Contrario a lo que opinan ingenuos
como Thomas Carlyle, la historia no ha sido escrita por grandes hombres, sino
por seres humanos degenerados, perversos, enfermos de poder, dolidos
físicamente y mentalmente insanos. Hombres que han utilizado todos los medios a
su alcance para causar guerras, masacres y hecatombes; para asesinar a sus
propias familias, a sus hijos y esposas, a sus madres y padres. Esto ha sido
así, desde que el primer ser humano tiró la primera piedra o utilizó la primera
rama de árbol para asesinar cruelmente a su amigo, a su hermano, a su padre o
madre, todo para conseguir favores, riqueza, fama o poder. Thomas Hobbes fue el
primero que reveló la naturaleza profundamente conflictiva de las comunidades
humanas, fue él quien desentrañó los más ocultos motivos para asesinar, robar y
ultrajar: competencia, inseguridad y fama son los resortes ocultos que han
movido al mundo, desde que existen las primeras grandes civilizaciones. Desde
entonces, los perversos han utilizado las ideas, las religiones, la música, el
deporte, la prensa, el arte, las creencias, los valores, la fuerza y todos los
medios posibles a su alcance para aprovechare de la ingenuidad, la ignorancia y
la desnutrición, movilizando a unos seres humanos contra otros, en una
interminable guerra fratricida que parece no tener fin. Los grandes hombres
glorificados hoy fueron asesinos perversos, seres astutos que enfrentaron a
hermanos con hermanos, para nutrir su descomunal sed de poder y venganza. Ellos
son los auténticos vampiros que se han sentado en tronos de huesos, carne y
sangre, que han fincado su poder sobre ciudades asentadas encima de cadáveres
de millones de seres inocentes. El mal impera en el mundo, no como demonio
abstracto, sino como la capacidad inmensa de quienes tienen los medios de la
astucia y el engaño para inducir masacres, guerras y hambrunas. Ellos son la
encarnación del mismísimo diablo, ellos son el mal real, el supremo ser
malévolo que ha gobernado la historia de la humanidad por decenas de miles de
años. Su dominio se yergue sobre la sangre de inocentes, su degeneración no
conoce límites, su odio y su soberbia son indescriptibles. Ante la vista de
este imperio de los perversos sólo me queda aventurar una hipótesis: si Dios existe
creó al ser humano en el sexto día y en el séptimo, que es en el que todavía
vivimos, descansó; así que cuando despierte, ésta pesadilla causada por
demonios traviesos, se habrá acabado. Tengo la esperanza de que esto será
realidad, en caso contrario, el imperio de los perversos no tendrá fin y su
dominio será eterno.
Mayo 16 de 2016
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