Por Javier Brown César
El camión del transporte público
pasó rozando al 212, el auto de la compañía en la que trabajaba con Omar y
Rosario y que recibía ese mote por la parte numérica de la placa. Se había
distraído fumando un cigarro en lo que sus acompañantes disfrutaban, como
postre, después de comer unas deliciosas flautas, de un sabroso helado
combinado que habían comprado en la heladería de la esquina. No se podía culpar
al chofer del camión que casi lo había atropellado: los dueños de las rutas
hacían hasta lo imposible para obtener jugosas ganancias a como diera lugar,
llenando los camiones de pasajeros en las paradas, convirtiéndolos así en
auténticas latas de humanos sudorosos y jadeantes, y en ocasiones, en terribles
tumbas colectivas cuando los choferes, usualmente jóvenes sin licencia y
adictos a alguna droga, perdían el control de los vehículo por falta de
mantenimiento de los frenos.
El episodio del camión se había
borrado de su mente cuando se matriculó en la universidad para estudiar ciencia
política. Ahí conoció a Angélica, la mujer de sus sueños, que le habría de dar
la satisfacción de concebir dos hijos bellos e inteligentes, hombre y mujer, en
ese orden, con lo que cumplía con el ansiado sueño de sus padres de tener la
parejita, siendo que ellos no pudieron tener más que un hijo, porque debido a
las pretensiones de rico de su padre, éste compró, el día en que nació su
unigénito, un par de costosos Rolex para él y su esposa, quien agonizó durante
días después del parto y debido a la falta de cuidados médicos no pudo ser
madre otra vez.
Ya en la universidad había logrado
su más preciado anhelo al obtener la mención honorífica por una tesis sobre la
democracia, en la que demostraba que el ideal griego se alejaba mucho de la
concreción de los sistemas democráticos de los siglos XIX y XX, que habían
ampliado los derechos logrando que masas incultas decidieran sobre los asuntos
del Estado; a la postre las masas fueron manipuladas por hábiles demagogos, que
a cambio de darle limosnas llamadas programas sociales, telenovelas y deportes
a un pueblo hambriento e ignorante, habían construido una mísera oligarquía
basada en la explotación y la esclavitud de las mayorías.
Recordaba cómo había recibido su
título y la mención honorífica, y cómo Angélica se rendía ante su soberbia
inteligencia, su pericia sexual y sus extraordinarias capacidades analíticas.
Después de la universidad había sido contratado como asesor para servir en las
más altas esferas del poder político, lo que le permitió financiar estudios de
élite para sus hijos y adquirir la casa, el auto y el perro de sus sueños.
Un buen día se durmió profundamente
y al despertar vio una intensa luz blanca sobre sus ojos y a una mujer
disfrazada de enfermera que decía algo así como: ha despertado. Luego se vio
rodeado por doctores y por sus padres. Le decían que era un milagro y que les
daba gusto verlo vivo, y el no sabía ni qué pensar. Los veía, incrédulo, hasta
que preguntó por su esposa e hijos, y entonces uno de aquellos doctores le
dijo: hace diez años que está en coma amigo mío, un autobús del transporte
público aplastó su cuerpo contra el auto dejándolo gravemente herido, pero no
se preocupe, el chofer está tras las rejas gracias al testimonio de Omar y
Rosario. Y prosiguió el doctor: lamento informarle que perdió ambas piernas y
un brazo, tuvo fractures y contusiones múltiples, así como un severo
traumatismo craneoencefálico, pero afortunadamente logramos salvarlo y ahora
podrá iniciar su rehabilitación.
No podía creerlo, así que se volvió
a dormir sabiendo que todo eso era una terrible pesadilla. Después de un buen
sueño reparador, Alejandro se despertó dispuesto a ir a su trabajo, pero no fue
capaz de bajar de la cama, sus piernas decían que estaba abajo pero él seguía
en la cama, y entonces se dio cuenta de que estaba en la cama de un hospital,
con sondas que llegaban a varias partes de su cuerpo, así que con un esfuerzo
sobrehumano se levantó de la cama, para constatar que debajo de su abdomen
había un vacío absoluto y que le faltaba el brazo izquierdo.
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