sábado, 20 de junio de 2015

Ensayo: Usted no es bienvenido aquí


Por Javier Brown César

El diseño del Estado moderno se debe en gran medida a Hobbes: su justificación fue la base para la cesión del poder de las masas, mediante el contrato para consolidar el poder radicado en un "hombre" o en una asamblea de "hombres". Después del 11 de septiembre de 2011 junto con las Torres Gemelas de Manhattan cayó por tierra la justificación del Leviatán: la nación más poderosa del planeta, en términos de poderío militar y económico, fue incapaz de proteger la vida y la propiedad de sus ciudadanos. El pacto fundacional del Estado falló: se demostró que se había construido sobre una serie interminable de falacias, entre ellas la representación que es hoy una de las grandes mentiras de los sistemas democráticos: los políticos no representan a la ciudadanía, sino a intereses inconfesables y a afanes mezquinos. Las bases del Estado moderno se han venido a pique y en su lugar estamos ante una debacle mundial de las instituciones forjadas en la modernidad: la educación ha fracasado, el mercado mundial ha multiplicado a los hambrientos, los sistemas de salud no pueden evitar que las personas mueran de gripe, los abogados no han llevado la justicia a quienes la necesita y los economistas no han podido promover el pleno empleo y el crecimiento sostenido. En cambio, hemos devastado al planeta con inventos que han sofisticado la vida al costo de acabar con el medio ambiente, hemos "facilitado" la vida de clases acomodadas que se han vuelto inútiles dilapidadoras de cuantiosas fortunas en aras de una diversión caótica y potencialmente destructiva. Hemos regado el hambre, la sed y la miseria por todo el planeta. Se inventó la televisión para manipular a las masas citadinas y la radio para idiotizar a gentes rupestres. La sociedad se consume a sí misma en un afán desmedido de placer, sexo y dinero, socavando las bases de su propia felicidad. Derruimos los valores y principios construidos durante milenios, para edificar en su lugar falsos ídolos y para producir interminables pesadillas. Debemos regresar a la base de todo, a una modernidad que configuró instituciones que hoy sabemos que no sirven a la humanidad: el Estado, la fábrica, el asilo, el manicomio, la cárcel, el hospital y la escuela. Qué modernidad puede haber si somos peores que los humanos más salvajes que hayamos conocido, porque nosotros matamos a cientos de miles con una sola arma y ellos nunca tuvieron en sus manos el poder para aniquilar a comunidades completas. La política se ha convertido en la lucha de los más fuertes entre sí, para ver quién prevalece y aplasta a los más débiles. Vivimos tiempos difíciles en las que la decoración no vale la pena, porque nada nos puede ya hacer felices. Hemos perdido el gozo de vivir y sólo sobrevivimos como autómatas, porque sabemos que no hay un futuro promisorio para nosotros. ¿En qué clase de monstruos nos hemos convertido? Indiferentes a la miseria y al dolor humano, lucrando con la ignorancia y el miedo, manipulando sin miramientos a masas indolentes y sumisas. La humanidad de hoy no tiene futuro, porque vaga desmemoriada por el mundo, aniquilando su pasado y guiándose con descomunal ignorancia en el presente.

 

Junio 19 de 2015

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