lunes, 11 de mayo de 2015

Cuento: El científico


Por Javier Brown César

Se preguntarán qué hace un renacuajo inmundo como yo "gozando de la vida" en algún lugar de la Riviera Maya, cuyo nombre no puedo ni siquiera pronunciar. Un tipo sin ningún atractivo, bajito, con lentes, de apariencia repugnante, que nunca tuvo novias y que todos pisoteaban en la escuela, como vil escupitajo, está en el paraíso, mientras que la mayor parte de la humanidad sufre y padece. ¿Cómo es posible que esté rodeado de bellezas de todas las nacionalidades que hacen lo que les pida con tal de ganarse mis favores y que saben que si me disgusto con ellas, dejarán de ser parte de mi selecto círculo de amistades? ¿Cómo es posible que hombres mucho más altos, musculosos y "bien parecidos" tengan que estar solos en la playa en busca de una conquista efímera mientras que yo estoy rodeado de mujeres de indescriptible belleza y dispuestas a "todo" con tal de agradarme? Tengo a mi servicio todo un hotel, simple y sencillamente porque el hotel es mío. ¿Qué hice para merecer todo esto?

Soy un científico prominente, una de las grandes mentes del milenio, y el único creador de uno de los remedios más esperados de todos los tiempos. Durante años experimenté con múltiples virus y vacunas hasta que al final, logré aislar y contrarrestar el virus del resfriado. Sí, el molesto virus que causa tanto sufrimiento a miles de millones de personas cada año, que provoca dolores de cabeza, calambres, intenso flujo nasal, estornudos incontrolables, tos pertinaz, problemas estomacales, fiebres intensas y malestares insoportables. En mi laboratorio aislé la vacuna y anuncié el descubrimiento en un congreso local. Iba a registrar la patente cuando se me acercó un grupo de sujetos vestidos de gris y que me ofrecieron cuatro billones de dólares por la vacuna… ¡cuatro billones! Y se las vendí.

Mi vacuna habría terminado con el negocio de antigripales, analgésicos, antihistamínicos, vitaminas, médicos, tes, menjurjes, laboratorios e innumerables recetas y remedios contra la gripe normal, así como con el sufrimiento de incontables seres humanos; pero nunca se comercializó. Y ahora nada, nada impide que una vez que el virus radique en el cuerpo de un ser humano, cause los estrategos de siempre. Todos los "remedios" lo único que hacen es inhibir los síntomas, paliar el dolor, en fin, "atontar" al sistema nervioso central, pero el virus triunfa en todo lo alto y nadie lo puede evitar. ¿Qué lo que hice es inmoral? No me importa, porque gracias a tu resfriado soy millonario. ¿Y sabes? Pude evitar tu dolor, pero te burlaste de mí y me insultaste, humillaste y heriste. Y ahora ¿quién es el ganador? Al final de cuentas, cuatro billones de dólares es una cantidad de dinero tan grande que sería capaz darle a cada ser humano un poco de mi dinero… El que ríe al último ríe mejor. Soy egoísta y déspota, por lo que prefiero que la rubia que está cerca de mí me alabe por mi "hermosura" antes que remediar tus males. Al final de cuentas todo se reduce a negocio ¿No lo crees?
 

Mayo 11 de 2015

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