miércoles, 10 de mayo de 2017

Consejos para un viaje de placer

Por Javier Brown César

En mis años como miembro de múltiples tripulaciones de una famosa compañía aérea, he encontrado en los asientos de pasajeros que han abandonado la aeronave una indescriptible y larga lista de cosas, pero ninguna me ha llamado tanto la atención como esta carta que, al parecer, un padre de familia dirigió a su familia y la cual reproduzco íntegramente:
 
Espero que hayan abierto esta carta una vez que el avión cruzara el límite de los diez mil pies, en caso contrario, se han olvidado que una de las más importantes virtudes es la paciencia; saber esperar el momento adecuado es una de los más notables dones de quienes saben que las cosas que más anhelamos no llegan cuando las queremos, sino cuando las necesitamos realmente y cuando justamente nos las merecemos. Los griegos llamaron kairós a la oportunidad y si ustedes hicieron las cosas en el momento correcto habrán sido fieles a una tradición que ha marcado a cientos de generaciones.

Más allá de esta digresión sobre el momento oportuno habrán aprendido y valorado ya lo que es la puntualidad, si no, no estarían en este avión que los llevará muy lejos, y sabrán que más vale una hora antes que un segundo después; esto vale para todos, en todo lugar y en todo momento. El respeto al tiempo de los demás es una muestra elocuente y visible de que realmente aprecian al prójimo en lo que para él es más valioso: su tiempo.

En este viaje aprenderán a optimizar cada segundo de cada minuto de cada hora, porque si llegan tarde perderán las visitas que han planeado y romperán su itinerario. Lo mismo pasa en la vida, hay un tiempo oportuno para todo, y quizá no hay un defecto más lamentable en un ser humano que le quita el tiempo a otro ser humano, porque le quita su recurso más valioso y el único que no podrá recuperar nunca.

Aprenderán también que el ahorro es una virtud, porque el dinero que no hayan desperdiciado antes comprando cosas que en lugar de adornos son obstáculos, lo podrán utilizar en su viaje. También sabrán que existe siempre una frontera presupuestal que obliga a no gastar más de lo que uno tiene y que el crédito no es dinero, sino una hipoteca que se yergue sobre su propio futuro y que tarde o temprano tendrán que pagar.

Otra experiencia valiosa será convivir en un reducido espacio con otros seres humanos. Ahí valorarán lo que es la política, como arte de asignar prioridades y de llegar a decisiones valiosas para todos. Sabrán que la convivencia entre diferentes puede ser algo más que estéril discordia para llegar a ser productivos acuerdos en aras de las mejores decisiones para el bienestar de una colectividad.

Aprenderán a cuidar lo que es suyo y a tenerlo cerca de ustedes, porque si lo pierden será de forma irremediable, porque a la distancia de miles de kilómetros, nadie podrá hacer por ustedes lo que no puedan hacer por sí mismos. Así valorarán el hecho simple y elemental de hacerse responsables por sí mismos de sus bienes más preciados y de cuidarlos para que no les falte nada en su viaje.

Por último, valorarán la importancia de la unidad y la concordia, porque si se dividen será una tragedia, ya que si alguno se pierde de los demás esto podría tener consecuencias desastrosas.
 
Más allá de estos muy humildes consejos disfruten su viaje, porque nada hay peor que echar a perder un boleto que nos ha sido dado de manera gratuita y generosa. Y no se les olvide que la vida es así: alguien nos dio un boleto para un viaje que nosotros tal vez no nos merecíamos, pero que nos fue regalado. Así que gocen cada instante, porque el viaje es corto y no vale la pena perder lo mejor de él en disputas estériles, en discusiones hirientes, en acusaciones infructuosas y en pleitos banales. En las manos de cada uno de ustedes está que en este viaje brote lo mejor de cada uno y de que entre ustedes gocen de la felicidad y la dicha que se merecen, sabiendo que alguien más que los observa a la distancia, espera que tengan una experiencia inolvidable.

Lean estos consejos al menos un par de veces, porque el ser humano es un animal obstinado que difícilmente aprende a la primera y necesita que le repitan una y otra vez los consejos, y más si éstos provienen de quienes los dan de forma gratuita y de buena fe.

Sinceramente: su padre que los quiere y los cuida a la distancia.

 

Mayo 2 de 2016

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