lunes, 29 de diciembre de 2014

LA RAÍZ DE NUESTROS MALES

Por Javier Brown César

 
Los grandes males de México comienzan con la incapacidad de la política para "domesticar" la economía, acabando con vicios añejos, mediante reglas taxativas de observancia general y con un sistema educativo orientado a la formación del ciudadano del futuro, en lugar de anclar a los educandos en las glorias del pasado. Impotente ante los apetitos desbocados de la gran bestia que es la empresa lícita o ilícita, la política se doblega de forma amarga, renunciando a la función que le es propia: la creación de un orden cultural, político y social en el que prosperen las personas y sus familias.

 
UN SISTEMA RENTISTA
 

México es, desde hace mucho tiempo, un sistema basado en la extracción de rentas. Todos, de alguna u otra manera le pagan rentas a los demás. El Estado es una gigantesca maquinaria cuyo fin es la exacción de tributos fiscales y no fiscales, con lo que fomenta la intermediación y el clientelismo, y que con su incapacidad directiva genera altos costos de transacción y tolera la existencia de innumerables gorrones que como rémoras viven de servirle al "pez" más grande. En un sistema rentista, todos quieren vivir de alguien y nadie quiere que vivan de él.

 
El sistema rentista se basa en una amplia pirámide sostenida en su base por sectores dedicados a producir, que sostienen a una cúspide que vive cómodamente de la acumulación excesiva de riqueza, poder y lujos desmedidos. Nuestro sistema educativo no ha formado una nueva clase emprendedora capaz de generar riqueza y empleos y dispuesta a invertir en bienes de capital, al contrario, se ha educado a una clase dependiente de la extracción de rentas que no innova, pero sí busca la forma de doblegar a la ley y a las instituciones; el Estado se ve sometido a los intereses privados, antes que a la realización de fines públicos.

 
LA INEXISTENCIA DE LO PÚBLICO

 
Quien desde pequeño se acostumbra a que si ve algo de valor tirado en la calle se lo puede apropiar, de grande tendrá una visión de lo público totalmente desvirtuada: no tendrá la capacidad para distinguir entre bienes públicos y privados y se verá tentada a apropiarse de aquello que nadie reclama como propio. La privatización de lo público es una consecuencia natural de la existencia de una sociedad anómica y anémica, ya que el abandono del Estado garantiza su inexistencia y la apropiación de lo que es público con fines rentistas.

 
LA MEDIOCRIDAD COMO NORMA

 
En un país rico en recursos vale la idea de para qué esforzarse si todo se da de forma pródiga y generosa. Así que lo más cómodo es mantenerse dentro de una esfera de confort y medianía basada en los placeres sensuales que una naturaleza abundante nos garantiza. No tiene sentido hacer las cosas antes, si se pueden hacer después, o cumplir nuestros deberes hoy si se puede hacer mañana. Y así, vivimos permanentemente en el mañana, sin darnos cuenta de que el mañana sólo existe en nuestra imaginación.

 
LA ILEGALIDAD TOLERADA

 
Toleramos lo ilegal porque el cumplimiento puntual de las leyes es una labor ardua y penosa que demanda la disposición firme y resuelta para cumplir deberes. Y así, consideramos que es mejor exigir derechos a cambio de cualquier cosa, incluso de hacernos de la vista gorda para permitir que se cometan los mayores atropellos, siempre y cuando uno sea el beneficiado: se tolera y acepta la corrupción si nos beneficia; se ama y venera la mediocridad si no va acompañada de un castigo ejemplar.

 
EL PROBLEMA COMIENZA EN LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

 
Y todo comienza cuando somos pequeños, en el hogar, no importa si sea materno o paterno, en el fondo es lo mismo, se reproducen una serie de hábitos perversos que constituyen una pésima educación financiera y que tergiversan de manera irremediable la recta concepción de la economía.
 

Desde pequeños aprendemos que se debe ahorrar todo el año, para gastar los ahorros en la fiesta familiar, invitando a todos los conocidos e incluso permitiendo la llegada de desconocidos con tal de dar la falsa apariencia de prosperidad, para al final, vivir el siguiente año como pobres y tener una nueva fiesta de ricos, y así de forma interminable.

 
Ahorramos durante años escatimando en alimentación y salud para darle a nuestros hijos una fiesta "que nunca olvidarán" pero que en el fondo no es otra cosa que la fiesta que como niños siempre quisimos, pero que nunca pudimos tener. Y así, derrochamos en unas cuantas horas, el esfuerzo de días e incluso de años.

 
Esta costumbre de vano derroche se percibe mejor cuando recibimos nuestra magra quincena: tenemos la percepción de que el dinero que "cae" en un día en nuestras manos es tanto, que lo gastamos en unas pocas horas en alcohol, ropa, zapatos, bolsos o lujos innecesarios, sólo para amanecer al día siguiente con la certeza de la cruda realidad de que lo que sobra después de lo que hemos gastado no alcanza para llegar a la siguiente quincena, y así, nos hacemos de deudas y culpas sin fin.
 

Por último, vivimos aspirando siempre a un estatus y nivel de vida que no podríamos costear en toda una vida de trabajo, pero que estamos dispuestos a financiar aquí y ahora. Sacrificamos la educación de los hijos y la alimentación de toda una familia a cambio de tener vehículos lujosos y asistir a las fiestas de quienes nacieron para ser ricos porque son hijos de magnates que sacrificaron toda su vida para hacer dinero, y que en su vejez ven con tristeza y amargura incomparables que sus vástagos no son capaces de generar riqueza, pero sí de gastarla sin control ni medida.

 
Y así, en la aspiración por ser de una clase más alta, recurrimos al endeudamiento excesivo o al estilo del dandy vividor con un carro lujoso, un par de trajes costosos y algunas lecturas bajo la axila, para seducir a una clase alta ignorante y banal y vivir de ella, con lo que volveos al origen: un sistema rentista con un empresariado conformista y una clase política corrupta y corruptora. Y al final "todos" viven felices, cual caballeros que cabalgan libremente sobre las espaldas del eterno burro que trabaja, se esfuerza y lucha, que no es otro que una clase media trabajadora de la que todos extraen sus rentas y que al final tendrá una triste lápida en un cementerio lujoso que ha pagado con el sacrificio de toda una vida dedicada al trabajo, al esfuerzo y al sacrificio.

Diciembre 29, 2014.

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