Por Javier Brown César
Estoy sentado en una banca con mesa
anexa, que se parece a las que se ponen en lugares donde la gente pasa su día
de campo, el mal llamado "pic nic". Estoy en un amplio patio y a mi
izquierda están las habitaciones. En la banca de enfrente no hay nadie pero a
mi lado hay un tipo gigantesco, con mandíbula prominente y cara de estúpido.
Por alguna razón sé que este tipo es algo así como mi guardaespaldas. Esto
parece un manicomio. El tipo se para, en realidad es enorme, mide más de dos
metros de alto, me agarra como a un bebé y me carga a mi habitación. Estoy solo
y duermo.
Despierto y estoy de nuevo en el
patio, sé que no estoy loco y que las excrecencias que dicen que como son en
realidad del gigante. El tipo se distrae y tiro con la cabeza el vaso de agua
que sé que tiene alguna sustancia que me impide moverme y pensar. Pasan las
horas y empiezo a pensar. Un par de mujeres que se han hecho pasar por mi madre
y mi hermana me tienen aquí. En realidad no estoy loco, pero este es un
manicomio especial, un lugar sin escapatoria. El gigante es mi guardián, ha
sido comisionado para llevarme de la habitación al patio y para darme mi dosis
diaria de alimento y somnífero.
Empiezo a reaccionar y a recordar,
pero no me puedo mover. Hace tiempo recibí el premio nacional de ciencias por
mis importantes contribuciones en el ámbito de la biopolítica. Me acompañaba la
que sé que es mi esposa y a la que no he visto desde hace mucho tiempo, no sé
cuanto. Empiezo a recordar y las ideas llegan a mi mente: descubrí la
existencia de un gen que está presente en la mayor parte de la humanidad y que
produce una condición parecida a lo que se denomina trisomía 21, con la gran
diferencia de que esta última condición tiene rasgos fácilmente identificables.
El gen, al que denominé omega está presente en un altísimo porcentaje en la
humanidad, por lo que antes había pasado desapercibido. De hecho, la excepción
a la regla es la no presencia del gen omega, pero esto sólo se da en un
porcentaje marginal de los humanos. Omega es el causante de que los seres
humanos digamos mentiras, asesinemos, robemos e incurramos en todo tipo de
conductas que nos rebajan a niveles subhumanos, que nos "animalizan".
Recuerdo haber postulado la constante de Burn según la cual, aunque se dé el
mestizaje o diversas combinaciones aleatorias, omega no está presente, a lo
largo de la historia, en sólo el .001 por ciento de la humanidad. Omega es el
gen del mal. Ahora recuerdo que gracias a este descubrimiento me hice acreedor al
premio de ciencias.
¿Qué pasó después? Ahí viene el
gigantón y me va a llevar a mi habitación para dormir. No sé si sueño o estoy
despierto. Desde que existe la humanidad, aproximadamente hace un millón de
años según mis cálculos, los que no poseían el gen omega, fueron quienes
evitaron la destrucción del género humano. Después de milenios de evolución las
primeras civilizaciones se erigieron lideradas por quienes no poseían el gen
omega y quienes eran considerados como semi dioses o como descendientes
directos de los dioses gracias a sus cualidades superiores. Pues bien, estas
"cualidades" no eran otra cosa que la ausencia del gen omega, el gen
del mal, presente en la mayor parte de la humanidad. Así se erigieron Sumeria,
Asiria, Babilonia, Egipto, China, India y Mesoamérica. Algo pasó en Grecia
cuando se inventó la democracia, porque seres que no poseían el gen omega como
Platón y Aristóteles criticaron un sistema político que le daba a los
poseedores del gen omega un enorme poder. El filósofo de Atenas y el filosofo
de Estagira sabían que Grecia caería por obra de la democracia y así fue. Este
caso es tal vez uno de los primeros documentados en que la civilización cedió a
la barbarie. En sus tiempos, Alejandro Magno y mucho después Napoleón lucharon
para evitar que el poder lo tomaran quienes poseían el gen del mal, al primero
lo asesinaron y al segundo lo recluyeron de tal forma que sólo podía aplicar
sus geniales ideas jugando al ajedrez.
Y así, Europa fue colonizada por el
gen del mal y también América y llegó la democracia y con ella se le dio poder
a quienes poseían el gen del mal para robar, asesinar y ultrajar y se garantizó
que mayorías poseedoras del gen del mal mantuvieran en el poder a los
usurpadores, mediante el sufragio "universal". Desde esa terrible
derrota, quienes no poseen el gen omega, han sido los grandes científicos,
estadistas, inventores, filósofos, literatos y músicos, que siempre se han
visto relegados y no han tenido ni los recursos económicos ni el poder para
influir en el destino del mundo. Así, personas como Einstein, Bohr, los Curie, Gandhi,
Heidegger, Wittgenstein, Mistral, Borges, Stravinsky y Heifetz han vivido a la
sombra de poseedores del gen del mal y no han podido hacer nada para evitar la
debacle que actualmente se vive. Si los destinos del mundo siguen siendo
guiados por los poseedores del gen omega, la humanidad, en lugar de
evolucionar, involucionará hasta autodestruirse.
Debemos reinventar a la humanidad
para salvarla de su propia decadencia. Desde la ilustración nos desvivimos por
los niños prodigio sin darnos cuenta de la existencia de jóvenes, adultos y
ancianos prodigio. La genialidad no conoce edad y eclosiona de forma repentina
en diversas fases de la vida, pero siempre viene precedida por la ausencia del
gen omega. Desde el siglo XX inventamos al niño para educar al futuro
trabajador, no para edificar al gobernante. Desgraciadamente protegemos al niño
que hoy no tiene el gen omega para que pueda ser hábilmente explotado el día de
mañana. Los hijos de los que ahora controlan los destinos de la humanidad ya
están protegidos por una esfera de confort, lujo, educación privada, seguridad
y salud, y así ha sido históricamente; ellos son quienes poseen el gen del mal.
Quienes nos gobiernan salen de una "clase" predeterminada de gentes
que poseen el gen omega y que se caracterizan por su intrínseca corrupción, son
reclutados de entre: los empresarios corruptos dedicados a la construcción, el
petróleo, la banca, los seguros, las manufacturas y los servicios; los políticos
de siempre que han hecho su fortuna de forma dinástica; y las mafias emergentes
dedicadas a la basura, la prostitución, el tráfico y trasiego de drogas y otras
actividades ilícitas por conveniencia. La mayor parte de la humanidad nacerá
para ser carne de cañón en las guerras, material humano para las fábricas y víctimas
inocentes de los poseedores del gen del mal.
Ahí viene el gigante y está enojado.
Se dio cuenta que tiré el líquido y ahora me rodea con sus brazos enormes, me
lleva de nuevo a la banca y me hace beber de ese líquido que atrofia la mente y
las articulaciones. Sé que si no bebo me liberaré, pero no puedo impedirlo.
Mayo 5 de 2015
No hay comentarios.:
Publicar un comentario