martes, 14 de julio de 2015

Ensayo: El peor ser humano de la historia

Por Javier Brown César

El siglo XX dio a luz al peor ser humano de la historia. No me refiero a una sola persona, sino a una multitud innumerable de personas que hicieron del pasado milenio el más violento, cruel, criminal, sin sentido y absurdo en la historia del género humano.

La vida y la prosperidad se vivieron como juegos de suma cero: unos pocos lograron condiciones dignas para ellos y sus familias a costa de la miseria de millones. Nunca antes hubo tanta prosperidad ostentosa al lado de masas sumidas en la más terrible pobreza. De la nada surgieron fortunas inmensas, prácticamente incalculables, con cifras que cuesta trabajo leer y más trabajo todavía pronunciar. La riqueza de unos cuantos se construyó sobre los huesos de multitudes que murieron de hambre y sed.

El animal humano se volvió el ser más violento de la creación: diseñó mortíferas armas de guerra de tal manera sofisticadas, que bastaba con oprimir un botón para acabar con naciones enteras. Las ideas cerradas, el fanatismo exacerbado, la xenofobia incomprensible, la envidia recalcitrante y la intolerancia hacia el diferente, fueron los ejes en torno de los cuales giró la vida de millones de personas.

Como resultado de sistemas educativos fraudulentos, se formó a un ser iletrado, inculto, analfabeto funcional, fácil víctima de las ilusiones creadas por los medios masivos y de los discursos absurdos de hordas de demagogos ineficaces.

Por todas partes proliferó el tipo de humano petulante, pretencioso, pendenciero que multiplicó el odio, el egoísmo, la vanidad; en todos los ámbitos del actuar humano constatamos la realidad de un ser incapaz de resolver problemas, Inútil, insoportable, incompetente, en fin unánimemente imbécil y absolutamente estúpido.

La mediocridad, la desidia y la incompetencia pulularon en las estaciones del transporte público y en los estacionamientos privados; en las verbenas populares y en las fiestas de los pudientes; en los colegios privados y en las escuelas públicas; en los mercados populosos y en los grandes complejos comerciales.

Tanta fue la estupidez que la cadena de guerras parecía interminable: guerras en nombre de la raza y el color de piel, en aras de ideologías e ideales, por afanes expansionistas y comerciales, y para terminar “legítimamente” con otras guerras. Familias, etnias y pueblos enteros desaparecieron, generaciones enteras se perdieron, obras de arte y monumentos de valor incalculable fueron destruidos. Una larga estela de muerte y desolación se extendió sobre todos los pueblos, en todos los continentes, en todas las latitudes.

La mercantilización generalizada de la vida dio al traste con los valores y tradiciones seculares, implantando en su lugar la religión del dinero. Todo se ha reducido a su valor monetario, incluso la dignidad humana. Nunca como antes había sido posible intercambiar la vida de tantos por unas pocas monedas. La industria surtía las armas para la guerra con el único afán de enriquecer a unos cuantos sobre los cadáveres de millones, se construyeron viviendas en zonas de riesgo alimentando así la especulación y la prosperidad inmobiliarias, se abrieron escuelas para amaestrar y condicionar a las masas, vinieran de donde vinieran. Todo por el miserable y anónimo dinero.

Al final del siglo pasado, el Estado comenzó a desaparecer en todo el mundo, incapaz de proteger la vida y la propiedad de sus propios ciudadanos, en algunas partes se volvió contra sus mismos ciudadanos, fomentando el exterminio genocida, el odio xenofóbico y la intolerancia ideológica y religiosa. Al final, las instituciones diseñadas por la modernidad demostraron su obsolescencia.

El Estado ha sido tomado por corporaciones que controlan los medios masivos, la industria de la guerra, la economía informal, la delincuencia organizada. Se trata de un ente impersonal, sin rostro, sin valores y principios que diariamente secuestra nuestras libertades, escamotea la prosperidad, mata el orgullo y aniquila nuestras más queridas esperanzas.


La peor noticia es que los moldes con los que se “diseñó” este ser humano perverso y estúpido que convirtió al siglo XX en la peor novela de horror, en el más dantesco de los infiernos, en la más extrema distopía, siguen vigentes hoy. Con esos modelos caducos se pretende ahora moldear al ser humano del nuevo milenio. El resultado está a la vista de todos: nuestro milenio está repitiendo otra vez la misma historia a escala magnificada. ¿Cuándo aprenderemos?

Julio 14 de 2015

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