Por
Javier Brown César
… era uno de esos seres
nacidos para ganarse la voluntad de los demás sin esfuerzo. Agatha Christie
"Nació
para ser un vividor. Desde la cuna, fue uno de esos humanos privilegiados a los
que el destino premió con el don del carisma". Esto me lo decía una de las
tantas mujeres que se habían enamorado perdidamente de él. Ella le había dado
todo tipo de lujos y comodidades a cambio de su compañía pero cuando se vio
ante severos apuros económicos, él la abandonó. Así había hecho con muchas
mujeres. Vivía de su dinero hasta que las hartaba o hasta que les exprimía el
último centavo. Como fruto de sus aventuras tenía un amplio departamento, un
automóvil de lujo y algunos trajes de diseñador, pero nada más. Se presentaba
impecablemente vestido a cuanto evento social podía colarse e impresionaba a
todos con su elegancia y su vana palabrería. En realidad no era una persona
culta, pero había memorizado trozos de novelas, de obras de filosofía y
poesías, con los que impresionaba a las damas, quienes caían rendidas ante él,
porque además, era un auténtico adonis.
En
los últimos tiempos se dedicaba a ir a las presentaciones de libros y a las
inauguraciones de exposiciones donde se ofrecían bocadillos y vino, y así, se
la pasaba a la caza de cuanto evento podía proporcionarle un agradable ágape. A
veces tenía suerte y escapaba con alguna dama de sociedad, pero la crisis
también estaba afectando su modus vivendi. Un día me lo encontré en la
presentación del más reciente libro de Arturo Pérez Reverte y después de la
mesa redonda en la que se habló de la vida del escritor, de sus tiempos como
reportero de guerra y de su gusto por la navegación y los perros, me le acerqué
llenó de asco por su modo de vida, y lo increpé directamente: "eres sólo un vividor que no está
dispuesto a hacer nada por nadie, que sólo mira por su propio interés, que cree
que amar es perorar y hablar, pero que no es capaz de mover un dedo para ayudar
a nadie".
Entonces el me respondió: ¿No
sientes, de vez en cuando, la sensación de que no puedes hacer lo que quieras
con tu vida, de que tus talentos no se pueden desarrollar, de que no puedes
hacer uso de tu tiempo libre para ti mismo, de que todo el tiempo alguien te
quita lo más valioso que tienes, que es tu vida? ¿Cuánta realeza inútil se
pavonea por las revistas, que no ha aportado gran cosa a la humanidad, salvo su
frivolidad y su despilfarro? ¿Cuán pocos ejemplos como Marco Aurelio son la
excepción a la probada inutilidad de la clase gobernante, que en lugar de
talento, desborda astucia, y que es incapaz de aportar grandes creaciones como
obras de arte, sinfonías o libros memorables? Esta clase se ha caracterizado
por dilapidar fortunas, atropellar derechos, producir cinturones de miseria y
dejar en el hambre a millones. Para ellos debería haber un castigo inflexible:
un infierno en el que tengan que ver todos los días los rostros contritos de
las personas que por su culpa padecieron dolor, miseria y abandono.
Somos controlados por poderes
anónimos, sin rostro, que ven sin ser vistos y que juzgan sin ser juzgados, que
te incitan a desear las cosas que no necesitas, te hacen comprar cosas que no
sirven; te venden aparatos sofisticados que duran poco y que te obligan a
comprar otra vez lo mismo. te invitan a endeudarte durante toda tu vida para
hacerte de lujos superfluos; te hacen trabajar para la gran maquinaria y al
final, cuando ya no sirves, te desechan como cualquier pedazo de basura. Naces
bajo el cómodo abrazo de instituciones que al final, cuando eres viejo, te regurgitan
al humus elemental del que saliste y del que desearías nunca haber salido; te
venden sueños que nunca podrás alcanzar sólo para frustrar tus esperanzas, para
hacer sufrir a tus seres queridos, para dilapidar miserablemente el tiempo de
tu vida.
La historia de la humanidad es la de
las minorías dominando a las mayorías. Antes, era la fuerza bruta la que
prevalecía, cuando ser fuerte valía, pero después los débiles aprendieron a
dominar a los más fuertes con mucha astucia. Luego, fue el dinero el que logró
consolidar la dominación. Estos que dominan crean las leyes y las instituciones
infranqueables que mantienen la cruel lógica de dominación, y como los que
hacen las leyes son los que se benefician de ellas, las cosas no cambian.
Ahora, es la pericia técnica, la habilidad jurídica para encontrar los
vericuetos de leyes cada vez más complejas y la pericia contable para evadir
impuestos, lo que permite la acumulación de dinero y poder en manos de unos
pocos. Y usted me viene con el cuento de
que soy un, ¿cómo dice?, "vividor". No señor, las cosas no son como
usted las piensa. Para usted la filosofía moral, que en el fondo no es otra
cosa que una larga e inútil perorara sobre el bien y la virtud, es la que dicta
las reglas del mundo, pero no. Todos los grandes filósofos morales, desde
Platón y Aristóteles, hasta Kant pasando desde luego, por Santo Tomás de
Aquino, se han empeñado en hablar del bien. Pero el bien es una extravagancia,
una ocurrencia ocasional, una realidad eventual, una improbabilidad espectacular.
En realidad el mal es la tónica de nuestro tiempo y lo ha sido siempre, desde
que la humanidad tiene conciencia de sí misma. Por ello, y paradójicamente, la
auténtica filosofía moral es la que escribieron inmoralistas como La
Rochefoucauld o Nietzsche, ellos sí sabían de lo que hablaban porque lo que
manda en el mundo es la maldad. Yo sólo estoy ubicado en un eje del menor mal
en que vivo de los demás, soy como un vampiro benevolente que se beneficia de
lo que está bola de crápulas que son parte de las clases dirigentes nos dejan a
los demás. Como afirmó la gran Agatha Christie en The AB.C. Murders:
"El ser humano es algo nauseabundo". Y yo, me empeño día a día en ser
el menos nauseabundo de esta raza infame, de esta humanidad que es la más
abominable bestia que ha engendrado la naturaleza.
Después de estos argumentos del
vividor no pude decir nada más.
Mayo 3 de 2015
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