Dicen que la fama destruye de forma
inevitable: vea usted el caso de las grandes estrellas del Rock and Roll, de
Elvis Presley que fue incapaz de hacer frente a su recién creado imperio, de
jóvenes que tuvieron que ahogarse en los excesos del alcohol y las drogas como
Janis Joplin, Jimi Hendrix, Keith Moon, Jim Morrison, John Bonham, Ian Curtis, Curt
Cobain, Amy Winehouse y tantos otros que fueron incapaces de tolerar la gloria
repentina y la riqueza súbita. En el caso de los grandes artistas del Rock las
drogas son su destino manifiesto, para los políticos no hay droga más sublime y
delirante que el poder ilimitado; el artista de rock no tiene el poder para
evitar que lo arresten si viola la ley, el político representa la ley y puede
hacer lo que quiera con ella. Pero en política, a diferencia de en la música,
no se eleva uno gracias al talento y a la genialidad; en política, el que a
hierro mata a hierro muere: la elevación a las alturas olímpicas donde se toman
decisiones no se da sin renuncias inconfesables, sin ingentes dosis de
humillación y vileza humanas. No sabe usted cuánto tuve que sufrir, cuántas
veces tuve que padecer los más abyectos ultrajes, la burla, la sorna y la
discriminación, me prostituí y prostituí a otras personas, corrompí y fui
activo corruptor; me rebajé a las más viles regiones de la humanidad todo para
elevarme a alturas que se me prometían, como gloria repentina: después de besar
el suelo y los pies de los poderosos, yo sería aquél cuyo suelo y pies besarían
otros. Lo que tal vez usted no sepa, porque no lo ha vivido, es que con esta
caterva de asesores y asistentes aduladores, uno se siente como una especie de
dios, un humano inmortal que puede hacer todo lo que le plazca, incluso vengar
las vejaciones padecidas en la piel de otra persona. Por eso la humillé de la
forma más vil y cruel que se me ocurrió: fue una venganza, la golpee después de
ultrajarla y dejé a su hermana así como la vio en el hospital. Espero que
comprenda mis frustraciones y motivaciones, y se apiade de mí.
Estas fueron sus últimas palabras. Apunté
el revólver, y le disparé al señor presidente, justo en el corazón
Marzo 21 de 2017
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