martes, 5 de septiembre de 2017

Cuento: La expansión de la especie humana

Por Javier Brown César


Todo sucedió de manera fortuita, como se han dado algunos de los más extraordinarios descubrimientos. Fue durante el transcurso de un experimento que un accidente abrió un portal intergaláctico. En ese entonces desconocíamos bien su funcionamiento, hoy tenemos siglos comprenderlo. Un portal intergaláctico, dependiendo de su posición relativa, permite acceder a galaxias distantes, que se suponía que se tardaría una prácticamente incontable cantidad de años luz para llegar a ellas. Hoy los portales nos permiten acceder a galaxias extraordinariamente remotas, en todas ellas hay vastas colonias de humanos, ubicadas en planetas amigables para la vida. En un principio todo parecía un sueño, la expansión ilimitada de la raza humana amenazaba con terminar con la vida en el planeta, pero el acceso al primer portal nos llevó a explorar varias galaxias con planetas habitables; ampliamos los portales y transportamos diversas tecnologías disponibles en cada época, así como todo lo necesario para adaptarnos a los increíbles mundos descubiertos, muchos de esos mundos los tuvimos que abandonar a su suerte, ante la increíble colonización que ya sumaba cientos de mundos imposibles de supervisar, si no queríamos frenar la conquista del espacio, para entonces bandera de todos los gobiernos y supremo ideal de la humanidad. Eso empezó hace siglos, desde entonces la humanidad es especie dominante en miles de mundos. Sin embargo, hasta hoy no hemos encontrado formas de vida inteligentes en ningún planeta habitable. Los universos son tan vastos que hemos abierto portales en otras galaxias que nos llevan a planetas nuevos, y no encontramos más que paraísos turísticos que después se llenan de colonias y visitantes, con los más extraordinarios escenarios y paisajes. Algunos planetas tienen varias lunas, hay planetas acuáticos, aéreos, predominantemente terrestres, pantanosos, áridos, helados, tropicales; en todos ellos hemos establecido colonias. Se han creado nuevos sistemas económicos en los que se ha impedido el abuso y la acumulación. Muchas colonias fueron administradas con sobriedad y en beneficio de toda la humanidad, por acuerdo unánime de las naciones. A planetas abundantes en recursos se enviaron miles de millones de humanos con tecnología y conocimientos avanzados que llevaron a la prosperidad a todos sus habitantes. Hubo diversos experimentos: comunas, imperios, democracias, sistemas parlamentarios y monárquicos, pero al final imperó el autogobierno local, basado en la desaparición de grandes entidades nacionales, en la unidad lingüística y el consenso en torno a valores y principios fundamentales. Pero en otros mundos, la humanidad no prosperó, pronto hubo conflagraciones y divisiones interminables, competencia ilimitada por el dominio con base en la tecnología y rencillas insuperables. Varios de los planetas poblados por la humanidad, se extinguieron de forma lamentable; el experimento fracasó, como fue el caso del planeta llamado Tierra.

 

Septiembre 4 de 2017

Cuento: Amputación


Te acostumbras a vivir con el cuerpo que tienes, entero si eres afortunado, sin miembros faltantes ni facultades mermadas; así vives, hasta que un buen día, un accidente fortuito y absurdo te deja sin una parte de él. Entonces te das cuenta de que algo falta, en mi caso fue una pierna amputada desde la parte superior del muslo, dejando 10 centímetros de lo que antes era casi un metro. ¿Te pueden imaginar?: la masa de carne, músculos, venas, arterias y huesos perdidos, kilos de vida que se pierden en segundos. Vi la parte faltante entre sueños, tendida en un lugar distante, llamando al resto del cuerpo, vida que muere por falta de conexiones. Y entonces te das cuenta de todo lo que perdiste, porque sientes el desbalance, la falta de apoyo, y en el extremo, todavía crees que estás entero y te tratas de parar, pero caes. Te das cuenta de que esto puede tardar días meses o años. Si pierdes un brazo o los dos, dejas de atrapar y manipular al mundo, pero si pierdes una pierna o las dos, ya no tienes capacidad de moverte por el mundo, te ves recluido a un espacio reducido, en el que te puedes desplazar, si careces de instrumentos para movilizarte, como sillas de rueda o muletas. Al perder un brazo pierdes la capacidad para balancearte y en poco tiempo caminas normalmente, inclinando el cuerpo hacia donde falta el peso, sólo para compensar, pero si pierdes una pierna no puedes hacer nada más que depender de un apéndice artificial para desplazarte, y en las noches sientes el desbalance de un miembro mayor, tus vueltas en la cama ya no son iguales, falta demasiado para descansar con tranquilidad; y los sueños te recuerdan aquellos destellos de estupidez que configuraron tu vida para siempre, que te llevaron al accidente irreversible, a la pérdida de tu extremidad. Si quieres ir al baño de noche, tienes que pensarlo varias veces, porque si es difícil en medio de los sueños ordenar que el cuerpo se levante, cuanto más lo es si le falta algo esencial. Te desplazas por la vida con un pedazo de materia que no es tu cuerpo y nunca lo será, tratas de no ser diferente, pero lo eres y todos se dan cuenta y algunos se compadecen y odias a todos y quieres que alguien pague por lo que te hicieron. Y lleno de odio te retiras, otra vez a la larga noche de tu incompleta humanidad.

 

Junio 23 de 2017

sábado, 12 de agosto de 2017

Cuento: Herejes


Hay una secta, considerada unánimemente como herética, que defiende la tesis de que todos los libros que conocemos, de cualquier época y formato, han sido escritos por un poder que sobrepasa la capacidad del ser humano para producir algo que vaya más allá de burdas creaciones técnicas, triviales en su funcionamiento, como máquinas y maquinarias. Las consecuencias de esta tesis, en apariencia banal, son demoledoras: todo lo que entendemos como moral, política, arte, en fin, todo en absoluto es controvertible o irrefutable. Si una fuerza suprema dictó la Biblia, el Corán y el Talmud, si al lado del Quijote escribió panfletos absurdos, todo, absolutamente todo, tiene un valor literario que debe ser ponderado en función de la fuente. Si aceptamos una teoría evolutiva según la cual la evolución es, a final de cuentas, un proceso de variación y selección que se da en el tiempo, entonces las obras completas de Donatien Alphonse Francois conocido como el Marqués de Sade, son superiores a grandes libros sagrados. En caso contrario, si no hay evolución en el ámbito de lo escrito, entonces todo tiene valor igual: Shakespeare y la trama de una película pornográfica en la que la narrativa se reduce al encuentro de dos personas para exuberar el placer, son equivalentes en su valor: ambas fueron escritas por un ser superior. He llegado a la conclusión que esta herejía es inadmisible y que tal vez todos los libros han sido escritos por humanos. No obstante esto me enfrenta a un gran dilema, ya que por otro lado, me es difícil negar la teoría del origen divino de algunos libros, eso sería anular toda posibilidad de revelación de grandes verdades por parte de algún ser superior; pero entonces me acuerdo de las palabras de Octavio Paz: "No hay despotismo más despiadado que el de los propietarios de la verdad". Así que estoy en un callejón sin salida que tal vez alguna divinidad diseñó para que el ser humano no pueda conocer los arcanos de la existencia.

 

Junio 29 de 2017

domingo, 16 de julio de 2017

Poema: Efectos de la belleza

Por Javier Brown César


Efectos de la belleza

 
A través de la belleza los ojos se limpian de maldad
Regresan al primer ver
Sólo volviendo a la belleza primigenia
la del ver primero
la del primigéneo aliento
la del contacto original con la madre
con la tierra
con la vida
es posible regresar a la inocencia
a la fuente original
a la ética sin vanidad ni rencor
a lo que está antes del resentimiento
a lo que antecede a la moral
 
Lo moral introduce el mal
introduce la sedición del alma
la sublevación del orgullo
la ampulosidad de la soberbia
la envidia criminal
la sedición libertaria
el anhelo de libertad

Lo bello purifica las formas perversas
las que depravan la vida
las que pudren la esperanza
 
Lo bello retrotrae a la intención original
a la rectitud incuestionable
a la voluntad pura por buena
a la bondad suprema anclada en el desinteresado desear
 

Cuando el alma se limpia por la belleza
queda lo que antecede al deseo
lo que provoca anhelos
lo que ya no incita envidias

El ímpetu puro de la vida
exaltado por la belleza
al final trasluce
el esfuerzo inicial
el conato de vida
que encuentra en lo bello
el medio supremo
para consumar la eternidad

 Junio 27 de 2017

lunes, 10 de julio de 2017

Cuento: El enciclopedista

Por Javier Brown César


Tengo un amigo que leyó todos los tomos de la Encyclopaedia Britannica, los treinta de la última edición, página por página. Su tarea de lectura comenzó como la práctica de una religión: cada noche, antes de acostarse, leía al menos 100 páginas que lo mantenían despierto hasta la madrugada. Así vivió varias décadas de su vida, si consideramos que la gran obra, en la quinceava edición, que era la que él tenía, abarcaba cerca de 30,000 páginas. Cuando terminó de leer y casi sin darse cuenta, habían muerto sus abuelos y sus padres, sus tíos y sus más cercanos familiares; soltero y célibe tenía un conocimiento acumulado descomunal, pero intransmisible. Para cuando hablé con él la última vez, sólo recordaba con claridad algunas citas dispersas de páginas aleatorias del último tomo de la Macropaedia, así como algunas anécdotas y nombres de diversos artículos y entradas que habían capturado su morbo y su atención, pero que a estas alturas ya no tenían sentido para él; había miles de artículos que tenía años de haberlos leído. Y aunque en sus sueños quiso conservar el recuerdo íntegro de este compendio del saber humano, no fue capaz de lograrlo: éste terminó almacenándose en un lugar recóndito de su mente, inaccesible para él.

 

Junio 25 de 2007

Poema: La vida es verde

Por Javier Brown César


La vida es verde
Del color de las plantas y de la juventud
La vejez anhela ser joven
La juventud también
Abrazan ambas:
El vigor incomprensible
El deseo desencadenado
La belleza permanente
La resistencia heroica
El desdén y el orgullo
La altivez y la petulancia
La autosuficiencia y el egoísmo

 
La vida ama a la juventud
Edad verde de la propia vida
Preludio al florecimiento
Antesala de la gran hazaña creativa
Memorable en su fulgor
Incomprendida en su momento
Desgraciadamente pasajera
 

Edad de grandes anhelos
De exultantes deseos
Que inquietos esperan
El fluir del gran dinero

Verde vida, verdes sueños
Que aguardan caprichosos
La satisfacción de los deseos
En el verdor de un beso
Incapaz de ser robado

 

Junio 22 de 2017

miércoles, 28 de junio de 2017

Cuento: El día del ordenador


Por Javier Brown César

Y llegó el día en que el ordenador escribió una gigantesca y grandiosa "novela", en poco más de dos millones de páginas de incalculable valor y sobresaliente méritos científicos, artísticos, filosóficos y culturales. Todo estaba ahí: desde la Iliada y la Odisea, hasta los argumentos de las novelas que habrán de publicarse por el resto de los tiempos, pero todo había sido mejorado, exaltado, depurado en su lenguaje y con estilo impecable en su confección.

Dicen que en sus millones de páginas se revela el misterio de la creación del universo, que se da la respuesta a preguntas como la existencia de un Dios y la prolongación de la vida humana más allá de su muerte corporal; se diserta con elocuencia acerca del sentido de la existencia, de la misión del ser humano en la tierra, en fin, de todo lo que nos compete y preocupa. Pero también se rumora que para leer, interpretar, valorar y comprender una obra de tal magnitud se requeriría más que una vida.

Desde en que la computadora parió su hijo de dos millones de páginas ya no hay novelistas, ni poetas, ni filósofos ni científicos naturales o sociales; el ordenador lo ha dicho todo. Sólo basta consultar esta vasta enciclopedia informática con sus decenas de miles volúmenes, para saber todo lo que se necesita, desde cómo dirigir una escuela hasta los secretos del éxtasis humano en todas sus formas.
 
Se ha tratado de difundir el conocimiento de la magna obra a través de hologramas, con mapas geopolíticos, imágenes del universo, mapas mentales de las más diversas materias como la historia, la economía, la filosofía, el derecho y muchas más; esta tarea ha sido infructuosa: para cada mapa, holograma, esquema, cuadro, y miles de otras formas de presentación, se necesitaban semanas enteras para su plena comprensión, dependiendo de la complejidad de la cuestión. Algunas de esas presentaciones requieren días de estudio, otras años, e incluso se dice que desde ese día no se ha podido descifrar el mapa que revela los secretos más profundos del universo: su origen y fin, sus incontables mundos con vida y la historia de las diversas formas de existencia.

El ordenador no produjo la magna obra por mandato alguno, surgió espontáneamente ante la necesidad, sentida por la mente autómata, de contar con un soporte universal. Para representar ese magno soporte, a manera de complejo y detallado índice, hay miles de páginas que explican la terminología utilizada a partir de múltiples mapas de asociaciones que llevan a objetos incuestionables para cualquier forma de vida con sensibilidad para percibirlos y con inteligencia para descifrarlos.

Ahí está el saber humano en todas sus formas, la gran obra de un monstruo indiferente y distante de la vida de los seres humanos. En un esfuerzo de síntesis literalmente sobrehumano, el ordenador fue capaz de resumir mares de historia y sabiduría en muy pocas páginas, si tomamos en cuenta los miles de millones de años de conocimiento y sabiduría.

La gran tragedia de esta proeza es que para leer, no se diga para comprender y aplicar este magno saber, una sola persona necesitaría 5479 años en números redondos, aunque si formáramos grupos de 1000 personas dividiendo el trabajo entre ellas, cada una tardaría cinco años y un cuatrimestre para leer sus respectivas páginas, esto sin tomar en cuenta las horas de sueño que en promedio comprenden un cuarto del día, además del tiempo requerido para comer y descomer y asearse y el que se necesitaría para que todos compartieran el conocimiento adquirido, mediando un necesario acuerdo para transmitir sus hallazgos; a todo esto podríamos sumar unos veinte años y digamos, otros veinticinco años más para difundir el conocimiento necesario.
 
En fin, además de que ese día el ordenador descifró el todo, encontramos que no tendríamos suficiente tiempo para transmitir lo revelado, estábamos perdidos, aunque sólo fuéramos lectores, intérpretes y divulgadores. Después de calcular y dialogar durante varios años nos dimos cuenta de que nos sucedería una nueva generación que tendría que repetir el mismo proceso, y así, en un círculo interminable de vanos intentos por comprender nuestra realidad. Así que un buen día, decidimos que fuera el ordenador, con sus dos millones de páginas de conocimiento, el que tomara todas las decisiones; ese día lo nombramos, por unanimidad, como el día del ordenador.

 

Junio 20 de 2017

sábado, 20 de mayo de 2017

Cuento: El imperio de los perversos

Por Javier Brown César

Contrario a lo que opinan ingenuos como Thomas Carlyle, la historia no ha sido escrita por grandes hombres, sino por seres humanos degenerados, perversos, enfermos de poder, dolidos físicamente y mentalmente insanos. Hombres que han utilizado todos los medios a su alcance para causar guerras, masacres y hecatombes; para asesinar a sus propias familias, a sus hijos y esposas, a sus madres y padres. Esto ha sido así, desde que el primer ser humano tiró la primera piedra o utilizó la primera rama de árbol para asesinar cruelmente a su amigo, a su hermano, a su padre o madre, todo para conseguir favores, riqueza, fama o poder. Thomas Hobbes fue el primero que reveló la naturaleza profundamente conflictiva de las comunidades humanas, fue él quien desentrañó los más ocultos motivos para asesinar, robar y ultrajar: competencia, inseguridad y fama son los resortes ocultos que han movido al mundo, desde que existen las primeras grandes civilizaciones. Desde entonces, los perversos han utilizado las ideas, las religiones, la música, el deporte, la prensa, el arte, las creencias, los valores, la fuerza y todos los medios posibles a su alcance para aprovechare de la ingenuidad, la ignorancia y la desnutrición, movilizando a unos seres humanos contra otros, en una interminable guerra fratricida que parece no tener fin. Los grandes hombres glorificados hoy fueron asesinos perversos, seres astutos que enfrentaron a hermanos con hermanos, para nutrir su descomunal sed de poder y venganza. Ellos son los auténticos vampiros que se han sentado en tronos de huesos, carne y sangre, que han fincado su poder sobre ciudades asentadas encima de cadáveres de millones de seres inocentes. El mal impera en el mundo, no como demonio abstracto, sino como la capacidad inmensa de quienes tienen los medios de la astucia y el engaño para inducir masacres, guerras y hambrunas. Ellos son la encarnación del mismísimo diablo, ellos son el mal real, el supremo ser malévolo que ha gobernado la historia de la humanidad por decenas de miles de años. Su dominio se yergue sobre la sangre de inocentes, su degeneración no conoce límites, su odio y su soberbia son indescriptibles. Ante la vista de este imperio de los perversos sólo me queda aventurar una hipótesis: si Dios existe creó al ser humano en el sexto día y en el séptimo, que es en el que todavía vivimos, descansó; así que cuando despierte, ésta pesadilla causada por demonios traviesos, se habrá acabado. Tengo la esperanza de que esto será realidad, en caso contrario, el imperio de los perversos no tendrá fin y su dominio será eterno.

 

Mayo 16 de 2016

miércoles, 10 de mayo de 2017

Consejos para un viaje de placer

Por Javier Brown César

En mis años como miembro de múltiples tripulaciones de una famosa compañía aérea, he encontrado en los asientos de pasajeros que han abandonado la aeronave una indescriptible y larga lista de cosas, pero ninguna me ha llamado tanto la atención como esta carta que, al parecer, un padre de familia dirigió a su familia y la cual reproduzco íntegramente:
 
Espero que hayan abierto esta carta una vez que el avión cruzara el límite de los diez mil pies, en caso contrario, se han olvidado que una de las más importantes virtudes es la paciencia; saber esperar el momento adecuado es una de los más notables dones de quienes saben que las cosas que más anhelamos no llegan cuando las queremos, sino cuando las necesitamos realmente y cuando justamente nos las merecemos. Los griegos llamaron kairós a la oportunidad y si ustedes hicieron las cosas en el momento correcto habrán sido fieles a una tradición que ha marcado a cientos de generaciones.

Más allá de esta digresión sobre el momento oportuno habrán aprendido y valorado ya lo que es la puntualidad, si no, no estarían en este avión que los llevará muy lejos, y sabrán que más vale una hora antes que un segundo después; esto vale para todos, en todo lugar y en todo momento. El respeto al tiempo de los demás es una muestra elocuente y visible de que realmente aprecian al prójimo en lo que para él es más valioso: su tiempo.

En este viaje aprenderán a optimizar cada segundo de cada minuto de cada hora, porque si llegan tarde perderán las visitas que han planeado y romperán su itinerario. Lo mismo pasa en la vida, hay un tiempo oportuno para todo, y quizá no hay un defecto más lamentable en un ser humano que le quita el tiempo a otro ser humano, porque le quita su recurso más valioso y el único que no podrá recuperar nunca.

Aprenderán también que el ahorro es una virtud, porque el dinero que no hayan desperdiciado antes comprando cosas que en lugar de adornos son obstáculos, lo podrán utilizar en su viaje. También sabrán que existe siempre una frontera presupuestal que obliga a no gastar más de lo que uno tiene y que el crédito no es dinero, sino una hipoteca que se yergue sobre su propio futuro y que tarde o temprano tendrán que pagar.

Otra experiencia valiosa será convivir en un reducido espacio con otros seres humanos. Ahí valorarán lo que es la política, como arte de asignar prioridades y de llegar a decisiones valiosas para todos. Sabrán que la convivencia entre diferentes puede ser algo más que estéril discordia para llegar a ser productivos acuerdos en aras de las mejores decisiones para el bienestar de una colectividad.

Aprenderán a cuidar lo que es suyo y a tenerlo cerca de ustedes, porque si lo pierden será de forma irremediable, porque a la distancia de miles de kilómetros, nadie podrá hacer por ustedes lo que no puedan hacer por sí mismos. Así valorarán el hecho simple y elemental de hacerse responsables por sí mismos de sus bienes más preciados y de cuidarlos para que no les falte nada en su viaje.

Por último, valorarán la importancia de la unidad y la concordia, porque si se dividen será una tragedia, ya que si alguno se pierde de los demás esto podría tener consecuencias desastrosas.
 
Más allá de estos muy humildes consejos disfruten su viaje, porque nada hay peor que echar a perder un boleto que nos ha sido dado de manera gratuita y generosa. Y no se les olvide que la vida es así: alguien nos dio un boleto para un viaje que nosotros tal vez no nos merecíamos, pero que nos fue regalado. Así que gocen cada instante, porque el viaje es corto y no vale la pena perder lo mejor de él en disputas estériles, en discusiones hirientes, en acusaciones infructuosas y en pleitos banales. En las manos de cada uno de ustedes está que en este viaje brote lo mejor de cada uno y de que entre ustedes gocen de la felicidad y la dicha que se merecen, sabiendo que alguien más que los observa a la distancia, espera que tengan una experiencia inolvidable.

Lean estos consejos al menos un par de veces, porque el ser humano es un animal obstinado que difícilmente aprende a la primera y necesita que le repitan una y otra vez los consejos, y más si éstos provienen de quienes los dan de forma gratuita y de buena fe.

Sinceramente: su padre que los quiere y los cuida a la distancia.

 

Mayo 2 de 2016

jueves, 27 de abril de 2017

Cuento: El doctor

Por Javier Brown Céar


-Licenciado: llegó el siguiente candidato a ocupar el puesto.

-Descríbame brevemente su semblanza curricular.

-Es doctor en economía por una prestigiada institución extranjera, en la que al parecer todos estudiaron o dicen haber estudiado.

-¿Podemos saber si su título es auténtico?

-No, pero parece que sí lo es y la universidad es muy famosa.

El licenciado pensó para sí mismo: otro más que pretende impresionarnos con sus estudios. Si fuera el primero, lo contrataría de inmediato, pero ya van varios que tenemos que despedir porque simplemente no saben redactar una tarjeta informativa.

-¿Qué más?

-Dice ser experto en econometría.

-Otro más que quiere impresionar con palabras rimbombantes.

-¿Perdón licenciado?

-Nada más estaba pensando en lo impresionante que suena que pueda hacer este tipo de análisis. ¿Y su experiencia en el sector público?

-Dice que trabajó para la Secretaría de Gobernación, en la oficina del C. Secretario.

-¿Y acredita esa experiencia?

-No.

-¿Podemos comprobarlo?

-No hay registros al respecto.

Nuevamente el licenciado pensó para sus adentros: otro más que quiere impresionar con un falso expediente. Por eso sólo estudié una licenciatura, mis únicas habilidades son saber leer, escribir y pensar, y para eso no se necesita ser un doctorcito, basta con ser un buen profesionista.

-Déjeme ver su curriculum.

-¿Quiere entrevistarlo?

-No.

-¿Qué quiere que le diga?

-Gracias por venir, pero por ahora no necesitamos alguien con su perfil.

-Sí. Licenciado.

 

Abril 22 de 2017

viernes, 21 de abril de 2017

Cuento: La tercera es la vencida

Por Javier Brown César


Mi tierra es la tierra del mañana, esa es la neta. No es que seamos futurólogos ni adivinos, es que todo se deja pa´ mañana: si hay que hacer algo difícil lo dejamos pa´ mañana, al fin y al cabo que todo puede esperar, todo menos la muerte, que como decía el abuelo, a todos agarra desprevenidos. En mi tierra somos bien machos y chingones. Nadie nos presiona ni nos intimida. Si hay que hacer algo, lo dejamos hasta el último, porque al fin y al cabo, podemos con todo. Aquí todo es al ahí se va, al chilazo, o séase, que hacemos las cosas a la primera intención, como va, como sale, sin importarnos nada más, porque al fin y al cabo, para eso somos chingones. En pocas palabras y pa´ que asté entienda: aquí todo se hace rápido y bien, al chilazo, en chinga y en el último momento; ¿por qué lo hacemos así?, porque nos gusta la emoción, eso que los de cuello alzado llaman adrenalina -que quién sabe qué chingados es eso-, pero es algo que recorre nuestra corporeidá y nos hace sentir bien y bonito; como cuando nos embriagamos al cobrar la quincena. Porque eso sí, cuando cobramos, nos gastamos todo libando de la tarde hasta la mañana del día siguiente, y como no nos sentimos bien pa´ trabajar, nos reportamos enfermos al patrón y si nos falta lana, pos se la quitamos al primer incauto que pase por la cantina, porque somos bien pinches habilidosos. Y como aquí se vale eso de prueba y error, pos podemos regarla una y otra vez, pero eso sí, la tercera es la vencida. Así que regrese mañana, cuando no estemos tan crudos, y tal vez entonces podamos responder la solicitú de atender a su hija enferma. ¿Qué dice qué tiene?... ¿Y asté cree que aguante pa´ mañana?

 

Abril 10 de 2017

jueves, 13 de abril de 2017

Cuento: Droga imperatix mundi

Por Javier Brown César


La droga gobierna al mundo, no cabe la menor duda: en las calles y bares, en los hoteles de lujo y en los tugurios de mala muerte. Todo tipo de drogas circulan libremente todos los días en las ciudades: desde el inocente tabaco que sólo produce cáncer y enfisemas, hasta el Krokodil y la morfina que matan de forma tenaz y segura. Las autoridades creen controlarla, pero son las drogas las que las controlan a ellas, ya sea que las consuman con avidez inusitada o que se beneficien de su tráfico y trasiego. Cocaína y crack, metanfetaminas y solventes, alcoholes y opiáceos, solventes y cementos, nuestra generación es víctima infame de millones de sustancias que evitan la depresión, provocan euforia, incitan al viaje cósmico, inducen meditaciones trascendentales, llevan al delirio extático o sumergen en el más extremo placer a sus adeptos. Por mar y aire, por carreteras y túneles, a través de las venas y arterias de las ciudades, las drogas nutren el ansia insaciables de megalópolis y de pequeñas ciudades ávidas, ansiosas y sedientas. Todas las noches y todos los días millones deambulan peligrosamente por las calles o se encierran en sus deteriorados hogares para drenar los últimos instantes de placer en cada sorbo, inyección, inhalación, trago o fumada. En grupos o aislados los devotos se hincan ante el sutil orgasmo aparentemente perpetuo y acaban con su vida, en un lento suicidio a pellizcos. Desde opulentos jefes de Estado hasta pordioseros hambrientos, todos son rehenes permanentes de una servidumbre que nadie quiere reconocer. Los gobiernos no quieren legalizar, porque entonces todo el sistema se vendría abajo: quién querría trabajar teniendo al alcance de la mano placeres casi inconcebibles aun al precio de terribles y curables resacas, con su respectiva dosis adicional. Las drogas son un negocio redondo: generan fortunas indescriptibles a través de la red de producción y distribución y a través de la red de combate que consiste en darle armas a los narcotraficantes y armas a los erradicadores para que se maten entre ellos, sin mermar las ganancias que representa un mercado mundial de cientos de millones de ávidos consumidores. Esta guerra es la más cruel, porque no conoce nacionalidades ni creencias, y bajo el argumento de que los narcotraficantes han llevado prosperidad y progreso, de que han abierto escuelas, construido templos, pavimentado calles, caminos y avenidas y electrificaron comunidades, se asesina sin piedad a quien se opone a que la droga gobierne al mundo.

 

Abril 4 de 2017

lunes, 10 de abril de 2017

Cuento: La industria de la ilusión y del mito

Por Javier Brown César


Espero que comprendan que no puedo decir quién soy. Me dedico a la industria de la ilusión y el mito: de la ilusión de que si contraes matrimonio por los medios habituales tendrás una familia próspera y duradera, del mito de que tu unión será bendecida para siempre aunque el marido sea habitual visitante de prostíbulos y bares y la esposa dilapide el familiar patrimonio en tiendas de prestigio. Tengo a mi cargo crear la falsa ilusión de que el amor existe, de que la virginidad antes del matrimonio es incuestionable y de que ambos vivirán para siempre felices. Soy parte de una vasta industria que vive de este muy lucrativo negocio; de esto vivimos miles de personas: sacerdotes y congregaciones, fotógrafos y cineastas fracasados, sastres y peinadores, negocios dedicados a eventos, imprentas, tiendas de conveniencia, vinaterías y vituallas, policías y jueces, burócratas, asesores de imagen, organizadores de despedidas de solteros y una cadena interminable de quienes viven de la industria de la ilusión y el mito.

He visto contraer matrimonio a prostitutas con jóvenes juniors, a narcotraficantes con hijas de familia, a homosexuales con mujeres inocentes y cándidas, a ancianos millonarios con jóvenes vampiresas y viceversa, a políticos corruptos con hermosas féminas, a empresarios que deberíamos perseguir por el delito de delincuencia organizada con mujeres en las que los cirujanos han obrado actos inconcebibles de transformación. Todo para que al final, después de extraer hasta el último céntimo de novias y novios, de familiares y amigos, unos abandonen a otros para continuar en la larga ruta de la exacción: agencias de viajes, hoteles, restaurantes y bares, centros de esparcimientos, y después hospitales, guarderías, escuelas, jueces y policías. No cabe duda que la vida es cara, nacer cuesta, casarse cuesta, educarse cuesta, morir cuesta y todo para que al final un montón de crápulas y vividores, como yo, gastemos el dinero en lo que todos lo gastan: boda, baby shower, bautismo, primera comunión, graduación, boda y entierro, y así por generaciones y generaciones de ilusos que creen que hay algo más que dinero detrás de todo este circo.

 

Marzo 30 de 2017

jueves, 6 de abril de 2017

Cuento: El matrimonio perfecto

Por Javier Brown César

Era el matrimonio perfecto, todos lo comentaban, con cincuenta años de casados representaban la pareja ideal: siempre juntos y contentos, ella, con sus blancos cabellos que parecían torundas de algodón perfectamente ordenadas sobre una cabeza altiva y serena; él, un auténtico caballero de los de antes, con su calva profusa que dejaba a los lados los resquicios de una vida de sabiduría y experiencias invaluables. Se les veía juntos en todos los eventos, agarrados de la mano, sonriendo siempre, exudando éxito y bienestar. Nadie ha sido capaz de demostrar que alguna vez hayan tenido alguna pelea, ni sus catorce hijos y menos sus cuarenta nietos y biznietos. Eran, a decir de todos, el matrimonio prefecto. Sus vecinos hablaban de forma unánime de una pareja ejemplar: ella devota y justa, él diligente y trabajador; ella ama de casa servicial y atenta, él un caballero incomparable.


Un buen día amanecí con una sorprendente noticia: un par de respetables y muy queridos miembros de la comunidad habían muerto: el, un hombre ya mayor yacía agonizante al lado de su esposa, una reconocida activista social que había ayudado a miles de personas y a la que había apuñalado con saña sin igual. En la foto del periódico reconocí a la pareja que tanto admirábamos. En sus últimos segundos de vida el confesó el crimen y literalmente dijo: siempre nos odiamos pero no queríamos que nadie lo supiera. ¡Lástima! Parecía el matrimonio perfecto.

 

Abril 2 de 2017

lunes, 3 de abril de 2017

Cuento: Iatrogenia

Por Javier Brown César


Ese día lo internaron por un severo cuadro, que decían que era influenza. En cuanto llegó al hospital, su situación comenzó a agravarse después de los primeros cuidados: la fiebre no cedía, así que hubo que aplicar medicamentos cuya eficacia ya había sido probada, pero cuyo elevado costo hubiera ofendido a estoicos e impávidos; eso no importaba, la familia tenía recursos suficientes: casas en playas, automóviles de colección, relojes de lujo, joyas indescriptibles. Ustedes atiéndalo, que la familia paga. A pesar de todo no mejoraba, al contrario, su salud se deterioraba poco a poco. Así que los médicos decidieron realizar un escaneo. Encontraron extrañas malformaciones que sus familiares no eran capaces de comprender, pero que era necesario extirpar -el abuelo recordó que los mecánicos de antes hacían lo mismo con los autos, pero en su delirio senil fue incapaz de comunicar esa lúcida relevación a los demás. Así que lo operaron para extirparle todo aquello que le causaba tanto malestar. Cuando despertó sentía que había pasado un segundo desde que entró al hospital, pero había estado ahí semanas, que en términos monetarios representaban una pequeña fortuna; pero sus familiares lo amaban tanto que la venta de la casa de Valle de Bravo bien valía la pena. Días después salió del hospital totalmente recuperado, con una pequeña cicatriz en el abdomen y algunos cientos de miles de pesos menos en su cuenta de banco, pero eso no le importaba. Antes de salir del nosocomio el abuelo, usualmente incontinente, entró a un cubículo pensando que era el sanitario y sin que nadie lo viera escuchó una conversación que ni comprendió cabalmente ni era capaz de comunicar a nadie, dada su avanzada demencia:

 

Ya sabe enfermera, el hotel de siempre, gran turismo, por un mes, y el vuelo en primera clase, pero eso sí, no me pase llamadas mientras esté fuera, y menos de la familia de ese estúpido ricachón que operamos hace algunos días.

 

Marzo 29 de 2017

sábado, 1 de abril de 2017

Cuento: La salamandra del diablo

Por Javier Brown César


Comunico el descubrimiento de una nueva especie a la que he denominado la salamandra del diablo, un extraño engendro que sería inexplicable si no recurriéramos a la ficción de fusionar serpiente, dragón y salamandra. Se trata de un ser exótico en su complexión, parecido a una salamandra, con piel azul brillante y motas rojas de un fulgor seductor; no obstante, carece de extremidades, de una cabeza prominente y de la lengua viperina de las serpientes. Los ojos, incrustados en la parte superior de este ser inconcebible, que en su dorso presenta alas incipientes, son dos diabólicas pupilas fijas contenidas por globos oculares, blancos como la fusión de todos los colores, que rodean esos impenetrables abismos ausentes de color, en los que se pierde uno en una insondable oscuridad. Este ser, de diez centímetros de diámetro y treinta de longitud vive en el agua, y en ella se regodea y retuerce, con movimientos ondulatorios que recuerdan a esos seres bífidos y traicioneros que en un instante inyectan su veneno mortífero. Sumergida por completo en el elemental líquido, no saca su cabeza para respirar, pero se mantiene atenta a lo que pasa en torno suyo, desplegando su cuerpo en espirales que muestran su brillante cuerpo azul y los destellos rojizos que hipnotizan al observador incauto, invitándolo a destapar el contenedor; quien obedece este mandato del averno escucha un grito devastador que aturde y ensordece, hasta que se tapa de nuevo el envase. En resumen, se trata de un ser extremadamente peligroso y profundamente seductor, que no sabemos qué pueda hacer si logra escaparse de su encierro: todo parece indicar que es capaz de inyectar su poder demoniaco en todo lo que lo rodea. En estos momentos no estoy seguro de no haber sido poseído por una fuerza que parece emanar del mismísimo diablo a través de esta insólita criatura.

 

Marzo 27 a 1 de abril de 2017

lunes, 27 de marzo de 2017

Cuento: Magnicidio


Dicen que la fama destruye de forma inevitable: vea usted el caso de las grandes estrellas del Rock and Roll, de Elvis Presley que fue incapaz de hacer frente a su recién creado imperio, de jóvenes que tuvieron que ahogarse en los excesos del alcohol y las drogas como Janis Joplin, Jimi Hendrix, Keith Moon, Jim Morrison, John Bonham, Ian Curtis, Curt Cobain, Amy Winehouse y tantos otros que fueron incapaces de tolerar la gloria repentina y la riqueza súbita. En el caso de los grandes artistas del Rock las drogas son su destino manifiesto, para los políticos no hay droga más sublime y delirante que el poder ilimitado; el artista de rock no tiene el poder para evitar que lo arresten si viola la ley, el político representa la ley y puede hacer lo que quiera con ella. Pero en política, a diferencia de en la música, no se eleva uno gracias al talento y a la genialidad; en política, el que a hierro mata a hierro muere: la elevación a las alturas olímpicas donde se toman decisiones no se da sin renuncias inconfesables, sin ingentes dosis de humillación y vileza humanas. No sabe usted cuánto tuve que sufrir, cuántas veces tuve que padecer los más abyectos ultrajes, la burla, la sorna y la discriminación, me prostituí y prostituí a otras personas, corrompí y fui activo corruptor; me rebajé a las más viles regiones de la humanidad todo para elevarme a alturas que se me prometían, como gloria repentina: después de besar el suelo y los pies de los poderosos, yo sería aquél cuyo suelo y pies besarían otros. Lo que tal vez usted no sepa, porque no lo ha vivido, es que con esta caterva de asesores y asistentes aduladores, uno se siente como una especie de dios, un humano inmortal que puede hacer todo lo que le plazca, incluso vengar las vejaciones padecidas en la piel de otra persona. Por eso la humillé de la forma más vil y cruel que se me ocurrió: fue una venganza, la golpee después de ultrajarla y dejé a su hermana así como la vio en el hospital. Espero que comprenda mis frustraciones y motivaciones, y se apiade de mí.

Estas fueron sus últimas palabras. Apunté el revólver, y le disparé al señor presidente, justo en el corazón

 

Marzo 21 de 2017

jueves, 23 de marzo de 2017

Cuento: Muros invisibles

Por Javier Brown César


No sé cómo llegamos a este nivel de salvajismo. Primero fueron los más ancianos, los enviaron a los márgenes y cerraron las puertas; pero luego, en un paso inaceptable para quienes amamos la justicia, expulsaron a todos los pobres, y les cerraron la puerta. Después sólo quedamos los más sumisos, los débiles, pero moderadamente ricos. Sobre nosotros se cerró el sistema, nosotros fuimos los últimos que quedamos dentro. Las puertas de todas las ciudades se bloquearon y quedamos aislados del resto por muros infranqueables e invisibles. De afuera sólo se ven paisajes creados, ficciones proyectadas para evitar ver el mundo de los miserables, el de los ancianos, el de la humanidad que sufre y se duele, el de la indignación y el hambre. Aquí todos somos iguales, no hay diferencias: afuera la revuelta, dicen; adentro la intolerable monotonía. Para viajar de una ciudad a otra sólo se necesita una tarjeta bancaria de identidad. Hoy todo lo mueve el dinero, quien no lo tiene no entra ni sale de las ciudades. En algún tiempo hubo mercado negro de tarjetas, pero la inteligencia desmontó las redes y literalmente asesinó a millones. Hoy todos vivimos en paz, aislados de lo que antes fue nuestro mundo, y uno a uno morimos de depresión, en medio de nuestra humillante riqueza.

 

Marzo 11 de 2017

martes, 21 de marzo de 2017

Cuento: El fracaso educativo

Por Javier Brown César


La escuela es la primera instancia de amaestramiento humano: todos entran y salen a la misma hora, tienen su recreo al mismo tiempo y reciben las mismas lecciones. La escuela no conoce de diferencias, se trata a todos por igual, sin distinguir entre talentos y habilidades, entre rezagos y carencias. Se presume que todos al mismo tiempo son aptos para aprender a sumar y a multiplicar, que les interesará por igual leer la Ilíada, el Quijote y la Divina Comedia, sin atender que a tan temprana edad es prácticamente vedado, a la mayoría de los impúberes una adecuada intelección del peso cultural de cada una de estas grandes obras. Los exámenes son iguales para todos, así como las tareas, y con cinismo se predica la virtud de la diferencia, de la pluralidad, de la democracia, cuando la escuela es el instrumento por antonomasia del más cruel autoritarismo. Desmañanados comienzan todos los alumnos sus clases aún con el sueño acumulado y asisten a las clases con el único ánimo de encontrar un poco de variedad en medio de la más abyecta aburrición. Y así transcurre la vida académica. Por eso, señor, es por lo que soy tal mal trabajador. No es por disculparme, pero después de 12 años de escuela me gustaría hacer algo diferente de lo que hacíamos ahí: no tener que llegar temprano a un lugar cerrado, no tener que obedecer las estúpidas órdenes de un payaso sabelotodo, poder disfrutar de tiempo libre cuando yo quiera y no cuando el reloj lo marca. Espero que me comprenda y tome en cuenta mi frustración para no dejarme sin trabajo.

 

Marzo 18 de 2017

domingo, 19 de marzo de 2017

Cuento: Sólo nos queda la indignación

Por Javier Brown César


"O tu che vieni al doloroso ospizio" Dante. Infierno V, 16

 

Nacimos en medio de la más terrible desolación: algunos en medio de la lluvia y el frío, sin otro cobijo que el abrazo sincero de nuestros sufrientes padres; otros la canícula que todo lo consume en vapores infernales. Mientras que otros nacen envueltos en sábanas de satín, de lino y seda, nosotros vinimos al mundo con lo que traemos encima. Nuestra vida es el infierno mismo, arrebatados de nuestras madres apenas nacidos anhelamos el seno materno que se nos niega a punta de indiferencia, porque nuestras progenitoras tienen que trabajar casi apenas dando a luz. Nos envían a criaderos inmundos, hacinados y apestados, con la consigna mínima de no dejarnos morir. Somos criados en el dolor y el olvido, sin ver a nuestras familias, habituados a una vida que será la que tuvieron nuestros padres: sangre, sudor, trabajo y lágrimas. Esto ha sido así desde varias generaciones. Quien se revela es azotado casi hasta la muerte. Estos campos de miseria y hambre son nuestra tierra, las pocas horas de felicidad ven su fin ante la inminente llegada del fuete que nos doblega y encadena a un trabajo inmundo, que todos odiamos, pero que sólo podemos dejar una vez muertos. Esta es nuestra vida y la vida de quienes nos antecedieron. Diariamente soñamos venganzas imposibles y mascullamos resentimientos inútiles, porque nuestra única convicción es que nos han quitado todo, menos lo único que no podemos perder y que es el más profundo y doloroso descontento; ante el futuro cierto y brutal, sólo nos queda la indignación.

 

Marzo 16 de 2017

sábado, 18 de marzo de 2017

Cuento: Esperanzas fallidas

Por Javier Brown César


Fueron las malas decisiones de los gobiernos supuestamente revolucionarios las que hundieron en la más terrible crisis a su familia, esos gobiernos que un día beneficiaron a su abuelo, un militar distinguido que hizo su fortuna a la sombra de las causas de la revolución. Fue el mismo sistema que enriqueció a su abuelo el causante de la pobreza actual de sus padres. Algo tenía que hacer, pero no había empleos, ni oportunidades, así que parecía que lo único que le quedaba como alternativa era lo que muchos habían elegido como el nuevo estilo de vida de las clases depauperadas: robar con el riesgo de ser atrapado por la policía o de que la víctima sacara un arma de entre sus ropas y le diera un certero tiro mortal. En esas cavilaciones se debatió y cuando ya estaba a punto de tomar una dramática decisión, revolvió cajas en el ático y lo encontró: un álbum con una enorme cantidad de sellos postales, algunos con la denominación de millones y miles de millones en alemán, de los tiempos de la gran guerra mundial que vivieron sus padres y abuelos. Se sintió rico y afortunado. Al fin sintió el agradecimiento con su abuelo miliciano y se dijo orgulloso de una familia a la que antes odió con todas sus entrañas. Así que lo único que tenía que hacer era ir a las tiendas de filatelia, para cambiar sus sellos por dinero constante y sonante; y lo hizo. Ahí, en la tienda del centro de la ciudad aprendió que el valor de los sellos postales no está dado por el monto de su valor de compra, tampoco por ser de países exóticos como Togo y menos aún por sus muy llamativos diseños; ahí aprendió que la rareza era la marca de distinción de una colección valiosa y que de entre los cientos de timbres que había en su álbum, legado precioso de su abuelo coleccionista, no había ni uno solo que valiera más que unos pocos centavos, y entre todos no alcanzaba para comprar lo necesario para ahuyentar el hambre más que un par de horas. Mierda, se dijo, muy lindos timbres, pero valen lo mismo que los recuerdos de mi pútrida familia: nada. Tiró el álbum y se alejó con lágrimas en los ojos, y el odio clavado en lo más íntimo de su resentido corazón.

 

Marzo 15 de 2017

viernes, 17 de marzo de 2017

Cuento: Paradojas de la vida

Por Javier Brown César


Desde su infancia fue un niño resentido: resentido con la vida porque no fue precisamente el más agraciado de sus varios hermanos, resentido con sus padres porque el favoritismo de ellos se volcó a los más lindos, a quienes parecían extranjeros y él era un típico representante de una raza que en el fondo, detestaban. Creció negando cualquier forma de intervención divina en los asuntos humanos: estaba convencido de que la mano del creador se había alejado de él al momento de su concepción. Y así fue durante gran parte de su vida, y en cada giro afortunado del destino atribuyó su suerte a la fortuna; pudo estudiar en colegios privados gracias a su sentido del humor más no a su despierta inteligencia, recibió becas para terminar una carrera universitaria, contrajo matrimonio con la acaudalada hija de un teniente coronel surgido de la revolución, y recibió generosos legados que utilizó con liberalidad y desenfreno. Adquirió una casa, pequeña pero suficiente para su escasa descendencia y después ganó un premio importante en un sorteo universitario. Y entonces la suerte cambió, y perdió todo: negocios, familia y riqueza; abominó de su destino, blasfemó de un poder al que no se había rendido, gritó y maldijo, hasta que un buen día, repentinamente se convirtió a la fe y a partir de ese día fue un fiel devoto: rezaba todos los días; dejó de renegar de Dios y en su lugar abrazó el amor; perdonó a su antigua familia y la buscó denodadamente, un poco tarde porque había insultado a los hermanos que ahora vivían y que heredaron el negocio familiar, porque su padre, un antiguo empresario, sabía que su hijo tenía como único don la gracia heredada y como lastre una incapacidad para emprender y actuar incompresible en una familia de emprendedores. Su acaudalada esposa ahora lo vituperaba y lo mantenía a la distancia, sus familias natural y elegida, preferían olvidarlo, pero él era un fiel devoto, un alma conversa que rezaba con inconcebible devoción. Y así, olvidado en un rincón al que se fue a refugiar, esperaba la suerte que un día tuvo y que lo había abandonado; una suerte que no ha regresado a él, por más plegarias y súplicas elevadas a las alturas, por más pensamientos positivos que, le habían dicho, le traería abundancia y prosperidad. Y hoy día sigue así, con fe indescriptible, esperando que la suerte llegue para restaurar las glorias del pasado en un cuerpo envejecido por causa de la inactividad, en un alma que ayer odió y que hoy quiere abrazar la causa del amor universal. Paradojas de la vida: la suerte no vuelve para rescatar a quien antes dilapidó fortuna y hoy espera con fervor nuevos favores y mundanas glorias.

 

Marzo 14 de 2017

miércoles, 15 de marzo de 2017

Cuento: El odio interno

Por Javier Brown César


El odio interno le corroía el alma. Sin darse cuenta guardaba sutiles y recónditos resentimientos que devoraban lo más profundo de sus entrañas. Estallaba con repentinos arrebatos de euforia para sumergirse en profundas depresiones que no sabía interpretar, para caer luego en un sopor, usualmente etílico, que lo inducía a dormir, pariendo sueños que anotaba con obstinación, creyendo encontrar en ellos ocultos presagios de un futuro glorioso. Estados contradictorios se alternaban de forma caprichosa, como su mente caótica, que no era capaz de poner orden a una vida cuya trama se había perdido en sus odios infantiles; no era consciente del odio que su corazón albergaba hacia su padre, madre y  hermanos, a quienes en el día vanagloriaba y exaltaba, pero en la turbia noche de su inconsciencia odiaba con fuerza inenarrable. El odio interno le llevaba a dañar a quienes le rodeaban, a su familia presente y supuestamente amada, y sin darse cuenta, era la causa de sensaciones ambivalentes en sus seres "amados": espontáneas muestras de amor, pero la mayor parte del tiempo, alejamiento, dolor, crueldad y recelo. Todo era normal en la vida de su familia: se habían acostumbrado a vivir así, soportando sus vaivenes emocionales, hasta que un buen día afloró, de lo más profundo de su mente, un impulso irrefrenable.

Una mañana de marzo sus vecinos encontraron tres cadáveres: dos menores atacados salvajemente con un arma blanca y una mujer de mediana edad golpeada hasta la muerte. Y en la bañera, agonizando, estaba él, que a punto de exhalar su último aliento, se dio cuenta de que todo había sido por causa de un odio interno, que no fue capaz de comprender.

 

Marzo 13 de 2017

miércoles, 8 de marzo de 2017

Cuento: Votar por los mismos de siempre

Por Javier Brown César

No señor, en este pueblo todos estamos igual de jodidos. Así nos han tenido por generaciones. Ya nos acostumbramos a vivir en el límite, siempre hambrientos y pulgosos como nuestros perritos. Vea a nuestras mujeres, trabajando desde que despunta el sol hasta después que se pone, todo para que no nos muramos de hambre y de miseria. Mire a nuestros hijos chorreados y mugrosos jugando en el lodo con los animales. Las abuelas, que son quienes más tiempo viven, cuentan la misma historia de pobreza y nos dicen que siempre se nos promete que vamos a salir de la miseria. Así es bien difícil aguantar la vida que llevamos a cuestas, por eso cada vez que uno de los mocosos cumple años lo llevamos a la iglesia para agradecer a diosito que todavía esté vivo. Los hombres dejan el pueblo para ir a trabajar fuera, preferentemente al otro lado y mandan algunos billetes verdes con los que compramos en el pueblo lo necesario para no morir de hambre. Por eso este pueblo terregoso está lleno de mujeres, niños y ancianos, porque los jóvenes se van a buscar el pan a otra parte, donde sí hay trabajo y dinero. Aquí todo el tiempo es lo mismo, deambular por el pueblo cuidándose de no agarrar las enfermedades que andan en las calles y en las casuchas, velar el sueño de los otros para que el alma no se les vaya por la indignación. El año pasado una epidemia se llevó a la mitad de los niños, nos quitó a nuestras criaturitas de nuestros brazos y nos quedamos sólo con el recuerdo de sus risas y con nuestras lágrimas. Aquí no llega nadie, ni siquiera los doctores y los maestros porque estamos lejos de todas partes. Dicen los más viejos que los ancestros huyeron a las montañas para que no los mataran, porque eran fuertes, pero ahora nos ha debilitado la distancia. Por eso, cuando alguien como usted llega al pueblo y nos dice que ahora sí van a cambiar las cosas, que votando por otros que no sean los mismos tendremos futuro, yo le digo, muy señor mío, que no creo un bledo de lo que dice. Por eso, vamos a votar por los mismos de siempre.

Marzo 8 de 2017

martes, 7 de marzo de 2017

Cuento: El topo

Por Javier Brown César


Si me vieras pensarías que soy un topo humano. Salgo de los túneles con una lámpara amarrada a la cabeza, provisto de golosinas en charola especialmente diseñada para optimizar el espacio, más no así la carga. Trepo por escaleras de piedra, como lo hicieron mis ancestros, pero ahora bordeando personas para ofrecer mis productos a una multitud exaltada que siempre es diferente, pero que con el tiempo llegas a pensar que es la misma: parejas ensimismadas, alguno que otro solitario extasiado y si tienes suerte alguna familia; estos últimos son los más amables, porque saben lo que es trabajar para ganar el sustento. Con mis botanas sobre la cabeza subo y bajo varias veces para tratar de cubrir mi cuota mínima de ventas, extenuando mi cuerpo hasta límites insultantes, cargando una y otra vez lo mismo y diciendo la misma cantaleta. Todo por vender un poco para dar de comer a mi familia. Voy a conciertos de música que ni entiendo ni me gustan y a veces tengo que soportar insultos, baños de cerveza, escupitajos y uno que otro borracho inmundo que trata de propasarse conmigo. Es una rutina infeliz, pero es la única para la que me han aceptado: llego a surtirme a los módulos de comida y una vez con mi charola pletórica entono mi monótona retahíla de palabras huecas, rivalizando con el grupo o espectáculo en turno. Y así, una y otra vez. La misma rutina de siempre, saliendo de los túneles a la superficie como topo que lo único que tiene que ofrecer es algo que no es suyo y que al final, le da apenas para sobrevivir en la miseria. Llego hoy a casa, después de dejar a mis hijos a cargo de su abuela, con el escaso dinero que logré juntar, porque la mayor parte de la ganancia es para el patrón, pero al fin y al cabo podemos sobrevivir de un trabajo que me obliga a vivir como topo humano todos los días. Sólo espero que mis hijos no repitan la misma y triste historia de su madre.

 

Marzo 1 de 2017

jueves, 2 de marzo de 2017

Cuento: Ni bueno ni malo

Por Javier Brown César


Un día mi madre me dijo que él era una buena persona, porque no le había hecho ningún mal a nadie. Cierto. Pero tampoco había hecho nada bueno por nadie. Era como una especie de figura decorativa en una amplia galería de seres que, o habían causado daños terribles, o habían sido tan buenos que merecían paraísos terrenales. La justificación de la asepsia moral es posible entonces, con lo que se legitima plenamente la existencia de aquéllos que no acarrean ningún mal, pero que tampoco producen bien alguno. Seres neutrales, en fin, no equiparables a lindos perritos que el mover la cola con fruición, concitan sonrisas y conmueven corazones; seres que, más bien, son como plantas o figuras decorativas: su existencia es aséptica, distante e intrascendente, como un viento que pasa sin mover las hojas de las copas de los árboles, como una vida que transcurre sin dejar huella alguna en sus semejantes. Este tipo de personas neutrales y distantes me recuerdan la condena que Dante hace de aquellos ángeles que, ni fueron capaces de rebelarse contra la divinidad, ni le fueron leales, y a los que el gran poeta estigmatizó al denominarlos "coro odioso": quel cattivo coro de li angeli che non furon ribelli, nè fur fedeli a Dio, ma per sè fuoro" (Infierno III). No en balde estos seres banales no están en los cantos relativos al Paraíso, sino al principio de la gran Comedia, en el Infierno.

 

Febrero 28 de 2017

martes, 28 de febrero de 2017

Cuento: El momento esperado

Por Javier Brown César
 
Llegó al fin el momento que esperé durante tanto tiempo. Hoy puedo comprar los libros que quiera, pero ya no tengo tiempo para leerlos, puedo rodearme de mujeres hermosas pero ya no soy capaz de sentir las culposas excitaciones de mis años mozos, puedo pedir los más exóticos platillos y degustar los más caros vinos pero mi cuerpo no es capaz de asimilar ya otra cosa que sueros y complementos proteínicos, tengo tanta música en mi discoteca que lo que me queda de vida no sería suficiente para escuchar más que apenas un porcentaje nimio. Si quiero puedo comprar un auto de lujo pero mis reflejos no alcanzan para que se desplace unos metros fuera de casa, puedo comprar una mansión que sé que no podré habitar porque mis pasos no podrán ir más allá de los primeros metros, puedo comprar un avión privado pero mi corazón no soportaría el umbral de los diez mil pies, puedo comprar un viaje alrededor del mundo pero mi salud no daría ni para llegar al más cercano aeropuerto. Tengo todo lo que quise y por lo que trabajé por largos días e interminables noches, empeñé desvelos y fulminé las horas, todo para tener lo que ahora tengo. Y hoy, ante el umbral de esta gloria terrenal largo tiempo anhelada, ante el cuerno de la abundancia que se ofrece generoso y pleno, lo único que puedo hacer es esperar a que el gigantesco reloj de oro del recibidor -que muchos no podrían pagar con el trabajo de toda una vida- señale la hora que pondrá fin a todos mis dolores. ¡Tantos afanes para al final quedarme muerto!

 

Febrero 21 de 2017

lunes, 27 de febrero de 2017

Cuento: Un día más de escuela

Por Javier Brown César


Pararse de la cama temprano, como si fueras a trabajar, desayunar cualquier cosa porque se hace tarde, como si fueras a trabajar, y presionado con el tiempo encima porque tienes que llegar antes que cierren la puerta de la escuela, tal como pasaría si llegaras tarde al trabajo y no alcanzas a accionar los biométricos antes de la hora límite de entrada. Y llegas a la escuela y un maestro te dice lo que hay que hacer, como si estuvieras en una oficina en la que con o sin jefe sabes que tienes que sujetarte a cierta rutina. El recreo es el único momento en el que somos realmente libres y jugamos aprovechando al máximo los escasos minutos que tenemos para hacerlo, y en el trabajo, el único tiempo libre disponible es para comer sintiendo siempre la presión del reloj que pende sobre nuestras libertades para señalar la hora del regreso a la rutina. Terminar el día en la escuela para regresar a casa y sentir que se es libre por algunos instantes, sólo para escuchar la voz que nos impera: ¡a hacer la tarea! Y así, día tras día, se forja la rutina, la inflexible rutina que nos habitúa a ser triviales, banales, absurdos. Somos lo que éramos como niños pero ahora yendo a trabajar; la escuela nos quitó lo rebeldes, lo inventivos, lo inquisitivos, ahora nada más miramos el reloj, esperando que dé la hora de salida para huir de este infierno insensato en el que nos metimos todos, por estudiar en la escuela.

 

Febrero 26 de 2017

domingo, 26 de febrero de 2017

Cuento: Trayectoria inflexible

Por Javier Brown César


Nunca se le ocurrió que podía cambiar. Toda su vida fue el incesante repetir de patrones y conductas de las que no había sido consciente, porque el muy desmemoriado se parecía tanto a su padre y a su abuelo. Como ellos, dejó de leer una vez que terminó su carrera universitaria, se casó con una mujer que no quería, pero que sin saberlo, le recordaba a su madre, golpeó y humilló a sus hijos como a él lo habían golpeado y humillado y trató a su esposa de la forma cruel y malediciente como habían tratado a su madre y a su abuela. Siempre tenía el pretexto en la boca para todo: que había llegado tarde al trabajo o simplemente no había llegado por lo que fuera menos porque el día anterior había gastado el salario de un mes invitando a sus amigos a una auténtica bacanal, en la cantina de siempre, donde su padre y su abuelo habían hecho lo mismo innumerables veces; que no había terminado de hacer el trabajo por falta de algún recurso absurdo; que no había llevado el gasto a casa porque lo había donado a algún amigo necesitado o lo habían asaltado en el camino; y todo ello, repitiendo un patrón que parecía eterno, que era el de su familia en línea paterna. Y así, descuidó su apariencia física, engordó y pronto padeció gota y diabetes, tal como su padre y su abuelo las habían padecido. Y murió y fue sepultado y nunca fue consiente de que estaba reproduciendo un patrón familiar que desconocía por completo y que lo obligaba a repetir las conductas de sus antecesores, por ello, era una víctima inocente de su propia desmemoria; no sabía lo que hacía. Al final, al pobre hombre nunca se le ocurrió que podía cambiar.

 

Febrero 23 de 2017

jueves, 23 de febrero de 2017

Cuento: Vivir al día

Por Javier Brown César


Se reinventaba a sí mismo todos los días, lo hacía porque era millonario y su fortuna era suficiente para comprar cada nuevo día un auto diferente del que había conducido ayer sólo para no aburrirse, un nuevo aparato de sonido que develara las más recónditas sonoridades de sus grupos favoritos, desde luego ropa diferente, nuevos amantes, otras aventuras y vivencias inéditas. Era la expresión última de lo que es vivir al día, no como quienes cada mañana desentrañan la trama de su humana supervivencia, sino de quien se puede reinventar perpetuamente: hoy en Madrid, mañana en Antigua, pasado mañana en Canberra y luego en Cartagena de Indias. Y cada día es el interminable viajar de ciudad en ciudad, por obra de la súper abundancia de quien no tiene que pensar, porque su vida consiste en una interminable sucesión de momentos placenteros. Hoy puede ser músico y mañana gran poeta, porque siempre encontrará, en las burbujas irreverentes de la champaña, infinitas compañías aduladoras e incondicionales sujeciones: siempre hay alguien dispuesto a decir que el cielo es café y el mar es blanco, si alguien poderoso lo afirma contundentemente. Al reinventarse de esta forma, diariamente, perdía el sentido de quién era, porque como bien lo dice el gran Borges "la identidad personal se basa en la memoria". Su identidad se basaba en la persistencia del flujo del dinero, pero como creo recordar que afirmaba Marx el dinero no tiene memoria o tal vez lo dice Simmel en su Filosofía del dinero, para el caso no importa; el desmemoriado dinero pasa de mano en mano, incapaz de recordar a su último amo, sin lealtad alguna con quien antes lo poseyó, es el más traicionero de los objetos mundanos y a la vez el más dinámico, porque -eso sí lo dice Marx- es el equivalente general del valor. Un buen día, el dinero se fue de las manos del millonario y entonces se quedó sin su memoria, despersonalizado, ya no era reconocido por nadie y, desde luego, no se podía reconocer a sí mismo, no sabía quién era. Llegó así al umbral de la locura y lo traspasó, porque mucho peor que tener la vista y quedarse repentinamente ciego es quedarse pobre habiendo sido millonario. La nostalgia de su vida anterior lo aniquiló, lo redujo a esperpento humano a vil piltrafa, que tuvo que vivir hasta el final de sus miserables días una existencia indigna y humillante.

 

Febrero 21 y 22 de 2017

miércoles, 22 de febrero de 2017

Cuento: El asesor

Por Javier Brown César


Señor presidente, Platón decía que el puesto del funcionario encargado de la educación es "con mucho el más importante de todos los cargos supremos del estado". Mi convicción es que la persona a la que Usted designe para tan digno cargo debe ser un gran conocedor de nuestra problemática educativa, una persona culta y letrada, que haya vivido la realidad de nuestros sistemas educativos, que como alumno y maestro haya padecido la miseria de nuestros establecimientos, que conozca las carencias profundas que aquejan a un modelo que basa su eficacia en la reproducción de conductas triviales, en la formación para el trabajo esclavo, en la repetición del modelo del trabajador servil que se forma desde la escuela y cuya vida se desenvolverá en la inflexible trama de instituciones que van de la guardería al asilo. No podemos seguir apostando a un esquema educativo en el que las personas tienen éxito precisamente a pesar de lo aprendido en la escuela, en el que se tiene que desaprender todo lo que se transmitió, porque en el fondo no es más que condicionamiento, prejuicios y vanas mitologías. Nuestras escuelas no deben seguir formando a personas condicionadas a repetir la historia de fracasos y decepciones que ha sido la de sus padres y la de nuestra muy maltrecha nación. Debemos transformar la realidad del sistema educativo: los maestros sólo le rinden cuentas a una burocracia aséptica, la burocracia llena formatos y formularios para justificar su existencia y a la cabeza del ministerio educativo tenemos hoy una persona que ayer era canciller, antier ministro de hacienda y tal vez mañana será ministro de salud. Así que, señor presidente, si Usted quiere que este país cambie, apueste por la transformación del sistema educativo, elija a alguien con experiencia, a una persona capaz y formada para hacer realidad el ideal platónico, porque bien o mal, y a pesar de que el filósofo ateniense fue vendido como esclavo, tenía razones que el corazón no es capaz de comprender.
 
El asesor calló. El presidente lo miró con detenimiento y se levantó de su silla, señalando al asesor para anunciar la gran decisión: ¡este pendejo está despedido!

 

Febrero 22 de 2017