ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA BIBLIOTECARIA
Por Javier Brown César
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS PARA UNA
TEORÍA DEL DOCUMENTO
1. LIBRO Y DOCUMENTO
Biblioteconomía
y Bibliotecología son palabras de origen griego que tienen en común las raíces bibloz[1]
(corteza de papiro, libro, escrito, documento, carta) y qhch[2]
(depósito, receptáculo, caja; cofre, tumba, sepulcro). Muchos problemas
vinculados con la profesión bibliotecaria se originan debido a la comprensión
limitada que se tiene de lo que se mienta cuando se habla de libros. Por ello,
una aclaración terminológica parece ser aquí pertinente, mediante una breve
exégesis del concepto griego bibloz
(el cual se ha traducido comúnmente como libro). La profundización en el
sentido original de este concepto, puede ser útil para actualizarlo, ya no en
términos del objeto que conocemos como libro, sino para referirnos al ámbito
más amplio del documento. En su sentido original, el término bibloz
no se refería precisamente al libro, sino que tenía una riqueza semántica mucho
mayor, ya que abarcaba tanto al material con el que se elaboraban los escritos
(corteza de papiro) como al escrito mismo y al capítulo o división de una obra.
El término latino liber, que traduce el griego bibloz, presenta
una disminución conceptual significativa ya que no alude directamente al
material o al contenido, sino al formato libro (codex). Para retomar el
sentido original del término bibloz,
nos referiremos al concepto más amplio de documento, para después caracterizar
sus partes distinguiendo entre el medium (o substrato medial o materia)
y la forma (el contenido).
Por el lado
del griego qhch
(teché, caja), que forma el final de la palabra biblioteca, señalaremos sólo
algunas consecuencias, que se siguen de la plasticidad del término qhch.
Existe una significación dual en el término griego qhch: por un
lado es el lugar seguro donde se guarda algo, en este sentido es el depósito,
receptáculo o caja; gracias a su ubicación en este lugar, el documento tiene un
resguardo relativamente estable: hay un lugar donde puede ser ubicado, y además
ya no se encuentra a la intemperie. Pero, por otro lado, el documento puede
condenarse a una vida que, más allá del resguardo y protección brindados por el
depósito, receptáculo o caja, lo eleve a la región de los muertos; esta
“elevación” del documento constituye su ruina o su humillación, o para decirlo
en términos luhmannianos, lleva a la paradojización del documento: el hecho de
que cualquier documento se pueda asimilar a una tumba o sepulcro, significa por
lo menos, la muerte temporal del contenido del documento: ciertamente se le
eleva a la región de los inmortales, pero por lo mismo, se le condena al desuso
(y aquí está la paradoja, ya que en el momento en que el documento conforma o
se integra a una tumba, carece de destinatario, y por ende, de usuario). Esta
diferenciación se suele expresar cotidianamente en términos de la distinción
que se hace entre la biblioteca y un depósito de libros.
2. EL ESTUDIO DE LA DOCUMENTACIÓN EN ESPAÑA
Nos aproximaremos críticamente a la teoría española de la
documentación, para ello comenzaremos por el origen: el año de 1895, en el que
Paul Otlet, autor del primer tratado de documentación, fundó el Instituto
Internacional de Bibliografía. La ciencia de la Documentación fue introducida
en España por Javier Lasso de la Vega, quien es a la vez el español que más ha
escrito acerca del tema. Ya en su obra Cómo se hace una tesis doctoral:
manual de técnica de la Documentación Científica y Bibliográfica de 1947,
definía a la documentación, apoyándose en la autoridad de L. de Gregori, de la
siguiente manera: “la técnica de recoger y ordenar, por medio de signos de
cualquier especie (escritura, imágenes, esquemas, símbolos, etc.), un objeto,
un hecho, un conocimiento, una impresión; es, pues, además de todo cuanto
comprende lo impreso, el libro, la estampa, la revista, el artículo de
periódico, el boletín de información, etc., todo cuanto se escribe e imprime,
como son las numerosas Memorias, Raports, etc., de Sociedades e Instituciones,
la fotografía, el film, el disco gramófono, el objeto de museo y, en suma, todo
aquello que se produce y que la memoria humana no alcanza a retener. La documentación,
en este sentido, quiere y pretende ser la memoria gráfica y sistematizada de la
Humanidad, el cuerpo material de nuestro conocimiento”[3].
Es importante analizar los diferentes elementos que la
definición de L. de Gregori aporta:
1º. La documentación es una técnica que permite recoger y
ordenar.
2º. La técnica de la documentación usa signos de cualquier
especie para recoger y ordenar objetos, hechos, conocimientos e impresiones.
3º. La documentación recoge y ordena todo aquello que la
memoria humana no alcanza a retener. Y en este sentido, pretende ser la memoria
gráfica y sistematizada de la Humanidad.
Es fundamental tomar en cuenta que el término documentación
se toma en dos sentidos en esta definición: 1º. Como una técnica orientada a recoger
y ordenar aquello que la memoria humana no alcanza a retener. 2º. Como memoria
gráfica y sistematizada de la Humanidad. Este doble sentido, se debe a que el
aspecto técnico y lo que la técnica ordena se denominan ambos como
documentación, por ello, y al introducir la diferencia entre los aspectos
técnicos y la conformación de una memoria sistematizada, utilizaré el nombre de
técnicas de representación documental a todo aquello que permite ordenar
y técnicas de selección a todo aquello que permite recoger, mientras que
utilizaré el término sistema de documentos para denominar a la memoria
gráfica sistematizada.
La
definición que he analizado presenta ya algunas consideraciones fundamentales:
1º. La documentación como tal es una actividad intencional[4],
consiste inicialmente en el acto de hacer de algo un documento. Esta idea se
expresa de manera cotidiana cuando al abordar un avión documentamos el
equipaje. El equipaje no es en sí un documento, pero puede llevar marcas que lo
identifican como documento. En este primer sentido del término documentación,
todo se nos aparece como documentable: libros, revistas, casetes, videocasetes,
objetos reales, fotografías, películas, etc. Debe aquí introducirse una
diferenciación: la que existe entre la documentación, como proceso intencional
que consiste en hacer de algo un documento o inclusive de considerar a un
documento como un documento, y lo que es en realidad un documento. Debido a la
dificultad inherente a la definición del documento, objeto central de este libro,
será necesario dedicar secciones posteriores a su estudio. Adicionalmente, es
fundamental introducir una tercera diferenciación: la que se refiere a las
técnicas, herramientas/instrumentos, reglas, normas, procedimientos y métodos
que se utilizan para representar y ordenar documentos y a los documentos
mismos. Por otro lado, es fundamental introducir una diferenciación adicional
en lo referente a las técnicas, normas, reglas, métodos, procedimientos, y
herramientas/instrumentos de selección. Finalmente los documentos ordenados son
diferentes de los documentos no ordenados, se puede decir que los primeros
constituyen un sistema con sentido, mientras que los segundos quizá solamente
constituyan un sistema sin sentido o simplemente objetos de entorno (tal sería
el caso no sólo de todas aquellas personas que le dan a los libros un uso
meramente decorativo, sino de todos aquellos comerciales, mensajes, informes,
en los que diversos tipos de documentos solamente configuran el telón de fondo
sobre el que se da la retórica orientada a la persuasión). Para facilitar las
cosas se puede decir, aunque un poco arbitrariamente, que los sistemas de
documentos tienen sentido porque están ordenados, mientras que muchos de los
documentos que se encuentran en el entorno no tienen sentido, por carecer de
orden.
Con estas diferenciaciones se pretende atender a cuestiones
como: ¿qué se ordena en los sistemas de gestión documental? Documentos. ¿Cómo
se ordenan? Mediante el uso de instrumentos, técnicas y métodos de representación.
¿Cómo se “recogen”? Mediante instrumentos, técnicas y métodos de selección.
¿Qué constituyen los documentos ordenados? Un sistema de documentos El
siguiente cuadro pretende aclarar algunos de los niveles de análisis aquí
bosquejados:
Función/Elementos
|
Instrumentos
|
Técnicas
|
Método(s)
|
“Recolección” (Integración)
|
Catálogos, bibliografías, índices, abstracts, normas,
políticas
|
Evaluación de contenido
|
Rutas críticas, árboles de decisiones, planeación
estratégica
|
Ordenación (representación)
|
Reglas, normas, políticas, tesauros, listados de
encabezamientos de materia
|
Catalográfica, Bibliográfica
|
Bibliográfico
|
Es de notar que en este cuadro está ausente aquello que
llamo disposición y que plantea el tema del usuario. Este tema lo abordará
Lasso de la Vega en 1954. Por ahora y para resumir diré que he considerado
fundamental diferenciar entre documento, técnicas de representación
documental, técnicas de selección de documentos, sistema de
documentos (orden y sentido) y documentos sin sistema. Esto da solamente
una idea de la complejidad semántica del término documentación. En latín, documentum
significa testimonio, ejemplo, prueba, enseñanza, advertencia; y finalmente,
documento[5].
El estudio de los usos del término a partir de la etimología puede resultar
interesante. Por el lado del documento en tanto que testimonio, se trata de un
uso de carácter eminentemente histórico, ya que para la historia el documento
se ofrece como testimonio. En tanto que ejemplo, el documentum se
relaciona con la enseñanza y la advertencia, y en conjunto se remiten a la
prueba. En el sentido ejemplar, el documento transmite un saber o hace llegar
un aviso, y pone a prueba la capacidad de acción del que fue documentado. Esta
significación del documento remite a un término latino que habrá de ser
fundamental como gran concepto articulador: culturae. El hombre
documentado es un hombre culto (cultivado)[6].
Este sentido de documentar no es muy usado en la actualidad; sin embargo, se ha
mantenido el sentido de prueba: documentar la evidencia. Finalmente, la
etimología nos remite de manera circular: el documentum es el documento.
Pero ¿qué es el documento? L. de Gregori nos da una
definición ostensiva, o sea, nos muestra objetos que se denominan documentos;
estos son: libros, revistas, estampas, artículos de periódicos, boletines de
información, todo cuanto se escribe como Memorias, Raports de Sociedades e
Instituciones, la fotografía, el film, el disco de gramófono, el objeto de
museo y en fin, todo aquello que se produce y que la memoria humana no alcanza
a retener. Es interesante analizar ahora esta parte de la definición. Hay que
distinguir inicialmente entre el medio material, como puede ser el utilizado
para las fotografías, para discos, para revistas, para libros, para estampas, etc.
Como se puede ver los materiales son variados, sobre esto habrá que profundizar
más adelante. El término todo aquello que se produce puede ser ambiguo si no se
acompaña de la aclaración de todo aquello que la memoria humana no alcanza a
retener. Aún con esta limitación, parece demasiado todo aquello que se ha
producido y que la memoria humana no alcanza a retener.
En el trabajo Bibliotecario y Documentalista: una
fricción y un problema, de 1954, Javier Lasso de la Vega introduce la
diferencia de lo bibliotecario, en el interior de la documentación: “... el
hombre de ciencia, el erudito y el técnico no halla hoy en el bibliotecario la
solución al más importante de sus problemas: la documentación. De un lado han
surgido numerosos documentos auditivos y visuales aparte del libro: la radio,
la televisión, la fotografía, la microfotografía, el disco de gramófono, la
cinta magnetofónica, etc., y de otra parte, el hombre de ciencia y el técnico
que no pueden hoy hacer compatible su trabajo en el seminario, o taller de
trabajo científico, el laboratorio, la clínica, el puerto, la fábrica o el
puente con la lectura de los centenares de revistas de especialidad y los
millares de artículos y de obras que al año salen a la luz pública: Necesitan
de un personal perfectamente formado que seleccione las revistas, elija entre
los artículos publicados en ellas los que afecten a una determinada
especialidad... A este tipo de hombres se les ha dado el nombre de
documentalistas”[7]. Lo documental y lo
bibliotecario se separan en este texto. La distinción se lleva a cabo entre las
personas que realizan actividades de documentación (documentalistas) y personas
que realizan actividades bibliotecarias (bibliotecarios).
Estas consideraciones sobre la actividad del documentalista,
necesariamente deben completarse con lo que Lasso de la Vega considera como la
actividad típica del bibliotecario: “El bibliotecario es a manera de un filtro
entre el depósito de libros y el lector... Las normas de sus actividades a
estas alturas pueden considerarse encerradas en la fórmula “buscar un libro
para cada lector y un lector para cada libro; hacer que el libro y el lector se
encuentren, sustituyendo el libro que ordinariamente se pide por el que se
debió pedir”[8]. Con estas dos
definiciones tenemos los elementos suficientes para analizar la forma como
Lasso de la Vega distingue entre documentalista y bibliotecario.
En este trabajo de Lasso de la Vega, mientras que el
bibliotecario se reduce a poner en contacto al libro con el lector, el
documentalista atiende a medios diferentes al libro como la radio, la
televisión, la fotografía, la microfotografía, etc. Este tipo de profesional
está además perfectamente formado para seleccionar artículos, hacer extractos
de ellos y saber a qué usuario le es útil la información obtenida, junto con la
norma para que ésta llegue con la máxima rapidez. El interés de esta distinción
radica en que pone en contacto un problema inherente a la concepción de lo
bibliotecario, y por lo tanto, a la forma como se conceptualiza la actividad
del bibliotecario: en nuestro siglo hemos visto una proliferación de otro tipo
de documentos diferentes al libro y a las revistas; nos encontramos no sólo
ante casetes, CD-ROM, videocasetes, fotografías, disketes, libros electrónicos
y audiolibros, etc. Ante todo debe considerarse con toda claridad que tanto las
computadoras, como la radio y la televisión son medios de difusión, como los
documentos lo son, pero que no son en sí mismos documentos (aunque pueden
contener documentos), a menos de que se transformen intencionalmente en
documentos, o sea, que se documenten.
Ante la proliferación de documentos y otros medios de
difusión, Lasso de la Vega reduce la actividad del bibliotecario al libro. Las
implicaciones que resultan de esta visión son motivo de preocupación para los
bibliotecarios, ya que si su trabajo se limita solamente a los documentos
denominados libros, y éstos algún día fueran sustituidos por algún otro medio,
su actividad, conocimientos y habilidades carecerían ya de objeto. Por ello, la
distinción entre documentalista y bibliotecario en este plano muestra una
paradoja inherente a la profesión: si se sigue al pie de la letra la traducción
de bibloz como libro y se considera que lo bibliotecario se reduce a este tipo de
medio, entonces se establece una severa limitación de lo bibliotecario
solamente a las bibliotecas donde hay libros. Las consecuencias de esta
interpretación son dignas de tomarse en cuenta, ya que por ejemplo, ¿qué
sucedería en las bibliotecas especializadas, donde existen importantes acervos
de revistas? ¿Será acaso que en este tipo de bibliotecas las revistas, en tanto
que documentos, caen fuera del ámbito de competencia del bibliotecario, para
pasar a ser el ámbito de los estudios documentales? Existen otras consecuencias
inherentes a la concepción bajo la cual el documentalista se ocupa del estudio
de todo tipo de documentos, mientras que el bibliotecario se ocupa sólo de
libros, pero lo fundamental es señalar la paradoja que se introduce cuando lo
bibliotecario se reduce al ámbito del libro. ¿Debe entonces el bibliotecario
ampliar su competencia al estudio de todo tipo de documentos? Por ahora, esta
respuesta quedará en suspenso, pero es importante anticipar que la paradoja
señalada se resuelve, en parte, cuando el concepto de lo bibliotecario se
amplía al ámbito de la documentación.
En un segundo nivel de análisis, Lasso de la Vega establece
dos tipos de actividad: la del documentalista, la cual se refiere a una
formación que permite contar con criterios de selectividad en el manejo de
documentación especializada; y, la del bibliotecario, la cual se refiere a la
capacidad de poner en contacto al libro con el usuario. En este nivel, el
bibliotecario aparece como un “generalista” y el documentalista como un especialista.
La restricción de la actividad bibliotecaria al contacto entre libro y lector
se refiere a la limitación antes establecida respecto a los documentos con los
que trabaja el bibliotecario, si se reduce el universo documental al libro,
pero además, la capacidad de seleccionar documentos relevantes para diferentes
tipos de usuarios se considera no como propia del bibliotecario, sino del
documentalista. En este nivel, el bibliotecario aparece como una especie de
ayudante de investigación del documentalista: el bibliotecario solamente pone
en contacto, su labor consiste más en el establecimiento de relaciones y en la
capacidad de enlace, que en su capacidad de análisis y en su buen criterio para
realizar selecciones relevantes. Ante esta segunda limitación ¿debe el
bibliotecario asumir este rol hasta cierto punto secundario, o puede también
incursionar en el análisis documental? Nuevamente, tendremos que contestar esta
pregunta posteriormente, lo relevante es señalar una diferencia fundamental que
se establece a raíz de un doble fenómeno: la enorme explosión de documentos e
informaciones y la necesidad de realizar una labor analítica y selectiva de
entre un universo gigantesco de documentos, con el fin de discriminar aquellos
que resultan relevantes, oportunos o pertinentes para un tipo de usuario en
particular.
Para no desviarnos del tema y para no tratar en esta parte
introductoria algunas cuestiones que serán analizadas posteriormente, es
conveniente seguir de cerca el pensamiento de Lasso de la Vega, quien en 1961
hace menos evidente la separación entre bibliotecario y documentalista,
revelando también la forma como puede desparadojizarse la profesión
bibliotecaria: La ampliación del ámbito de competencia del bibliotecario a
diversos tipos de documentos, o lo que viene a ser lo mismo, la idea de que el
bibliotecario puede ser también documentalista: “La nueva especialidad del
Bibliotecario documentalista ha abierto una etapa llena de lisonjeras
oportunidades a nuestra profesión... De ser una profesión instalada en el
estrecho campo de los servicios públicos, ha pasado a poder desarrollar sus
actividades en la esfera mucho más amplia y mejor retribuida de las empresas
privadas; esto es, de la industria, del comercio, de la investigación
científica y técnica”[9].
En esta nueva concepción del bibliotecario documentalista aparece un problema
que resulta de agrupar las actividades del bibliotecario y las del
documentalista bajo una sola actividad abarcadora. Si antes Lasso de la Vega
había establecido una frontera muy clara entre bibliotecario y documentalista,
ahora esta frontera se desdibuja y ambos ámbitos de competencia se confunden.
Entonces, ¿es lo mismo decir bibliotecario que documentalista?
La tradición que cultiva Lasso de la Vega se refiere al
estudio del “fenómeno de la documentación, estudiándola con amplitud y con
independencia de la Biblioteconomía”[10],
los continuadores de la misma son Roger Rivière, Ricardo Jerez y Amador de los
Ríos, y José Ramón Pérez y Alvarez-Osorio. Veremos si estos autores pueden
solucionar las paradojas que bajo la concepción del bibliotecario
documentalista han resultado evidentes. La distinción entre las actividades del
bibliotecario y las del documentalista que Javier Lasso de la Vega había
establecido es sostenida por Roger Rivière: “El proceso documental tiene lugar
en un Centro que suele estar siempre junto a una Biblioteca. Pero la diferencia
esencial estriba en que la primera clasifica, conserva y archiva documentos
(libros y revistas) y los deja a disposición del lector, mientras que el
segundo valora el documento, investiga sobre él y, en su trabajo activo y
dinámico, utiliza sus datos y puede facilitar una información activa, selecta,
adecuada y orientadora”[11].
Nuevamente, Rivière detona la distinción entre clasificar, conservar, archivar
y dejar a disposición documentos, lo cual constituye una labor típicamente
bibliotecaria; y la valoración, investigación, utilización, y selección
adecuada y orientadora, como labor típica del documentalista. De nueva cuenta
enfrentamos un problema de niveles: el documentalista desarrolla capacidades
que el bibliotecario no tiene; uno se encarga de ordenar y poner a disposición,
el otro es casi un investigador, o mejor dicho, una especie de investigador
adjunto que ha desarrollado mayores capacidades analíticas y que posee mejores
criterios de selección. Si Lasso de la Vega hablaba ya de una función integrada
de bibliotecario-documentalista, Rivière vuelve a establecer una división
tajante entre ambas actividades.
Si queremos abordar con seriedad el problema que se
introduce cuando se considera al bibliotecario principalmente como un ordenador
y facilitador y al documentalista como analista y discriminador, debemos
remitirnos a la teoría de los sistemas autopoiéticos de gestión documental. Los
sistemas de gestión documental se caracterizan ante todo por realizar ciertas
operaciones que les permiten mantener constantes sus límites con el entorno.
Las funciones típicas de estos sistemas: la integración, representación y
selección son comunes a muchos otros sistemas, pero lo característico de los
SGD es que en su relación con el entorno, privilegian el tipo de irritación que
se da vía documentos. En sus funciones, los SGD desarrollan dos elementos sin
los cuales la autopoiesis resultaría imposible: un gestor, que realiza
fundamentalmente funciones de integración y representación, y un facilitador,
que realiza principalmente la función de disposición. La forma como se da la
gestión y la facilitación varía históricamente; por ejemplo, en la actualidad,
el gestor/facilitador puede ser un componente de una máquina (dispositivo,
programa, instrucción, etc.) que integra ambas funciones. La selección es una
necesidad constante del sistema: es necesario seleccionar aquellos documentos
que después constituirán el sistema de documentación; es necesario seleccionar
normas y elementos a representar, finalmente es necesario seleccionar
documentos que puedan estar a disposición. La distinción entre bibliotecario y
documentalista que establece Rivière no se refiere entonces al hecho de la
selección misma, ya que resulta claro que si el “bibliotecario” hace uso del
sistema en algunas de sus funciones necesariamente deberá operar
selectivamente. La distinción se da entonces entre dos niveles de selección:
uno primario, mediante el cual se constituye el sistema de documentos; y uno
secundario en el que este sistema de documentos es observado bajo criterios
metodológicos, realizándose posteriores selecciones y determinaciones
adicionales.
El documentalista aparece como una especie de tercero
excluido, o sea, como un observador que es capaz de realizar descripciones y
distinciones más elaboradas y detalladas del sistema de documentos que
cualquier bibliotecario. Si la distinción puede parecer clara, en realidad no
lo es. Aquí es donde debe explicarse la función de un observador de los SGD,
pero no en términos de observaciones de primer orden (que consistirían
fundamentalmente en el establecimiento de diferenciaciones primarias: por
ejemplo, entre colecciones de libros y colecciones de revistas), sino en
términos de observaciones de segundo orden, o para decirlo mejor, de
evaluaciones metódicas de la colección. Un observador con la capacidad de
realizar observaciones de segundo orden (evaluaciones metódicas) de la colección,
asumiría efectivamente una función diferente a la de aquellos elementos o
personas que realizan las selecciones que se basan en las diferenciaciones
primarias (que se ordenan a la integración, a la representación y a la
disposición). No obstante, la evaluación también es un elemento que aparece en
las diferenciaciones primarias, por ello, la distinción debe introducirse entre
dos planos de evaluación: la evaluación pragmática que determina el documento
útil que habrá de integrar el sistema de documentos, la forma mejor de
representarlo y lo que ha de ser representado y su posible utilidad; y una
evaluación que más allá de criterios prácticos, y que pueda valorar o “pesar en
una balanza” idealmente objetiva los alcances y limitaciones de la obra, y con
base en esto determinar sus posibles usuarios.
Para clarificar ambos planos proponemos un ejemplo concreto:
supongamos que, con base en las necesidades expresas de los usuarios, o en las
del plan de estudios, o simplemente con base en un convenio de reciprocidad se
integra a un SGD una obra titulada Conceptos fundamentales: curso del
semestre de verano, Friburgo, 1941. En el primer nivel de
observación/evaluación, el bibliotecario distinguirá los aspectos de la obra
que deben ser representados para el usuario, por ejemplo: que su autor es
Martin Heidegger, que la edición que tiene en sus manos es la realizada por la
Alianza Editorial, que fue editado en el año de 1994 en Madrid, que tiene 182
páginas, que trata sobre metafísica, etc. Además, el bibliotecario pondrá a
disposición esta obra en el subsistema de obras generales, cerca de otros
libros que traten de metafísica y quizá cerca de otros libros de Heidegger y
registrará quién lo toma en préstamo y cuándo. Aquí termina el primer nivel de
observación. Bajo la idea del documentalista que propone Rivière, éste
realizaría aquí una observación/evaluación de segundo nivel y sería capaz de
establecer diferencias adicionales respecto a la representación y a la
disposición de la obra. Por ejemplo, ciertamente sabría (como el bibliotecario)
que el tema de la obra es metafísica, pero sería capaz de analizar su temática
a detalle, con lo cual introduciría diferenciaciones y descripciones
adicionales que enriquecerían sustantivamente la representación: fundamento,
meditación, ente, historicidad, Dasein, arch, Nietzsche, etc. Pero además, podría identificar al posible usuario y
sería capaz de proporcionar informaciones relevantes, o la obra misma con toda
oportunidad. La pregunta no es si es posible realizar esta segunda
observación/evaluación, sino más bien, quién la debe realizar ¿el bibliotecario
o el documentalista? La respuesta parece ser que ninguno de los dos, ya que
este tipo de observación/evaluación se realiza bajo un conjunto de presupuestos
que diferencian entre la actividad del bibliotecario, la del documentalista y
la del especialista.
La valoración pormenorizada de cualquier obra, o del ejemplo
del texto de Heidegger que aquí se utiliza, presupone no sólo competencia
amplia en el tema que trata la obra, sino también la capacidad de aplicar
métodos de análisis sumamente complejos. Cito sólo algunos problemas: una obra
puede valorarse en relación con la aportación que significó en su particular
contexto histórico; así, este tipo de valoración implica el conocimiento de las
situaciones del contexto en las que se desarrolló la obra, de su significado e
impacto, de su aceptación o rechazo inicial, de la crítica que presenta de
obras contemporáneas y de las nuevas ideas que aportó en su tiempo. Pero
también debe establecerse un análisis semántico[12]:
toda obra aplica la semántica de su tiempo, pero también puede establecer
rupturas semánticas, aportaciones, nuevas interpretaciones o incluso una nueva
semántica; además, deben discriminarse con toda claridad los conceptos
fundamentales de los accesorios, los temas de las aportaciones, etc. Además,
puede realizarse un análisis pragmático, que señale tanto las ofertas o
aportaciones conceptuales y temáticas de la obra, como los posibles usuarios
seleccionados de un universo complejo.
Al
parecer, este tipo de observaciones/evaluaciones no pueden ser realizadas
solamente por un bibliotecario ni por un documentalista, sino por un
especialista que: conozca a fondo la obra y sea capaz de valorarla no sólo en
un eje histórico de aportaciones (diacronía), sino también en un eje polémico
de consenso/disenso desarrollado de forma simultánea (sincronía); que determine
todos aquellos conceptos, enunciados, razonamientos temas, aportaciones,
enfoques, etc., relevantes para un usuario específico; que conozca de manera
clara no sólo las “cualidades del producto” que se ofrece, sino también el
usuario con el que éste se “empata”. Así vistas las cosas, el problema de la
distinción entre el bibliotecario y el documentalista no sólo permanece, sino
que también se amplía con la introducción del especialista como especie de
tercero en discordia, o más precisamente, como observador/evaluador de segundo
orden. Un esquema puede ilustrar las diferencias entre una
observación/evaluación de primer orden y una de segundo:
Nivel\Función
|
Integración
|
Representación
|
Disposición
|
Primer orden
|
Determinación de usuarios potenciales. Posibilidad de
integración con base en recursos existentes. Aporte al desarrollo de la
colección.
|
Aparición de la obra en catálogos públicos, bibliografías,
índices, abstracts.
|
La obra se pone a la mano del usuario potencial
|
Segundo orden
|
Apropiación cognoscitiva del contenido, comprensión,
contextualización con base en contenidos previos
|
Bibliografías críticas, reseñas, análisis semántico y
sintáctico
|
Determinación segura del usuario, con base en perfiles
oferta/demanda, análisis pragmático
|
Pero, continuemos con las ideas que aporta la escuela
española. En 1975, Roger Rivière escribía: “La función esencial de un organismo
de documentación consiste en integrar la masa de conocimientos esparcidos en
los documentos: posee, además, un papel intermediario o instrumental, ya que se
encarga de recoger o clasificar los documentos para ponerlos a disposición de
los que van a utilizarlos, después de transformarlos en su forma y
presentación, si es necesario. Su misión, en suma, consiste en facilitar el
trabajo del que ha de hacer uso de la documentación, tanto para conseguirla
cuanto para aprovechar su contenido. El centro de documentación necesita, por
tanto, técnicos y especialistas, bibliotecarios y documentalistas con el fin de
hacer frente de un modo eficaz a las peticiones de los investigadores”[13].
Este pequeño párrafo contiene elementos sumamente significativos que hay que destacar:
1º. Se habla de función de organismos (de documentación).
Aparecen aquí dos conceptos inquietantes: función, el cual se utiliza en esta
obra en el marco de la teoría de sistemas de Luhmann, y se refiere a la
operación del sistema; el concepto de organismo aplicado a la documentación, lo
que nos habla de la aplicación del modelo de los organismos biológicos al
concepto de organización.
2º. La función esencial de la documentación es de
integración, intermediación, recolección, clasificación y disposición. En
nuestra concepción, la integración y la recolección son parte de una misma
función; la clasificación es junto con la catalogación y la constitución de
catálogos, una función de representación; y, finalmente, la intermediación es
realizada por el facilitador, el cual no es un proceso, sino un elemento del
SGD.
3º. Los documentos son transformados en su forma y
presentación. Ciertamente, el SGD impone a los documentos sus propios sellos,
sus marcas, con lo cual también les agrega valor. Pero lo que resulta
fundamental, para nosotros, es que el sistema “transforma” a los documentos, o
más precisamente, introduce en ellos la diferenciación y constituye así un
sistema de documentos. Ciertamente existen otros sistemas de documentos; por
ejemplo, en puestos de periódicos y librerías; pero lo característico de los
sistemas de documentos de los SGD es que son puestos a disposición de un
usuario de manera provisional y con un costo relativamente bajo o inclusive
nulo (de esta forma, se distingue el orden que se establece en puestos de
periódicos y librerías, el cual se da en función de intereses comerciales;
además el usuario dispone del documento de manera definitiva, al menos en su
intención inicial).
4º. El centro tiene la misión de facilitar el trabajo del
usuario, no sólo para que éste se aproxime a los documentos, sino también para
que aproveche su contenido. Ciertamente el trabajo del usuario es facilitado a
través de los SGD, pero aquí debe establecerse con toda claridad la diferencia:
el tipo de trabajo que se facilita no parece tanto aquel que tradicionalmente
se denomina intelectual (o propio del investigador), sino un trabajo que se
relaciona más con aspectos motrices: localizar el documento, buscarlo,
dirigirse a donde está, preguntar sobre su posible existencia, etc. Aquí debe
introducirse un matiz fundamental, parecería que el trabajo del usuario puede
facilitarse en dos sentidos: hacerse de la documentación pertinente y
relevante, y aprovechar su contenido. Si somos cautelosos, podremos constatar
que lograr que el usuario aproveche el contenido del documento es una labor que
parece estar por encima de la capacidad y las fuerzas no sólo del
bibliotecario, sino también de los padres e inclusive de los profesores, porque
depende en definitiva del propio usuario; por ello, la forma como un recurso
documental cualquiera es aprovechado depende del usuario: un niño, un adulto,
un investigador, un analfabeto, etc. Quizá el matiz que deba introducirse aquí
es que el centro puede dar indicaciones generales respecto a la mejor forma de
aprovechar el documento, dejando que el aprovechamiento fecundo sea ante todo
una labor del usuario.
5º. El centro de documentación necesita dos tipos de
profesionistas: técnicos y especialistas. Se puede deducir, con toda claridad,
que el bibliotecario se ubica en el nivel técnico y el documentalista en el
nivel especializado. Pero nuevamente debemos preguntar, ¿no acaso el
bibliotecario y el documentalista son un mismo sujeto o en último caso realizan
sus observaciones/evaluaciones en el mismo nivel, mientras que es el
especialista el que puede observar/evaluar documentos en un nivel superior?
Nuevamente, lo importante parece ser plantear este tipo de
problemas, con el fin de buscar alguna posible solución. En el cometido de esta
parte, es urgente continuar con el recorrido de la escuela española de
documentología. En 1976, José Ramón Pérez y Alvarez-Osorio escribía que:
“El término “Documentación” inicialmente utilizado ha
quedado sobrepasado, pues la moderna información científica engloba una serie
de aspectos no propiamente documentales. La traducción del término inglés
Information Sciences conduciría al castellano “ciencias de la información” pero
todos sabemos que este término ha quedado acuñado en nuestro país en el sentido
de los medios de comunicación social, prensa, radio y televisión. Por otra
parte, en ruso se habla de “Informática”. Pero no debe confundirse con el
sentido que normalmente se le da en español o en francés, equivalente al inglés
Computer Science, es decir la ciencia de los ordenadores electrónicos,
valiosísimos e inapreciables auxiliares de la información científica, pero
siempre meros auxiliares y no constituyentes de esta actividad.
“Privados, pues, de estos dos términos, nos vemos obligados
a utilizar conjuntamente la expresión Información y Documentación científica,
aunque resulte un poco larga.
“Aunque “Información” y “Documentación” se utilizan muchas
veces prácticamente como sinónimos, creo que es mucho más exacta su utilización
conjunta, considerando que la Documentación constituye el elemento “estático”
de este binomio, es decir, la recogida, análisis y almacenamiento de los
documentos, mientras que la información es el elemento “dinámico” y se refiere
fundamentalmente a la transmisión o difusión de las nuevas ideas. Es un
concepto más amplio, pues la información no ha de estar necesariamente
contenida en documentos, sino que puede basarse, por ejemplo, en la transmisión
de experiencias personales, si bien en el sentido en que normalmente la
utilizamos se refiere esencialmente a información documental.
“Así considerada, la Información y Documentación, es en
parte, una rama de la Investigación científica, y en parte, un servicio”.
La inclusión de una cita tan extensa se justifica ampliamente
a raíz de los elementos de análisis que se encuentran en el texto. Este es el
momento para dar algunas indicaciones sobre el nivel semántico del análisis de
lo bibliotecario. El término biblioteca manifiesta una limitación semántica:
alude, por su etimología, a un depósito de libros. Pero, la explosión
documental que se ha dado principalmente desde finales del siglo pasado y
durante nuestro siglo ha demostrado la necesidad de nuevos análisis e
inclusiones semánticas en el ámbito de lo bibliotecario. Los términos
mencionados por Pérez-Alvarez Osorio deben analizarse y definirse con toda
claridad; estos son: ciencias de la Información, Informática, Información,
Documentación e información documental. Sigamos el orden de la exposición.
El término ciencias de la información presenta un interés
muy especial y responde a una descripción de la sociedad en la sociedad que
trata de dar cuenta de un fenómeno mundial: la sobreabundancia de documentos,
informaciones y comunicaciones. El uso que se dé al concepto ciencia de la
información es fundamental y depende de qué se entienda por información (además
claro de lo que se entienda por ciencia). En España, ciencia de la información
se aplica a los medios de comunicación social: la prensa, el radio y la
televisión. En el contexto de la teoría de sistemas autopoiéticos a la prensa,
la radio y la televisión, junto con los documentos, se les llama medios de
difusión; ésta es la denominación que aquí seguiremos con el fin de introducir
diferencias que permitan aclarar lo que se entiende cuando se usa el término
información. Los medios de difusión ofrecen la tecnología necesaria que hace
probable que la comunicación alcance a personas que no están físicamente
presentes, logrando de esta manera que se logre la difusión más allá de los
límites de la interacción[14].
Estos medios son: el lenguaje, la escritura, los documentos, los medios de
telecomunicación y las computadoras. La característica común de todos es que
tienden a hacer probable la improbabilidad de que la comunicación llegue a sus
destinatarios. Como puede constatarse en esta enumeración, los medios de
difusión son muy diversos en su forma y en su soporte físico: entre el teléfono
y el libro hay diferencias manifiestas, como las hay entre la computadora y la
escritura. Estos medios pueden ser estudiados por distintos profesionistas. El
siguiente cuadro presenta un resumen:
MEDIO DE DIFUSIÓN
|
PROFESIÓN
|
Lenguaje
|
Lingüista, Filólogo, Filósofo del lenguaje
|
Escritura
|
Grafólogo, Paleógrafo
|
Documentos
|
¿?
|
Radio y televisión
|
Licenciado en Ciencias de la Comunicación
|
Medios de telecomunicación
|
Ingenieros en electrónica o en telecomunicaciones
|
Computadoras
|
Ingenieros en informática, Ingenieros en sistemas,
Ingenieros en computación
|
Como puede observarse, el cuadro del profesionista que se
encarga de los documentos ha quedado intencionalmente con una interrogante que
aquí se ha planteado ya: ¿se le debe dar el nombre de documentalista, o de
bibliotecario? Dejemos esta pregunta como indicación para continuar con el
análisis semántico. Las ciencias de la información, entonces no estudian a
todos los medios de difusión, sino que se concentran en los últimos logros
evolutivos: las computadoras. Con el término ciencias de la información se
relaciona el término informática: ambos son usados como sinónimos. Hemos
avanzado ya con la introducción de la diferencia a través del concepto de
medios de difusión. Para poder avanzar es necesario introducir una diferencia
adicional: la que se da entre comunicación e información.
La comunicación es la operación específica de los sistemas
sociales: fuera del sistema social no puede darse ninguna comunicación. La
comunicación “es una síntesis que resulta de tres selecciones: información,
acto de comunicación, comprensión. Cada uno de estos componentes es, en sí
mismo, un evento contingente. La información es una diferencia que transforma
el estado de un sistema, es decir, que produce una diferencia”[15].
Vale la pena realizar aquí un excurso necesario para aclarar el sentido del
término información. El uso común del término es ambiguo ya que refiere la
información a realidades heterogéneas: se habla de medios de información, de
información de primera mano, de buena información, de calidad en la
información, de servicios de información de sistemas o unidades de información,
etc. Pero ¿qué se quiere dar a entender cuando se usa el término “información”?
Para empezar se puede decir que la información no es ni una
cosa, ni algo que esté o que se dé en el entorno del sistema. “La información
se define como un evento que... ejerce un influjo selectivo sobre las
estructuras de un sistema, y que provoca transformaciones... En el caso de un
sistema social, cuyas estructuras son estructuras de expectativas existe
información cuando un evento inesperado lleva a modificar lo que se esperará
luego... Un elemento de novedad es esencial para que se tenga información: una
noticia repetida... ya no tiene valor como información porque no conduce a una
reestructuración de las expectativas... Lo que funge como información para un
determinado sistema, además, no necesariamente representa una información
también para otro... no es correcto definir a la comunicación como transmisión
de información: no existe transmisión, ya que el emisor no pierde información y
quien la recibe no la adquiere como una cosa, sino que reelabora autónomamente
sus propias estructuras según las propias formas en consecuencia de un estímulo
generado por la comunicación... Esta acepción de información, centrada bajo el
concepto de diferencia, permite dar valor informativo aun a una cosa que no sea
un dato, como una carencia, un error, una desilusión, y permite además admitir
que el sistema pueda autoinformarse en la relación con el propio pasado o con
estados precedentes de las propias estructuras. Todo aquello que puede tratarse
como distinción, de hecho, puede fungir como información”[16].
Tenemos aquí elementos suficientes para distinguir con toda
claridad qué es la información:
1º. La información es un evento que ejerce un influjo
selectivo sobre las estructuras del sistema. En tanto que evento, la
información “repropone la diferencia entre antes y después y con ella los
horizontes de referencia de otras posibilidades (de comunicación en los
sistemas sociales y de pensamiento en el caso de las conciencias): después del
evento se hace posible algo diferente con respecto a antes y esta diferencia
(en cuanto diferencia) da a los elementos del sistema una cierta capacidad de
unión operativa; no obstante su nula duración”[17].
En muchos casos, el hecho de que se dé o no un evento informativo, puede
producir cambios en las expectativas del sistema. Además la información produce
un influjo selectivo en las estructuras. Este influjo debe explicarse sobre
todo porque las estructuras del sistema indican “la selección de las relaciones
entre elementos que son admitidas en un sistema”[18].
2º. Hay información cuando se da un evento novedoso que
reestructura las expectativas del sistema[19].
Así, la información se relaciona con el parámetro de oportunidad, en el sentido
de que el evento debe ser novedoso, y se relaciona con los parámetros de
pertinencia y relevancia, desde el momento en que tiene la capacidad de
reestructurar expectativas. Oportunidad, pertinencia y relevancia son
parámetros que el sistema establece para seleccionar aquellos eventos que
constituyen información. Por ello, “lo que funge como información para un
determinado sistema... no necesariamente
representa una información también para otro”[20].
3º. La información no consiste en una transferencia sino en
“un estímulo generado por la comunicación”[21].
El emisor (alter) no pierde información cuando comunica y el receptor (ego)
“reelabora autónomamente sus propias estructuras según las propias formas en
consecuencia [del]... estímulo generado por la comunicación”[22].
Así por ejemplo, en los circuitos eléctricos, los impulsos (emisiones)
funcionan como estímulos que irritan, en una relación de acoplamiento
estructural, a los elementos receptores del sistema, los cuales realizan
selecciones de acuerdo a la configuración de sus estructuras autopoiéticas
propias. En el caso de las personas, la información no sólo permite mantener la
autopoiesis del sistema, sino que también puede transformar las expectativas.
Así, por ejemplo, si un niño tiene que hacer una tarea sobre la vida de
Shakespeare como trabajo final para una materia escolar, tendrá por un lado la
necesidad de mantener la autopoiesis en el sentido de que se reproduzca (o se
dé) el status de aprobado o una determinada calificación, lo cual a su
vez genera expectativas, que generan nuevas expectativas. El proceso es en
realidad autorreferencial, para el caso de los sistemas sociales.
4º. La información es una diferencia que provoca diferencia.
Todo aquello que produce diferencias, que introduce distinciones, puede ser
considerado como información para el sistema. Es por esto la información no
puede reducirse al elemento atómico del dato. No toda información está
conformada por datos, una carencia, por ejemplo, la necesidad de realizar
una tarea de matemáticas, funciona ya como información: irrita al sistema,
introduce la diferencia.
Con
las distinciones que se han introducido en el concepto de información, se puede
comprender mejor la expresión “documentación e información”, que es de uso
común en ciertos sistemas de gestión documental. Los términos documento,
documentalista, documentación y documentología requieren ser aclarados. El
presente cuadro presenta un resumen del uso que de estos conceptos (y de otros
ya introducidos) se hace en el libro:
TÉRMINO
|
USO
|
Documento
|
Medio de difusión en el que debe distinguirse el medium de
la forma[23]
|
Documentación
|
Acto intencional mediante el cual algo se documenta (se
hace documento)
|
Sistema de documentos
|
Documentos sobre los que se han realizado integraciones y
representaciones selectivas
|
Documentalista
|
Profesionista cuyo objeto de estudio es el documento[24]
|
Documentología
|
Ciencia que tiene como objeto material de estudio al
documento[25]
|
Información documental
|
Toda aquella información basada en documentos[26]
|
Información
|
Evento novedoso que reestructura las expectativas del
sistema
|
La diferencia entre documentación e información se aclara
con la introducción de distinciones: la documentación es una acción
intencional, mientras que la información es un evento. Aun utilizando el
concepto de documentación como conjunto de documentos, la diferencia con
respecto a la información resulta también clara: la información sigue siendo
evento; y los documentos, los medios de difusión de la información. El concepto de información documental que
aparece en el texto será utilizado aquí para referirse a todo evento
(información) que introduzca diferencias gracias a la “lectura” de un
documento. La información documental, es entonces un caso especial de la
información, la cual puede darse también a través de otros medios: el lenguaje
oral, los gestos, la radio, la televisión, las telecomunicaciones y las
computadoras. Se ve aquí la paradoja que existe cuando se define al
bibliotecario como científico de la información, y cuando se considera que el
concepto principal que articula a la teoría bibliotecaria es el de información.
La paradoja es resultado de la amplitud del término
información, ya que si el bibliotecario es el científico de la información, su
ámbito de estudio estará también en el análisis de la forma como funcionan las
estaciones de radio y televisión, y en el estudio de la labor periodística[27],
del análisis de sistemas de telecomunicaciones y de cómputo, del estudio
concienzudo del lenguaje y la escritura, lo cual hace imposible el ejercicio de
la profesión bibliotecaria concebida en términos de ciencia de la información
(en esta imposibilidad consiste realmente la paradoja). Esta paradoja en la que
se incurre cuando se define al bibliotecario como científico de la información
puede llevar a una situación de estancamiento: las condiciones de posibilidad
del sistema científico son las condiciones de su imposibilidad; o dicho en
otras palabras: si el bibliotecario estudiara todo el ámbito de la información,
entonces se convertiría en una especie de megaprofesionista-sabio: sería
lingüista y filólogo; grafólogo y paleógrafo; licenciado en ciencias de la
comunicación y en Biblioteconomía, archivonomía y documentología; ingeniero en
sistemas de telecomunicaciones y en computación. Esto explica claramente la
parálisis que se deriva del hecho de no utilizar el calificativo aclaratorio
documental: información documental. Si algún tipo de información estudia el
bibliotecario, es la información documental; o sea, la que se da a través del
medio del documento.
El uso del término documentación que se hace en esta obra es
diferente al que propone Sánchez Velda: “Documentación es la actividad que gira
y se desenvuelve en torno a los documentos que les hace cumplir su misión de
fuentes de conocimiento. Esta actividad tiene cuatro fases: a) Localización y
reunión de los documentos. B) Registro, extracción de noticias, ordenación y
clasificación. c) Difusión de las noticias o nociones; “comunicación” en suma.
D) Conservación de los documentos recogidos...”[28]
Ciertamente hay diferencias en el planteamiento de Sánchez
Velda y el que presento aquí, pero no son insuperables: la documentación es
considerada, de manera coincidente como una actividad; la diferencia consiste
en lo que se denominan cuatro fases de la actividad, las cuales son, bajo la
óptica de este trabajo, funciones de los sistemas de gestión documental. Un
cuadro permite resumir las coincidencias en cuanto a las actividades/funciones:
ACTIVIDAD
|
FUNCIÓN
|
Localización y reunión de los documentos
|
Integración
|
Registro, extracción de noticias, ordenación y
clasificación
|
Representación
|
Difusión de las noticias o nociones
|
Disposición/Facilitación
|
Conservación de los documentos recogidos
|
Gestión
|
La escuela española ha manejado el tema de la diferencia
entre los ámbitos de trabajo de bibliotecarios, archivistas y documentalistas.
Felipe Mateu y Llopis aborda así la cuestión; “el concepto de documentación es
más amplio que el de Biblioteconomía, Archivo, etc. La Documentación se sirve
de éstas y las abarca, como a todo depósito de material, que deben ser
integrados en la Documentación general. Esta debe, como es obvio, abarcar todo
tipo de material y distinguir las distintas especies de documentos; la
instauración o asiento de la Documentación en las bibliotecas, distinguiendo
entre catalogación bibliográfica y catalogación de información o documentación,
y ello desde las bibliotecas generales también para su mayor difusión, y la
adopción de los necesarios perfeccionamientos en materia de catalogación y
clasificación”[29]. En nuestros términos, se
podría afirmar que el universo de la documentación es muy amplio y que los
documentos de los sistemas de gestión documental son una parte de este
universo. Este universo documental puede diferenciarse si se establece una
distinción: la que hay entre documentos de biblioteca y documentos de archivo
(de esto se hablaré con más detalle en la Pragmática del documento). A partir
de esta distinción se puede hablar con claridad de dos ámbitos diferenciados
que a pesar de sus diferencias tienen un denominador común: son sistemas de
gestión documental; realizan operaciones de integración, representación y
disposición, tienen gestores y facilitadores, operan en el medio de la
comunicación e interactúan con el entorno principalmente a través de documentos
e informaciones sobre documentos o basadas en documentos.
Si la documentación como universo abarca tanto a los libros,
las revistas, los casetes, los videocasetes, los discos compactos (documentos
de biblioteca); como a las cartas, actas, memorándums, oficios, registros
(documentos de archivo), entonces ¿es acaso la documentología la ciencia que
abarca a ambas? Y ¿acaso entonces los saberes bibliotecarios y archivísticos se
subordinan a la documentología? La respuesta de Mateu y Llopis a ambas
cuestiones parece ser afirmativa. La respuesta que daremos a continuación es
negativa. La documentología, la teoría bibliotecaria y la archivonomía tienen
un objeto común: el documento. Aquí podría sentarse la tesis de que el documento
es el objeto material de estudio de todas ellas, pero introduciendo la
diferencia entre universo de la documentación, documentos de biblioteca y
documentos de archivo. Así, mientras que la documentología estudia todo tipo de
documentos, la teoría bibliotecaria y la archivonomía estudiarán sólo
determinado tipo de documentos. Pero, la distinción fundamental entre
documentología, por un lado, y archivonomía y teoría bibliotecaria, por otro,
no se da entre niveles de análisis, sino entre diferencias formales:
documentología, teoría bibliotecaria y archivonomía se distinguen a partir del
punto de vista desde el cual estudian al documento; o sea, por su objeto
formal. El siguiente cuadro, resume los principales planteamientos al respecto:
CIENCIAS/OBJETOS
|
OBJETO MATERIAL
|
OBJETO FORMAL
|
Documentología
|
Documento
|
¿?
|
Teoría Bibliotecaria
|
Documento de biblioteca
|
Integración, representación y disposición de documentos en
sistemas de gestión documental.
|
Archivonomía
|
Documento de archivo
|
Integración, representación y disposición de documentos en
sistemas de gestión documental.
|
Intencionalmente hemos dejado el cuadro del objeto formal de
la documentología con una interrogación que plantea la cuestión de cuál sea la
relación entre la documentología y la teoría bibliotecaria. Quizá no se trate
tanto de una subordinación, sino de la necesidad de integrar una nueva función
a los actuales sistemas de gestión documental: la función de análisis. Esta
función que, podría desarrollarse a partir de una teoría de la documentología,
sería en realidad una observación/evaluación de segundo nivel, por lo que
requeriría, para su estudio, de la existencia de sistemas de gestión documental
que se denominan bibliotecas.
Otra posibilidad es que el ámbito de la documentología sea
el de la documentación considerada como un todo, estudiado a partir de:
distinciones evolutivas, distinciones de subsistemas/entornos de documentos;
distinciones geográficas, históricas, etc. Como no es tema de este libro el
estudio de la documentología, dejo abiertas estas interrogantes.
Para finalizar con este recorrido a través de las
principales ideas de la escuela española, cabe plantear una interrogante que
aún queda en el aire, y que habrá de ser aclarada a continuación: ¿Qué es el
documento? Al citar la definición de la Unión Francesa de Organismos de
Documentación[30] Sánchez Velda comenta
que: “El concepto de documento tiene aquí una gran amplitud, que le hace casi
sinónimo de “fuente de conocimiento”. Todo lo que tiene una expresión material,
entra en él: manuscritos e impresos, libros, folletos, hojas sueltas de
propaganda, gráficos, fotografías, dibujos, planos, películas, discos, cintas
magnetofónicas, estadísticas, objetos, monumentos, todo lo que sirve o pueda
servir para “informar” sobre una materia, para conocerla, es “documentación
sobre esa materia”[31].
Las cuestiones relativas al documento y su universo llevan directamente al tema
del siguiente apartado. Con esto concluimos el recorrido por la escuela
española.
3. ALGUNOS ELEMENTOS PARA CONFORMAR UNA TEORÍA DEL DOCUMENTO
Nuestra vida diaria se desarrolla en
distintos entornos donde los documentos son objetos de uso cotidiano y común.
El documento es una realidad tan abundante en nuestra sociedad contemporánea
que nos acostumbramos a su existencia sin preguntarnos acerca de él. Muchas de
las cosas que nos rodean son documentos: el boleto de metro o camión, mi diario
personal y mi libreta de apuntes, las listas de asistencia de la escuela, etc.
y qué decir del libro, en la actualidad, el tipo más común de documento[32].
Los documentos que nos rodean tienen
formas muy variadas. No es lo mismo un libro de texto, que el directorio
telefónico, mis tarjetas de crédito que mi pasaporte. Las formas en que los
documentos se presentan son tan variadas que nos llevan a cuestionarnos qué es
lo que todos estos variados tipos de documentos tienen en común, para que puedan ser llamados
documentos. Otra pregunta inevitable surge también a continuación, ¿cómo puedo
diferenciar entre un documento y algo que no es documento?
El criterio fundamental para
distinguir a un documento de lo que no es un documento se puede obtener
mediante la caracterización clara de lo que es el documento. En primer lugar,
el documento parece ser algo artificial, que tiene un modo de existencia física
en la realidad, o sea, posee una materia y se fabrica utilizando algún tipo de
material, sea papel, cinta, piedra, madera, cera, arcilla, etc. Pero además de
esto que podemos llamar el soporte material, el documento tiene un contenido.
Cuando pienso en el contenido del
documento, por lo general me imagino un texto. Pero si reflexiono
detenidamente, podré ver que no todos los documentos tienen texto solamente,
también hay documentos con imágenes o dibujos, fotografías, notas musicales,
pinturas o gráficas, etc. Así, el documento, antes de caracterizarse por
contener un texto, se caracteriza por tener un contenido que puede ser
percibido e interpretado por una persona competente. A través de este contenido
el usuario del documento se informa en un cierto aspecto, conoce algo, descifra
un mensaje, decodifica un código.
El documento, así definido es
diferente a los seres naturales, cuyas conductas y movimientos también puedo
interpretar, como si fueran un texto: el texto de sus intenciones o conductas.
Pero este "texto" natural se distingue del texto del documento, el
cual es artificial. Sobre estos aspectos del documento: contenido y soporte
físico, se debe profundizar en esta parte.
3.1. NOTA METODOLÓGICA
Una teoría del documento puede desarrollarse a partir de la
distinción entre varios planos o niveles de análisis. La pretensión de estudiar
al documento sin partir de criterios formales de diferenciación parece
condenada al fracaso, ya que en este caso, el documento se nos presenta como una
realidad en extremo simplificada o disminuida. Por esta razón, la teoría del
documento que aquí se presenta se desarrolla en tres niveles o planos
analíticos: 1. En un primer nivel es fundamental diferenciar entre el documento
y otro tipo de objetos “a la mano” o “a la vista”. 2. En un segundo nivel, debe
deslindarse el complejo universo de los documentos con el fin de definir tipos
y relaciones entre los tipos. 3. Finalmente, el tercer nivel, debe partir del
supuesto de que existe una relación de primer orden entre el documento y quien
lo produce y quien lo utiliza. La obra clásica donde se desarrollan estas
ideas, es: Fundamentos de la teoría de los signos de Charles Morris. Al
considerar el proceso en que algo funciona como un signo (proceso al que Morris
llama semiosis) se pueden distinguir “tres correlatos (vehículo sígnico, designatum,
intérprete)”. A partir de estos correlatos, Morris establece sus relaciones: la
relación de los signos con los objetos a los que son aplicables constituye la
dimensión semántica del estudio del signo; la relación de los signos entre sí,
será la dimensión sintáctica; y, la relación de los signos con los intérpretes
constituye la dimensión pragmática[33].
Utilizando esta metodología, estudiaré al documento en las dimensiones descritas,
constituyendo así tres regiones o ámbitos analíticos: 1. El estudio de lo que
sea el documento, en cuanto a su concepto, o en pocas palabras: ¿qué es lo que
queremos dar a entender cuando utilizamos el término documento? (semántica). 2.
El estudio del documento en tanto que entidad henchida de significado
vinculándolo con otros documentos (aquí se da un paso fundamental del ámbito
del concepto al estudio del documento en el interior de un sistema de
documentación) Esto conforma el plano sintáctico. 3. El estudio de la forma
como el documento es utilizado (lo que constituye el plano pragmático). Un
cuadro permitirá resumir estos planos analíticos:
PLANO
|
TEMAS
|
Semántico
|
Aclaración analítica del documento como realidad material
Definición: ¿qué es un documento?
|
Sintáctico
|
Tipos de documentos y relaciones entre los diferentes
tipos de documentos
|
Pragmático
|
Estudio del documento en relación con sus autores y con
sus posibles usuarios
|
3. 2. SEMÁNTICA DEL DOCUMENTO
La semántica, o estudio del documento
en sí mismo debe hacer resaltar los siguientes aspectos:
1º. El documento tiene dos
componentes esenciales o constitutivos: tiene una base material de existencia y
una forma particular de existir. Si tenemos dificultades para pensar la
diferencia que hay entre materia[34]
y forma del documento, podemos recurrir a un ejemplo sencillo: por lo general,
los libros están hechos de papel y tinta, estos elementos constituyen su
materia. No obstante, la forma como el papel y la tinta se distribuyen es lo
que hace que un libro sea diferente a otro libro.
Los libros y otros tipos de
documentos se distinguen por su forma, antes que por su materia y por ello
también, la forma del libro es lo que le da su terminación, por ello hablamos
de dar formato a un documento o del proceso de formación de un libro. Este
proceso de formación, para el caso del libro, implica ordenar la manera como la
tinta se distribuirá de acuerdo a diferentes procedimientos de impresión.
2º. La materia del documento es algo
físico, un material que encontramos disponible en la naturaleza: madera, cera,
arcilla, papiro, silicón, etc. Pero este material, tal cual lo encontramos en
su medio natural, difícilmente puede ser utilizado para darle forma, plasmar un
texto y crear el documento, por ello, requiere ser transformado por el ser
humano para que pueda recibir en sí mismo algún contenido. Por ello, el
documento es resultado de un proceso de transformación.
El proceso de transformación de la
materia, para crear el documento puede ser más o menos largo en el tiempo, de
acuerdo a la complejidad del tipo de material utilizado y de acuerdo a las
condiciones históricas o sociales particulares y puede requerir además, en
mayor o menor medida, del empleo de tecnología sofisticada para su fabricación
o del uso de materiales escasos para su elaboración.
3º. La forma hace que la materia se
constituya de una manera determinada. Gracias a la forma como se organiza la
materia del documento, se construyen los diversos elementos que configurarán,
posteriormente, un contenido.
4º. El documento en sí mismo, o lo
que puede denominarse sustancia del documento, está dado por la unión de
materia y forma. La sustancia del documento o el documento en sí mismo tiene
una existencia real individual, es una cosa. Gracias a la sustancia, todo
documento ocupa o ha ocupado un lugar en el espacio. Sin embargo, la forma como
existe el documento en el espacio puede ser variable.
Pero además, debido al proceso de
transformación de la materia natural y al de formación del documento, éste se
constituye en un tipo particular de cosa, que se distingue de las cosas
naturales. El documento ha sido producido por la acción del hombre sobre la
naturaleza, contiene algo que el hombre le ha dado y de ahí que pueda ser
considerado como un producto humano y como un resultado de la cultura humana.
5º. En el documento tal cual lo
conocemos (en el que ya se ha dado la unión de forma y materia) podemos
percibir también una materia, la cual ha sido transformada por el hombre
(medium), y un contenido. La materia original del documento ha sido
transformada precisamente para poder recibir un contenido.
6º. La materia final del documento, la cual alberga el contenido, puede
ser llamada medium, soporte físico o soporte material. El soporte material
posibilita que en el documento exista el contenido, este contenido es también
material, pero contiene algo más que simple materia (formas simbólicas).
7º. El contenido del documento es algo creado por el hombre. Lo que
contiene el documento puede ser visto y estudiado bajo diferentes perspectivas
o puntos de vista: como conjunto estructurado de signos (semiología), como
código que contiene un mensaje (por la teoría de la comunicación), como algo
que tiene valor para el hombre y la cultura (sociología), como un testimonio
(historia), como algo a conocer (teoría del conocimiento, psicología), etc.
Este contenido puede ser conocido por alguien y además ha sido concebido y
creado, originalmente, por alguien y para alguien (aunque ese alguien sea yo
mismo). A este contenido no se le puede dar una denominación única, debido a
que puede estudiarse a partir de diferentes perspectivas[35],
algunas de las cuales se resumen en el siguiente cuadro:
PERSPECTIVA
|
CONTENIDO
|
NOMBRE DEL CONTENIDO
|
Historia
|
Relación de hechos o sucesos
pasados
|
Testimonio
|
Semiología
|
Conjunto estructurado de signos
|
Código
|
Sociología
|
Producto cultural
|
Saber, arte, técnica
|
Psicología y teoría del
conocimiento
|
Producto cognoscitivo
|
Objeto de conocimiento
|
Teoría de la comunicación
|
Mensaje codificado
|
Mensaje
|
Economía
|
Satisfactor de necesidades
|
Mercancía
|
8º. Tenemos ahora elementos
suficientes para formar la definición de documento. La
terminología de la documentación publicada por la UNESCO define al documento
como: “A unit consisting of a data medium, the data recorded on it and the
meaning asigned to the data” [“La unidad constituida por el medio, los datos
grabados en él y el significado que se atribuye a los datos”][36].
Esta definición contiene la limitación de definir al contenido como datos y la
ambigüedad de incluir no sólo a la base material de existencia y al contenido
del documento, sino también al sentido, el cual sólo puede ser dado por un
usuario. Por ello, la definición de la Unión Francesa de Organismos de
Documentación, me parece más clara: el documento es “toda base de conocimiento
expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada para consultas,
estudios o pruebas”. Tres elementos deben resaltarse de esta definición:
1. El documento es una base de conocimiento, o sea, permite que el
conocimiento tenga una forma de existencia independiente (material) de aquel
que lo generó.
2. El documento, como base de conocimiento requiere de un soporte material.
3. El documento puede ser utilizado para diversos fines.
Analizaremos cada uno de estos
elementos por separado. Que el documento sea base de conocimiento significa que
es un medio entre aquellos que producen el conocimiento y aquellos que lo
utilizan con diversos fines. Para caracterizar más claramente al documento debe
considerarse a éste como un logro evolutivo vinculado con el desarrollo del
lenguaje, la escritura y el alfabeto y los diversos tipos de soportes
materiales (arcilla, barro, cera, papiro, pergamino, papel, etc.) que han
existido a lo largo de la historia
El documento es un producto humano
que permite la transmisión de los saberes a través de un soporte material. El
documento es además el medio que permite que los muertos hablen con los vivos:
“Para las expresiones
escritas no es necesario que el escritor siga vivo: uno de los usos más remotos
específicamente comunicativos de la escritura consistía, en efecto, también en
el hecho de que ofrecía a los muertos la ocasión de hablarles a los vivos. En
particular los egipcios, en sus inscripciones funerarias, han usado intensamente
esta posibilidad de la autocontinuación más allá de la muerte”[37].
Respecto a los usos del documento, de esto debemos hacernos cargo en la parte
pragmática (véase 3.4 en esta misma parte).
3.3. SINTÁCTICA DEL DOCUMENTO
La sintáctica o estudio del
documento en relación con otros documentos debe hacer resaltar los siguientes
aspectos:
1º. El soporte físico o material del
que están hechos los diferentes documentos es variable. Materiales como piedras
y cortezas de árboles, barro, papiro, pergamino, cera, papel, acetato, película
fotográfica, cinta electromagnética, silicón, etc., se utilizan para crear
documentos. A pesar de ello, en algún momento dado del acontecer histórico, ha
predominado alguno o algunos de estos materiales. El predominio de un soporte
físico, en un momento histórico dado, depende ante todo de los siguientes
factores: la relativa abundancia o escasez en la que se encuentran en el
entorno natural los materiales necesarios, el desarrollo de instrumentos y
técnicas de impresión, y la tecnología disponible (resultado del avance
cultural y científico).
2º. La forma de los documentos es
variable. (En forma impresa en papel, en forma de disco compacto, en forma de
página de Internet, en forma de fotografía). Debido a la variedad de los
materiales empleados para hacer el documento, éste puede tomar diferentes
formas. Puede además haber documentos que tengan diferente forma pero que en su
elaboración se utilicen los mismos materiales, tal es el caso de las revistas y
los libros.
3º. El contenido de los documentos
es variable. (Hay documentos que tratan sobre física, otros sobre química,
otros sobre biología, etc.). Como el contenido del documento ha sido pensado y
plasmado por alguna persona, éste puede variar de acuerdo a los intereses y
necesidades de la persona que concibió el documento.
4º. La cantidad del documento o su
extensión es también variable. (Hay documentos que tienen 1 hoja, otros tienen
mil páginas, otros más abarcan 10K mientras que otros ocupan 10Mb).
5º. Entre los documentos se dan
diferentes tipos de semejanzas, más no de identidad. Esto se debe a que todo
documento es igual a sí mismo, y por lo tanto, ningún documento es igual a otro
documento. Todo documento es único e indivisible. Cuando el documento se divide
deja de ser lo que era para pasar a ser otro u otros documentos. Sin embargo,
existen documentos semejantes. Esta semejanza puede ser de varias formas, las
cuales pueden dividirse en externas e internas:
A. Formas externas de semejanza de
los documentos.
1. Semejanza por el tipo de soporte
físico utilizado para su fabricación. De papel, de cera, etc.
2. Semejanza por la forma. O sea, en
forma de libro, en forma de disco compacto.
3. Semejanza por el color.
4. Semejanza por el tamaño.
B. Formas de semejanza interna de
los documentos.
1. Semejanza parcial por alguna parte del contenido.
Esta puede ser llamada también afinidad temática.
2. La semejanza total, los varios
ejemplares que conforman una tirada o la reimpresión de una obra.
La organización por semejanza
interna es el tipo de ordenación más común en sistemas de gestión documental,
porque resulta la menos arbitraria.
6º. Todo documento es una unidad. A
pesar de ello, el documento puede dividirse de dos maneras: material y
formalmente. Cuando el documento se divide materialmente deja de ser lo que
era, para pasar a ser otros documentos. Además, el documento puede dividirse
sólo formalmente, conservando su unidad material: se pueden, por ejemplo, crear
subunidades dentro del documento, tales como capítulos, obras escritas en
diversos períodos o por diversos autores, etc.
Al dividir formalmente al documento
se conserva la unidad material pero se diferencia entre partes de esta unidad
material. Esta unidad puede tener contenidos muy variados, o puede en sí misma
estar integrada por otras subunidades o subdocumentos.
7º. Existen diferentes tipos de
documentos. De acuerdo al criterio que se utilice para clasificar al documento
pueden determinarse algunos tipos:
A. Por su origen los documentos
pueden ser públicos y privados, a lo que se refiere la distinción entre
documento de archivo y documento de biblioteca.
B. Por el tipo de sentido al que
impactan los documentos pueden ser visuales (libros), auditivos (casetes),
audiovisuales (videocasetes, películas), táctiles (los que utilizan los
ciegos).
C. Por el tipo de material que se
utiliza para su producción los documentos pueden ser impresos (libros),
electromagnéticos (casetes), analógico-digitales (discos compactos),
fotográficos.
3. 4. PRAGMÁTICA DEL DOCUMENTO
La pragmática o estudio del
documento en relación con sus usuarios debe hacer resaltar los siguientes
aspectos:
1º. Todo documento ha sido producido
por alguna persona o por varias personas. Quien ha producido el documento, es
un ser humano. Los animales no producen documentos, aunque sí se informan. Al
que produce el documento se le puede denominar autor del mismo.
En el documento pueden darse dos
tipos de autoridades, que en algunas ocasiones pueden coincidir en una sola persona.
Puede existir, por un lado, el autor del texto y por el otro, el autor de la
forma final del documento. Al primero se le puede denominar autor intelectual y
al segundo autor editorial o editor.
El autor del texto del documento,
realiza el contenido o expresa su mensaje por una necesidad particular, y por
lo general lo hace para que el contenido sea divulgado y conocido por otras
personas. Gracias al documento las ideas que originalmente estaban en el autor
del texto pasan a un medio físico de relativamente estable, que permite que las
ideas se conserven en el tiempo. Las ideas que se transmiten por la vía oral se
las lleva el aire, pero las ideas que son plasmadas en un documento permanecen
en él y vuelven a vivir cuando otra persona entra en contacto con él.
En la medida en que el documento y el texto contenido en él se
conservan, el texto sobrevive a su autor y queda entregado a la historia. Por
ello, el documento tiene una forma de existencia que es histórica: es realizado
en algún momento dado y puede ser leído posteriormente. La restauración es
fundamental para permitir que el soporte material y el texto en él inscrito se
conserven, a pesar del paso del tiempo.
Entre el autor del texto y el editor
se establece una relación de carácter interpersonal. El editor, al recibir el
texto original, tiene ante sí un contenido que puede o no publicar. Todo
documento editado implica una decisión previa sobre un conjunto de factores
(importancia del contenido, originalidad, competencia temática del autor),
siendo la decisión relevante el que el documento sea editado o no. Esta
decisión implica fundamentalmente el conocimiento del texto y la pronunciación
de un juicio de valor sobre el documento. Si el documento es considerado como
valioso y si se encuentra un posible mercado para él, entonces la publicación
puede resultar atractiva.
2º. Todo documento ha sido
producido en el tiempo y por lo tanto, está condicionado por el desarrollo
material e intelectual de la humanidad. Gracias a la producción del documento
en el tiempo, puede afirmarse que todo documento tiene una historia, pero
además, que el conjunto de los documentos existentes en un momento dado, ha
tenido también una historia.
No sólo existe la historia general
del documento, sino también la historia que trata de los materiales de los que
se han hecho los diversos documentos, la historia personal (biografía) de quien
concibió el texto, la historia de quien editó el texto, la historia de las
ideas contenidas en los textos, etc.
3º. El contenido del documento es,
por lo general, algo que se quiere transmitir a otro o a otros, o que se quiere
conservar para utilizarlo posteriormente con fines específicos. La teoría de la
comunicación ve al contenido del documento como un mensaje, el soporte físico es
el medio de este mensaje. Para que este mensaje pueda ser comprendido por un
receptor, requiere ser decodificado. Así, el receptor del mensaje puede llegar
a comprender el texto que el autor plasmó en el documento[38].
4º. La necesidad básica que satisface
todo documento es, por lo general, de índole cognoscitiva. La norma es el uso
del documento con fines de conocerlo, pero también éste puede ser usado, por
ejemplo, para sentarse o pararse sobre de él, entre otras cosas.
La relación que se da entre el documento
y quien lo utiliza es de carácter cognoscitivo. Esto significa que se realiza
siempre mediante un acto de los sentidos. En este acto de los sentidos el
documento está presente al sentido que lo conoce. Sólo a través de la
sensibilidad se puede entrar en contacto con el documento. Los sentidos que
típicamente intervienen para ponernos en contacto con el documento son: la
vista, el oído y el tacto (sobre todo para el caso de los invidentes), aunque
existen documentos que también pueden ser olidos e incluso saboreados. A partir
de la imagen que es percibida por los sentidos, la cual se refiere siempre a
algo material (la tinta en el papel) la inteligencia puede abstraer los datos
de la sensibilidad y decodificar el mensaje, o sea, dar sentido a las ideas que
hay en el documento.
Cuando alguien elabora un documento
lo que hace es dar a sus ideas un medio físico de existencia. Gracias al
documento, las ideas del autor cobran vida en el soporte cuando las está
plasmando y vuelven a cobrar vida cuando alguien descifra estas ideas. El
documento es así una realidad viva cuando se está haciendo y cuando se está
leyendo, pero es algo muerto si nadie lo modifica o si nadie lo lee. Los libros
en una biblioteca son letra muerta o más bien ideas muertas hasta que alguien
las revive.
5º. Para todo documento producido
hay o ha habido en algún momento, por lo menos, un usuario potencial. Esto
significa no sólo que hay o ha habido por lo menos un usuario capaz de
descifrar el contenido del documento, sino también que este usuario puede
satisfacer una necesidad específica mediante el desciframiento del mismo.
6º. Para que un usuario pueda
comprender lo que contiene el documento debe tener la capacidad para
percibirlo, comprender el contenido e interpretarlo a partir de su perspectiva
particular. Por lo tanto, es necesario distinguir con claridad entre el
documento, el contenido del documento y el usuario que interpreta el contenido
del documento.
3.4.1. PRAGMÁTICA FORMAL DEL DOCUMENTO Y HERMENÉUTICA
El uso del documento puede aclararse
mejor a partir de una pragmática formal del documento[39].
La relación entre usuario y documento no se comprende plenamente si antes no se
aclaran los posibles usos que se pueden hacer de un documento y los posibles
casos bajo los cuales este uso se da. En el siguiente cuadro propongo algunos
usos comunes del documento y algunos casos concretos.
TIPO DE USO
|
EJEMPLOS
|
Estratégico
|
Para la toma de decisiones
|
Instrumental
|
Para realizar transacciones de
diversa índole (por ejemplo transacciones comerciales, mediadas por
documentos o cuasi dinero)
|
Académico
|
Para cumplir expectativas
determinadas vinculadas con tareas, evaluaciones, adquisición de
conocimientos y habilidades, etc., en el contexto del sistema educativo y de
la intencionalidad educativa
|
Referencial
|
Para llevar a cabo una consulta
breve y selectiva
|
Experimental
|
Como medio para el registro de
observaciones y protocolos científicos
|
Mnemotécnico
|
Para registrar hechos, anécdotas,
ideas, etc.
|
Realizativo
|
Como medio de autorrealización o
para el logro de una mayor autodeterminación y libertad
|
Judicial
|
Como medio de prueba, testimonio,
registro de testimonio o evidencia
|
Económico
|
Como medio de reproducción
material (mercancía)
|
Cultural
|
Como medio de reproducción
simbólica (de tradiciones, usos, costumbres, leyendas, prejuicios,
estereotipos, etc.).
|
Recreativo
|
Como medio de diversión o
esparcimiento
|
Lúdico
|
Como juego
|
Este cuadro da una idea de la
pluralidad de usos que se pueden hacer de los documentos. Como puede
constatarse, la definición de documento ya citada (documento es “toda base de
conocimiento expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada
para consultas, estudios o pruebas”) limita estos usos posibles, por lo que es
mejor adoptar una definición más amplia. Esto es, los documentos no sólo se
usan para consultas (uso referencial), estudios /uso académico) o pruebas (uso
experimental y judicial) sino también con fines culturales, mnemotécnicos,
recreativos, etc. Por ello, la definición de documento que proponemos dice así:
documento es toda base de conocimiento expresada en un soporte material y
susceptible de ser utilizada para diversos fines.
Nuestra pragmática puede
enriquecerse notablemente si introducimos aquí algunos supuestos de la
filosofía hermenéutica del siglo XX. Quizá el aspecto más práctico de nuestra
aproximación a los documentos sea el desentrañar su contenido, el apropiarse de
ellos cognoscitivamente. Para que el proceso de la comunicación mediado por
documentos se dé de manera completa no sólo se requiere que el documento llegue
a manos del usuario, sino que también éste acepte aproximarse al documento para
desentrañar su contenido, para comprender. Sólo cuando se comprende el
contenido de un documento y este contenido tiene alguna novedad para el usuario
se puede decir que éste se ha informado.
Comprender el contenido de un
documento, descifrar un texto es aquí de importancia fundamental. La
consideración más elemental es que para comprender textos se requiere tener
competencia en el código del texto: si yo no hablo japonés un artículo
científico escrito en japonés será para mí incomprensible; se debe aprender a
leer y escribir. La lectoescritura es una competencia elemental sin la cual no
se puede ser usuario de documentos, sólo se les puede manipular, pero no se
puede acceder a su contenido. Leer es entonces una actividad que permite
desocultar lo contenido en el texto, es una forma de mostrar que puede o no
llevar a la verdad del texto, dependiendo de la dialéctica autenticidad/inautenticidad
en la que se puede encontrar inmerso el usuario con todas las posibilidades de
perderse en la aberración individual, grupal o general en que caer el sentido
común[40].
Hay en el desciframiento de los
documentos un sentido críptico que no se da cuando estamos ante monumentos
arqueológicos, no en balde, en el pasado (tanto en el remoto de las primeras
civilizaciones, como en la edad media) los sacerdotes tenían un acceso
privilegiado al saber de los textos. Parece como si la lectura cancelara el tiempo,
anulando pasado y futuro, y el espacio, suprimiendo todo tipo de distancias: “No hay nada que sea una
huella tan pura del espíritu como la escritura, y nada está tan absolutamente
referido al espíritu comprendedor como ella. En su desciframiento e interpretación
ocurre un milagro: la transformación de algo extraño y muerto en un ser
absolutamente familiar y coetáneo. Ningún otro género de tradición que nos
llegue del pasado se parece a éste. Las reliquias de una vida pasada, los
restos de edificios, instrumentos, el contenido de los enterramientos, han
sufrido la erosión de los vendavales del tiempo que han pasado por ellos; en
cambio la tradición escrita, desde el momento en que se descifra y se lee, es
tan espíritu puro que nos habla como si fuera actual. Por eso la capacidad de
lectura, que es la de entenderse con lo escrito, es como un arte secreto, como
un hechizo que nos ata y nos suelta. En él parecen cancelados el espacio y el
tiempo. El que sabe leer lo transmitido por escrito atestigua y realiza la pura
actualidad del pasado”[41].
Se dice que estamos en el umbral de la sociedad del
conocimiento o sociedad de la información, pero creemos que en estos momentos
es urgente distinguir con claridad: no es lo mismo la proliferación de
conocimientos que la competencia para su aplicación, no es igual tener a la
mano documentos con “información fresca” que saber qué hacer con ella. Tampoco
la acumulación de conocimientos implica más saber porque: “Saber significa
poder sostenerse en la verdad... Tener simplemente conocimientos, por amplios
que sean, en absoluto es saber. Ni siquiera lo es cuando estos conocimientos,
por medio de planes de estudios y de exámenes, se reducen a lo más importante
desde el punto de vista práctico. Ni tampoco cuando estos conocimientos,
reducidos a las necesidades del uso, fueran cercanos a la vida real, su
posesión supondría saber alguno. Aquel que disponga de esos conocimientos y que
además se haya entrenado en algunas habilidades y maniobras prácticas, será no
obstante un chapucero desorientado frente a la realidad existente... Porque no
posee un saber, ya que saber significa poder aprender”[42].
La información, como categoría analítica explica los
mecanismos de transmisión de datos entre máquinas (triviales) pero no explica
cómo se articula la comunicación en el medio de la sociedad, a partir de un
sentido colectivamente construido con significados comunes y vinculantes: “La
comprensión prevaleciente en nuestros días de la comunicación está basada en la
noción de transmisión de información. Esta es una noción heredada de la
ingeniería de la comunicación y desarrollada por C. Shannon, entre otros. Se
ocupa de la comunicación entre máquinas -esto es, entre un transmisor y un
receptor (como sucede en los procesos de transmisión radial). Este marco, a
pesar de su utilidad en cuestiones técnicas de transmisión, demuestra su
deficiencia cuando se utiliza para comprender la comunicación humana”[43].
Nosotros consideramos que el recurso que en estos es absolutamente vital y
no-renovable, no es la información, sino el tiempo. Cada vez será más
importante saber actuar con rapidez (y desde luego, en el momento oportuno).
Nuestras sociedades complejas se podrían denominar, por ende, sociedades de
tiempo acelerado. Si recordamos que en la lectura tiempo y espacio se anulan,
no sorprenderemos por su enorme potencial para abrir nuevos mundos y
descubriremos en la hermenéutica, entendida como disciplina que se encarga del
arte de comprender documentos[44].
Para llevar la propuesta hermenéutica de Gadamer al plano
que más nos interesa, requerimos por el momento, dejar de lado los supuestos de
una hermenéutica con pretensiones de universalidad[45],
para estudiar la práctica de la hermenéutica en el caso concreto del estudio de
textos. Aquí seguiremos de cerca la propuesta hermenéutica de Bernard Lonergan,
tal cual la enuncia en su consagrado Método en teología. Para Lonergan, la
hermenéutica se refiere a los principios de la interpretación, mientras que la
exégesis es la aplicación de los principios a una tarea determinada[46].
El propósito de Lonergan al exponer su método exegético no es sólo aplicarlo a
la teología, se trata de un método válido para cualquier labor exegética: “the
presentation will be so general that it can be applied to any exegetical task”[47].
Lonergan afirma que no cualquier texto necesita ser
interpretado, pero sí comprendido. La interpretación se da cuando hay un
déficit en la comprensión (en el ejemplo de Gadamer, la interpretación se
aplica sobre todo a una lengua extraña que no comprendemos). El problema de
general de la interpretación se esconde detrás de la preguntas: ¿qué
significado tiene una oración, un párrafo, un capítulo o un libro determinado? Partiendo de este problema
hermenéutico fundamental se dan tres operaciones exegéticas básicas: 1)
comprender o entender un texto, 2) juzgar qué tan correcta es la forma como uno
ha comprendido el texto, y 3) establecer lo que uno juzga que es la correcta
interpretación del texto[48].
Para poder realizar la primera operación exegética, es necesario
a su vez, desglosar la exégesis en los siguientes momentos o aspectos: entender
el objeto sobre el cual versa el texto, entender las palabras empleadas en el
texto, entender al autor que empleó las palabras, entenderse a uno mismo (o
sea, llegar a entender gracias a un proceso de aprendizaje personal que en
ocasiones es resultado de una conversión[49]).
Nos concentraremos en los tres primeros momentos para hacer algunas
consideraciones sobre qué significación y peso tiene cada uno de ellos.
Lo primero que se requiere para aproximarse a un texto, es
entender el tema o la materia sobre la que trata, o lo que es lo mismo, tener
competencia en el objeto sobre el que el texto versa. En nuestro recorrido por
la escuela española de documentación nos habíamos encontrado con un problema
particularmente escabroso: la distinción entre bibliotecarios y
documentalistas. Los españoles argumentaban que la diferencia entre ambos era
la competencia temática del documentalista (lo que nosotros definimos como
competencia para realizar observaciones y descripciones de segundo orden o
nivel): a diferencia del bibliotecario, el documentalista podía realizar
análisis detallados de las obras, lo que suponía una competencia especializada
en la materia sobre la que la obra versa. Como vimos, esta competencia no era
exigible ni al bibliotecario ni al documentalista. Recurrimos para ello al
ejemplo del libro Conceptos fundamentales de Martin Heidegger, y demostramos (o
por lo menos así lo creemos) que el único profesionista competente para
realizar un análisis pormenorizado del texto era un conocedor de la filosofía
de Heidegger y de la filosofía occidental en general; pedirle a un
bibliotecario o incluso a un documentalista semejante grado de pericia es
francamente exigir demasiado. Si volvemos a nuestra crítica, constataremos que
sólo puede analizar un texto con competencia para describirlo en sus detalles
más significativos, aquél que conozca la materia sobre la que el texto versa.
Lonergan distingue claramente entre el estudiante y el
exégeta: el estudiante lee para aprender acerca de un tema que todavía no
conoce, el exégeta conoce bien el tema del que trata el texto, pero su labor
está aún por realizarse, ya que no se le exige a él tanto el conocimiento del
tema, como el juicio de si el texto revela un adecuado conocimiento de los
objetos sobre los que trata el texto[50].
Entre los roles del estudiante y del exégeta se puede ubicar el rol del gestor
encargado de representar un texto a un usuario (sea mediante la catalogación
descriptiva, sea mediante bibliografías críticas, sea mediante servicios de
alerta): el estudiante no conoce el tema y se aproxima al texto para hacerse
del conocimiento que le faltaba, el exégeta ya conoce el tema por lo que es
competente para juzgar si se ha expuesto de forma adecuada; en el punto medio
está el gestor, conoce el tema más que el estudiante, pero no es un experto
para juzgar respecto a la adecuación de la exposición del autor, aunque sí
puede llegar a ser un experto para juzgar qué elementos del texto deben darse a
conocer a un usuario (lo que es distinto que el juicio que se emite sobre la
corrección de la exposición). Por consiguiente, la comprensión del tema del
texto es requisito necesario para saber qué puede ser relevante para un usuario
determinado, pero esta comprensión no puede ir más allá para llegar a juzgar si
la exposición es correcta o no (a menos que el facilitador sea un reconocido
experto en el tema sobre el que verse la obra, que podría ser el caso con
libros sobre bibliotecas).
El conocimiento del tema o del objeto del texto es sólo el
primer paso: permite aceptar de entrada el texto, aproximarse a él. Pero el
conocimiento del tema es una operación diferente que la interpretación de las
palabras del texto, esta última es una labor aún más ardua. El entender el
tema, sólo sirve para identificar el sentido obvio de un texto: “The meaning of
a text is an intentional entity. It is a unity that is unfolded
trough parts, sections, chapters, paragraphs, sentences, words. We can grasp
the unity, the whole, only through parts. At the same time the parts are
determined in their meaning by the whole which each part partially reveals.
Such is the hermeneutic circle”[51].
Para
lograr una exégesis adecuada del texto en este nivel, no sólo es necesario
desentrañar el sentido de las palabras, para comprender el sentido de las
oraciones, y entender el sentido de las oraciones para interpretar los
párrafos, capítulos, secciones y partes, sino además se requiere analizar la
forma de composición del texto, determinar el propósito del autor, el estado
del conocimiento de la gente para la que escribió, la ocasión en la que
escribió y la naturaleza de los medios lingüísticos, gramaticales y
estilísticos empleados[52].
A estas alturas, debe resultar del todo claro que la
hermenéutica es cosa seria y que la exégesis es una labor ardua. Por lo
general, para representar un texto para un usuario determinado, basta que el
gestor conozca algo del tema sobre el que versa el texto y comprenda algunos de
los significados y sentidos básicos del texto. Por ello, sólo mencionaremos
brevemente las dos últimas operaciones involucradas en la comprensión de un
texto: la comprensión del autor y la comprensión que el exégeta tiene de sí
mismo. Dejaremos de lado en esta obra los dos últimos momentos del método
exegético de Lonergan, el juzgar la corrección de nuestra propia interpretación
del texto y el establecer lo que uno juzga que es el sentido correcto
(canónico) de un texto, debido a que son operaciones sumamente especializadas y
son realizadas solamente por los exégetas profesionales.
Digamos brevemente, que en lo que respecta a la comprensión
del autor del texto, lo que aquí se busca es comprender las situaciones que
enmarcan el contexto de su vida: su nación, idioma, tiempos, cultura, estilo de
vida y forma de pensar[53].
Por último, la comprensión de sí mismo es un proceso motivado sobre todo
por la lectura de grandes textos: “The major texts, the classics, in religion,
letters, philosophy, theology, not only are beyond the initial horizon of their
interpreters but also may demand an intellectual, moral, religious conversion
of the interpreter over and above the broadening of his horizon”[54].
Esta
última operación vinculada a la comprensión de textos, es la que lleva al
intérprete más allá de sí mismo: al éxtasis; quien logra ir más allá de su
propio horizonte, quien lo amplía, se ubica en un nuevo campo de acción que no
se volverá a plegar sobre sí mismo (una vez expandida la mente, regresar al
“estado original de inocencia” sólo puede lograrse gracias a un aberrante
retroceso llamado involución[55].
Gracias a esta última operación se realiza lo que idealmente debería lograrse
al abrir un nuevo libro: revelar un mundo, abrir nuevos horizontes, y en el
sentido más pleno, aprender del autor del texto sobre una nueva forma de vida,
una realidad alternativa o una nueva forma de percibir la realidad.
3.4.2. PRAGMÁTICA DEL DOCUMENTO TIPÍCO DE LOS SISTEMAS DE
GESTIÓN DOCUMENTAL: DOCUMENTOS DE BIBLIOTECA Y DOCUMENTOS DE ARCHIVO
El mundo del documento es, de
acuerdo a la teoría de la documentación, muy amplio. Por ello, es necesario
precisar con toda claridad qué tipos de documentos estudia la teoría
Bibliotecaria. Una vez definidos estos tipos de documentos, podremos proceder a
analizar la forma como el documento es estudiado formalmente por la teoría
Bibliotecaria.
Debemos tomar como punto de partida
una afirmación que podría parecer trivial, pero que no lo es: si los
bibliotecarios y los archivistas estudiaran el mismo tipo de documentos,
tendrían los mismos métodos y técnicas de organización, por lo que no habría
diferencia entre ambas carreras e indistintamente los bibliotecarios
trabajarían en archivos (realizando actividades de archivista) y los
archivistas en bibliotecas (realizando actividades de bibliotecario). Pero los
documentos de archivo y de biblioteca son diferentes y forman parte de un
universo más amplio, en el que puede haber documentos de archivo, documentos de
biblioteca, documentos utilizados con fines meramente instrumentales,
documentos intencionales y documentos de entorno. Parte de este universo se
puede apreciar con mayor claridad en el siguiente cuadro:
TIPO
DE DOCUMENTO
|
EJEMPLOS
|
Documentos de archivo
|
Cartas, oficios, actas,
memorándums, fotografías, etc.
|
Documentos de biblioteca
|
Libros, revistas, diarios, discos
compactos, etc.
|
Documentos instrumentales
|
Hojas sueltas, trípticos, agendas,
billetes, tarjetas, boletos, licencias, etc.
|
Documentos intencionales
|
Cualquier objeto que se hace
documento a pesar de no haber sido originalmente concebido como documento
|
Documentos de entorno
|
Documentos que sólo se utilizan
como objetos decorativos: libros, fotografías.
|
Puede pensarse que con este cuadro
está suficientemente clara la diferencia entre documentos de archivo y
documento de biblioteca y por ende, entre la profesión bibliotecaria y la
archivística; sin embargo, las definiciones ostensivas (mediante ejemplos) son
insuficientes si no se agregan aclaraciones posteriores. Diferencias
adicionales deben introducirse para clarificar mejor la diferencia entre
documentos de archivo y documentos de biblioteca; para lograr este objetivo
utilizaré los criterios: forma de producción, tipo de difusión, forma de uso,
tipo de interés, forma de mostración de procesos históricos y valor.
1º. El documento que
tradicionalmente se encuentra en los sistemas de gestión denominadas
bibliotecas es, por lo general, de interés público y además ha sido o es de
difusión masiva y de circulación más o menos amplia.
El documento de biblioteca se
caracteriza ante todo por ser de distribución no restringida, de circulación
más o menos amplia, y producido para
satisfacer necesidades de carácter social o cultural, de manera masiva o
ilimitada. O sea, es un documento que originalmente se hizo público con la
intención de que fuera conocido por un círculo más o menos amplio de personas.
Esto vale incluso para libros sumamente especializados, ya que a pesar de que
están destinados a un círculo reducido de personas, se han publicado con el fin
de llegar a éstas de manera amplia, sin ninguna restricción en cuanto a su uso,
producción, distribución y venta.
El documento de biblioteca es de
interés general y público. Esto a diferencia no sólo de los documentos privados
(como pasaportes, credenciales, licencias, diarios íntimos, etc.) sino también
del documento de archivo, el cual representa un interés muy particular y es de
carácter eminentemente privado e institucional. La distinción entre documento
de archivo y documento de biblioteca parece difícil, pero si se piensa, por
ejemplo, en los documentos que tenemos en casa, fácilmente se podrá distinguir
entre ambos: los documentos de archivo son los que le interesan a mí y a mi
familia y por lo general son únicos (actas, boletas, recibos, comprobantes, etc.),
mientras que los documentos de biblioteca le interesan no sólo a mi familia
sino a otras personas, y además de los ejemplares que hay en mi casa, existen
otros ejemplares en otras casas. La distinción entre documentos de archivo y
documentos de biblioteca es fundamental, ya que se refiere a dos ámbitos de
gestión documental heterogéneos entre sí. El siguiente cuadro sintetiza las
diferencias fundamentales entre los documentos de biblioteca y los documentos
de archivo:
Forma de diferenciación/tipo de documento
|
Documento de archivo
|
Documento de biblioteca
|
Producción
|
Limitada
|
Ilimitada
|
Difusión
|
Restringida
|
Amplia
|
Uso
|
Particularizado
|
Generalizado
|
Interés
|
Preponderantemente institucional
|
Preponderantemente social
|
Procesos históricos que
muestra/revela
|
Internos
|
Colectivos
|
Valor
|
Inestimable
|
Estimable con base en el precio
fijado por el mercado
|
La introducción de la diferencia
entre documentos de archivo y documentos de biblioteca se revela como
fundamental para distinguir entre dos ámbitos del saber que, pese a compartir
algunos presupuestos básicos, deben diferenciarse en función de los diferentes
tipos de documentos que se administran. La experiencia cotidiana permite
constatar que existen documentos de archivo que se integran a los sistemas de
gestión denominados bibliotecas; así por ejemplo, sucede con incunables,
ediciones príncipes o libros raros y valiosos, los cuales se integran a los
fondos de algunas bibliotecas de manera arbitraria, ya que, por cuestión de
principio, deben considerarse como documentos especiales: su forma de
representación/organización es diferente respecto a otros documentos, su uso y
reproducción se restringe y su valor llega incluso a sobrepasar el valor de
todas las restantes obras que integran las colecciones (ciertamente, un solo
ejemplar de la Biblia de Gutenberg puede valer más que todas las colecciones
juntas, sobre todo si éstas se integran por obras de las cuales se encuentran
disponibles muchos ejemplares).
2º. La teoría bibliotecaria estudia
al documento, pero no en sí mismo, ya que este tipo de estudios son competencia
tanto de la bibliología como de la documentología. Ciertamente el documento es
el objeto material de estudio de la teoría bibliotecaria, pero la
diferenciación de la ciencias no se da con base en el objeto material, ya que
si esto fuera así, no podría diferenciarse a la antropología de la anatomía, ya
que ambas tienen como objeto material de estudio al hombre. Así, lo que
diferencia a una ciencia de otra, no es el denominado objeto material, o sea, la
realidad u objeto que estudian, sino el objeto formal, o el enfoque o punto de
vista a partir del cual se estudia al objeto material. Por ello, si bien la
documentología y la teoría bibliotecaria tienen en el documento su objeto
(material) de estudio, lo que las diferencia con toda claridad es el punto de
vista a partir del cual estudian o consideran al documento.
Con base en la distinción entre
puntos de vista (u objetos formales), se pueden diferenciar claramente los
ámbitos o intereses cognoscitivos de la documentología y de la actividad
bibliotecaria: mientras que la documentología considera al documento en sí
mismo, la teoría bibliotecaria lo estudia desde el punto de vista de su
administración en sistemas de gestión documental, considerando además las
relaciones que se dan con el entorno vía documentos y usuarios de documentos;
estas relaciones con el entorno son tan complejas que cabe sólo establecer que
existen diferentes tipos de relaciones: tanto con el entorno, conformado por
usuarios y “bibliotecarios”, como con sistemas en el entorno (organizaciones,
interacciones, sistema del derecho, sistema político, etc.). El tema de los
sistemas de gestión documental y su entorno será abordado en la cuarta parte,
por el momento, es necesario considerar atentamente si es posible hablar ya no
de teoría bibliotecaria sino de ciencia bibliotecaria. A ello dedicaremos el
siguiente apartado.
[3] José López Yepes y Juan Ros García. ¿Qué
es documentación?: teoría e historia del concepto en España. p. 23.
[4] El concepto de intencionalidad es uno
de los más difíciles de definir debido a la variedad de sus usos: lo hizo
intencionalmente, tiene buenas intenciones, su intención original no era esta,
etc. Es importante aclarar el uso que se da a este concepto en el presente
trabajo. La noción de intencionalidad fue desarrollada por la escolástica en
dos sentidos: 1. Para explicar el conocimiento en términos de acto intencional.
Así, la especie de ser que es el conocimiento se puede denominar esse
intentionale: “La noción de intencionalidad es valedera para toda especie
de conocimiento, no sólo para la sensación y el concepto, sino también para la
conciencia”. Roger Vernaux. Epistemología general o crítica del
conocimiento. p. 107. 2. En el ámbito moral, la intención es el fin que se
busca con el acto moral, y por ende, es también el sentido del mismo: “La real
diversidad de los momentos o de los actos que integran el acto humano total
está atravesada por la unidad dialéctica que los empuja hacia un fin presente
desde el principio en forma intencional”. René Simon. Moral. p. 66. El
concepto de intencionalidad pasa de Brentano a Husserl: “En general, es
inherente a la esencia de todo cogito actual ser conciencia de algo.
Pero a su modo es también... la cogitatio modificada igualmente
conciencia, y de lo mismo que la correspondiente no modificada. La propiedad
esencial de la conciencia se conserva, pues, en el curso de la modificación.
Todas las vivencias que tienen en común estas propiedades esenciales se llaman
también vivencias intencionales...; en tanto son conciencia de algo, se dicen
“referidas intencionalmente” a este algo”. Ideas... 36. Habermas distingue
claramente entre la intención referida a pensamientos y vivencias, y la
intención tomada en sentido estricto: “Los pensamientos y vivencias son
intencionales en el sentido de que se dirigen de determinada forma a objetos o
contenidos... En un sentido estricto, teleológico, la intención puede
entenderse como designio de un sujeto que persigue una meta o trata de realizar
un fin...” Intención, convención e
interacción lingüística. En Teoría de la acción comunicativa: complementos y
estudios previos. p. 264. En esta obra, la documentación consiste en el
acto por medio del cual alguien tiene como fin hacer de “algo” un documento.
Este “algo” que se hace documento no fue originalmente diseñado como medio de
difusión. Por ejemplo, una valija se documenta en un el mostrador de un
aeropuerto; una persona se documenta en la aduana, etc.
[6] Hay que distinguir, con claridad, entre
una persona documentada y una informada. Una persona documentada es por lo
general una persona culta, pero una persona informada puede o no ser culta,
basta que esté al tanto de las últimas noticias. Por otro lado, todos los
animales pueden informarse, pero ningún animal se puede documentar, en el
sentido de cultivarse a través de documentos.
[12] Entendiendo por semántica al “sector de
la lingüística que se dedica al estudio del significado”. Enciclopedia de la
Filosofía. p. 894.
[14] Cf. GLU: Glosario sobre la teoría
social de Niklas Luhmann. p. 110 ss. et passim. Niklas Luhmann y
Raffaele de Georgi. Teoría de la sociedad. p. 89 ss.
[19] “La actualidad es nota esencial de toda
noticia. Un acontecimiento que no se da a conocer a tiempo pierde su condición
de noticiable. Las noticias son, fundamentalmente, comunicaciones referidas al
acaecer presente. Al tratar de la información cotidiana estudiamos la
actualidad en su dimensión interna, referente a aquel sector del saber centrado
en las exigencias presentes de la existencia; la actualidad como reflejo del
espíritu del tiempo, cuyo conocimiento es necesario para saber a qué atenernos
y para desenvolvernos en el curso de la vida”. Jorge Xifra Heras. La
información: análisis de una libertad
frustrada. p. 82.
[26] La distinción entre acto de informar a
otros y acto de informarse a sí mismo con base en documentos está en el fondo
de la labor periodística: “Los grupos emisores de noticias, antes de realizar
la actividad informativa, han de desplegar una labor de documentación, es
decir, de recogida y almacenaje de datos. La documentación en (sic.) una
función ascendente que parte del hecho concreto, de la noticia; la información,
en cambio, es una actividad descendente, de difusión de aquellos datos, después
de haber sufrido una selección y una elaboración; mientras aquélla versa sobre
acontecimientos, ésta se dirige a los hombres”. Xifra Heras, Jorge. p. 102. Es
importante aclarar que en este libro utilizamos el concepto de documentación en
un sentido diferente: como acto intencional que documenta. El concepto que el
autor da de documentación es definido en esta obra como información documental.
[27] “Periodista es aquél que lo mismo
redacta una editorial... un suceso, una crónica, un artículo de fondo, una
entrevista, que confecciona y ordena una plana o dirige su ajuste en platina,
conociendo los tipos de letras y todo cuanto es necesario para entenderse en un
taller de imprenta. Este concepto, a pesar de su aparente amplitud, debe
extenderse sin embargo, en términos análogos, a los profesionales de los medios
audiovisuales: televisión, radio y cine, o sea, a todos aquellos que realicen
profesionalmente... tareas de información periodística”. Jorge Xifra Heras. Op. cit. p. 108.
[30] “Toda base de conocimiento expresada en
un soporte material y susceptible de ser utilizada para consultas, estudios o
pruebas”. José López Yepes y Juan Ros García. op. cit. p. 36. Esta definición
contiene los elementos básicos que caracterizan al medio de difusión denominado
documento: forma/medium.
[32] Sin embargo, a pesar de que el libro es
el tipo más común de documento, no es la única forma como los documentos se
presentan.
[34] “Originariamente [materia] significa la
primera materia de que el hombre modela las obras de su habilidad artística...
en oposición a la forma que la materia recibe por su elaboración. La oposición
entre materia y forma se ha trasladado luego a los cuerpos naturales... en el
lenguaje filosófico corriente el término materia rebasa la esfera del mundo de
los cuerpos, designando en sentido latísimo lo determinable (formable) como
contrapuesto a la forma determinante”. “Materia” En Brugger. Diccionario de
filosofía. p. 353-354
[35] Inclusive un
objeto tan simple como el triángulo puede ser visto desde diferentes
perspectivas: “a triangle... can be seen as a triangular hole, as a solid, as a
geometrical drawing; as standing on its base, as hanging its apex; as a mountain,
as a wedge, as an arrow of pointer, as an overtuned object which is meant to
stand on the shorter side of the right angle, as a half parallelogram, and as
varios other things”. [“Un triángulo...
puede ser visto como un hoyo triangular, como un sólido, como un dibujo
geométrico; como parado sobre su base o sobre un vértice; como una montaña,
como una cuña, como la flecha de un apuntador, como un objeto fuera de
tonalidad que ha sido creado para sostenerse sobre el lado angosto del ángulo
recto, como un paralelogramo a la mitad o como varias otras cosas ”]. Ludwig
Wittgenstein. Philosophical Investigations. p. 200.
[36] López Yepes, José y Juan Ros García. ¿Qué
es documentación?: teoría e historia del concepto en España. p. 89.
[38] Para David K. Berlo, los
componentes del proceso de la comunicación son: “1. La fuente de la
comunicación. 2. El encodificador. 3. El mensaje. 4. El canal. 5. El
decodificador. 6. El receptor de la comunicación”. Berlo. p. 25. Dentro de
estos componentes, el autor del documento es la fuente, el cual traduce en un
código (encodifica) el mensaje que quiere transmitir. El documento funciona
como el lugar donde se encuentra el mensaje, o sea, es el canal. El usuario es
el receptor del mensaje, cuyo código traduce (decodifica) para así poder
comprender el mensaje. Berlo explica así el proceso de relación de un autor de
documentos con un usuario: “en esta situación de comunicación, yo hice las
veces de fuente. Yo tenía un propósito al escribir este manuscrito, este
mensaje. Mis mecanismos para escribir hicieron de encodificador (claro está que
las máquinas de escribir, las mecanógrafas y las prensas impresoras también
sirvieron de encodificadores). El mensaje incluye las palabras de esta página y
la forma en que están dispuestas, es transmitido por un libro, por medio de
ondas luminosas. Su ojo es el decodificador; recibe el mensaje, lo decodifica,
lo retraduce en un impulso nervioso y lo envía finalmente a su sistema nervioso
central, el receptor”. El proceso de la comunicación:
introducción a la teoría y a la práctica. p. 26
[39] Para el desarrollo de una pragmática
del documento, se deben analizar los diferentes usos que se hacen del
documento. Para este desarrollo, resultan fundamentales las ideas que
Wittgenstein expone en los cuadernos azul y marrón.
[40] Al respecto Cf.
Bernard Lonergan. Insight. p. 276 ss. “Al igual que la aberracción
individual, también la aberración de grupo radica en una interferencia en el
desarrollo del
sentido común práctico... la aberración de grupo conduce a una aberración en el
principio generador de un orden social en desarrollo... Además de la aberración
del sujeto dramático, del individuo egoísta, del miembro de una clase o de una
nación dadas, hay otra aberración a la cual todos los seres humanos son
proclives... Todo especialista corre el riesgo de convertir su especialidad en
una aberración, al no reconocer ni apreciar la importancia de otros campos. El
sentido común comete casi invariablemente ese error...”. p. 279, 281,
283-284.
[44] Gadamer amplió su hermenéutica también
a la esfera del arte: “la hermenéutica tendría que entenderse... de una manera
tan abarcante que tendría que incluir en sí toda la esfera del arte y su
planteamiento”. Verdad y método: I. p. 217. Nosotros nos limitamos aquí
a postular la utilidad de la hermenéutica para comprender documentos, sin negar
su utilidad para el arte y la vida. Por ello, nos alejaremos de la propuesta
esteticista de Gadamer.
[45] Para una crítica al proyecto
gadameriano Cf. Jürgen Habermas. “La pretensión de universalidad de la
hermenéutica”. En La lógica de las ciencias sociales.
[47] [“... la presentación debe ser lo
suficientemente general como para poderse aplicar a cualquier labor
exegética”]. Idem.
[51] [“El significado de un texto es un ente
intencional. Es una unidad que puede ser desglosada en partes, secciones,
capítulos, párrafos, oraciones, palabras. Podemos captar el sentido de la
unidad, el todo, a través de las partes. A la vez, el sentido de las partes es
determinado en su sentido por el todo que cada parte revela parcialmente. Este
es el círculo hermenéutico” ]. Ibid., p. 159.
[54] [“Los grandes textos, los clásicos en
religión, literatura, filosofía o teología, no sólo están más allá del
horizonte de sus intérpretes, sino que también exigen una conversión
intelectual, moral o religiosa del intérprete que vaya más allá de su propio
horizonte” ]. Ibid., p. 161.
[55] Ni siquiera la aufhebung
-superación- hegeliana implica un volver al origen, sino antes bien una
superación del origen. Cf. Hegel. Ciencia de la lógica. Libro I. Primera
sección. Primer capítulo. Inciso C: Devenir.
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