martes, 21 de marzo de 2017

Cuento: El fracaso educativo

Por Javier Brown César


La escuela es la primera instancia de amaestramiento humano: todos entran y salen a la misma hora, tienen su recreo al mismo tiempo y reciben las mismas lecciones. La escuela no conoce de diferencias, se trata a todos por igual, sin distinguir entre talentos y habilidades, entre rezagos y carencias. Se presume que todos al mismo tiempo son aptos para aprender a sumar y a multiplicar, que les interesará por igual leer la Ilíada, el Quijote y la Divina Comedia, sin atender que a tan temprana edad es prácticamente vedado, a la mayoría de los impúberes una adecuada intelección del peso cultural de cada una de estas grandes obras. Los exámenes son iguales para todos, así como las tareas, y con cinismo se predica la virtud de la diferencia, de la pluralidad, de la democracia, cuando la escuela es el instrumento por antonomasia del más cruel autoritarismo. Desmañanados comienzan todos los alumnos sus clases aún con el sueño acumulado y asisten a las clases con el único ánimo de encontrar un poco de variedad en medio de la más abyecta aburrición. Y así transcurre la vida académica. Por eso, señor, es por lo que soy tal mal trabajador. No es por disculparme, pero después de 12 años de escuela me gustaría hacer algo diferente de lo que hacíamos ahí: no tener que llegar temprano a un lugar cerrado, no tener que obedecer las estúpidas órdenes de un payaso sabelotodo, poder disfrutar de tiempo libre cuando yo quiera y no cuando el reloj lo marca. Espero que me comprenda y tome en cuenta mi frustración para no dejarme sin trabajo.

 

Marzo 18 de 2017

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