NIKLAS LUHMANN: EL ARTE COMO SISTEMA=KUNST ALS SYSTEM
¿Cómo concibe la sociología
funcionalista contemporánea al arte, en esta así llamada era espacial (Life in
the so called space age. Depeche Mode) o era de la gasolina (The
Gasoline Age. East river
Pipe)? ¿Cómo
se conserva la autonomía del arte, cuando la reproductibilidad técnica de cada
obra (Benjamín) está plenamente garantizada por el desarrollo de la ciencia y
la técnica como ideología (Habermas) y como motor del desarrollo de las
sociedades llamadas del capitalismo tardío? ¿Cómo conservar al arte como arte,
cuando las inflexibles leyes del mercado hacen de cada obra un objeto de
intercambio, una mercancía, un fetiche (Marx)? ¿Cómo se protege el arte contra
la dominación burocrática racional (Weber), la oligarquía (Michels) o contra la
razón instrumental cosificadora (Adorno, Horhkeimer)?
Los escépticos dirían: el arte
auténtico sobrevive en la interioridad, en el refugio que cada artista
construye para evadir a la masa anónima. Pero de esta manera, el arte se vuelve
no lucrativo, y lo peor, no comunicable: el arte exige a la sociedad, y por
ende, conforme las sociedades evolucionan, cambia la función social del arte.
Pero la evolución es caprichosa, creativa (Bergson) no persigue el progreso ni
el orden (Comte), no tiene ley: es la vida que se despliega con fuerza abriendo
espacios de autonomía y autoreproducción. El arte tiene que afirmarse, tarde o
temprano, como una fuerza vital capaz de reproducirse autónomamente. Pero la
autonomía del arte como sistema es un resultado tardío del proceso de
diferenciación funcional de la sociedad (Luhmann).
Efectivamente, la respuesta de
Niklas Luhmann es que el arte “sobrevive” como sistema. En las sociedades
arcaicas, tribales, la familia es la forma misma como la sociedad se
diferencia: las relaciones elementales de parentesco (Levi-Strauss) mantienen
la reproductibilidad de la familia mediante un cosmos simbólico lleno de vida
que implica dos principios restrictivos fundamentales: primero, no puedes comer
de todo, segundo, no puedes dormir con cualquiera; así, nacen algunas de las
primeras restricciones que estarán en la base de la moralidad, el derecho y las
sociedades coactivas y restrictivas. En las sociedades tribales segmentadas el
arte es una forma de mediación con las fuerzas del cosmos.
La conquista del universo de
símbolos por unos pocos y la posibilidad de delegar el trabajo en manos
serviles son algunas de las causas que conducen a sistemas sociales basados en
la desigualdad social. El poder se concentra en las que se pueden denominar
sociedades citadinas dando paso a la posibilidad de que un estrato social se
cierre sobre sí mismo y se constituya en la clase dominante: nace la
explotación del hombre por el hombre (Marx) y la sociedad estratificada. El
ocio garantiza al artista mayor libertad, pero el poder obliga al artista a
conservar la lealtad a las formas.
La diferenciación funcional de la
sociedad constituye el momento actual de la evolución social, el cual se inicia
propiamente con la llamada modernidad. La diferenciación social implica que
cada sistema se autonomiza, por ende, un índice de la modernización de las
sociedades es sin duda el grado de autonomía relativa de los diferentes
subsistemas sociales. Los sistemas se cierran ante un entorno de gran
complejidad, operan de manera clausurada, desarrollando internamente los
elementos que le permiten conservar los límites respecto a un entorno. El reto
para cada sistema social es el mantenimiento de la autopoiesis (reproducción
del sistema) en un entorno de una enorme complejidad. La evolución social
resulta de selecciones, variaciones y estabilizaciones, no de una ley
inflexible que nos llevará a la sociedad perfecta; tal sociedad perfecta no
existe, es la terapia de los desilusionados.
El arte es uno de estos sistemas
autónomos. La expresión que da inicio a la autonomización del arte y a la
constitución de éste como sistema fue: el arte por el arte. Con esta fórmula,
se garantiza la autorreferencia, lo que permite especificar un código, una
forma con dos lados, que dirige todas las operaciones del arte. Como los
restantes subsistemas, el arte debe especializarse, asumir una especie de
división funcional del trabajo que lo pueda organizar sin mecanizarlo
(Durkheim), para ello, el código bello/feo fungió en algún momento como la
forma que especificaba las operaciones del sistema del arte. Pero el arte
supera este código ya que su función es ofrecer al mundo una posibilidad de
observarse a sí mismo y que el mundo aparezca en el interior del mundo. El arte
del mundo se puede contraponer al arte objeto. De esta forma se da una
autoprogramación: cada obra se programa a sí misma, ya que la necesidad de
orden que cada obra genera ya no es resultado de un juicio sobre lo bello
(Kant) sino de las decisiones tomadas por la obra de are misma.
Podríamos decir que en la forma
evolucionada del arte las reglas de la obra se dan cuando se escogen las formas
que la constituyen. La elección de formas nuevas vincula a las obras de arte y
establece conexiones de estilo, el cual permite establecer una relación entre
diversas obras de arte y establecer el arte como sistema. La base última para
la autonomía de la obra de arte no es que reproduzca al mundo, ni que sea copia
fiel de la realidad (Platón), ni que sea bella o fea, o proporcionada y
agradable a la vista (Santo Tomás). No. La obra de arte mantiene su autonomía
gracias al estilo, que al ser atribuido a un objeto determinado, permite
adscribirlo al sistema del arte.
El arte, ante los medios de masas que construyen
realidades en muchas ocasiones no reales, ante el derecho que invade diversos
ámbitos del mundo de la vida a través de un proceso de juridificación
(Habermas), y ante la economía financiera que se basa en la reproducción
incesante de las operaciones de pago a partir de la banca y el crédito, se
afianza a sí mismo en el estilo. Pero como todo sistema social y quizá como la
misma existencia humana, lleva en su seno la paradoja: la evolución reciente
del arte vía movimientos de vanguardia ha llevado al arte a los límites de lo
que ya no es reconocible como arte. El arte ejerce una autonomía tan audaz que
su reproducción incluye su negación. ¿No es esto acaso lo que ha pasado en
diversas actividades humanas y de manera muy visible a partir de la industrialización
intensiva y expansiva? A final de cuentas el arte tiene que ser un reflejo de
su creador: un ser paradójico, que constantemente, con lo que construye, crea
las bases para su propia destrucción.
Circa 2004
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