COMENTARIOS AL TEMA LAS CIENCIAS SOCIALES Y LA INTERDISCIPLINA, PARA EL
PRIMER CONGRESO NACIONAL DE CIENCIAS SOCIALES
Por Javier Brown César
En esta breve intervención, me
gustaría señalar contradicciones y apuntar algunas perspectivas en lo tocante
al problema de la interdisciplinariedad, de y en las ciencias sociales.
En su mayor parte, la visión y el
actuar de los científicos siguen estando fuertemente impregnados por los
presupuestos del positivismo decimonónico[1] y
del positivismo lingüístico del Círculo de Viena[2]. Dos
imperativos parecen todavía mantener su vigencia entre muchos científicos
sociales: el monismo metodológico[3],
especialmente el de base matemática, y la adopción del modelo naturalista para
el estudio del ámbito social. En un primer momento, al adoptar acríticamente el
presupuesto de que no puede haber ciencia social sin algún tipo de
formalización matemática que esté en la base, se asume sin más el método
axiomático[4], el
cual es cerrado en sí mismo[5] y
altamente convencional[6]. Por
otro lado, al plantear a la ciencias sociales como ciencias físicas se parte del
supuesto de que: “Los procedimientos empírico-analíticos se esfuerzan por
comprobar las hipótesis legaliformes[7]
siempre del mismo modo, se trate de un material histórico o de fenómenos de la
naturaleza”[8].
La analogía entre sistemas
científicos cerrados y excluyentes y los sistemas políticos totalitarios que
parecieron caer con el muro de Berlín, es quizá aquí pertinente para el tema de
las ciencias sociales. En este sentido, se podría hablar de un cierto
totalitarismo cientificista[9] o
inclusive de una ilusión fascista que subyace en las ciencias con pretensiones
de totalidad. El fascismo científico es perceptible como autofacismo y como
heterofacismo.
El autofacismo es, al interior de
cada dominio epistemológico, una dictadura de los ideólogos[10] y
los doctores, lo que no necesariamente implica el gobierno de los intelectuales[11] y
los doctos. Esta dictadura se afianza en una configuración jerárquica de las
profesiones que no sólo entra en conflicto con la configuración estructural de
nuestra sociedad heterárquica[12]
funcionalmente diferenciada[13],
sino también pregona un delirio científico y cientificista por el que se
pretende estar instalado, gracias al método y a la objetividad, en la verdad
absoluta, lo que lleva a la dictadura[14]
científica[15] y a la
reducción de la ciencia al rol de ideología[16].
El heterofacismo se da en la forma
de un afán científico segregacionista que presenta analogías con los
fundamentalismos y el racismo[17].
Cada dominio epistémico se configura mediante el establecimiento de fronteras
rígidas que presuponen un concepto cerrado de racionalidad científica[18]. Al
interior de cada ciencia se establece la pretensión de tener la puerta de
acceso a la verdad, de poder contestar a todas las preguntas con una única
respuesta contundente[19].
En algunas de las más fuertes
contradicciones que hacen de cada ciencia un saber cerrado, excluyente,
segregacionista se encuentra el problema de la pretensión de que existen
saberes omniabarcadores que son capaces de dar cuenta de la totalidad del
hombre y del cosmos conocido[20]. La
pregunta por lo que son las cosas puede interpretarse como un principio
heurístico, pero también puede conducir a respuestas dogmáticas que pretenden
ser contundentes.
Algunas de las contradicciones inherentes
a la visión de la ciencia a finales de este siglo es la que se da entre un
mundo globalizado y saberes científicos clausurados y excluyentes. En este
sentido, se puede plantear el problema de la descontextualización de las
ciencias sociales y explicar la crisis a la que nos enfrentamos en estos
momentos. En una humanidad que entra al siglo XXI promoviendo la organización
democrática y los valores de pluralismo, libertad, participación y diálogo, la
ciencia monista, instrumentalista, autocrática y autológica, entra en
contradicción con estas valoraciones.
Algunas perspectivas epistemológicas
rumbo al siglo XXI se apoyan en el planteamiento de una contradicción inherente
al espíritu humano: la que se da entre el anhelo y pretensión de infinitud, y
la limitación y finitud del conocimiento humano[21]. La
verdad, antes que un lugar, o una posesión, se puede concebir como un criterio
o como un código orientador del espíritu científico[22] el
cual implica la aptitud y la actitud para entender a la ciencia como una
búsqueda infinita[23] de
la verdad y no como un lugar al que se llega de manera definitiva.
El problema de la interdisciplina en
las ciencias sociales puede plantearse en términos éticos[24]: la
sociedad presupone la alteridad y las ciencias sociales presuponen o se
refieren a un común denominador: la referencia al ser humano, a sus conductas,
a sus formas de agrupación u organización, a sus reglas y normas de
convivencia, a sus sistema políticos, a sus formas de aprender y aprehender,
está en la base de toda ciencia social. La ética no se refiere aquí
necesariamente a la introducción del código bueno/malo como criterio único para
todas las valoraciones, sino a la necesaria referencia, consideración y
atención de la ciencia, en su especular y actuar, al espíritu humano y sus
necesidades y contradicciones, sus anhelos y frustraciones, etc.[25]
Esto implica recodificar los códigos del progreso[26] y
los criterios utilitaristas.
La crisis de las ciencias que
vivimos en este fin de siglo[27], se
origina en paradojas[28]
inherentes a la asimetría entre los sistemas científicos y un entorno de una
complejidad impenetrable e indescriptible en su totalidad, tanto hacia lo
macroscópico como hacia lo microscópico, tanto en el ámbito de la física como
en el de las ciencias del espíritu. Los problemas que se plantean al
pensamiento científico se dan también en el ámbito internacional, su referencia
común a lo humano es un motivo para señalar una interrogante: ¿no acaso el
saber sobre el hombre debe anteceder, en el orden ontológico y ético a todo
saber sobre la naturaleza[29]?
¿No será la región de lo humano más accesible a nosotros que la región de la
naturaleza[30]?
En este momento, se pueden plantear
oposiciones entre diferentes concepciones de la ciencia: la derivada del
positivismo decimonónico y lingüístico y la que implica una visión
perspectivista[31] de la
realidad y una nueva forma de pensar y ver la complejidad[32]. La
oposición, ciencias incluyentes/ciencias excluyentes no sólo se refiere a la
interpenetración entre las ciencias sociales, sino también a la relación de
éstas con las ciencias naturales y a la referencia a otros ámbitos, no
considerados necesariamente como científicos, como pueden ser el arte y muy en
especial la poesía. ¿Será acaso arbitrario el que Aristóteles[33] y
Heidegger[34] hayan
retornado en su madurez a la poesía[35] y
al mito[36]?
¿Es la racionalidad científica un mito[37] y
la razón un sueño que produce monstruos[38]?
¿Es la interdisciplina un mito? O más allá todavía: ¿No acaso la ciencia es un
juego[39] del
lenguaje[40] que nos
enseña, como otros juegos, como jugar mejor el juego de la vida?
COMENTARIO AL CONCEPTO DE TRANSGRESIÓN
Retomo aquí el concepto de
transgresión, muy apreciado, entre otros “literatos malditos” por George
Bataille. La transgresión constituye en sí misma una estrategia que permite
romper o ampliar límites, introducir rupturas y discontinuidades, invertir
valoraciones, subvertir estrategias, recodificar códigos rectores, denunciar la
manipulación, etc. Introduzco aquí cuatro trasgresiones estratégicas tendientes
a introducir rupturas en nuestra visión cientificista de la realidad y en los
presupuestos positivistas de la misma.
Primera transgresión: El
conocimiento en las ciencias sociales es más exacto que el de las ciencias
naturales: la realidad del ser humano nos es mucho más accesible que cualquier
fragmento de materia flotando en el espacio. Una lágrima es mucho más próxima a
nosotros en cuanto experiencia que todos los satélites naturales de la galaxia.
Segunda transgresión: Las ciencias
sociales se afianzan todas sobre una base ética común: la referencia a la
alteridad (el otro) plantea de manera urgente el tema de la necesaria
consideración a otras personas, sus intereses, anhelos, frustraciones,
resentimientos y necesidades.
Tercera transgresión: ¿es necesario
orientarnos por un código del progreso basado en la industrialización, la
sociedad de masas y el consumo? Debemos definir qué tipo de progreso queremos
en función de los anhelos más íntimos y de las carencias y miserias propias del
género humano.
Cuarta transgresión: La ciencia no
es la culminación del saber humano: el arte logra un mayor nivel de elevación
espiritual (esta idea fue expresada por Schelling en el Sistema del idealismo
trascendental) y puede inclusive penetrar la realidad de forma más íntima y
conmover con mayor fuerza. Un pequeño poema de Quevedo nos puede revelar más
sobre la esencia humana y sobre la realidad que nos rodea que todas las
funciones matemáticas, las fórmulas físicas y los modelos sociales juntos.
[1] En Comte se
encuentra no sólo un intento por vincular los rasgos del racionalismo
iluminista con la exigencia Romántica de la universalidad del saber, sino un
proyecto de regeneración política y filosófica, deudora en gran medida de la
tradición política de Luis-Gabriel-Ambroise de Bonald (principalmente de su
obra “Teoría del poder político y religioso en la sociedad civil”) y de Joseph
de Maistre.
[2] El programa
del Círculo de 1929, redactado por Rudolph Carnap, Hans Hahn y Otto Neurath
titulado Wissenshaftliche Weltauffassung. Der Wiener Kreis (Concepción
científica del mundo: el Círculo de Viena), asume como precursores, entre otros
a Hume y los filósofos de la Ilustración, y desde luego a August Comte. El
positivismo lógico asume los presupuestos centrales del positivismo y del
empirismo decimonónico: reducción del conocimiento a las ciencias positivas,
generalización unificadora de las ciencias, actitud antimetafísica y ética
utilitarista. La posición de Carnap es particularmente ilustrativa del espíritu
del neopositivismo: “los objetos no pueden ser descompuestos en diversos
dominios inconexos entre sí, sino que hay un solo dominio de objetos y por eso
una sola ciencia”. La construcción lógica del mundo. México, UNAM, 1988. p. 8.
[3] La filosofía
positiva, que se presenta como un sistema general de las concepciones humanas
se entiende como “el estudio propio de las generalidades de las diferentes
ciencias, concebidas como sometidas a un método único y como formando las
diversas partes de un plan general de investigaciones”. August Comte. Curso de
filosofía positiva. Nota preliminar. La idea de un método único prevalece en el
positivismo lógico de Rudolph Carnap: “toda proposición científica puede en
principio ser transformada de tal manera que sea solamente una proposición
acerca de una estructura”. Op. Cit. p. 29
[4] Las
características principales de un sistema axiomático son: 1. Es un sistema
construido formalmente, que hace uso de signos, los cuales no son interpretados
por el sistema. 2. La distinción entre los axiomas y los restantes enunciados
del sistema, consiste en que los axiomas no se deducen del sistema (más bien,
los enunciados del sistema son deducidos a partir de ellos. Un ejemplo clásico
en el plano del saber humano es la Ethica, ordine geometrico demostrata, de
Baruch de Spinoza, en la cual, a partir de definiciones y axiomas, se deducen
proposiciones. El ordine geometrico implica también la aclaración de las
proposiciones mediante escolios y el recurso a demostraciones y corolarios,
como enunciados deducidos). 3. Un sistema axiomático está conformado por leyes
(axiomas) e indicaciones (reglas). Cf. I. M. Bochenski. Los métodos actuales
del pensamiento. 16ª ed. Madrid, Rialp, 1988. p. 143 ss.
[5] Los sistemas
axiomáticos exigen la formalización rigurosa, la totalidad del sistema y la
exclusión de la contradicción. Cf. Idem. En esta exigencia, enunciados
considerados como ajenos al sistema, que puedan provocar contradicciones e
incluso cuestionar las reglas o los axiomas, enfrentan al sistema al reto de
incorporar selectivamente algunos enunciados transformando así sus presupuestos
y con ellos sus enunciados, o negar, excluir o ignorar los enunciados (lo cual
tiende a ser la estrategia más frecuente para mantener el purismo del sistema y
garantizar su continuidad).
[6] “La
convención tiene gradaciones, puede ser más o menos fuerte, más o menos
unánime, más o menos constrictiva.
“Es casi absoluta en un código de
señales camineras, en la notación química o algebraica, etc.” Pierre Guiraud.
La semiología. México, Siglo Veintiuno, 1995. p. 35.
[7] La estructura
de las ciencias naturales está ordenada con base en enunciados protocolarios
que constituyen la base empírica. Mediante generalizaciones se llega al
planteamiento de hipótesis, las cuales, si se confirman en muchos casos por
medio de la verificación y si no se falsean en ningún caso, se constituyen en
leyes. Finalmente, los enunciados generales que explican varias leyes son
erigidos en teorías. Un esquema puede servir para visualizar mejor la forma
como progresan las ciencias naturales:
TEO
|
RÍA
|
||||||||||
L
|
1
|
L
|
2
|
||||||||
H1
|
H2
|
H3
|
H4
|
||||||||
EP1
|
EP2
|
EP3
|
EP4
|
EP5
|
EP6
|
EP7
|
EP8
|
EP9
|
EP10
|
EP11
|
EP12
|
El primer nivel es el de los
enunciados protocolarios (EP), en el segundo nivel están las hipótesis (H), el
tercer nivel es el de las leyes (L) y el cuarto el de la teoría. Cf. I. M.
Bochenski. Op. Cit. p. 191 ss.
[8] Jürgen
Habermas. Teoría analítica de la ciencia y dialéctica. En La Lógica de las ciencias
sociales. México, Red Editorial Iberoamericana, 1993. pp. 25-26.
[9] La expresión
de esta idea puede encontrarse en Los orígenes del totalitarismo de Hannah
Arendt. Barcelona, Planeta. 1994 (Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo;
No. 74) v. 2, p. 431 et passim.: “El
cientificismo de la propaganda de masas ha sido tan universalmente empleado en
la política moderna que ha llegado a ser interpretado como un signo más general
de la obsesión por la ciencia que caracterizó al mundo occidental desde el
desarrollo de las Matemáticas y de la Física en el siglo XVI; de esta forma, el
totalitarismo parece ser exclusivamente la última fase de un proceso durante el
cual la ciencia se ha convertido en un ídolo que curará mágicamente todos los
males de la existencia y que transformará la naturaleza del hombre”.
[10] La distinción
entre ideólogos e intelectuales la he planteado en el artículo La fecundidad
del mito. En Bien Común y Gobierno. No. 45, agosto de 1998. p. 129: “... los
ideólogos han anulado al intelectual, lo han segregado, lo han marginado. Los
ideólogos son sólo pseudo intelectuales, simuladores de ideas, farsantes y
fanáticos... son serviles, reverentes y no libres; odian... el pensamiento
libre y plural”. En este sentido retomo aquí la distinción.
[11] A diferencia
del ideólogo, el cual “solamente repite ideas de otros, reproduce mitos,
estereotipos y prejuicios”, el intelectual “está destinado a inquietar, a
inquirir, a cuestionar...” Idem.
[12] “Una serie de
importantes dispositivos del sistema de la ciencia se ajusta para hacer más
probable la construcción de la complejidad, acelerándola. Partes de este
proceso son la institucionalización de la libertad individual de elección de
temas y de expresión de opiniones, la ausencia de centralizaciones de decisión,
esto es, la forma heterárquica (y no jerárquica) de la conexión de decisión
recursiva, una gran tolerancia institucionalizada en cuanto a la divergencia de
opiniones y los conflictos relativos a éstas”. Niklas Luhmann. La ciencia de la
sociedad. México, UIA, Anthropos, ITESO, 1996. pp. 263-264
[13] La sociedad
diferenciada por funciones es el primer ejemplo de sociedad con carácter
mundial: incluye todas las comunicaciones producidas en el mundo, sin límites
ligados a discontinuidades territoriales: “La sociedad es una sociedad mundial;
es el resultado de que el mundo esté atravesado por la comunicación y que se
deba reconstruir a través de las diferencias... Las sociedades territoriales
necesitan nombres, de otro modo no se pueden localizar, ni en el espacio ni en
el tiempo. el sistema de la sociedad mundial, en cambio, no tiene, ni requiere
de un nombre propio, sólo se puede describir teóricamente”. Niklas Luhmann.
Ibid. p. 437.
[14] “... los
expertos llegan frecuentemente a resultados distintos, tanto en cuestiones
sustantivas como en su aplicación... A veces uno se ve tentado a decir: tantos
científicos, tantas opiniones. Hay naturalmente terrenos en los que los
científicos están de acuerdo, pero esto no basta para despertar nuestra
confianza. La unanimidad es muchas veces el resultado de una decisión
política: los disidentes son eliminados o guardan silencio para preservar la
reputación de la ciencia como fuente de un conocimiento fidedigno y casi
infalible. En otras ocasiones la unanimidad es resultado de prejuicios
compartidos: se toman posiciones sin que se haya sometido la cuestión a un
análisis detallado y se las reviste de la misma autoridad que resultaría de una
investigación minuciosa... La unanimidad puede también reflejar una disminución
de la conciencia crítica: la crítica será débil mientras se tome en
consideración un solo punto de vista”. Paul Feyerabend. La ciencia en una
sociedad libre. 2ª México, Siglo Veintiuno, 1988. pp. 101-102. La dictadura se
afirma así a partir de tres estrategias: exclusión de la diferencia y negación
de las asimetrías, introyección del prejuicio, y unidimensionalidad de la
crítica.
[15] “Los nuevos
Maquiavelos, quienes han asumido la función pedagógica del autor de El
Príncipe, nos determinan como entes sociales, económicos y psicológicos,
construyen nuestra subjetividad a partir de un saber científico pretendidamente
objetivo y desinteresado. Pero esta pretendida objetividad esconde el interés
del poder por el control político, económico, social y jurídico de la población.
Así, la política crea sus propios “juegos de verdad” a través de sus
científicos”. Javier Brown César. Maquiavelo, el príncipe y el poder: una lectura
postmoderna. En Bien común y gobierno. No. 42, mayo de 1998. p. 19
[16] El término
ideología no lo uso aquí en el sentido original que le dio Antoine Luis-claude
Destutt de Tracy en sus Éléments d´Ideologie, como estudio de las facultades
humanas que se plantea el problema del origen de nuestras ideas y la búsqueda
de la unidad y los principios comunes a las operaciones de hablar, juzgar y
querer (a las que corresponden la gramática, la lógica y la moral), sino en el
dado por Marx en La ideología alemana: “Pese a su fraseología supuestamente
revolucionaria, los ideólogos... son, en realidad, los perfectos conservadores.
Los más jóvenes entre ellos han descubierto la expresión adecuada para designar
su actividad cuando afirman que sólo luchan contra frases. Pero se olvida de
añadir que a estas frases por ellos combatidas no saben oponer más que otras
frases y que, al combatir solamente las frases de este mundo, no combaten en
modo alguno el mundo real existente”.
[17] “La doctrina
orgánica de una Historia según la cual cada raza es un todo completo y separado
fue inventada por hombres que necesitaban definiciones ideológicas de la unidad
nacional para reemplazar a una nacionalidad política. Fue un frustrado
nacionalismo el que condujo a la declaración de Arendt conforme a la cual los
alamanes, que aparentemente resultaron ser los últimos en desarrollar una unidad
orgánica, tenían la suerte de ser un género puro y sin mezcla de un pueblo
genuino”. Hannah Arendt. Op. Cit. Vol. 1. p. 230. La misma pretensión de pureza
y de genuinidad se da también en la actitud científica totalitaria
heterofacista: sólo mi ciencia es pura, sólo mi ciencia es un saber riguroso y
objetivo.
[18] Sobre el
problema de la racionalidad científica en el ámbito de las ciencias sociales
Cf. especialmente: Jürgen Habermas. Teoría de la acción comunicativa: Vol. 1.
Racionalidad de la acción y racionalización social. pp. 24 ss. et passim.
[19] En este
sentido resulta útil la distinción entre pensadores (y sistemas científicos)
monistas y pluralistas: “... existe una enorme brecha entre aquellos que, por
un lado,, lo relacionan todo a una sola visión central, un sistema más o menos
coherente o expresado, de acuerdo con el cual comprenden, piensan y sienten; un
solo principio organizador, en función del cual cobra significado todo lo que
ellos son y dicen; y por la otra parte, aquellos que persiguen muchos fines, a
menudo no relacionados, y aun contradictorios, conectados, si acaso, de algún
modo de facto, por alguna causa psicológica o fisiológica, no vinculados por
algún principio moral o estético; estos últimos llevan vidas, efectúan
acciones y sostienen ideas que son centrífugas, no centrípetas...” Isaiah
Berlin. El erizo y el zorro. En Pensadores rusos. México, Fondo de Cultura
Económica, 1985. (Breviarios; No. 287) pp. 69-70.
[20] La
ilustración literaria de este afán de totalidad y las contradicciones
inherentes al mismo se expresan de manera insuperable en la Biblioteca total de
Jorge Luis Borges: “Todo estará en sus ciegos volúmenes. Todo... Todo, pero por
una línea razonable o una justa noticia habrá millones de insensatas
cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias”.
[21] En la
interpretación heideggeriana de la Crítica de la razón pura de Kant, “El origen
fundamental de la fundamentación de la metafísica es la razón pura humana, y en
el centro de la problemática de la fundamentación está, como lo más esencial,
precisamente el carácter humano de la razón, es decir, su carácter finito”.
Martin Heidegger. Kant y el problema de la metafísica. 4
[22] Para Luhmann,
por ejemplo, la ciencia es un sistema funcionalmente diferenciado cuyas
comunicaciones se orientan todas al código verdadero/no verdadero.
[23] Esta búsqueda
podía encontrar presupuestos en la posición de Popper respecto a la objetividad
científica: “... yo mantengo que las teorías científicas no son nunca
enteramente justificables o verificables, pero que son, no obstante,
contrastables. Diré, por tanto, que la objetividad de los enunciados
científicos descansa en el hecho de que pueden contrastarse
intersubjetivamente”. La lógica de la investigación científica. México, Red
Editorial Iberoamericana, 1991. p. 43.
[24] Lo que
implica una importante recodificación: “Si se trata.. de analizar el poder no a
partir de la libertad, de las estrategias y de la gubernamentalidad, sino a
partir de la institución política, no se puede considerar al sujeto más que
como... un sujeto dotado de derechos o carente de ellos y que, a través de la
institución de la sociedad política, ha recibido o perdido los derechos... Por
el contrario, la noción de gubernamentalidad permite... poner de relieve la
libertad del sujeto y la relación con los otros, es decir, aquello que
constituye la materialidad misma de la ética”. Michel Foucalt. Hermenéutica del
sujeto. Mar de la Plata, Altamira, 1996. p. 123-124.
[25] “Debemos
darnos cuenta de que hay en este mundo cosas más importantes que ganar una
guerra, hacer que la ciencia progrese o encontrar la verdad”. Paul Feyerabend.
La ciencia en una sociedad libre. p. 101.
[26] “Si el
progreso es la meta, ¿para quién estamos trabajando? ¿Quién es este Moloch
que, cuando sus fieles se acercan, en lugar de recompensarlos retrocede
siempre?”. Isaiah Berlin. Pensadores rusos. citado en Javier Brown César.
Isaiah Berlin, Alexander Herzen y el tema de la libertad. En Bien común y
gobierno. No. 44, julio de 1998. p. 145
[27] Crisis que al
darse primero en la física forzó a replantear algunos presupuestos: “El
descubrimiento del aspecto dual de la materia y del papel fundamental de la
probabilidad destruyó la idea clásica del objeto sólido. A nivel subatómico, los
objetos de materia sólida de la física clásica se dispersan en formas
ondulatorias de probabilidades. Es más, estas ondas ni siquiera representan la
probabilidad de una cosa, sino la probabilidad de que varias cosas establezcan
una relación recíproca. Analizando detalladamente el proceso de observación de
la física atómica se llega a la conclusión de que las partículas subatómicas no
tienen ningún significado como entidades aisladas sino como correlaciones o
conexiones entre varios procesos de observación y medida. Fritjof Capra. El
punto crucial: ciencia, sociedad y cultura naciente. Argentina, Troquel, 1992.
p. 87
[28] “... el
progreso de nuestra civilización ha sido en gran parte un mero desarrollo de lo
racional e intelectual y esta evolución unilateral ha llegado hay a una etapa
muy alarmante, una situación tan paradójica que raya en la locura. Podemos
controlar el aterrizaje de una nave espacial en el planeta más distante pero
somos incapaces de controlar los gases contaminantes que emanan de nuestros
vehículos y de nuestras fábricas; proponemos la creación de comunidades
utópicas en gigantescas colonias espaciales pero no somos capaces de
administrar nuestras ciudades”.Ibid. p. 45.
[29] Resulta
fascinante constatar como Kant, en la Crítica de la razón pura, obra donde se
buscan los fundamentos a priori de la matemática y de la física (“La matemática
y la física son los dos conocimientos teóricos de la razón que deben determinar
sus objetos a priori; la primera con entera pureza, la segunda con pureza al
menos parcial...”. Crítica de la razón pura.
Prólogo de la segunda edición, 1787) proponga en la doctrina trascendental del
método (en el Canon de la razón pura. Segunda sección) que: “Todo interés de mi
razón (lo mismo especulativo que práctico está contenido en estas tres
preguntas:
1a. ¿Qué puedo saber?
2a. ¿Qué debo hacer?
3a. ¿Qué me es permitido
esperar?”. La referencia de estas preguntas es al ser humano. Posteriormente,
en la Antropología desde el punto de vista pragmático, Kant considerará que
estas preguntas se pueden reducir a una fundamental: ¿Qué es el hombre?
[30] “El criterio
y la regla de la verdad es el haberla hecho, dijo Vico... pero... los hombres
no pueden hacer el mundo físico: physica a caussis probare non possumus, quia
elementa rerum naturalium extra nons sunt. Sólo Dios puede conocer estos
elementa, porque él los ha hecho todos... [No podemos demostrar la física desde
sus causas, porque los elementos que componen la naturaleza están fuera de
nosotros]”. Isaiah Berlin. Vico y su concepto del conocimiento. En Contra la
corriente: ensayos sobre historia de las ideas. México, Fondo de Cultura
Económica, 1992. (Sección de Obras de Historia) p. 178. Este tema había sido
planteado ya en el Artículo 2 del opúsculo De veritate de Santo Tomás de
Aquino: “... una cosa no se llama verdadera sino en cuanto que se adecua con el
entendimiento... Mas es de saber que la cosa se comporta diversamente respecto
del entendimiento práctico y del entendimiento especulativo. El entendimiento
práctico causa las cosas, por lo cual es medida de las cosas que por él son
hechas; pero el entendimiento especulativo, por ser receptivo respecto de las
cosas, es movido en algún modo por las cosas mismas, y así, éstas son su
medida... Así, pues... la cosa natural mide y es medida; y nuestro
entendimiento tiene medida y no es medida de las cosas naturales, sino sólo de
las artificiales”. El tema es abordado por Berlin en el ensayo El divorcio
entre las ciencias y las humanidades: “Mientras mayor sea el elemento hecho por
el hombre en cualquier objeto de conocimiento, será más transparente a la
contemplación humana; mientras mayor sea el ingrediente de la naturaleza
externa resulta más opaco e impenetrable a la comprensión humana”. En Op. Cit.
p. 160.
[31] “...
Nietzsche da un paso más y afirma que, bajo el presupuesto de estimaciones
trascendentales de valor, carece de sentido hablar en absoluto de conocimiento
posible, y por tanto de juicios que puedan ser objetivamente verdaderos. Sólo
podemos dar interpretaciones cuya validez, referida a una perspectiva expresa
en estimaciones de valor, es por tanto, fundamentalmente relativa... La
explicación misma es un síntoma de determinados estados fisiológicos e
igualmente de un determinado nivel espiritual de juicios dominantes: ¿Quién
explica? -–nuestros afectos. En lugar del conocimiento de la naturaleza
fenoménica se introduce, por tanto, la “ilusión perspectivista”; y dado que las
perspectivas, por su parte, se fundan en nuestros afectos, en lugar de la
teoría del conocimiento se introduce una doctrina perspectivista de los afectos.
Su principio supremo es que “toda fe”, todo tener-por-verdadero es algo
necesariamente falso, porque no hay un mundo verdadero”. Jürgen Habermas. La
crítica nihilista del conocimiento en Nietzsche. En sobre Nietzsche y otros
ensayos. México, Red Editorial Iberoamericana, 1993. p. 53-54. “Una nueva
imagen del pensamiento significa en primer lugar: lo verdadero no es el
elemento del pensamiento. El elemento del pensamiento es el sentido y el valor.
Las categorías del pensamiento no son lo verdadero y lo falso, sino lo noble y
lo vil, lo alto y lo bajo, según la naturaleza de las fuerzas que se apoderan
del propio pensamiento”. Gilles Deleuze. Nietzsche y la filosofía. 5ª ed.
Barcelona, Anagrama, 1998. (Colección Argumentos; No. 17) p. 147-148
[32] En esta línea
de pensamiento resultan particularmente significativas las aportaciones de:
Heiz von Foerster: “El universo,
que era un asunto completamente interno, ahora es externado constructivamente
al decir nosotros que el otro es como yo soy. el tú es el yo. Eso significa que
me estoy viendo a través de los ojos del otro”. Por una nueva epistemología. En
Metapolítica. No. 8, octubre-diciembre de 1988. p. 641
Edgar Morin: “Es vano intentar
fundar el conocimiento, bien sea en el Espíritu, bien sea en lo Real. El
conocimiento no tiene fundamento, en el sentido literal del término, pero tiene
fuentes diversas y nace de su confluencia, en el dinamismo recursivo de un
bucle en el que emergen conjuntamente sujeto y objeto: este mundo pone en
comunicación espíritu y mundo, inscritos el uno en el otro, en una coproducción
dialógica de la que participa cada uno de los términos y momentos del bucle”.
El método. Madrid, Cátedra, 1988. p. 228.
Humberto Maturana: “La
contribución de Humberto R. Maturana a las ciencias de la complejidad y a la
comprensión de la experiencia humana deriva de su explicación del observador a
partir de lo que llama dominio de ontologías constitutivas. Este dominio
aparece con la respuesta de qué hacen los humanos como observadores. En la
visión de Maturana, el observador es descrito como alguien que opera en el
lenguaje como participante constitutivo en todo lo que hace como ser humano. La
visión recursiva, circular y sistémica de Maturana está presente en todos sus
argumentos y reflexiones explicativas”. Alfredo B. Ruiz. Humberto Maturana y su
contribución a las ciencias de la complejidad. En Op. cit. p. 703-704.
Y Niklas Luhmann: “A partir de la
complejidad misma no es posible deducir qué relaciones se pueden realizar
entre los elementos. Eso es resultado, en cada uno de los niveles de formación
de sistemas, de la diferencia entre sistema y entorno y de las condiciones
evolutivas de la aptitud de sobrevivencia. Por otra parte, desde el punto de
vista contrario, se puede explicar el problema de la diferencia entre sistema y
entorno con ayuda del concepto de complejidad... no hay ninguna coincidencia
punto por punto entre el sistema y el entorno... El que el sistema esté
obligado a la selección es resultado de su propia complejidad”. Niklas Luhmann.
Sistemas sociales: lineamientos para una teoría general. 2a de. Barcelona, Anthropos, UIA, CEJA, 1998.
p. 48
[33] Aristóteles
escribió en una de sus últimas cartas: “Cuanto más solitario y aislado estoy,
tanto más he llegado a amar los mitos”. Citado en Werner Jaeger. Aristóteles:
bases para la historia de su desarrollo intelectual. México, Fondo de Cultura
Económica, 1992. p. 368. Al respecto comenta Jaeger “... aquella vida tan llena
no quedaba agotada, como pudiera suponer una mirada superficial, con todo su
saber e investigar. Su “vida teorética” arraigaba en una segunda vida,
escondida y profundamente personal, de la que sacaba su fuerza aquel ideal. El
pintar a Aristóteles como no siendo más que ujn hombre de ciencia es el reverso
de la verdad”. Idem.
[34] “...
fracasada la conquista del poder por parte de la filosofía, Heidegger regresa a
la filosofía solitaria que, siguiendo el ejemplo de Hölderlin, quiere
enfrentarse en combate singular al “peligro de oscurecimiento del mundo” en la
época presente”. Rudiger Safranski. Martin Heidegger: un maestro de Alemania.
Barcelona, Tusquets, 1997. (Colección Andanzas. No. 311) p. 339.
[35] “El diálogo
entre pensamiento y poesía evoca la esencia del habla para que los mortales
puedan aprender de nuevo a habitar en el habla”. Martin Heidegger. El habla en
el poema: una dilucidación de la poesía de Georg Trakl. En De camino al habla.
Barceolna, Ediciones del Serbal, 1987. (Colección Odós; No. 1). p. 36 Y en otro
lugar: “Buscamos precisamente lo esencial de la esencia que nos fuerza a
decidir si en lo venidero tomamos en serio la poesía y cómo; si junto obtenemos
los supuestos para mantenernos en el dominio de la poesía y cómo”. Martin
Heidegger. Hölderlin y la esencia de la poesía. En Arte y poesía. Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 1992. (Breviarios; No. 229). p. 127
[36] En el tema
del mito resultan particularmente relevantes los recientes estudios de Roberto
Calasso. Cf. especialmente La ruina de Kasch. Barcelona, Anagrama, 1989.
(Panorama de Narrativas; No. 155). En particular: p. 120 ss. Y más
recientemente Ka. New York, Alfred A. Knopf, 1998. “Knowledge is not an answer
but a defiant question: Ka? Who? Knowledge is the last ruse, wich allows us to
escape being killed, to obtain a -provisional- stay of execution.” p. 152.
[37] “El principio
de la necesidad fatal por el que perecen los héroes del mito, y que se
desarrolla como lógica consecuencia del veredicto oracular no domina sólo
–purificado hasta la coherencia de la lógica formal- en todo sistema
racionalista de la filosofía occidental, sino sobre la sucesión misma de los
sistemas que comienza con la jerarquía de los dioses y, en un permanente
crepúsculo de los ídolos, exhala, como contenido idéntico, la ira por la falta
de honestidad. Así como los mitos cumplen ya una obra iluminista, del mismo
modo el iluminismo se hunde a cada paso más profundamente en la mitología”. Max
Horkheimer y Theodor W. Adorno. Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 1969. p. 25.
[38] “¿no acaso es
posible que la ciencia, tal como la conocemos hoy (la ciencia del racionalismo
crítico que ha sido liberada de todos los elementos inductivos), o una
“búsqueda de la verdad” al estilo de la filosofía tradicional cree, en
realidad, un monstruo? ¿No es acaso posible que cause daño al hombre, que haga
de él un mecanismo miserable, hostil, convencido de que es mejor que los otros,
un mecanismo sin encanto y sin humor? Yo sospecho que la respuesta a... estas
preguntas debe ser afirmativa y creo por ello que se necesita urgentemente una
forma de la ciencia que la haga más anarquista y más subjetiva (en el sentido
de Kierkegaard)”. Paul Feyerabend. Tratado contra el método. Barcelona,
Planeta, 1993. (Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo; No. 52). p. 98.
[39] Popper, considera
que las reglas metodológicas con convenciones que constituyen las reglas del
juego de la ciencia empírica, “el resultado de un estudio de las reglas de
juego de la ciencia –esto es, de la investigación científica- podría
denominarse la lógica de la investigación científica”. Op. Cit. p. 52.
[40] La teoría de
los Sprachspiel (juegos del lenguaje) es sin duda la aportación más
significativa del “último” Wittgenstein: “Hay innumerables clases; innumerables
y diversas suertes de todo lo que llamamos signos, palabras, frases. Esta
diversidad y multiplicidad no es nada estable, ni dada una vez por todas;
nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, mientras que otros mueren
y caen en el olvido. (Encontraríamos una imagen aproximativa de esto en los cambios
de las matemáticas). El término juego del lenguaje debe hacer notar aquí que el
hablar un lenguaje forma parte de una forma de vida”. Investigaciones
filosóficas. No. 21.
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