domingo, 9 de febrero de 2014

El Problema de la calidad de la enseñanza

EL PROBLEMA DE LA CALIDAD DE LA ENSEÑANZA
Por Javier Brown César
Artículo originalmente publicado en la revista Bien Común y gobierno. No. 76, abril de 2001. p. 48-55. 
 

 

A la memoria de Ernesto Meneses Morales


 

Fue a principios de la década de los ochentas que el tema de la calidad comenzó a cruzar definitivamente la frontera de la teoría administrativa para instalarse en el discurso educativo. El reclamo por una mejor calidad en la enseñanza surgió de la constatación de la brecha existente entre lo esperado y lo logrado. En octubre de 1981, Rafael Oceguera Ramos, entonces director de primarias “declaraba que la educación actual no respondía a las expectativas de un país en franco proceso de despegue económico y asediado por la ignorancia, la injusticia y la marginación”[1]. Este reclamo mantiene, al día de hoy, su vigencia. Durante la administración de José López Portillo se concluyó que “logrado el objetivo de dar educación a todos los niños, la tarea fundamental del próximo sexenio sería elevar la calidad académica, la cual dejaba mucho que desear”[2]. Más allá de la constatación de que el sistema educativo no daba los resultados deseados, no se llegó a una concepción de la calidad educativa; ni siquiera se llegó a la conclusión, casi evidente de que para estimar la calidad se requiere “una norma contra la cual se hagan las comparaciones que permitan juzgar si la calidad es mejor, peor o igual”[3].  

 

Casi una década después, el 18 de mayo de 1992, durante la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, el tema de la calidad apareció como una variable dependiente de los contenidos y materiales educativos: “Existe un amplio consenso acerca de que una educación básica de calidad es la que se concentra en la impartición de aquellos conocimientos verdaderamente esenciales. Este criterio normará una reforma integral de los contenidos y materiales educativos que significará la renovación total de programas de estudio y libros de texto para el año escolar 1993-1994”[4]. La fórmula era: a mejor currículum (planes y programas, objetivos y contenidos y materiales educativos), mayor calidad. Se dio la reforma curricular, se reformaron los planes y programas de estudio y los libros de texto, pero la calidad no mejoró. Quizá esta no mejoría se debió a que la reforma curricular se entendió en un sentido muy limitado: sólo se reformaron planes y programas, textos y algunos métodos, pero no se alteró sustancialmente el modelo pedagógico frontal, ni se rediseñaron las aulas o los tiempos didácticos (aunque sí se llegó a ampliar el calendario). Pero es probable también, que el hecho de que la calidad de la educación no haya mejorado sustancialmente, se deba a que no existe una relación directa entre reforma curricular y calidad de la enseñanza: no toda reforma curricular lleva de manera necesaria a mejorar la calidad.

 

Un paso adelante se dio bajo el gobierno de Ernesto Zedillo: la guía para la tercera evaluación del ANMEB (Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica) desarrollaba un apartado especial para el rubro de calidad. De la fórmula: calidad igual a reforma curricular (parcial), se pasó a otra fórmula mucho más compleja y completa: calidad igual a reformulación de contenidos de planes y programas; renovación de libros de texto y materiales; programas federales de nuevas tecnologías; formación, superación y actualización del magisterio; carrera magisterial y revaloración de la función docente; características de jefes de sector, supervisores y jefes de enseñanza; papel desempeñado por los directores; y evaluación de maestros y alumnos[5]. La calidad, bajo esta nueva concepción (que no definición), se consideró como variable dependiente de reformas en cuatro rubros principales de política educativa: currículum, tecnología educativa, magisterio y gestión. Pero a pesar de este avance la calidad no mejoró sustancialmente. El reclamo casi unánime en la campaña federal del 2000 siguió siendo: mejorar la calidad de la educación.

 

La más reciente concepción de la calidad en la enseñanza parte de una constatación casi elemental: “La “calidad” rara vez se define intrínsecamente; a menudo se la describe como la concurrencia de los criterios de cobertura, equidad, eficacia, eficiencia y pertinencia”[6]. Por ende, se propone una resemantización del concepto: la calidad debe referirse al desarrollo humano, a los requerimientos de la sociedad y al entorno internacional[7]. ¿Es esto un avance? Sin duda no, porque no se supera todavía el esquema clásico que define a la calidad extrínsecamente; en este caso, la calidad se definiría como: pertinencia a un modelo de desarrollo humano, adecuación a los requerimientos de la sociedad y relevancia del aprendizaje permanente en un entorno internacional (en pocas palabras: calidad igual a pertinencia, más adecuación, más relevancia).

 

¿Acaso entonces la calidad resulta de un agregado de conceptos prescriptivos como eficacia, pertinencia, relevancia, equidad, oportunidad, adecuación, cobertura y eficiencia? Dos elementos fundamentales constituyen intrínsecamente a la calidad, distinguiéndola por ejemplo, de la pertinencia o de la eficacia: la calidad requiere de normas, y también, de que se emitan juicios de valor; exige la evaluación, y por ende, no hay juicio sobre la calidad sin evaluación previa basada en normas. De esta constatación elemental debemos partir para definir intrínsecamente a la calidad. Primero, en el nivel de los principios que orientan al sistema educativo, diferenciaremos entre la calidad y otros conceptos “prescriptivos”, para en segundo lugar y en el nivel de las políticas públicas, proponer un enfoque de calidad que tome en cuenta los flujos que necesariamente constituyen a un sistema educativo, y en donde se dan políticas educativas concretas y pueden aplicarse, tanto normas de calidad como “verdaderas evaluaciones[8]” que permitan decir si la calidad mejoró, empeoró o sigue igual.

 

LOS PARÁMETROS DEL SISTEMA EDUCATIVO

 

En el discurso educativo los conceptos de calidad, equidad, pertinencia, relevancia, cobertura, eficacia, eficiencia llegan a confundirse debido a la falta de definiciones precisas. Desde luego, debe proponerse un uso normativo, regulado de estos diferentes conceptos que suelen utilizarse como parámetros para la planeación educativa. La falta de definición afecta la operacionalización de los conceptos, que junto con las dificultades para diseñar su verificación empírica llevan a que oculten más de lo que muestran. En última instancia, suele darse a la calidad y a la equidad –por poner sólo un par de ejemplos- un uso ideológico que se mueve meramente en la retórica de las buenas intenciones: mejorar la calidad y lograr acceso igual para todos son los grandes argumentos con que el sistema educativo se defiende ante los malos resultados logrados, sobre todo verificables a partir del desacoplamiento que se da entre los mundos de la educación y del trabajo. Para diferenciar entre la calidad y los restantes parámetros del sistema, propongo identificar la cuestión crítica o la pregunta urgente que se suele plantear en cada ámbito, así como los indicadores o códigos que se pueden utilizar para especificar cada uno (véase el cuadro 1).

 

CUADRO 1

PARÁMETROS DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS
PARÁMETRO
CUESTIÓN CRÍTICA
INDICADOR O CÓDIGO
Calidad
¿Es mejor, igual o peor?
Normas
Cobertura
¿Qué tanto abarca?
Oferta/demanda
Pertinencia
¿Es adecuado?
Propuesta/realidad
Relevancia
¿Qué tan importante es?
Situación  pasada/situación futura
Oportunidad
¿Es el momento indicado?
Tiempo (momento actual)
Equidad
¿Qué tan desigual es?
Justo/injusto
Eficacia
¿Se logró lo propuesto?
Misión-objetivos-metas/logros
Eficiencia
¿Se optimizaron los recursos?
Costo/beneficio
Satisfacción (relativa)
¿Responde a las necesidades?
Necesidades/Satisfacción de necesidades

 

Nuestro primer intento de definición permite distinguir entre la calidad y los restantes parámetros. Calidad no es igual a pertinencia más relevancia o a eficacia más eficiencia. La calidad no resulta de una suma de parámetros, aunque sí se ve afectada por la forma como estos parámetros se refuerzan, complementan e incluso bloquean mutuamente. Los parámetros propuestos son irreductibles entre sí, especifican un conjunto de indicadores y códigos que se pueden introducir para observar y describir al sistema educativo.

 

Intuitivamente, se podría afirmar que hay parámetros que tienen una mayor influencia sobre la calidad de la enseñanza; así, por ejemplo, es difícil afirmar que se dan mejoras en la calidad si los contenidos de los textos y el diseño de los métodos no se adecuan a las situaciones y condiciones de vida de las personas (pertinencia), y si no se logran aprendizajes que permitan dar saltos cuantitativos y cualitativos de cara a una situación futura (y que por ende pueden definirse como aprendizajes significativos o relevantes). También parece existir una relación estrecha entre la calidad de la enseñanza y la satisfacción relativa de necesidades, desde luego, esta satisfacción relativa de necesidades no sólo abarca el imperativo de formar de cara al mundo del trabajo, sino también la necesidad de formar teniendo como referente el desarrollo y desenvolvimiento de las personas en sociedades democráticas y moderadamente plurales.

 

Pero la situación no es tan clara respecto a indicadores como la efectividad y la eficacia: a pesar de lograrse ciertos objetivos de enseñanza optimizando los recursos, la calidad puede empeorar si los contenidos no permiten la realización de los objetivos o si la optimización de los recursos implica adquirir textos de menor precio y calidad. Otra relación problemática se introduce al considerar la calidad en relación con la cantidad (cobertura). El debate sobre la calidad pudo haberse detonado desde la década de los sesentas, cuando un estudio realizado por el Centro de Estudios Educativos señaló la necesidad de “declararse a favor de la calidad sobre la cantidad en materia educativa”[9]. El dilema se presenta de la siguiente manera: dado el estado actual de la oferta, toda ampliación de la cobertura implica la atención de más alumnos, la formación de mayor número de maestros, la impresión de más libros de texto, etc. Dada esta ampliación de los sistemas se puede ubicar un umbral más allá del cual cada nuevo salto cuantitativo (aumento del tamaño de los grupos, construcción de aulas de mayor tamaño, formación de más maestros, por ejemplo) obra en detrimento de la calidad.

 

Dadas las relaciones problemáticas entre la calidad y otros parámetros usados comúnmente para observar mejor al sistema educativo sólo es posible especular en el sentido de que los parámetros conforman un complejo conjunto de constructos conceptuales que al hacerse operativos pueden reforzarse, condicionarse, apoyarse o bloquearse. Del mayor interés para la investigación empírica es sin duda encontrar las relaciones que se dan entre la calidad y los restantes parámetros (incluyendo la oportunidad y la equidad, que aquí se han tocado muy brevemente). ¿Cómo se ve reforzada la calidad por la pertinencia, la relevancia y la oportunidad? ¿Qué instrumentos nos permitirían determinar el umbral más allá del cual, saltos cuantitativos en los sistemas educativos implican retrocesos cualitativos? ¿Cómo se vinculan calidad y equidad, y calidad, eficacia y eficiencia?

 

LOS FLUJOS DE POLÍTICA EDUCATIVA

 

La calidad es un constructo conceptual sui generis que nos permite decir si algo es peor, igual o mejor con base en la comparación entre “estado presente” y “estados anteriores” a partir de una norma. La calidad opera no sólo en el ámbito de los parámetros que se suelen utilizar en planificación educativa, sino también a nivel de los flujos de políticas educativas concretas. Por ende, del plano de los parámetros, pasaremos al de las políticas, no sin antes definir qué se puede entender como política educativa. Retomando la definición tradicional que Santo Tomás da de la ley positiva[10], propongo un adjournamiento de la misma, para concebir las políticas educativas como: decisiones racionales, dadas a conocer públicamente  por la autoridad competente (aunque no sean necesariamente incluyentes y participativas) y que se refieren a la forma como debe conducirse (y se conduce de hecho) el sistema educativo desde el ámbito del poder público.

 

Para ser medidas de política pública supongo que las decisiones deben orientarse por los criterios de racionalidad, publicidad e intencionalidad. Además, propongo que las políticas públicas pasan al menos por tres momentos: enunciación discursiva (determinación de los fines ), diseño operativo (estructuración intencional) y ejecución programática. Un desglose breve de los criterios de racionalidad, publicidad e intencionalidad puede ser el siguiente:

 

Racionalidad. Una decisión obedece a parámetros racionales sí y solo si satisface los siguientes criterios: si resulta de una evaluación de las posibles alternativas o cursos de acción sobre los que también podría decidirse; si se da bajo supuestos, parámetros, principios, leyes y/o normas; si la decisión asumida puede traducirse en acciones concretas (esto es, si su operación es factible y realista, dados los recursos y limitaciones de recursos existentes) u obedece a un contexto determinado; si la decisión tomada puede hacerse pública (esto es, si puede comunicarse). De esta forma, el filtro de la racionalidad implica que no cualquier acto gubernamental puede considerarse como una política pública; así por ejemplo, las decisiones voluntaristas y los discursos intempestivos son actos públicos, pero no políticas públicas.

 

Publicidad. Esto implica que a las decisiones deben comunicarse a los actores relevantes. Hacer públicas las decisiones no significa que se den a conocer a todos por igual, ni que todos participen por igual en la negociación de las mismas, sino que se refiere al mínimo requerimiento de que por lo menos sean conocidas por todos aquellos sobre los que recae la decisión o a los que afecta, sobre todo de manera directa.

 

Intencionalidad. Se refiere a que las decisiones son decisiones sobre algo y que este algo es definido abstractamente como el sistema educativo donde se articulan decisiones colectivamente vinculantes para la organización de la escuela y las interacciones en el aula.

 

Asumiendo los criterios mencionados propongo una clasificación de las políticas de carácter (re)constructivo. El objetivo es bosquejar aquellas líneas de acción o flujos comunicativos donde necesariamente deben darse decisiones concretas y por ende, políticas públicas (véase cuadro 2). Por ello, no propongo una clasificación por niveles, como la que se suele usar comúnmente. La idea de una clasificación constructiva de las políticas, es superar la forma reactiva como se planean los diversos ámbitos de la política educativa; así, si en cualquier momento la estructura del sistema educativo cambia, por ejemplo haciéndose el nivel preescolar obligatorio e independiente, los flujos de política que presentamos se darían también en este nivel, y desde luego en los restantes niveles tradicionales (básica, media superior, superior y postgrados) y en las modalidades formal e informal.

 

CUADRO 2
CLASIFICACIÓN DE LAS POLÍTICAS EDUCATIVAS CON BASE EN FLUJOS SISTÉMICOS RECONSTRUIDOS
POLÍTICAS
HERRAMIENTAS E INSTRUMENTOS DE POLÍTICA
INDICADORES
Institucional
Constitución Política, Tratados y Acuerdos Internacionales, Leyes, Decretos y Reglamentos
Principios del sistema establecidos en las leyes (justicia, equidad, calidad, eficiencia, eficacia)
Leyes vigentes para los diferentes niveles y ámbitos del sistema a nivel Federal, estatal y municipal
Ingreso/gasto
Presupuestos de Egresos, Leyes de Ingresos, Cuentas de la Hacienda Pública,  Cuotas, colegiaturas, impuestos sobre servicios educativos, subsidios, exenciones, estímulos
Gasto total en educación
Gasto en educación como porcentaje del gasto total
Gasto de los sectores público y privado
Gasto en educación como porcentaje del PIB
Gasto per cápita en educación
Oferta/demanda
Pirámides poblacionales
Proyecciones sobre la demanda futura del sistema
Estudios de mercado ad hoc
Estudios sobre estratificación y movilidad social
Dispersión de la población (personas que habitan en comunidades de menos de 2500 habitantes)
Escuelas por habitante
Maestros como porcentaje de la fuerza de trabajo
Alumnos por grupo
Alumnos por maestro
Grupos focalizados
Programas compensatorios, becas, créditos, desayunos escolares, materiales didácticos ad hoc, exámenes médicos
Índices de marginación (disponibilidad de servicios, hacinamiento, dispersión poblacional, salario, gasto familiar)
Nutrición
Analfabetismo
Cantidad de alumnos atendidos por programas de desayunos escolares
Becas otorgadas
Infraestructural
Programas de Desarrollo Urbano o de desarrollo regional
Aulas, laboratorios, talleres y anexos construidos
Promoción
Relaciones públicas
Medios de difusión
Spots producidos y difundidos
Corto metrajes producidos y difundidos
Folletos publicados y distribuidos
Cooperación
Acuerdos
Mesas de negociación
Pactos
Alianzas
Cantidad, intenciones, acciones y resultados de los programas de cooperación interministerial, (sector público/privado, educación y sectores productivos), intergremial, intersectorial e internacional
Tratados y Acuerdos Internacionales firmados
Acuerdos entre niveles de gobierno
Administración
Sistemas de evaluación e información
Mecanismos de participación, auditoría pública y cogestión del sistema
Auditorías internas y externas realizadas, evaluaciones del sistema; disponibilidad de normas y estándares; manuales (políticas, procedimientos, servicios y organización) disponibles
Magisterio
Salarios, compensaciones, carrera magisterial, bonos, licencias, homologación, pensiones y jubilaciones, vivienda, seguridad social, cultura y esparcimiento, recreación y deporte
Índice del salario real del magisterio en sus diferentes niveles
Casas para maestros construidas
Centros de esparcimiento, recreación, cultura y deporte construidos y en operación
Montos de las jubilaciones y pensiones
Inclusión/exclusión
Exámenes, certificaciones, acreditaciones, revalidaciones
Exámenes aplicados
Certificados entregados
Currículum
Tiempos y recursos didácticos, planes y programas de estudio, libros de texto
Libros de texto impresos
Distribución de recursos y materiales didácticos
Aplicación de métodos y técnicas didácticas
Tecnología educativa
Redes, aprendizaje guiado por computadora, aplicaciones multimedia, entornos de aprendizaje virtuales, uso de las telecomunicaciones y la tecnología satelital
Computadoras por alumno
Computadoras por maestro
Discos compactos producidos
Cursos de postgrado impartidos a distancia
Programas transmitidos vía satélite

 

Si en la líneas de política anteriormente bosquejadas se puede introducir la cuestión sobre la mejoría o no de un ámbito determinado, entonces se puede pensar en evaluar la calidad. Pero evaluar la calidad no es fácil, las verdaderas evaluaciones no sólo requieren de tiempo, sino también del establecimiento de normas que permitan determinar si algo sigue igual, mejoró o empeoró. El concepto de calidad total, considerado cabalmente, aclara la forma como la calidad se presenta en todos los ámbitos de política educativa bosquejados. Cuando sólo se habla de calidad total y no se define esta totalidad se encubre una realidad compleja: en el caso de la educación se trata de todo un sistema de políticas que mutuamente pueden reforzarse (o bloquearse); por ende, la calidad no resulta de políticas aisladas, se da en cada línea de política siempre y cuando se pueda contestar la pregunta: ¿es mejor, igual o peor?

 

Más allá todavía, la forma como las políticas se complementan también apunta a una idea de calidad que implica la vinculación entre las políticas, su secuenciación lógica en el tiempo, su complementación y reforzamiento en la práctica. Calidad total significa que toda medida de política que pueda de alguna manera objetivarse no sólo implica cantidades, sino también cualidades, normas y evaluaciones. Si hay una forma de constatar que la línea de política educativa se ha concretado entonces se puede dar respuesta a varias categorías, por ejemplo: cuánto se gastó y cuánto se amplió la oferta (cantidad); la situación mejoró, sigue igual o empeoró a raíz de la implementación de la política (calidad); dónde (lugar) y cuándo (tiempo) se aplicó; quiénes estuvieron ahí (situación en el lugar); y, quiénes fueron los sujetos de las políticas (acción y pasión).

 

Nuevamente, la investigación empírica debe permitirnos realizar análisis en este nivel de las políticas, que permitan no sólo determinar normas para cada una de las líneas de política, sino también métodos que nos llevan a analizar la forma como las diferentes políticas afectan a la calidad de la enseñanza en su operación. Así, supongo que las mejoras sustantivas en la calidad no dependen de la aplicación de políticas aisladas, sino de la posibilidad para que un tema determinado, como por ejemplo los contenidos de los libros de texto de historia, sea objeto de diferentes políticas que, bajo parámetros predeterminados, puedan llevar a mejoras constantes en la calidad.

 

CONCLUSIONES: LOS NIVELES DE ANÁLISIS

 

Para complicar aún más el tema de la calidad, es conveniente desglosar la educación en tres planos analíticos en donde es posible también verificar si las cosas empeoran, siguen igual o mejoran (véase cuadro 3). Estos planos pueden entrecruzarse con los parámetros y las líneas de política ya especificados para conformar el complejo plexo de relaciones que caracterizan a todo sistema educativo. Lo más interesante, que es el análisis de cómo los parámetros se vinculan con las políticas y cómo se pueden estudiar en los diversos planos analíticos, es todavía una tarea pendiente. En última instancia, lo que debe señalarse con claridad es que la noción de calidad no es simple, que involucra un complejo de variables, indicadores, flujos, planos analíticos y relaciones que pueden entrecruzarse, apoyarse, influirse, estrangularse y obstaculizarse.

 

CUADRO 3

PLANOS PARA EL ANÁLISIS DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS

PLANO ANALÍTICO
ELEMENTOS CONSTITUTIVOS
POLÍTICAS CON MAYOR GRADO DE INCIDENCIA
Sistema
Principios, valores, normas, leyes, tradiciones, usos e  ideologías colectivamente vinculantes
Institucional, ingreso/gasto, oferta/demanda, grupos focalizados, cooperación internacional e interministerial
Organización escolar
Jerarquías, membresía, departamentos, decisiones sobre la organización
Infraestructura, promoción, cooperación intersectorial e interministerial, administración
Aula
Interacciones mediadas didácticamente, procesos de enseñanza-aprendizaje
Magisterio, inclusión/exclusión, currículum, tecnología educativa

 

Quizá la renuencia o la renuncia a dar una definición intrínseca de la calidad o las limitaciones inherentes a las definiciones recientes, son sólo una forma de evitar vérselas con el complejo universo educativo que aquí hemos bosquejado. Por ejemplo, al analizar la forma como las políticas afectan los diferentes planos bosquejados podemos intuir que deben existir políticas que atraviesen los planos transversalmente, y políticas que de manera preponderante, afectan sólo uno de los planos horizontalmente. Nuevamente, la investigación empírica puede arrojar luz sobre la forma como se dan las relaciones entre planos, políticas y parámetros en los diferentes sistemas educativos.

 

En todo caso, cinco conclusiones generales deben articular lo hasta ahora analizado: primera, que para definir la calidad es preciso recurrir a normas que permitan decidir si algo empeora, sigue igual o mejora (ciertamente, la ponderación de estas normas se puede completar con instrumentos que permitan recoger la percepción de los actores “en el sistema”, como cuestionarios dirigidos a padres de familia, directores, supervisores o alumnos); segundo, que para decir si algo empeora, sigue igual o mejora, es preciso establecer indicadores que permitan definir el grado en que las normas se realizan; tercero, que se requiere emitir un juicio de valor sobre la situación (por ejemplo, los libros de texto son mejores) pero que para ello se requiere una evaluación, por ende, es imprescindible realizar comparaciones en el tiempo que permitan referir los estados presentes a estados pasados (usualmente estas comparaciones requieren de largos horizontes de tiempo, por ejemplo, el análisis de toda una cohorte); cuarto, que se necesitan aplicar instrumentos estandarizados para realizar las evaluaciones, a períodos de tiempo regular, a determinadas poblaciones, observando rigor metodológico tanto a la hora de la recolección de datos, como en la codificación, procesamiento y análisis.

 

La percepción común sigue siendo la baja calidad de la educación. No se trata de un reclamo absurdo, es las respuesta a las promesas de educación de calidad para todos ofrecidas por el Estado educador. Al deshacerse la amalgama entre autoritarismo y educación el sistema educativo y su impenetrabilidad, deben pasar de la oscuridad de la retórica y la ideología educativa a la transparencia democrática: hay un deber Constitucional adquirido por el Estado mexicano que no debe traicionarse. En última instancia, si por ahora no es posible lograr mejoras cualitativas significativas en el sistema educativo mexicano (sea por la falta de tiempo, de voluntad política o de instrumentos adecuados para introducir normas y para realizar verdaderas evaluaciones y estudios longitudinales), por lo menos debe exigírsele al Estado el cumplimiento cabal de las leyes en materia educativa; quizá, esto es lo que en el fondo, simplistamente buscan muchos de los que pugnan por una educación nacionalista y de calidad.




[1] Ernesto Meneses Morales. Tendencias educativas oficiales en México: 1976-1988. México, Centro de Estudios Educativos, Universidad Iberoamericana, 1997. p. 177.
[2] Ibid., p. 178.
[3] Idem.
[4] Ernesto Zedillo Ponce de León. Palabras pronunciadas en la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, en El Gobierno Mexicano, No. 42, mayo de 1992, p. 65.
[5] Cf. La federalización educativa: una valoración externa desde la experiencia de los estados, coordinado por Bonifacio Barba, México, SEP, 2000, p. 391-394.
[6] Coordinación del Área de Educativa del Equipo de Transición del Presidente Electo Vicente Fox Quesada, Bases para el Programa Sectorial de Educación 2001-2006, México, 2000, p. 17.
[7] Cf. Idem.
[8] Cf. D. L. Stufflebeam y A. J. Shinkfield, Evaluación sistemática: guía teórica y práctica. Barcelona, Paidós, 
1989 p. 67 ss.
[9] Citado en Ernesto Meneses Morales, Tendencias educativas oficiales en México: 1964-1976, México, Centro de Estudios Educativos, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 142.
[10] “Un orden racional promulgado, en vista del bien común, por quien está encargado de regir a la comunidad”. Cf. Suma teológica, I-II, q. 90.

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