suele estar siempre junto a una Biblioteca. Pero la diferencia esencial estriba en que la primera clasifica, conserva y archiva documentos (libros y revistas) y los deja a disposición del lector, mientras que el segundo valora el documento, investiga sobre él y, en su trabajo activo y dinámico, utiliza sus datos y puede facilitar una información activa, selecta, adecuada y orientadora”[11]. Nuevamente, Rivière detona la distinción entre clasificar, conservar, archivar y dejar a disposición documentos, lo cual constituye una labor típicamente bibliotecaria; y la valoración, investigación, utilización, y selección adecuada y orientadora, como labor típica del documentalista. De nueva cuenta enfrentamos un problema de niveles: el documentalista desarrolla capacidades que el bibliotecario no tiene; uno se encarga de ordenar y poner a disposición, el otro es casi un investigador, o mejor dicho, una especie de investigador adjunto que ha desarrollado mayores capacidades analíticas y que posee mejores criterios de selección. Si Lasso de la Vega hablaba ya de una función integrada de bibliotecario-documentalista, Rivière vuelve a establecer una división tajante entre ambas actividades.
 
Si queremos abordar con seriedad el problema que se introduce cuando se considera al bibliotecario principalmente como un ordenador y facilitador y al documentalista como analista y discriminador, debemos remitirnos a la teoría de los sistemas autopoiéticos de gestión documental. Los sistemas de gestión documental se caracterizan ante todo por realizar ciertas operaciones que les permiten mantener constantes sus límites con el entorno. Las funciones típicas de estos sistemas: la integración, representación y selección son comunes a muchos otros sistemas, pero lo característico de los SGD es que en su relación con el entorno, privilegian el tipo de irritación que se da vía documentos. En sus funciones, los SGD desarrollan dos elementos sin los cuales la autopoiesis resultaría imposible: un gestor, que realiza fundamentalmente funciones de integración y representación, y un facilitador, que realiza principalmente la función de disposición. La forma como se da la gestión y la facilitación varía históricamente; por ejemplo, en la actualidad, el gestor/facilitador puede ser un componente de una máquina (dispositivo, programa, instrucción, etc.) que integra ambas funciones. La selección es una necesidad constante del sistema: es necesario seleccionar aquellos documentos que después constituirán el sistema de documentación; es necesario seleccionar normas y elementos a representar, finalmente es necesario seleccionar documentos que puedan estar a disposición. La distinción entre bibliotecario y documentalista que establece Rivière no se refiere entonces al hecho de la selección misma, ya que resulta claro que si el “bibliotecario” hace uso del sistema en algunas de sus funciones necesariamente deberá operar selectivamente. La distinción se da entonces entre dos niveles de selección: uno primario, mediante el cual se constituye el sistema de documentos; y uno secundario en el que este sistema de documentos es observado bajo criterios metodológicos, realizándose posteriores selecciones y determinaciones adicionales.
 
El documentalista aparece como una especie de tercero excluido, o sea, como un observador que es capaz de realizar descripciones y distinciones más elaboradas y detalladas del sistema de documentos que cualquier bibliotecario. Si la distinción puede parecer clara, en realidad no lo es. Aquí es donde debe explicarse la función de un observador de los SGD, pero no en términos de observaciones de primer orden (que consistirían fundamentalmente en el establecimiento de diferenciaciones primarias: por ejemplo, entre colecciones de libros y colecciones de revistas), sino en términos de observaciones de segundo orden, o para decirlo mejor, de evaluaciones metódicas de la colección. Un observador con la capacidad de realizar observaciones de segundo orden (evaluaciones metódicas) de la colección, asumiría efectivamente una función diferente a la de aquellos elementos o personas que realizan las selecciones que se basan en las diferenciaciones primarias (que se ordenan a la integración, a la representación y a la disposición). No obstante, la evaluación también es un elemento que aparece en las diferenciaciones primarias, por ello, la distinción debe introducirse entre dos planos de evaluación: la evaluación pragmática que determina el documento útil que habrá de integrar el sistema de documentos, la forma mejor de representarlo y lo que ha de ser representado y su posible utilidad; y una evaluación que más allá de criterios prácticos, y que pueda valorar o “pesar en una balanza” idealmente objetiva los alcances y limitaciones de la obra, y con base en esto determinar sus posibles usuarios.
 
Para clarificar ambos planos proponemos un ejemplo concreto: supongamos que, con base en las necesidades expresas de los usuarios, o en las del plan de estudios, o simplemente con base en un convenio de reciprocidad se integra a un SGD una obra titulada Conceptos fundamentales: curso del semestre de verano, Friburgo, 1941. En el primer nivel de observación/evaluación, el bibliotecario distinguirá los aspectos de la obra que deben ser representados para el usuario, por ejemplo: que su autor es Martin Heidegger, que la edición que tiene en sus manos es la realizada por la Alianza Editorial, que fue editado en el año de 1994 en Madrid, que tiene 182 páginas, que trata sobre metafísica, etc. Además, el bibliotecario pondrá a disposición esta obra en el subsistema de obras generales, cerca de otros libros que traten de metafísica y quizá cerca de otros libros de Heidegger y registrará quién lo toma en préstamo y cuándo. Aquí termina el primer nivel de observación. Bajo la idea del documentalista que propone Rivière, éste realizaría aquí una observación/evaluación de segundo nivel y sería capaz de establecer diferencias adicionales respecto a la representación y a la disposición de la obra. Por ejemplo, ciertamente sabría (como el bibliotecario) que el tema de la obra es metafísica, pero sería capaz de analizar su temática a detalle, con lo cual introduciría diferenciaciones y descripciones adicionales que enriquecerían sustantivamente la representación: fundamento, meditación, ente, historicidad, Dasein, arch, Nietzsche, etc. Pero además, podría identificar al posible usuario y sería capaz de proporcionar informaciones relevantes, o la obra misma con toda oportunidad. La pregunta no es si es posible realizar esta segunda observación/evaluación, sino más bien, quién la debe realizar ¿el bibliotecario o el documentalista? La respuesta parece ser que ninguno de los dos, ya que este tipo de observación/evaluación se realiza bajo un conjunto de presupuestos que diferencian entre la actividad del bibliotecario, la del documentalista y la del especialista.
 
La valoración pormenorizada de cualquier obra, o del ejemplo del texto de Heidegger que aquí se utiliza, presupone no sólo competencia amplia en el tema que trata la obra, sino también la capacidad de aplicar métodos de análisis sumamente complejos. Cito sólo algunos problemas: una obra puede valorarse en relación con la aportación que significó en su particular contexto histórico; así, este tipo de valoración implica el conocimiento de las situaciones del contexto en las que se desarrolló la obra, de su significado e impacto, de su aceptación o rechazo inicial, de la crítica que presenta de obras contemporáneas y de las nuevas ideas que aportó en su tiempo. Pero también debe establecerse un análisis semántico[12]: toda obra aplica la semántica de su tiempo, pero también puede establecer rupturas semánticas, aportaciones, nuevas interpretaciones o incluso una nueva semántica; además, deben discriminarse con toda claridad los conceptos fundamentales de los accesorios, los temas de las aportaciones, etc. Además, puede realizarse un análisis pragmático, que señale tanto las ofertas o aportaciones conceptuales y temáticas de la obra, como los posibles usuarios seleccionados de un universo complejo.
 
Al parecer, este tipo de observaciones/evaluaciones no pueden ser realizadas solamente por un bibliotecario ni por un documentalista, sino por un especialista que: conozca a fondo la obra y sea capaz de valorarla no sólo en un eje histórico de aportaciones (diacronía), sino también en un eje polémico de consenso/disenso desarrollado de forma simultánea (sincronía); que determine todos aquellos conceptos, enunciados, razonamientos temas, aportaciones, enfoques, etc., relevantes para un usuario específico; que conozca de manera clara no sólo las “cualidades del producto” que se ofrece, sino también el usuario con el que éste se “empata”. Así vistas las cosas, el problema de la distinción entre el bibliotecario y el documentalista no sólo permanece, sino que también se amplía con la introducción del especialista como especie de tercero en discordia, o más precisamente, como observador/evaluador de segundo orden. Un esquema puede ilustrar las diferencias entre una observación/evaluación de primer orden y una de segundo:
 
Nivel\Función
Integración
Representación
Disposición
Primer orden
Determinación de usuarios potenciales. Posibilidad de integración con base en recursos existentes. Aporte al desarrollo de la colección.
Aparición de la obra en catálogos públicos, bibliografías, índices, abstracts.
La obra se pone a la mano del usuario potencial
Segundo orden
Apropiación cognoscitiva del contenido, comprensión, contextualización con base en contenidos previos
Bibliografías críticas, reseñas, análisis semántico y sintáctico
Determinación segura del usuario, con base en perfiles oferta/demanda, análisis pragmático
 
Pero, continuemos con las ideas que aporta la escuela española. En 1975, Roger Rivière escribía: “La función esencial de un organismo de documentación consiste en integrar la masa de conocimientos esparcidos en los documentos: posee, además, un papel intermediario o instrumental, ya que se encarga de recoger o clasificar los documentos para ponerlos a disposición de los que van a utilizarlos, después de transformarlos en su forma y presentación, si es necesario. Su misión, en suma, consiste en facilitar el trabajo del que ha de hacer uso de la documentación, tanto para conseguirla cuanto para aprovechar su contenido. El centro de documentación necesita, por tanto, técnicos y especialistas, bibliotecarios y documentalistas con el fin de hacer frente de un modo eficaz a las peticiones de los investigadores”[13]. Este pequeño párrafo contiene elementos sumamente significativos que hay que destacar:
 
1º. Se habla de función de organismos (de documentación). Aparecen aquí dos conceptos inquietantes: función, el cual se utiliza en esta obra en el marco de la teoría de sistemas de Luhmann, y se refiere a la operación del sistema; el concepto de organismo aplicado a la documentación, lo que nos habla de la aplicación del modelo de los organismos biológicos al concepto de organización.
 
2º. La función esencial de la documentación es de integración, intermediación, recolección, clasificación y disposición. En nuestra concepción, la integración y la recolección son parte de una misma función; la clasificación es junto con la catalogación y la constitución de catálogos, una función de representación; y, finalmente, la intermediación es realizada por el facilitador, el cual no es un proceso, sino un elemento del SGD.
 
3º. Los documentos son transformados en su forma y presentación. Ciertamente, el SGD impone a los documentos sus propios sellos, sus marcas, con lo cual también les agrega valor. Pero lo que resulta fundamental, para nosotros, es que el sistema “transforma” a los documentos, o más precisamente, introduce en ellos la diferenciación y constituye así un sistema de documentos. Ciertamente existen otros sistemas de documentos; por ejemplo, en puestos de periódicos y librerías; pero lo característico de los sistemas de documentos de los SGD es que son puestos a disposición de un usuario de manera provisional y con un costo relativamente bajo o inclusive nulo (de esta forma, se distingue el orden que se establece en puestos de periódicos y librerías, el cual se da en función de intereses comerciales; además el usuario dispone del documento de manera definitiva, al menos en su intención inicial).
 
4º. El centro tiene la misión de facilitar el trabajo del usuario, no sólo para que éste se aproxime a los documentos, sino también para que aproveche su contenido. Ciertamente el trabajo del usuario es facilitado a través de los SGD, pero aquí debe establecerse con toda claridad la diferencia: el tipo de trabajo que se facilita no parece tanto aquel que tradicionalmente se denomina intelectual (o propio del investigador), sino un trabajo que se relaciona más con aspectos motrices: localizar el documento, buscarlo, dirigirse a donde está, preguntar sobre su posible existencia, etc. Aquí debe introducirse un matiz fundamental, parecería que el trabajo del usuario puede facilitarse en dos sentidos: hacerse de la documentación pertinente y relevante, y aprovechar su contenido. Si somos cautelosos, podremos constatar que lograr que el usuario aproveche el contenido del documento es una labor que parece estar por encima de la capacidad y las fuerzas no sólo del bibliotecario, sino también de los padres e inclusive de los profesores, porque depende en definitiva del propio usuario; por ello, la forma como un recurso documental cualquiera es aprovechado depende del usuario: un niño, un adulto, un investigador, un analfabeto, etc. Quizá el matiz que deba introducirse aquí es que el centro puede dar indicaciones generales respecto a la mejor forma de aprovechar el documento, dejando que el aprovechamiento fecundo sea ante todo una labor del usuario.
 
5º. El centro de documentación necesita dos tipos de profesionistas: técnicos y especialistas. Se puede deducir, con toda claridad, que el bibliotecario se ubica en el nivel técnico y el documentalista en el nivel especializado. Pero nuevamente debemos preguntar, ¿no acaso el bibliotecario y el documentalista son un mismo sujeto o en último caso realizan sus observaciones/evaluaciones en el mismo nivel, mientras que es el especialista el que puede observar/evaluar documentos en un nivel superior?
 
Nuevamente, lo importante parece ser plantear este tipo de problemas, con el fin de buscar alguna posible solución. En el cometido de esta parte, es urgente continuar con el recorrido de la escuela española de documentología. En 1976, José Ramón Pérez y Alvarez-Osorio escribía que:
 
“El término “Documentación” inicialmente utilizado ha quedado sobrepasado, pues la moderna información científica engloba una serie de aspectos no propiamente documentales. La traducción del término inglés Information Sciences conduciría al castellano “ciencias de la información” pero todos sabemos que este término ha quedado acuñado en nuestro país en el sentido de los medios de comunicación social, prensa, radio y televisión. Por otra parte, en ruso se habla de “Informática”. Pero no debe confundirse con el sentido que normalmente se le da en español o en francés, equivalente al inglés Computer Science, es decir la ciencia de los ordenadores electrónicos, valiosísimos e inapreciables auxiliares de la información científica, pero siempre meros auxiliares y no constituyentes de esta actividad.
 
“Privados, pues, de estos dos términos, nos vemos obligados a utilizar conjuntamente la expresión Información y Documentación científica, aunque resulte un poco larga.
 
“Aunque “Información” y “Documentación” se utilizan muchas veces prácticamente como sinónimos, creo que es mucho más exacta su utilización conjunta, considerando que la Documentación constituye el elemento “estático” de este binomio, es decir, la recogida, análisis y almacenamiento de los documentos, mientras que la información es el elemento “dinámico” y se refiere fundamentalmente a la transmisión o difusión de las nuevas ideas. Es un concepto más amplio, pues la información no ha de estar necesariamente contenida en documentos, sino que puede basarse, por ejemplo, en la transmisión de experiencias personales, si bien en el sentido en que normalmente la utilizamos se refiere esencialmente a información documental.
 
“Así considerada, la Información y Documentación, es en parte, una rama de la Investigación científica, y en parte, un servicio”.
 
La inclusión de una cita tan extensa se justifica ampliamente a raíz de los elementos de análisis que se encuentran en el texto. Este es el momento para dar algunas indicaciones sobre el nivel semántico del análisis de lo bibliotecario. El término biblioteca manifiesta una limitación semántica: alude, por su etimología, a un depósito de libros. Pero, la explosión documental que se ha dado principalmente desde finales del siglo pasado y durante nuestro siglo ha demostrado la necesidad de nuevos análisis e inclusiones semánticas en el ámbito de lo bibliotecario. Los términos mencionados por Pérez-Alvarez Osorio deben analizarse y definirse con toda claridad; estos son: ciencias de la Información, Informática, Información, Documentación e información documental. Sigamos el orden de la exposición.
 
El término ciencias de la información presenta un interés muy especial y responde a una descripción de la sociedad en la sociedad que trata de dar cuenta de un fenómeno mundial: la sobreabundancia de documentos, informaciones y comunicaciones. El uso que se dé al concepto ciencia de la información es fundamental y depende de qué se entienda por información (además claro de lo que se entienda por ciencia). En España, ciencia de la información se aplica a los medios de comunicación social: la prensa, el radio y la televisión. En el contexto de la teoría de sistemas autopoiéticos a la prensa, la radio y la televisión, junto con los documentos, se les llama medios de difusión; ésta es la denominación que aquí seguiremos con el fin de introducir diferencias que permitan aclarar lo que se entiende cuando se usa el término información. Los medios de difusión ofrecen la tecnología necesaria que hace probable que la comunicación alcance a personas que no están físicamente presentes, logrando de esta manera que se logre la difusión más allá de los límites de la interacción[14]. Estos medios son: el lenguaje, la escritura, los documentos, los medios de telecomunicación y las computadoras. La característica común de todos es que tienden a hacer probable la improbabilidad de que la comunicación llegue a sus destinatarios. Como puede constatarse en esta enumeración, los medios de difusión son muy diversos en su forma y en su soporte físico: entre el teléfono y el libro hay diferencias manifiestas, como las hay entre la computadora y la escritura. Estos medios pueden ser estudiados por distintos profesionistas. El siguiente cuadro presenta un resumen:
 
MEDIO DE DIFUSIÓN
PROFESIÓN
Lenguaje
Lingüista, Filólogo, Filósofo del lenguaje
Escritura
Grafólogo, Paleógrafo
Documentos
¿?
Radio y televisión
Licenciado en Ciencias de la Comunicación
Medios de telecomunicación
Ingenieros en electrónica o en telecomunicaciones
Computadoras
Ingenieros en informática, Ingenieros en sistemas, Ingenieros en computación
 
Como puede observarse, el cuadro del profesionista que se encarga de los documentos ha quedado intencionalmente con una interrogante que aquí se ha planteado ya: ¿se le debe dar el nombre de documentalista, o de bibliotecario? Dejemos esta pregunta como indicación para continuar con el análisis semántico. Las ciencias de la información, entonces no estudian a todos los medios de difusión, sino que se concentran en los últimos logros evolutivos: las computadoras. Con el término ciencias de la información se relaciona el término informática: ambos son usados como sinónimos. Hemos avanzado ya con la introducción de la diferencia a través del concepto de medios de difusión. Para poder avanzar es necesario introducir una diferencia adicional: la que se da entre comunicación e información.
 
La comunicación es la operación específica de los sistemas sociales: fuera del sistema social no puede darse ninguna comunicación. La comunicación “es una síntesis que resulta de tres selecciones: información, acto de comunicación, comprensión. Cada uno de estos componentes es, en sí mismo, un evento contingente. La información es una diferencia que transforma el estado de un sistema, es decir, que produce una diferencia”[15]. Vale la pena realizar aquí un excurso necesario para aclarar el sentido del término información. El uso común del término es ambiguo ya que refiere la información a realidades heterogéneas: se habla de medios de información, de información de primera mano, de buena información, de calidad en la información, de servicios de información de sistemas o unidades de información, etc. Pero ¿qué se quiere dar a entender cuando se usa el término “información”?
 
Para empezar se puede decir que la información no es ni una cosa, ni algo que esté o que se dé en el entorno del sistema. “La información se define como un evento que... ejerce un influjo selectivo sobre las estructuras de un sistema, y que provoca transformaciones... En el caso de un sistema social, cuyas estructuras son estructuras de expectativas existe información cuando un evento inesperado lleva a modificar lo que se esperará luego... Un elemento de novedad es esencial para que se tenga información: una noticia repetida... ya no tiene valor como información porque no conduce a una reestructuración de las expectativas... Lo que funge como información para un determinado sistema, además, no necesariamente representa una información también para otro... no es correcto definir a la comunicación como transmisión de información: no existe transmisión, ya que el emisor no pierde información y quien la recibe no la adquiere como una cosa, sino que reelabora autónomamente sus propias estructuras según las propias formas en consecuencia de un estímulo generado por la comunicación... Esta acepción de información, centrada bajo el concepto de diferencia, permite dar valor informativo aun a una cosa que no sea un dato, como una carencia, un error, una desilusión, y permite además admitir que el sistema pueda autoinformarse en la relación con el propio pasado o con estados precedentes de las propias estructuras. Todo aquello que puede tratarse como distinción, de hecho, puede fungir como información”[16].
 
Tenemos aquí elementos suficientes para distinguir con toda claridad qué es la información:
 
1º. La información es un evento que ejerce un influjo selectivo sobre las estructuras del sistema. En tanto que evento, la información “repropone la diferencia entre antes y después y con ella los horizontes de referencia de otras posibilidades (de comunicación en los sistemas sociales y de pensamiento en el caso de las conciencias): después del evento se hace posible algo diferente con respecto a antes y esta diferencia (en cuanto diferencia) da a los elementos del sistema una cierta capacidad de unión operativa; no obstante su nula duración”[17]. En muchos casos, el hecho de que se dé o no un evento informativo, puede producir cambios en las expectativas del sistema. Además la información produce un influjo selectivo en las estructuras. Este influjo debe explicarse sobre todo porque las estructuras del sistema indican “la selección de las relaciones entre elementos que son admitidas en un sistema”[18].
 
2º. Hay información cuando se da un evento novedoso que reestructura las expectativas del sistema[19]. Así, la información se relaciona con el parámetro de oportunidad, en el sentido de que el evento debe ser novedoso, y se relaciona con los parámetros de pertinencia y relevancia, desde el momento en que tiene la capacidad de reestructurar expectativas. Oportunidad, pertinencia y relevancia son parámetros que el sistema establece para seleccionar aquellos eventos que constituyen información. Por ello, “lo que funge como información para un determinado sistema...  no necesariamente representa una información también para otro”[20].
 
3º. La información no consiste en una transferencia sino en “un estímulo generado por la comunicación”[21]. El emisor (alter) no pierde información cuando comunica y el receptor (ego) “reelabora autónomamente sus propias estructuras según las propias formas en consecuencia [del]... estímulo generado por la comunicación”[22]. Así por ejemplo, en los circuitos eléctricos, los impulsos (emisiones) funcionan como estímulos que irritan, en una relación de acoplamiento estructural, a los elementos receptores del sistema, los cuales realizan selecciones de acuerdo a la configuración de sus estructuras autopoiéticas propias. En el caso de las personas, la información no sólo permite mantener la autopoiesis del sistema, sino que también puede transformar las expectativas. Así, por ejemplo, si un niño tiene que hacer una tarea sobre la vida de Shakespeare como trabajo final para una materia escolar, tendrá por un lado la necesidad de mantener la autopoiesis en el sentido de que se reproduzca (o se dé) el status de aprobado o una determinada calificación, lo cual a su vez genera expectativas, que generan nuevas expectativas. El proceso es en realidad autorreferencial, para el caso de los sistemas sociales.
 
4º. La información es una diferencia que provoca diferencia. Todo aquello que produce diferencias, que introduce distinciones, puede ser considerado como información para el sistema. Es por esto la información no puede reducirse al elemento atómico del dato. No toda información está conformada por datos, una carencia, por ejemplo, la necesidad de realizar una tarea de matemáticas, funciona ya como información: irrita al sistema, introduce la diferencia.
 
Con las distinciones que se han introducido en el concepto de información, se puede comprender mejor la expresión “documentación e información”, que es de uso común en ciertos sistemas de gestión documental. Los términos documento, documentalista, documentación y documentología requieren ser aclarados. El presente cuadro presenta un resumen del uso que de estos conceptos (y de otros ya introducidos) se hace en el libro:
 
TÉRMINO
USO
Documento
Medio de difusión en el que debe distinguirse el medium de la forma[23]
Documentación
Acto intencional mediante el cual algo se documenta (se hace documento)
Sistema de documentos
Documentos sobre los que se han realizado integraciones y representaciones selectivas
Documentalista
Profesionista cuyo objeto de estudio es el documento[24]
Documentología
Ciencia que tiene como objeto material de estudio al documento[25]
Información documental
Toda aquella información basada en documentos[26]
Información
Evento novedoso que reestructura las expectativas del sistema
 
La diferencia entre documentación e información se aclara con la introducción de distinciones: la documentación es una acción intencional, mientras que la información es un evento. Aun utilizando el concepto de documentación como conjunto de documentos, la diferencia con respecto a la información resulta también clara: la información sigue siendo evento; y los documentos, los medios de difusión de la información.  El concepto de información documental que aparece en el texto será utilizado aquí para referirse a todo evento (información) que introduzca diferencias gracias a la “lectura” de un documento. La información documental, es entonces un caso especial de la información, la cual puede darse también a través de otros medios: el lenguaje oral, los gestos, la radio, la televisión, las telecomunicaciones y las computadoras. Se ve aquí la paradoja que existe cuando se define al bibliotecario como científico de la información, y cuando se considera que el concepto principal que articula a la teoría bibliotecaria es el de información.
 
La paradoja es resultado de la amplitud del término información, ya que si el bibliotecario es el científico de la información, su ámbito de estudio estará también en el análisis de la forma como funcionan las estaciones de radio y televisión, y en el estudio de la labor periodística[27], del análisis de sistemas de telecomunicaciones y de cómputo, del estudio concienzudo del lenguaje y la escritura, lo cual hace imposible el ejercicio de la profesión bibliotecaria concebida en términos de ciencia de la información (en esta imposibilidad consiste realmente la paradoja). Esta paradoja en la que se incurre cuando se define al bibliotecario como científico de la información puede llevar a una situación de estancamiento: las condiciones de posibilidad del sistema científico son las condiciones de su imposibilidad; o dicho en otras palabras: si el bibliotecario estudiara todo el ámbito de la información, entonces se convertiría en una especie de megaprofesionista-sabio: sería lingüista y filólogo; grafólogo y paleógrafo; licenciado en ciencias de la comunicación y en Biblioteconomía, archivonomía y documentología; ingeniero en sistemas de telecomunicaciones y en computación. Esto explica claramente la parálisis que se deriva del hecho de no utilizar el calificativo aclaratorio documental: información documental. Si algún tipo de información estudia el bibliotecario, es la información documental; o sea, la que se da a través del medio del documento.
 
El uso del término documentación que se hace en esta obra es diferente al que propone Sánchez Velda: “Documentación es la actividad que gira y se desenvuelve en torno a los documentos que les hace cumplir su misión de fuentes de conocimiento. Esta actividad tiene cuatro fases: a) Localización y reunión de los documentos. B) Registro, extracción de noticias, ordenación y clasificación. c) Difusión de las noticias o nociones; “comunicación” en suma. D) Conservación de los documentos recogidos...”[28]
 
Ciertamente hay diferencias en el planteamiento de Sánchez Velda y el que presento aquí, pero no son insuperables: la documentación es considerada, de manera coincidente como una actividad; la diferencia consiste en lo que se denominan cuatro fases de la actividad, las cuales son, bajo la óptica de este trabajo, funciones de los sistemas de gestión documental. Un cuadro permite resumir las coincidencias en cuanto a las actividades/funciones:
 
ACTIVIDAD
FUNCIÓN
Localización y reunión de los documentos
Integración
Registro, extracción de noticias, ordenación y clasificación
Representación
Difusión de las noticias o nociones
Disposición/Facilitación
Conservación de los documentos recogidos
Gestión
 
La escuela española ha manejado el tema de la diferencia entre los ámbitos de trabajo de bibliotecarios, archivistas y documentalistas. Felipe Mateu y Llopis aborda así la cuestión; “el concepto de documentación es más amplio que el de Biblioteconomía, Archivo, etc. La Documentación se sirve de éstas y las abarca, como a todo depósito de material, que deben ser integrados en la Documentación general. Esta debe, como es obvio, abarcar todo tipo de material y distinguir las distintas especies de documentos; la instauración o asiento de la Documentación en las bibliotecas, distinguiendo entre catalogación bibliográfica y catalogación de información o documentación, y ello desde las bibliotecas generales también para su mayor difusión, y la adopción de los necesarios perfeccionamientos en materia de catalogación y clasificación”[29]. En nuestros términos, se podría afirmar que el universo de la documentación es muy amplio y que los documentos de los sistemas de gestión documental son una parte de este universo. Este universo documental puede diferenciarse si se establece una distinción: la que hay entre documentos de biblioteca y documentos de archivo (de esto se hablaré con más detalle en la Pragmática del documento). A partir de esta distinción se puede hablar con claridad de dos ámbitos diferenciados que a pesar de sus diferencias tienen un denominador común: son sistemas de gestión documental; realizan operaciones de integración, representación y disposición, tienen gestores y facilitadores, operan en el medio de la comunicación e interactúan con el entorno principalmente a través de documentos e informaciones sobre documentos o basadas en documentos.
 
Si la documentación como universo abarca tanto a los libros, las revistas, los casetes, los videocasetes, los discos compactos (documentos de biblioteca); como a las cartas, actas, memorándums, oficios, registros (documentos de archivo), entonces ¿es acaso la documentología la ciencia que abarca a ambas? Y ¿acaso entonces los saberes bibliotecarios y archivísticos se subordinan a la documentología? La respuesta de Mateu y Llopis a ambas cuestiones parece ser afirmativa. La respuesta que daremos a continuación es negativa. La documentología, la teoría bibliotecaria y la archivonomía tienen un objeto común: el documento. Aquí podría sentarse la tesis de que el documento es el objeto material de estudio de todas ellas, pero introduciendo la diferencia entre universo de la documentación, documentos de biblioteca y documentos de archivo. Así, mientras que la documentología estudia todo tipo de documentos, la teoría bibliotecaria y la archivonomía estudiarán sólo determinado tipo de documentos. Pero, la distinción fundamental entre documentología, por un lado, y archivonomía y teoría bibliotecaria, por otro, no se da entre niveles de análisis, sino entre diferencias formales: documentología, teoría bibliotecaria y archivonomía se distinguen a partir del punto de vista desde el cual estudian al documento; o sea, por su objeto formal. El siguiente cuadro, resume los principales planteamientos al respecto:
 
CIENCIAS/OBJETOS
OBJETO MATERIAL
OBJETO FORMAL
Documentología
Documento
¿?
Teoría Bibliotecaria
Documento de biblioteca
Integración, representación y disposición de documentos en sistemas de gestión documental.
Archivonomía
Documento de archivo
Integración, representación y disposición de documentos en sistemas de gestión documental.
 
Intencionalmente hemos dejado el cuadro del objeto formal de la documentología con una interrogación que plantea la cuestión de cuál sea la relación entre la documentología y la teoría bibliotecaria. Quizá no se trate tanto de una subordinación, sino de la necesidad de integrar una nueva función a los actuales sistemas de gestión documental: la función de análisis. Esta función que, podría desarrollarse a partir de una teoría de la documentología, sería en realidad una observación/evaluación de segundo nivel, por lo que requeriría, para su estudio, de la existencia de sistemas de gestión documental que se denominan bibliotecas.
 
Otra posibilidad es que el ámbito de la documentología sea el de la documentación considerada como un todo, estudiado a partir de: distinciones evolutivas, distinciones de subsistemas/entornos de documentos; distinciones geográficas, históricas, etc. Como no es tema de este libro el estudio de la documentología, dejo abiertas estas interrogantes.
 
Para finalizar con este recorrido a través de las principales ideas de la escuela española, cabe plantear una interrogante que aún queda en el aire, y que habrá de ser aclarada a continuación: ¿Qué es el documento? Al citar la definición de la Unión Francesa de Organismos de Documentación[30] Sánchez Velda comenta que: “El concepto de documento tiene aquí una gran amplitud, que le hace casi sinónimo de “fuente de conocimiento”. Todo lo que tiene una expresión material, entra en él: manuscritos e impresos, libros, folletos, hojas sueltas de propaganda, gráficos, fotografías, dibujos, planos, películas, discos, cintas magnetofónicas, estadísticas, objetos, monumentos, todo lo que sirve o pueda servir para “informar” sobre una materia, para conocerla, es “documentación sobre esa materia”[31]. Las cuestiones relativas al documento y su universo llevan directamente al tema del siguiente apartado. Con esto concluimos el recorrido por la escuela española.
 
3. ALGUNOS ELEMENTOS PARA CONFORMAR UNA TEORÍA DEL DOCUMENTO
 
Nuestra vida diaria se desarrolla en distintos entornos donde los documentos son objetos de uso cotidiano y común. El documento es una realidad tan abundante en nuestra sociedad contemporánea que nos acostumbramos a su existencia sin preguntarnos acerca de él. Muchas de las cosas que nos rodean son documentos: el boleto de metro o camión, mi diario personal y mi libreta de apuntes, las listas de asistencia de la escuela, etc. y qué decir del libro, en la actualidad, el tipo más común de documento[32].
 
Los documentos que nos rodean tienen formas muy variadas. No es lo mismo un libro de texto, que el directorio telefónico, mis tarjetas de crédito que mi pasaporte. Las formas en que los documentos se presentan son tan variadas que nos llevan a cuestionarnos qué es lo que todos estos variados tipos de documentos tienen  en común, para que puedan ser llamados documentos. Otra pregunta inevitable surge también a continuación, ¿cómo puedo diferenciar entre un documento y algo que no es documento?
 
El criterio fundamental para distinguir a un documento de lo que no es un documento se puede obtener mediante la caracterización clara de lo que es el documento. En primer lugar, el documento parece ser algo artificial, que tiene un modo de existencia física en la realidad, o sea, posee una materia y se fabrica utilizando algún tipo de material, sea papel, cinta, piedra, madera, cera, arcilla, etc. Pero además de esto que podemos llamar el soporte material, el documento tiene un contenido.
 
Cuando pienso en el contenido del documento, por lo general me imagino un texto. Pero si reflexiono detenidamente, podré ver que no todos los documentos tienen texto solamente, también hay documentos con imágenes o dibujos, fotografías, notas musicales, pinturas o gráficas, etc. Así, el documento, antes de caracterizarse por contener un texto, se caracteriza por tener un contenido que puede ser percibido e interpretado por una persona competente. A través de este contenido el usuario del documento se informa en un cierto aspecto, conoce algo, descifra un mensaje, decodifica un código.
 
El documento, así definido es diferente a los seres naturales, cuyas conductas y movimientos también puedo interpretar, como si fueran un texto: el texto de sus intenciones o conductas. Pero este "texto" natural se distingue del texto del documento, el cual es artificial. Sobre estos aspectos del documento: contenido y soporte físico, se debe profundizar en esta parte.
 
3.1. NOTA METODOLÓGICA
 
Una teoría del documento puede desarrollarse a partir de la distinción entre varios planos o niveles de análisis. La pretensión de estudiar al documento sin partir de criterios formales de diferenciación parece condenada al fracaso, ya que en este caso, el documento se nos presenta como una realidad en extremo simplificada o disminuida. Por esta razón, la teoría del documento que aquí se presenta se desarrolla en tres niveles o planos analíticos: 1. En un primer nivel es fundamental diferenciar entre el documento y otro tipo de objetos “a la mano” o “a la vista”. 2. En un segundo nivel, debe deslindarse el complejo universo de los documentos con el fin de definir tipos y relaciones entre los tipos. 3. Finalmente, el tercer nivel, debe partir del supuesto de que existe una relación de primer orden entre el documento y quien lo produce y quien lo utiliza. La obra clásica donde se desarrollan estas ideas, es: Fundamentos de la teoría de los signos de Charles Morris. Al considerar el proceso en que algo funciona como un signo (proceso al que Morris llama semiosis) se pueden distinguir “tres correlatos  (vehículo sígnico, designatum, intérprete)”. A partir de estos correlatos, Morris establece sus relaciones: la relación de los signos con los objetos a los que son aplicables constituye la dimensión semántica del estudio del signo; la relación de los signos entre sí, será la dimensión sintáctica; y, la relación de los signos con los intérpretes constituye la dimensión pragmática[33]. Utilizando esta metodología, estudiaré al documento en las dimensiones descritas, constituyendo así tres regiones o ámbitos analíticos: 1. El estudio de lo que sea el documento, en cuanto a su concepto, o en pocas palabras: ¿qué es lo que queremos dar a entender cuando utilizamos el término documento? (semántica). 2. El estudio del documento en tanto que entidad henchida de significado vinculándolo con otros documentos (aquí se da un paso fundamental del ámbito del concepto al estudio del documento en el interior de un sistema de documentación) Esto conforma el plano sintáctico. 3. El estudio de la forma como el documento es utilizado (lo que constituye el plano pragmático). Un cuadro permitirá resumir estos planos analíticos:
 
PLANO
TEMAS
Semántico
Aclaración analítica del documento como realidad material
Definición: ¿qué es un documento?
Sintáctico
Tipos de documentos y relaciones entre los diferentes tipos de documentos
Pragmático
Estudio del documento en relación con sus autores y con sus posibles usuarios
 
3. 2. SEMÁNTICA DEL DOCUMENTO
 
La semántica, o estudio del documento en sí mismo debe hacer resaltar los siguientes aspectos:
 
1º. El documento tiene dos componentes esenciales o constitutivos: tiene una base material de existencia y una forma particular de existir. Si tenemos dificultades para pensar la diferencia que hay entre materia[34] y forma del documento, podemos recurrir a un ejemplo sencillo: por lo general, los libros están hechos de papel y tinta, estos elementos constituyen su materia. No obstante, la forma como el papel y la tinta se distribuyen es lo que hace que un libro sea diferente a otro libro.
 
Los libros y otros tipos de documentos se distinguen por su forma, antes que por su materia y por ello también, la forma del libro es lo que le da su terminación, por ello hablamos de dar formato a un documento o del proceso de formación de un libro. Este proceso de formación, para el caso del libro, implica ordenar la manera como la tinta se distribuirá de acuerdo a diferentes procedimientos de impresión.
 
2º. La materia del documento es algo físico, un material que encontramos disponible en la naturaleza: madera, cera, arcilla, papiro, silicón, etc. Pero este material, tal cual lo encontramos en su medio natural, difícilmente puede ser utilizado para darle forma, plasmar un texto y crear el documento, por ello, requiere ser transformado por el ser humano para que pueda recibir en sí mismo algún contenido. Por ello, el documento es resultado de un proceso de transformación.
 
El proceso de transformación de la materia, para crear el documento puede ser más o menos largo en el tiempo, de acuerdo a la complejidad del tipo de material utilizado y de acuerdo a las condiciones históricas o sociales particulares y puede requerir además, en mayor o menor medida, del empleo de tecnología sofisticada para su fabricación o del uso de materiales escasos para su elaboración.
 
3º. La forma hace que la materia se constituya de una manera determinada. Gracias a la forma como se organiza la materia del documento, se construyen los diversos elementos que configurarán, posteriormente, un contenido.
 
4º. El documento en sí mismo, o lo que puede denominarse sustancia del documento, está dado por la unión de materia y forma. La sustancia del documento o el documento en sí mismo tiene una existencia real individual, es una cosa. Gracias a la sustancia, todo documento ocupa o ha ocupado un lugar en el espacio. Sin embargo, la forma como existe el documento en el espacio puede ser variable.
 
Pero además, debido al proceso de transformación de la materia natural y al de formación del documento, éste se constituye en un tipo particular de cosa, que se distingue de las cosas naturales. El documento ha sido producido por la acción del hombre sobre la naturaleza, contiene algo que el hombre le ha dado y de ahí que pueda ser considerado como un producto humano y como un resultado de la cultura humana.
 
5º. En el documento tal cual lo conocemos (en el que ya se ha dado la unión de forma y materia) podemos percibir también una materia, la cual ha sido transformada por el hombre (medium), y un contenido. La materia original del documento ha sido transformada precisamente para poder recibir un contenido.
 
6º. La materia final del documento, la cual alberga el contenido, puede ser llamada medium, soporte físico o soporte material. El soporte material posibilita que en el documento exista el contenido, este contenido es también material, pero contiene algo más que simple materia (formas simbólicas).
 
7º. El contenido del documento es algo creado por el hombre. Lo que contiene el documento puede ser visto y estudiado bajo diferentes perspectivas o puntos de vista: como conjunto estructurado de signos (semiología), como código que contiene un mensaje (por la teoría de la comunicación), como algo que tiene valor para el hombre y la cultura (sociología), como un testimonio (historia), como algo a conocer (teoría del conocimiento, psicología), etc. Este contenido puede ser conocido por alguien y además ha sido concebido y creado, originalmente, por alguien y para alguien (aunque ese alguien sea yo mismo). A este contenido no se le puede dar una denominación única, debido a que puede estudiarse a partir de diferentes perspectivas[35], algunas de las cuales se resumen en el siguiente cuadro:
 
PERSPECTIVA
CONTENIDO
NOMBRE DEL CONTENIDO
Historia
Relación de hechos o sucesos pasados
Testimonio
Semiología
Conjunto estructurado de signos
Código
Sociología
Producto cultural
Saber, arte, técnica
Psicología y teoría del conocimiento
Producto cognoscitivo
Objeto de conocimiento
Teoría de la comunicación
Mensaje codificado
Mensaje
Economía
Satisfactor de necesidades
Mercancía
 
8º. Tenemos ahora elementos suficientes para formar la definición de documento. La terminología de la documentación publicada por la UNESCO define al documento como: “A unit consisting of a data medium, the data recorded on it and the meaning asigned to the data” [“La unidad constituida por el medio, los datos grabados en él y el significado que se atribuye a los datos”][36]. Esta definición contiene la limitación de definir al contenido como datos y la ambigüedad de incluir no sólo a la base material de existencia y al contenido del documento, sino también al sentido, el cual sólo puede ser dado por un usuario. Por ello, la definición de la Unión Francesa de Organismos de Documentación, me parece más clara: el documento es “toda base de conocimiento expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada para consultas, estudios o pruebas”. Tres elementos deben resaltarse de esta definición:
1.      El documento es una base de conocimiento, o sea, permite que el conocimiento tenga una forma de existencia independiente (material) de aquel que lo generó.
2.      El documento, como base de conocimiento requiere de un soporte material.
3.      El documento puede ser utilizado para diversos fines.
 
Analizaremos cada uno de estos elementos por separado. Que el documento sea base de conocimiento significa que es un medio entre aquellos que producen el conocimiento y aquellos que lo utilizan con diversos fines. Para caracterizar más claramente al documento debe considerarse a éste como un logro evolutivo vinculado con el desarrollo del lenguaje, la escritura y el alfabeto y los diversos tipos de soportes materiales (arcilla, barro, cera, papiro, pergamino, papel, etc.) que han existido a lo largo de la historia
 
El documento es un producto humano que permite la transmisión de los saberes a través de un soporte material. El documento es además el medio que permite que los muertos hablen con los vivos: “Para las expresiones escritas no es necesario que el escritor siga vivo: uno de los usos más remotos específicamente comunicativos de la escritura consistía, en efecto, también en el hecho de que ofrecía a los muertos la ocasión de hablarles a los vivos. En particular los egipcios, en sus inscripciones funerarias, han usado intensamente esta posibilidad de la autocontinuación más allá de la muerte”[37]. Respecto a los usos del documento, de esto debemos hacernos cargo en la parte pragmática (véase 3.4 en esta misma parte).
 
3.3. SINTÁCTICA DEL DOCUMENTO
 
La sintáctica o estudio del documento en relación con otros documentos debe hacer resaltar los siguientes aspectos:
 
1º. El soporte físico o material del que están hechos los diferentes documentos es variable. Materiales como piedras y cortezas de árboles, barro, papiro, pergamino, cera, papel, acetato, película fotográfica, cinta electromagnética, silicón, etc., se utilizan para crear documentos. A pesar de ello, en algún momento dado del acontecer histórico, ha predominado alguno o algunos de estos materiales. El predominio de un soporte físico, en un momento histórico dado, depende ante todo de los siguientes factores: la relativa abundancia o escasez en la que se encuentran en el entorno natural los materiales necesarios, el desarrollo de instrumentos y técnicas de impresión, y la tecnología disponible (resultado del avance cultural y científico).
 
2º. La forma de los documentos es variable. (En forma impresa en papel, en forma de disco compacto, en forma de página de Internet, en forma de fotografía). Debido a la variedad de los materiales empleados para hacer el documento, éste puede tomar diferentes formas. Puede además haber documentos que tengan diferente forma pero que en su elaboración se utilicen los mismos materiales, tal es el caso de las revistas y los libros.
 
3º. El contenido de los documentos es variable. (Hay documentos que tratan sobre física, otros sobre química, otros sobre biología, etc.). Como el contenido del documento ha sido pensado y plasmado por alguna persona, éste puede variar de acuerdo a los intereses y necesidades de la persona que concibió el documento.
 
4º. La cantidad del documento o su extensión es también variable. (Hay documentos que tienen 1 hoja, otros tienen mil páginas, otros más abarcan 10K mientras que otros ocupan 10Mb).
 
5º. Entre los documentos se dan diferentes tipos de semejanzas, más no de identidad. Esto se debe a que todo documento es igual a sí mismo, y por lo tanto, ningún documento es igual a otro documento. Todo documento es único e indivisible. Cuando el documento se divide deja de ser lo que era para pasar a ser otro u otros documentos. Sin embargo, existen documentos semejantes. Esta semejanza puede ser de varias formas, las cuales pueden dividirse en externas e internas:
 
A. Formas externas de semejanza de los documentos.
 
1. Semejanza por el tipo de soporte físico utilizado para su fabricación. De papel, de cera, etc.
 
2. Semejanza por la forma. O sea, en forma de libro, en forma de disco compacto.
 
3. Semejanza por el color.
 
4. Semejanza por el tamaño.
 
B. Formas de semejanza interna de los documentos.
 
1. Semejanza parcial por alguna parte del contenido. Esta puede ser llamada también afinidad temática.
 
2. La semejanza total, los varios ejemplares que conforman una tirada o la reimpresión de una obra.
 
La organización por semejanza interna es el tipo de ordenación más común en sistemas de gestión documental, porque resulta la menos arbitraria.
 
6º. Todo documento es una unidad. A pesar de ello, el documento puede dividirse de dos maneras: material y formalmente. Cuando el documento se divide materialmente deja de ser lo que era, para pasar a ser otros documentos. Además, el documento puede dividirse sólo formalmente, conservando su unidad material: se pueden, por ejemplo, crear subunidades dentro del documento, tales como capítulos, obras escritas en diversos períodos o por diversos autores, etc.
 
Al dividir formalmente al documento se conserva la unidad material pero se diferencia entre partes de esta unidad material. Esta unidad puede tener contenidos muy variados, o puede en sí misma estar integrada por otras subunidades o subdocumentos.
 
7º. Existen diferentes tipos de documentos. De acuerdo al criterio que se utilice para clasificar al documento pueden determinarse algunos tipos:
 
A. Por su origen los documentos pueden ser públicos y privados, a lo que se refiere la distinción entre documento de archivo y documento de biblioteca.
 
B. Por el tipo de sentido al que impactan los documentos pueden ser visuales (libros), auditivos (casetes), audiovisuales (videocasetes, películas), táctiles (los que utilizan los ciegos).
 
C. Por el tipo de material que se utiliza para su producción los documentos pueden ser impresos (libros), electromagnéticos (casetes), analógico-digitales (discos compactos), fotográficos.
 
3. 4. PRAGMÁTICA DEL DOCUMENTO
 
La pragmática o estudio del documento en relación con sus usuarios debe hacer resaltar los siguientes aspectos:
 
1º. Todo documento ha sido producido por alguna persona o por varias personas. Quien ha producido el documento, es un ser humano. Los animales no producen documentos, aunque sí se informan. Al que produce el documento se le puede denominar autor del mismo.
 
En el documento pueden darse dos tipos de autoridades, que en algunas ocasiones pueden coincidir en una sola persona. Puede existir, por un lado, el autor del texto y por el otro, el autor de la forma final del documento. Al primero se le puede denominar autor intelectual y al segundo autor editorial o editor.
 
El autor del texto del documento, realiza el contenido o expresa su mensaje por una necesidad particular, y por lo general lo hace para que el contenido sea divulgado y conocido por otras personas. Gracias al documento las ideas que originalmente estaban en el autor del texto pasan a un medio físico de relativamente estable, que permite que las ideas se conserven en el tiempo. Las ideas que se transmiten por la vía oral se las lleva el aire, pero las ideas que son plasmadas en un documento permanecen en él y vuelven a vivir cuando otra persona entra en contacto con él.
 
En la medida en que el documento y el texto contenido en él se conservan, el texto sobrevive a su autor y queda entregado a la historia. Por ello, el documento tiene una forma de existencia que es histórica: es realizado en algún momento dado y puede ser leído posteriormente. La restauración es fundamental para permitir que el soporte material y el texto en él inscrito se conserven, a pesar del paso del tiempo.
 
Entre el autor del texto y el editor se establece una relación de carácter interpersonal. El editor, al recibir el texto original, tiene ante sí un contenido que puede o no publicar. Todo documento editado implica una decisión previa sobre un conjunto de factores (importancia del contenido, originalidad, competencia temática del autor), siendo la decisión relevante el que el documento sea editado o no. Esta decisión implica fundamentalmente el conocimiento del texto y la pronunciación de un juicio de valor sobre el documento. Si el documento es considerado como valioso y si se encuentra un posible mercado para él, entonces la publicación puede resultar atractiva.
 
2º. Todo documento ha sido producido en el tiempo y por lo tanto, está condicionado por el desarrollo material e intelectual de la humanidad. Gracias a la producción del documento en el tiempo, puede afirmarse que todo documento tiene una historia, pero además, que el conjunto de los documentos existentes en un momento dado, ha tenido también una historia.
 
No sólo existe la historia general del documento, sino también la historia que trata de los materiales de los que se han hecho los diversos documentos, la historia personal (biografía) de quien concibió el texto, la historia de quien editó el texto, la historia de las ideas contenidas en los textos, etc.
 
3º. El contenido del documento es, por lo general, algo que se quiere transmitir a otro o a otros, o que se quiere conservar para utilizarlo posteriormente con fines específicos. La teoría de la comunicación ve al contenido del documento como un mensaje, el soporte físico es el medio de este mensaje. Para que este mensaje pueda ser comprendido por un receptor, requiere ser decodificado. Así, el receptor del mensaje puede llegar a comprender el texto que el autor plasmó en el documento[38].
 
4º. La necesidad básica que satisface todo documento es, por lo general, de índole cognoscitiva. La norma es el uso del documento con fines de conocerlo, pero también éste puede ser usado, por ejemplo, para sentarse o pararse sobre de él, entre otras cosas.
 
La relación que se da entre el documento y quien lo utiliza es de carácter cognoscitivo. Esto significa que se realiza siempre mediante un acto de los sentidos. En este acto de los sentidos el documento está presente al sentido que lo conoce. Sólo a través de la sensibilidad se puede entrar en contacto con el documento. Los sentidos que típicamente intervienen para ponernos en contacto con el documento son: la vista, el oído y el tacto (sobre todo para el caso de los invidentes), aunque existen documentos que también pueden ser olidos e incluso saboreados. A partir de la imagen que es percibida por los sentidos, la cual se refiere siempre a algo material (la tinta en el papel) la inteligencia puede abstraer los datos de la sensibilidad y decodificar el mensaje, o sea, dar sentido a las ideas que hay en el documento.
 
Cuando alguien elabora un documento lo que hace es dar a sus ideas un medio físico de existencia. Gracias al documento, las ideas del autor cobran vida en el soporte cuando las está plasmando y vuelven a cobrar vida cuando alguien descifra estas ideas. El documento es así una realidad viva cuando se está haciendo y cuando se está leyendo, pero es algo muerto si nadie lo modifica o si nadie lo lee. Los libros en una biblioteca son letra muerta o más bien ideas muertas hasta que alguien las revive.
 
5º. Para todo documento producido hay o ha habido en algún momento, por lo menos, un usuario potencial. Esto significa no sólo que hay o ha habido por lo menos un usuario capaz de descifrar el contenido del documento, sino también que este usuario puede satisfacer una necesidad específica mediante el desciframiento del mismo.
 
6º. Para que un usuario pueda comprender lo que contiene el documento debe tener la capacidad para percibirlo, comprender el contenido e interpretarlo a partir de su perspectiva particular. Por lo tanto, es necesario distinguir con claridad entre el documento, el contenido del documento y el usuario que interpreta el contenido del documento.
 
3.4.1. PRAGMÁTICA FORMAL DEL DOCUMENTO Y HERMENÉUTICA
 
El uso del documento puede aclararse mejor a partir de una pragmática formal del documento[39]. La relación entre usuario y documento no se comprende plenamente si antes no se aclaran los posibles usos que se pueden hacer de un documento y los posibles casos bajo los cuales este uso se da. En el siguiente cuadro propongo algunos usos comunes del documento y algunos casos concretos.
 
TIPO DE USO
EJEMPLOS
Estratégico
Para la toma de decisiones
Instrumental
Para realizar transacciones de diversa índole (por ejemplo transacciones comerciales, mediadas por documentos o cuasi dinero)
Académico
Para cumplir expectativas determinadas vinculadas con tareas, evaluaciones, adquisición de conocimientos y habilidades, etc., en el contexto del sistema educativo y de la intencionalidad educativa
Referencial
Para llevar a cabo una consulta breve y selectiva
Experimental
Como medio para el registro de observaciones y protocolos científicos
Mnemotécnico
Para registrar hechos, anécdotas, ideas, etc.
Realizativo
Como medio de autorrealización o para el logro de una mayor autodeterminación y libertad
Judicial
Como medio de prueba, testimonio, registro de testimonio o evidencia
Económico
Como medio de reproducción material (mercancía)
Cultural
Como medio de reproducción simbólica (de tradiciones, usos, costumbres, leyendas, prejuicios, estereotipos, etc.).
Recreativo
Como medio de diversión o esparcimiento
Lúdico
Como juego
 
Este cuadro da una idea de la pluralidad de usos que se pueden hacer de los documentos. Como puede constatarse, la definición de documento ya citada (documento es “toda base de conocimiento expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada para consultas, estudios o pruebas”) limita estos usos posibles, por lo que es mejor adoptar una definición más amplia. Esto es, los documentos no sólo se usan para consultas (uso referencial), estudios /uso académico) o pruebas (uso experimental y judicial) sino también con fines culturales, mnemotécnicos, recreativos, etc. Por ello, la definición de documento que proponemos dice así: documento es toda base de conocimiento expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada para diversos fines.
 
Nuestra pragmática puede enriquecerse notablemente si introducimos aquí algunos supuestos de la filosofía hermenéutica del siglo XX. Quizá el aspecto más práctico de nuestra aproximación a los documentos sea el desentrañar su contenido, el apropiarse de ellos cognoscitivamente. Para que el proceso de la comunicación mediado por documentos se dé de manera completa no sólo se requiere que el documento llegue a manos del usuario, sino que también éste acepte aproximarse al documento para desentrañar su contenido, para comprender. Sólo cuando se comprende el contenido de un documento y este contenido tiene alguna novedad para el usuario se puede decir que éste se ha informado.
 
Comprender el contenido de un documento, descifrar un texto es aquí de importancia fundamental. La consideración más elemental es que para comprender textos se requiere tener competencia en el código del texto: si yo no hablo japonés un artículo científico escrito en japonés será para mí incomprensible; se debe aprender a leer y escribir. La lectoescritura es una competencia elemental sin la cual no se puede ser usuario de documentos, sólo se les puede manipular, pero no se puede acceder a su contenido. Leer es entonces una actividad que permite desocultar lo contenido en el texto, es una forma de mostrar que puede o no llevar a la verdad del texto, dependiendo de la dialéctica autenticidad/inautenticidad en la que se puede encontrar inmerso el usuario con todas las posibilidades de perderse en la aberración individual, grupal o general en que caer el sentido común[40]. 
 
Hay en el desciframiento de los documentos un sentido críptico que no se da cuando estamos ante monumentos arqueológicos, no en balde, en el pasado (tanto en el remoto de las primeras civilizaciones, como en la edad media) los sacerdotes tenían un acceso privilegiado al saber de los textos. Parece como si la lectura cancelara el tiempo, anulando pasado y futuro, y el espacio, suprimiendo todo tipo de distancias: “No hay nada que sea una huella tan pura del espíritu como la escritura, y nada está tan absolutamente referido al espíritu comprendedor como ella. En su desciframiento e interpretación ocurre un milagro: la transformación de algo extraño y muerto en un ser absolutamente familiar y coetáneo. Ningún otro género de tradición que nos llegue del pasado se parece a éste. Las reliquias de una vida pasada, los restos de edificios, instrumentos, el contenido de los enterramientos, han sufrido la erosión de los vendavales del tiempo que han pasado por ellos; en cambio la tradición escrita, desde el momento en que se descifra y se lee, es tan espíritu puro que nos habla como si fuera actual. Por eso la capacidad de lectura, que es la de entenderse con lo escrito, es como un arte secreto, como un hechizo que nos ata y nos suelta. En él parecen cancelados el espacio y el tiempo. El que sabe leer lo transmitido por escrito atestigua y realiza la pura actualidad del pasado”[41].
 
Se dice que estamos en el umbral de la sociedad del conocimiento o sociedad de la información, pero creemos que en estos momentos es urgente distinguir con claridad: no es lo mismo la proliferación de conocimientos que la competencia para su aplicación, no es igual tener a la mano documentos con “información fresca” que saber qué hacer con ella. Tampoco la acumulación de conocimientos implica más saber porque: “Saber significa poder sostenerse en la verdad... Tener simplemente conocimientos, por amplios que sean, en absoluto es saber. Ni siquiera lo es cuando estos conocimientos, por medio de planes de estudios y de exámenes, se reducen a lo más importante desde el punto de vista práctico. Ni tampoco cuando estos conocimientos, reducidos a las necesidades del uso, fueran cercanos a la vida real, su posesión supondría saber alguno. Aquel que disponga de esos conocimientos y que además se haya entrenado en algunas habilidades y maniobras prácticas, será no obstante un chapucero desorientado frente a la realidad existente... Porque no posee un saber, ya que saber significa poder aprender”[42].
 
La información, como categoría analítica explica los mecanismos de transmisión de datos entre máquinas (triviales) pero no explica cómo se articula la comunicación en el medio de la sociedad, a partir de un sentido colectivamente construido con significados comunes y vinculantes: “La comprensión prevaleciente en nuestros días de la comunicación está basada en la noción de transmisión de información. Esta es una noción heredada de la ingeniería de la comunicación y desarrollada por C. Shannon, entre otros. Se ocupa de la comunicación entre máquinas -esto es, entre un transmisor y un receptor (como sucede en los procesos de transmisión radial). Este marco, a pesar de su utilidad en cuestiones técnicas de transmisión, demuestra su deficiencia cuando se utiliza para comprender la comunicación humana”[43]. Nosotros consideramos que el recurso que en estos es absolutamente vital y no-renovable, no es la información, sino el tiempo. Cada vez será más importante saber actuar con rapidez (y desde luego, en el momento oportuno). Nuestras sociedades complejas se podrían denominar, por ende, sociedades de tiempo acelerado. Si recordamos que en la lectura tiempo y espacio se anulan, no sorprenderemos por su enorme potencial para abrir nuevos mundos y descubriremos en la hermenéutica, entendida como disciplina que se encarga del arte de comprender documentos[44].
 
Para llevar la propuesta hermenéutica de Gadamer al plano que más nos interesa, requerimos por el momento, dejar de lado los supuestos de una hermenéutica con pretensiones de universalidad[45], para estudiar la práctica de la hermenéutica en el caso concreto del estudio de textos. Aquí seguiremos de cerca la propuesta hermenéutica de Bernard Lonergan, tal cual la enuncia en su consagrado Método en teología. Para Lonergan, la hermenéutica se refiere a los principios de la interpretación, mientras que la exégesis es la aplicación de los principios a una tarea determinada[46]. El propósito de Lonergan al exponer su método exegético no es sólo aplicarlo a la teología, se trata de un método válido para cualquier labor exegética: “the presentation will be so general that it can be applied to any exegetical task”[47].
 
Lonergan afirma que no cualquier texto necesita ser interpretado, pero sí comprendido. La interpretación se da cuando hay un déficit en la comprensión (en el ejemplo de Gadamer, la interpretación se aplica sobre todo a una lengua extraña que no comprendemos). El problema de general de la interpretación se esconde detrás de la preguntas: ¿qué significado tiene una oración, un párrafo, un capítulo o un libro  determinado? Partiendo de este problema hermenéutico fundamental se dan tres operaciones exegéticas básicas: 1) comprender o entender un texto, 2) juzgar qué tan correcta es la forma como uno ha comprendido el texto, y 3) establecer lo que uno juzga que es la correcta interpretación del texto[48].
 
Para poder realizar la primera operación exegética, es necesario a su vez, desglosar la exégesis en los siguientes momentos o aspectos: entender el objeto sobre el cual versa el texto, entender las palabras empleadas en el texto, entender al autor que empleó las palabras, entenderse a uno mismo (o sea, llegar a entender gracias a un proceso de aprendizaje personal que en ocasiones es resultado de una conversión[49]). Nos concentraremos en los tres primeros momentos para hacer algunas consideraciones sobre qué significación y peso tiene cada uno de ellos.
 
Lo primero que se requiere para aproximarse a un texto, es entender el tema o la materia sobre la que trata, o lo que es lo mismo, tener competencia en el objeto sobre el que el texto versa. En nuestro recorrido por la escuela española de documentación nos habíamos encontrado con un problema particularmente escabroso: la distinción entre bibliotecarios y documentalistas. Los españoles argumentaban que la diferencia entre ambos era la competencia temática del documentalista (lo que nosotros definimos como competencia para realizar observaciones y descripciones de segundo orden o nivel): a diferencia del bibliotecario, el documentalista podía realizar análisis detallados de las obras, lo que suponía una competencia especializada en la materia sobre la que la obra versa. Como vimos, esta competencia no era exigible ni al bibliotecario ni al documentalista. Recurrimos para ello al ejemplo del libro Conceptos fundamentales de Martin Heidegger, y demostramos (o por lo menos así lo creemos) que el único profesionista competente para realizar un análisis pormenorizado del texto era un conocedor de la filosofía de Heidegger y de la filosofía occidental en general; pedirle a un bibliotecario o incluso a un documentalista semejante grado de pericia es francamente exigir demasiado. Si volvemos a nuestra crítica, constataremos que sólo puede analizar un texto con competencia para describirlo en sus detalles más significativos, aquél que conozca la materia sobre la que el texto versa.
 
Lonergan distingue claramente entre el estudiante y el exégeta: el estudiante lee para aprender acerca de un tema que todavía no conoce, el exégeta conoce bien el tema del que trata el texto, pero su labor está aún por realizarse, ya que no se le exige a él tanto el conocimiento del tema, como el juicio de si el texto revela un adecuado conocimiento de los objetos sobre los que trata el texto[50]. Entre los roles del estudiante y del exégeta se puede ubicar el rol del gestor encargado de representar un texto a un usuario (sea mediante la catalogación descriptiva, sea mediante bibliografías críticas, sea mediante servicios de alerta): el estudiante no conoce el tema y se aproxima al texto para hacerse del conocimiento que le faltaba, el exégeta ya conoce el tema por lo que es competente para juzgar si se ha expuesto de forma adecuada; en el punto medio está el gestor, conoce el tema más que el estudiante, pero no es un experto para juzgar respecto a la adecuación de la exposición del autor, aunque sí puede llegar a ser un experto para juzgar qué elementos del texto deben darse a conocer a un usuario (lo que es distinto que el juicio que se emite sobre la corrección de la exposición). Por consiguiente, la comprensión del tema del texto es requisito necesario para saber qué puede ser relevante para un usuario determinado, pero esta comprensión no puede ir más allá para llegar a juzgar si la exposición es correcta o no (a menos que el facilitador sea un reconocido experto en el tema sobre el que verse la obra, que podría ser el caso con libros sobre bibliotecas).
 
El conocimiento del tema o del objeto del texto es sólo el primer paso: permite aceptar de entrada el texto, aproximarse a él. Pero el conocimiento del tema es una operación diferente que la interpretación de las palabras del texto, esta última es una labor aún más ardua. El entender el tema, sólo sirve para identificar el sentido obvio de un texto: “The meaning of a text is an intentional entity. It is a unity that is unfolded trough parts, sections, chapters, paragraphs, sentences, words. We can grasp the unity, the whole, only through parts. At the same time the parts are determined in their meaning by the whole which each part partially reveals. Such is the hermeneutic circle”[51]. Para lograr una exégesis adecuada del texto en este nivel, no sólo es necesario desentrañar el sentido de las palabras, para comprender el sentido de las oraciones, y entender el sentido de las oraciones para interpretar los párrafos, capítulos, secciones y partes, sino además se requiere analizar la forma de composición del texto, determinar el propósito del autor, el estado del conocimiento de la gente para la que escribió, la ocasión en la que escribió y la naturaleza de los medios lingüísticos, gramaticales y estilísticos empleados[52].
 
A estas alturas, debe resultar del todo claro que la hermenéutica es cosa seria y que la exégesis es una labor ardua. Por lo general, para representar un texto para un usuario determinado, basta que el gestor conozca algo del tema sobre el que versa el texto y comprenda algunos de los significados y sentidos básicos del texto. Por ello, sólo mencionaremos brevemente las dos últimas operaciones involucradas en la comprensión de un texto: la comprensión del autor y la comprensión que el exégeta tiene de sí mismo. Dejaremos de lado en esta obra los dos últimos momentos del método exegético de Lonergan, el juzgar la corrección de nuestra propia interpretación del texto y el establecer lo que uno juzga que es el sentido correcto (canónico) de un texto, debido a que son operaciones sumamente especializadas y son realizadas solamente por los exégetas profesionales.
 
Digamos brevemente, que en lo que respecta a la comprensión del autor del texto, lo que aquí se busca es comprender las situaciones que enmarcan el contexto de su vida: su nación, idioma, tiempos, cultura, estilo de vida y forma de pensar[53]. Por último, la comprensión de sí mismo es un proceso motivado sobre todo por la lectura de grandes textos: “The major texts, the classics, in religion, letters, philosophy, theology, not only are beyond the initial horizon of their interpreters but also may demand an intellectual, moral, religious conversion of the interpreter over and above the broadening of his horizon”[54]. Esta última operación vinculada a la comprensión de textos, es la que lleva al intérprete más allá de sí mismo: al éxtasis; quien logra ir más allá de su propio horizonte, quien lo amplía, se ubica en un nuevo campo de acción que no se volverá a plegar sobre sí mismo (una vez expandida la mente, regresar al “estado original de inocencia” sólo puede lograrse gracias a un aberrante retroceso llamado involución[55]. Gracias a esta última operación se realiza lo que idealmente debería lograrse al abrir un nuevo libro: revelar un mundo, abrir nuevos horizontes, y en el sentido más pleno, aprender del autor del texto sobre una nueva forma de vida, una realidad alternativa o una nueva forma de percibir la realidad.
 
3.4.2. PRAGMÁTICA DEL DOCUMENTO TIPÍCO DE LOS SISTEMAS DE GESTIÓN DOCUMENTAL: DOCUMENTOS DE BIBLIOTECA Y DOCUMENTOS DE ARCHIVO
 
El mundo del documento es, de acuerdo a la teoría de la documentación, muy amplio. Por ello, es necesario precisar con toda claridad qué tipos de documentos estudia la teoría Bibliotecaria. Una vez definidos estos tipos de documentos, podremos proceder a analizar la forma como el documento es estudiado formalmente por la teoría Bibliotecaria. 
 
Debemos tomar como punto de partida una afirmación que podría parecer trivial, pero que no lo es: si los bibliotecarios y los archivistas estudiaran el mismo tipo de documentos, tendrían los mismos métodos y técnicas de organización, por lo que no habría diferencia entre ambas carreras e indistintamente los bibliotecarios trabajarían en archivos (realizando actividades de archivista) y los archivistas en bibliotecas (realizando actividades de bibliotecario). Pero los documentos de archivo y de biblioteca son diferentes y forman parte de un universo más amplio, en el que puede haber documentos de archivo, documentos de biblioteca, documentos utilizados con fines meramente instrumentales, documentos intencionales y documentos de entorno. Parte de este universo se puede apreciar con mayor claridad en el siguiente cuadro:
 
TIPO DE DOCUMENTO
EJEMPLOS
Documentos de archivo
Cartas, oficios, actas, memorándums, fotografías, etc.
Documentos de biblioteca
Libros, revistas, diarios, discos compactos, etc.
Documentos instrumentales
Hojas sueltas, trípticos, agendas, billetes, tarjetas, boletos, licencias, etc.
Documentos intencionales
Cualquier objeto que se hace documento a pesar de no haber sido originalmente concebido como documento
Documentos de entorno
Documentos que sólo se utilizan como objetos decorativos: libros, fotografías.
 
Puede pensarse que con este cuadro está suficientemente clara la diferencia entre documentos de archivo y documento de biblioteca y por ende, entre la profesión bibliotecaria y la archivística; sin embargo, las definiciones ostensivas (mediante ejemplos) son insuficientes si no se agregan aclaraciones posteriores. Diferencias adicionales deben introducirse para clarificar mejor la diferencia entre documentos de archivo y documentos de biblioteca; para lograr este objetivo utilizaré los criterios: forma de producción, tipo de difusión, forma de uso, tipo de interés, forma de mostración de procesos históricos y valor.
 
1º. El documento que tradicionalmente se encuentra en los sistemas de gestión denominadas bibliotecas es, por lo general, de interés público y además ha sido o es de difusión masiva y de circulación más o menos amplia.
 
El documento de biblioteca se caracteriza ante todo por ser de distribución no restringida, de circulación más o menos amplia,  y producido para satisfacer necesidades de carácter social o cultural, de manera masiva o ilimitada. O sea, es un documento que originalmente se hizo público con la intención de que fuera conocido por un círculo más o menos amplio de personas. Esto vale incluso para libros sumamente especializados, ya que a pesar de que están destinados a un círculo reducido de personas, se han publicado con el fin de llegar a éstas de manera amplia, sin ninguna restricción en cuanto a su uso, producción, distribución y venta.
 
El documento de biblioteca es de interés general y público. Esto a diferencia no sólo de los documentos privados (como pasaportes, credenciales, licencias, diarios íntimos, etc.) sino también del documento de archivo, el cual representa un interés muy particular y es de carácter eminentemente privado e institucional. La distinción entre documento de archivo y documento de biblioteca parece difícil, pero si se piensa, por ejemplo, en los documentos que tenemos en casa, fácilmente se podrá distinguir entre ambos: los documentos de archivo son los que le interesan a mí y a mi familia y por lo general son únicos (actas, boletas, recibos, comprobantes, etc.), mientras que los documentos de biblioteca le interesan no sólo a mi familia sino a otras personas, y además de los ejemplares que hay en mi casa, existen otros ejemplares en otras casas. La distinción entre documentos de archivo y documentos de biblioteca es fundamental, ya que se refiere a dos ámbitos de gestión documental heterogéneos entre sí. El siguiente cuadro sintetiza las diferencias fundamentales entre los documentos de biblioteca y los documentos de archivo:
 
Forma de diferenciación/tipo de documento
Documento de archivo
Documento de biblioteca
Producción
Limitada
Ilimitada
Difusión
Restringida
Amplia
Uso
Particularizado
Generalizado
Interés
Preponderantemente institucional
Preponderantemente social
Procesos históricos que muestra/revela
Internos
Colectivos
Valor
Inestimable
Estimable con base en el precio fijado por el mercado
 
La introducción de la diferencia entre documentos de archivo y documentos de biblioteca se revela como fundamental para distinguir entre dos ámbitos del saber que, pese a compartir algunos presupuestos básicos, deben diferenciarse en función de los diferentes tipos de documentos que se administran. La experiencia cotidiana permite constatar que existen documentos de archivo que se integran a los sistemas de gestión denominados bibliotecas; así por ejemplo, sucede con incunables, ediciones príncipes o libros raros y valiosos, los cuales se integran a los fondos de algunas bibliotecas de manera arbitraria, ya que, por cuestión de principio, deben considerarse como documentos especiales: su forma de representación/organización es diferente respecto a otros documentos, su uso y reproducción se restringe y su valor llega incluso a sobrepasar el valor de todas las restantes obras que integran las colecciones (ciertamente, un solo ejemplar de la Biblia de Gutenberg puede valer más que todas las colecciones juntas, sobre todo si éstas se integran por obras de las cuales se encuentran disponibles muchos ejemplares). 
 
2º. La teoría bibliotecaria estudia al documento, pero no en sí mismo, ya que este tipo de estudios son competencia tanto de la bibliología como de la documentología. Ciertamente el documento es el objeto material de estudio de la teoría bibliotecaria, pero la diferenciación de la ciencias no se da con base en el objeto material, ya que si esto fuera así, no podría diferenciarse a la antropología de la anatomía, ya que ambas tienen como objeto material de estudio al hombre. Así, lo que diferencia a una ciencia de otra, no es el denominado objeto material, o sea, la realidad u objeto que estudian, sino el objeto formal, o el enfoque o punto de vista a partir del cual se estudia al objeto material. Por ello, si bien la documentología y la teoría bibliotecaria tienen en el documento su objeto (material) de estudio, lo que las diferencia con toda claridad es el punto de vista a partir del cual estudian o consideran al documento.
 
Con base en la distinción entre puntos de vista (u objetos formales), se pueden diferenciar claramente los ámbitos o intereses cognoscitivos de la documentología y de la actividad bibliotecaria: mientras que la documentología considera al documento en sí mismo, la teoría bibliotecaria lo estudia desde el punto de vista de su administración en sistemas de gestión documental, considerando además las relaciones que se dan con el entorno vía documentos y usuarios de documentos; estas relaciones con el entorno son tan complejas que cabe sólo establecer que existen diferentes tipos de relaciones: tanto con el entorno, conformado por usuarios y “bibliotecarios”, como con sistemas en el entorno (organizaciones, interacciones, sistema del derecho, sistema político, etc.). El tema de los sistemas de gestión documental y su entorno será abordado en la cuarta parte, por el momento, es necesario considerar atentamente si es posible hablar ya no de teoría bibliotecaria sino de ciencia bibliotecaria. A ello dedicaremos el siguiente apartado.



[1] Cf. José M. Pabón. Vox: diccionario manual griego-español. p. 109
[2] Cf. Ibid. p. 297.
[3] José López Yepes y Juan Ros García. ¿Qué es documentación?: teoría e historia del concepto en España. p. 23.
[4] El concepto de intencionalidad es uno de los más difíciles de definir debido a la variedad de sus usos: lo hizo intencionalmente, tiene buenas intenciones, su intención original no era esta, etc. Es importante aclarar el uso que se da a este concepto en el presente trabajo. La noción de intencionalidad fue desarrollada por la escolástica en dos sentidos: 1. Para explicar el conocimiento en términos de acto intencional. Así, la especie de ser que es el conocimiento se puede denominar esse intentionale: “La noción de intencionalidad es valedera para toda especie de conocimiento, no sólo para la sensación y el concepto, sino también para la conciencia”. Roger Vernaux. Epistemología general o crítica del conocimiento. p. 107. 2. En el ámbito moral, la intención es el fin que se busca con el acto moral, y por ende, es también el sentido del mismo: “La real diversidad de los momentos o de los actos que integran el acto humano total está atravesada por la unidad dialéctica que los empuja hacia un fin presente desde el principio en forma intencional”. René Simon. Moral. p. 66. El concepto de intencionalidad pasa de Brentano a Husserl: “En general, es inherente a la esencia de todo cogito actual ser conciencia de algo. Pero a su modo es también... la cogitatio modificada igualmente conciencia, y de lo mismo que la correspondiente no modificada. La propiedad esencial de la conciencia se conserva, pues, en el curso de la modificación. Todas las vivencias que tienen en común estas propiedades esenciales se llaman también vivencias intencionales...; en tanto son conciencia de algo, se dicen “referidas intencionalmente” a este algo”. Ideas... 36. Habermas distingue claramente entre la intención referida a pensamientos y vivencias, y la intención tomada en sentido estricto: “Los pensamientos y vivencias son intencionales en el sentido de que se dirigen de determinada forma a objetos o contenidos... En un sentido estricto, teleológico, la intención puede entenderse como designio de un sujeto que persigue una meta o trata de realizar un fin...”  Intención, convención e interacción lingüística. En Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos. p. 264. En esta obra, la documentación consiste en el acto por medio del cual alguien tiene como fin hacer de “algo” un documento. Este “algo” que se hace documento no fue originalmente diseñado como medio de difusión. Por ejemplo, una valija se documenta en un el mostrador de un aeropuerto; una persona se documenta en la aduana, etc.
[5] Cf. Eustaquio Echauri Martínez. Vox: diccionario básico latino-español/español-latino. p. 128
[6] Hay que distinguir, con claridad, entre una persona documentada y una informada. Una persona documentada es por lo general una persona culta, pero una persona informada puede o no ser culta, basta que esté al tanto de las últimas noticias. Por otro lado, todos los animales pueden informarse, pero ningún animal se puede documentar, en el sentido de cultivarse a través de documentos.
[7] José López Yepes y Juan Ros García. Op. cit. p. 24.
[8] Idem.
[9] Ibid. p. 27.
[10] Ibid. p. 21.
[11] Ibid. p. 29.
[12] Entendiendo por semántica al “sector de la lingüística que se dedica al estudio del significado”. Enciclopedia de la Filosofía. p. 894.
[13] Ibid. p. 29-30.
[14] Cf. GLU: Glosario sobre la teoría social de Niklas Luhmann. p. 110 ss. et passim. Niklas Luhmann y Raffaele de Georgi. Teoría de la sociedad. p. 89 ss.
[15] Niklas Luhmann y Raffaele de Georgi. Teoría de la sociedad. p. 81.
[16] GLU. p. 95-96.
[17] GLU. p. 74-75.
[18] GLU. p. 73.
[19] “La actualidad es nota esencial de toda noticia. Un acontecimiento que no se da a conocer a tiempo pierde su condición de noticiable. Las noticias son, fundamentalmente, comunicaciones referidas al acaecer presente. Al tratar de la información cotidiana estudiamos la actualidad en su dimensión interna, referente a aquel sector del saber centrado en las exigencias presentes de la existencia; la actualidad como reflejo del espíritu del tiempo, cuyo conocimiento es necesario para saber a qué atenernos y para desenvolvernos en el curso de la vida”. Jorge Xifra Heras. La información: análisis de una  libertad frustrada. p. 82.
[20] Vid. Supra.
[21] Vid. Supra.
[22] Vid. Supra.
[23] Sobre estos aspectos se profundizará en el apartado relativo a la teoría del documento.
[24] Vid Infra.
[25] Vid Infra.
[26] La distinción entre acto de informar a otros y acto de informarse a sí mismo con base en documentos está en el fondo de la labor periodística: “Los grupos emisores de noticias, antes de realizar la actividad informativa, han de desplegar una labor de documentación, es decir, de recogida y almacenaje de datos. La documentación en (sic.) una función ascendente que parte del hecho concreto, de la noticia; la información, en cambio, es una actividad descendente, de difusión de aquellos datos, después de haber sufrido una selección y una elaboración; mientras aquélla versa sobre acontecimientos, ésta se dirige a los hombres”. Xifra Heras, Jorge. p. 102. Es importante aclarar que en este libro utilizamos el concepto de documentación en un sentido diferente: como acto intencional que documenta. El concepto que el autor da de documentación es definido en esta obra como información documental.
[27] “Periodista es aquél que lo mismo redacta una editorial... un suceso, una crónica, un artículo de fondo, una entrevista, que confecciona y ordena una plana o dirige su ajuste en platina, conociendo los tipos de letras y todo cuanto es necesario para entenderse en un taller de imprenta. Este concepto, a pesar de su aparente amplitud, debe extenderse sin embargo, en términos análogos, a los profesionales de los medios audiovisuales: televisión, radio y cine, o sea, a todos aquellos que realicen profesionalmente... tareas de información periodística”. Jorge Xifra Heras. Op. cit. p. 108.
[28] José López Yepes y Juan Ros García. Op. cit. p. 33.
[29] Ibid. p. 35-36.
[30] “Toda base de conocimiento expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada para consultas, estudios o pruebas”. José López Yepes y Juan Ros García. op. cit. p. 36. Esta definición contiene los elementos básicos que caracterizan al medio de difusión denominado documento: forma/medium.
[31] Idem.
[32] Sin embargo, a pesar de que el libro es el tipo más común de documento, no es la única forma como los documentos se presentan.
[33] Cf. p. 31-32.
[34] “Originariamente [materia] significa la primera materia de que el hombre modela las obras de su habilidad artística... en oposición a la forma que la materia recibe por su elaboración. La oposición entre materia y forma se ha trasladado luego a los cuerpos naturales... en el lenguaje filosófico corriente el término materia rebasa la esfera del mundo de los cuerpos, designando en sentido latísimo lo determinable (formable) como contrapuesto a la forma determinante”. “Materia” En Brugger. Diccionario de filosofía. p. 353-354
[35] Inclusive un objeto tan simple como el triángulo puede ser visto desde diferentes perspectivas: “a triangle... can be seen as a triangular hole, as a solid, as a geometrical drawing; as standing on its base, as hanging its apex; as a mountain, as a wedge, as an arrow of pointer, as an overtuned object which is meant to stand on the shorter side of the right angle, as a half parallelogram, and as varios other things”. [“Un triángulo... puede ser visto como un hoyo triangular, como un sólido, como un dibujo geométrico; como parado sobre su base o sobre un vértice; como una montaña, como una cuña, como la flecha de un apuntador, como un objeto fuera de tonalidad que ha sido creado para sostenerse sobre el lado angosto del ángulo recto, como un paralelogramo a la mitad o como varias otras cosas ”]. Ludwig Wittgenstein. Philosophical Investigations. p. 200.
[36] López Yepes, José y Juan Ros García. ¿Qué es documentación?: teoría e historia del concepto en España. p. 89.
[37] Niklas Luhmann, Rafaelle de Georgi. Teoría de la sociedad. p. 112.
[38] Para David K. Berlo, los componentes del proceso de la comunicación son: “1. La fuente de la comunicación. 2. El encodificador. 3. El mensaje. 4. El canal. 5. El decodificador. 6. El receptor de la comunicación”. Berlo. p. 25. Dentro de estos componentes, el autor del documento es la fuente, el cual traduce en un código (encodifica) el mensaje que quiere transmitir. El documento funciona como el lugar donde se encuentra el mensaje, o sea, es el canal. El usuario es el receptor del mensaje, cuyo código traduce (decodifica) para así poder comprender el mensaje. Berlo explica así el proceso de relación de un autor de documentos con un usuario: “en esta situación de comunicación, yo hice las veces de fuente. Yo tenía un propósito al escribir este manuscrito, este mensaje. Mis mecanismos para escribir hicieron de encodificador (claro está que las máquinas de escribir, las mecanógrafas y las prensas impresoras también sirvieron de encodificadores). El mensaje incluye las palabras de esta página y la forma en que están dispuestas, es transmitido por un libro, por medio de ondas luminosas. Su ojo es el decodificador; recibe el mensaje, lo decodifica, lo retraduce en un impulso nervioso y lo envía finalmente a su sistema nervioso central, el receptor”. El proceso de la comunicación: introducción a la teoría y a la práctica. p. 26
[39] Para el desarrollo de una pragmática del documento, se deben analizar los diferentes usos que se hacen del documento. Para este desarrollo, resultan fundamentales las ideas que Wittgenstein expone en los cuadernos azul y marrón. 
[40] Al respecto Cf. Bernard Lonergan. Insight. p. 276 ss. “Al igual que la aberracción individual, también la aberración de grupo radica en una interferencia en el desarrollo del sentido común práctico... la aberración de grupo conduce a una aberración en el principio generador de un orden social en desarrollo... Además de la aberración del sujeto dramático, del individuo egoísta, del miembro de una clase o de una nación dadas, hay otra aberración a la cual todos los seres humanos son proclives... Todo especialista corre el riesgo de convertir su especialidad en una aberración, al no reconocer ni apreciar la importancia de otros campos. El sentido común comete casi invariablemente ese error...”. p. 279, 281, 283-284.
[41] Hans Georg Gadamer. Verdad y método: I. p. 216.
[42] Martin Heidegger, Introducción a la metafísica, p. 29
[43] Rafael Echeverría. Ontología del Lenguaje. p. 137.
[44] Gadamer amplió su hermenéutica también a la esfera del arte: “la hermenéutica tendría que entenderse... de una manera tan abarcante que tendría que incluir en sí toda la esfera del arte y su planteamiento”. Verdad y método: I. p. 217. Nosotros nos limitamos aquí a postular la utilidad de la hermenéutica para comprender documentos, sin negar su utilidad para el arte y la vida. Por ello, nos alejaremos de la propuesta esteticista de Gadamer. 
[45] Para una crítica al proyecto gadameriano Cf. Jürgen Habermas. “La pretensión de universalidad de la hermenéutica”. En La lógica de las ciencias sociales.
[46] Cf. Bernard Lonergan Method in theology. p. 153.
[47] [“... la presentación debe ser lo suficientemente general como para poderse aplicar a cualquier labor exegética”]. Idem.
[48] Cf. Ibid., p. 155.
[49] Cf. Idem.
[50] Cf. Ibid., p. 156.
[51] [“El significado de un texto es un ente intencional. Es una unidad que puede ser desglosada en partes, secciones, capítulos, párrafos, oraciones, palabras. Podemos captar el sentido de la unidad, el todo, a través de las partes. A la vez, el sentido de las partes es determinado en su sentido por el todo que cada parte revela parcialmente. Este es el círculo hermenéutico” ]. Ibid., p. 159.
[52] Cf. Idem.
[53] Cf. Ibid., p. 160.
[54] [“Los grandes textos, los clásicos en religión, literatura, filosofía o teología, no sólo están más allá del horizonte de sus intérpretes, sino que también exigen una conversión intelectual, moral o religiosa del intérprete que vaya más allá de su propio horizonte” ]. Ibid., p. 161.
[55] Ni siquiera la aufhebung -superación- hegeliana implica un volver al origen, sino antes bien una superación del origen. Cf. Hegel. Ciencia de la lógica. Libro I. Primera sección. Primer capítulo. Inciso C: Devenir.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario