domingo, 3 de mayo de 2015

Cuento: El vividor


Por Javier Brown César

 
… era uno de esos seres nacidos para ganarse la voluntad de los demás sin esfuerzo. Agatha Christie

 
"Nació para ser un vividor. Desde la cuna, fue uno de esos humanos privilegiados a los que el destino premió con el don del carisma". Esto me lo decía una de las tantas mujeres que se habían enamorado perdidamente de él. Ella le había dado todo tipo de lujos y comodidades a cambio de su compañía pero cuando se vio ante severos apuros económicos, él la abandonó. Así había hecho con muchas mujeres. Vivía de su dinero hasta que las hartaba o hasta que les exprimía el último centavo. Como fruto de sus aventuras tenía un amplio departamento, un automóvil de lujo y algunos trajes de diseñador, pero nada más. Se presentaba impecablemente vestido a cuanto evento social podía colarse e impresionaba a todos con su elegancia y su vana palabrería. En realidad no era una persona culta, pero había memorizado trozos de novelas, de obras de filosofía y poesías, con los que impresionaba a las damas, quienes caían rendidas ante él, porque además, era un auténtico adonis.

 
En los últimos tiempos se dedicaba a ir a las presentaciones de libros y a las inauguraciones de exposiciones donde se ofrecían bocadillos y vino, y así, se la pasaba a la caza de cuanto evento podía proporcionarle un agradable ágape. A veces tenía suerte y escapaba con alguna dama de sociedad, pero la crisis también estaba afectando su modus vivendi. Un día me lo encontré en la presentación del más reciente libro de Arturo Pérez Reverte y después de la mesa redonda en la que se habló de la vida del escritor, de sus tiempos como reportero de guerra y de su gusto por la navegación y los perros, me le acerqué llenó de asco por su modo de vida, y lo increpé directamente: "eres sólo un vividor que no está dispuesto a hacer nada por nadie, que sólo mira por su propio interés, que cree que amar es perorar y hablar, pero que no es capaz de mover un dedo para ayudar a nadie".

 
Entonces el me respondió: ¿No sientes, de vez en cuando, la sensación de que no puedes hacer lo que quieras con tu vida, de que tus talentos no se pueden desarrollar, de que no puedes hacer uso de tu tiempo libre para ti mismo, de que todo el tiempo alguien te quita lo más valioso que tienes, que es tu vida? ¿Cuánta realeza inútil se pavonea por las revistas, que no ha aportado gran cosa a la humanidad, salvo su frivolidad y su despilfarro? ¿Cuán pocos ejemplos como Marco Aurelio son la excepción a la probada inutilidad de la clase gobernante, que en lugar de talento, desborda astucia, y que es incapaz de aportar grandes creaciones como obras de arte, sinfonías o libros memorables? Esta clase se ha caracterizado por dilapidar fortunas, atropellar derechos, producir cinturones de miseria y dejar en el hambre a millones. Para ellos debería haber un castigo inflexible: un infierno en el que tengan que ver todos los días los rostros contritos de las personas que por su culpa padecieron dolor, miseria y abandono.

 
Somos controlados por poderes anónimos, sin rostro, que ven sin ser vistos y que juzgan sin ser juzgados, que te incitan a desear las cosas que no necesitas, te hacen comprar cosas que no sirven; te venden aparatos sofisticados que duran poco y que te obligan a comprar otra vez lo mismo. te invitan a endeudarte durante toda tu vida para hacerte de lujos superfluos; te hacen trabajar para la gran maquinaria y al final, cuando ya no sirves, te desechan como cualquier pedazo de basura. Naces bajo el cómodo abrazo de instituciones que al final, cuando eres viejo, te regurgitan al humus elemental del que saliste y del que desearías nunca haber salido; te venden sueños que nunca podrás alcanzar sólo para frustrar tus esperanzas, para hacer sufrir a tus seres queridos, para dilapidar miserablemente el tiempo de tu vida.
 

La historia de la humanidad es la de las minorías dominando a las mayorías. Antes, era la fuerza bruta la que prevalecía, cuando ser fuerte valía, pero después los débiles aprendieron a dominar a los más fuertes con mucha astucia. Luego, fue el dinero el que logró consolidar la dominación. Estos que dominan crean las leyes y las instituciones infranqueables que mantienen la cruel lógica de dominación, y como los que hacen las leyes son los que se benefician de ellas, las cosas no cambian. Ahora, es la pericia técnica, la habilidad jurídica para encontrar los vericuetos de leyes cada vez más complejas y la pericia contable para evadir impuestos, lo que permite la acumulación de dinero y poder en manos de unos pocos. Y usted me viene  con el cuento de que soy un, ¿cómo dice?, "vividor". No señor, las cosas no son como usted las piensa. Para usted la filosofía moral, que en el fondo no es otra cosa que una larga e inútil perorara sobre el bien y la virtud, es la que dicta las reglas del mundo, pero no. Todos los grandes filósofos morales, desde Platón y Aristóteles, hasta Kant pasando desde luego, por Santo Tomás de Aquino, se han empeñado en hablar del bien. Pero el bien es una extravagancia, una ocurrencia ocasional, una realidad eventual, una improbabilidad espectacular. En realidad el mal es la tónica de nuestro tiempo y lo ha sido siempre, desde que la humanidad tiene conciencia de sí misma. Por ello, y paradójicamente, la auténtica filosofía moral es la que escribieron inmoralistas como La Rochefoucauld o Nietzsche, ellos sí sabían de lo que hablaban porque lo que manda en el mundo es la maldad. Yo sólo estoy ubicado en un eje del menor mal en que vivo de los demás, soy como un vampiro benevolente que se beneficia de lo que está bola de crápulas que son parte de las clases dirigentes nos dejan a los demás. Como afirmó la gran Agatha Christie en The AB.C. Murders: "El ser humano es algo nauseabundo". Y yo, me empeño día a día en ser el menos nauseabundo de esta raza infame, de esta humanidad que es la más abominable bestia que ha engendrado la naturaleza.

 

Después de estos argumentos del vividor no pude decir nada más.

 

Mayo 3 de 2015

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