Por Javier Brown César
Se preguntarán qué hace un renacuajo
inmundo como yo "gozando de la vida" en algún lugar de la Riviera Maya,
cuyo nombre no puedo ni siquiera pronunciar. Un tipo sin ningún atractivo,
bajito, con lentes, de apariencia repugnante, que nunca tuvo novias y que todos
pisoteaban en la escuela, como vil escupitajo, está en el paraíso, mientras que
la mayor parte de la humanidad sufre y padece. ¿Cómo es posible que esté
rodeado de bellezas de todas las nacionalidades que hacen lo que les pida con
tal de ganarse mis favores y que saben que si me disgusto con ellas, dejarán de
ser parte de mi selecto círculo de amistades? ¿Cómo es posible que hombres
mucho más altos, musculosos y "bien parecidos" tengan que estar solos
en la playa en busca de una conquista efímera mientras que yo estoy rodeado de
mujeres de indescriptible belleza y dispuestas a "todo" con tal de
agradarme? Tengo a mi servicio todo un hotel, simple y sencillamente porque el
hotel es mío. ¿Qué hice para merecer todo esto?
Soy un científico prominente, una de
las grandes mentes del milenio, y el único creador de uno de los remedios más
esperados de todos los tiempos. Durante años experimenté con múltiples virus y
vacunas hasta que al final, logré aislar y contrarrestar el virus del
resfriado. Sí, el molesto virus que causa tanto sufrimiento a miles de millones
de personas cada año, que provoca dolores de cabeza, calambres, intenso flujo
nasal, estornudos incontrolables, tos pertinaz, problemas estomacales, fiebres
intensas y malestares insoportables. En mi laboratorio aislé la vacuna y
anuncié el descubrimiento en un congreso local. Iba a registrar la patente
cuando se me acercó un grupo de sujetos vestidos de gris y que me ofrecieron cuatro
billones de dólares por la vacuna… ¡cuatro billones! Y se las vendí.
Mi vacuna habría terminado con el
negocio de antigripales, analgésicos, antihistamínicos, vitaminas, médicos,
tes, menjurjes, laboratorios e innumerables recetas y remedios contra la gripe
normal, así como con el sufrimiento de incontables seres humanos; pero nunca se
comercializó. Y ahora nada, nada impide que una vez que el virus radique en el
cuerpo de un ser humano, cause los estrategos de siempre. Todos los "remedios"
lo único que hacen es inhibir los síntomas, paliar el dolor, en fin, "atontar"
al sistema nervioso central, pero el virus triunfa en todo lo alto y nadie lo
puede evitar. ¿Qué lo que hice es inmoral? No me importa, porque gracias a tu
resfriado soy millonario. ¿Y sabes? Pude evitar tu dolor, pero te burlaste de
mí y me insultaste, humillaste y heriste. Y ahora ¿quién es el ganador? Al final
de cuentas, cuatro billones de dólares es una cantidad de dinero tan grande que
sería capaz darle a cada ser humano un poco de mi dinero… El que ríe al último ríe
mejor. Soy egoísta y déspota, por lo que prefiero que la rubia que está cerca
de mí me alabe por mi "hermosura" antes que remediar tus males. Al
final de cuentas todo se reduce a negocio ¿No lo crees?
Mayo 11 de 2015
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