Por Javier Brown César
Debí haberlo sabido cuando el día
en que se elegiría al nuevo jefe, a pesar de mi probada experiencia y lealtad, otro
fue el afortunado. Desde entonces a la fecha, testimonié la aberrante
arbitrariedad que se da cuando se nombra a quienes han de tener roles
protagónicos y toman decisiones importantes. A pesar de ello terminé mis
estudios con honores con el sueño de integrarme exitosamente al gremio, a
cambio fui recibido con frialdad y miradas recelosas; sin embargo, todavía
tenía la esperanza de que la disciplina, la honestidad y el trabajo eran condicionantes
del éxito profesional y que tarde o temprano llegaría muy alto. Mi frustración
fue mayúscula cuando descubrí el primer escándalo de corrupción, derivado del
uso de recursos del gremio para apoyar la campaña personal de su dirigente y para
renovar su parque vehicular; a cambio de mis denuncias tuve como recompensa la
indiferencia, el desprecio e incluso la denostación. Jamás me hubiera imaginado
que los profesionistas del gremio fueran capaces de solapar e incluso abrazar
la causa de la corrupción, pero inquiriendo un poco más desentrañé una larga
historia de abusos, corruptelas y encubrimiento: desvío de recursos de los
agremiados para financiar viajes y lujos, deudas contraídas para pagar desmanes
inagotables y jornadas de gula y lujuria, sobornos a funcionarios del gobierno para
obtener concesiones, y un largo etcétera de aberraciones. Con el tiempo me di
cuenta que los agremiados formaban una caterva de pillos mediocres y egoístas,
que entre ellos se repartían los mejores cargos, las becas y los viajes y que impedían
el libre acceso a posiciones de poder; controlaban elecciones, encubrían
fraudes y exigían cuotas al margen de los estatutos del gremio. Debo decir que
no soporté mucho tiempo la degeneración de mi profesión, degradada como la de todos
aquéllos que en lugar de defender a las personas las defraudan y las condenan a
la cárcel o de aquéllos que inventan un tumor para operar y para pagarse sus
próximas vacaciones o de aquéllos que ayudan a evadir impuestos. Como podrá
ver, esa es la razón por la que conduzco este taxi, a pesar de ser
profesionista y tener una cédula profesional, que gustoso quemaría para
olvidarme de todo lo que he visto que hacen quienes han convertido a los
gremios en cuevas de bandidos. Por cierto… parece que ya podemos avanzar.
Febrero 3 de 2015
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