martes, 5 de mayo de 2015

Cuento: Mientras deliro


Por Javier Brown César

 
Estoy sentado en una banca con mesa anexa, que se parece a las que se ponen en lugares donde la gente pasa su día de campo, el mal llamado "pic nic". Estoy en un amplio patio y a mi izquierda están las habitaciones. En la banca de enfrente no hay nadie pero a mi lado hay un tipo gigantesco, con mandíbula prominente y cara de estúpido. Por alguna razón sé que este tipo es algo así como mi guardaespaldas. Esto parece un manicomio. El tipo se para, en realidad es enorme, mide más de dos metros de alto, me agarra como a un bebé y me carga a mi habitación. Estoy solo y duermo.

 
Despierto y estoy de nuevo en el patio, sé que no estoy loco y que las excrecencias que dicen que como son en realidad del gigante. El tipo se distrae y tiro con la cabeza el vaso de agua que sé que tiene alguna sustancia que me impide moverme y pensar. Pasan las horas y empiezo a pensar. Un par de mujeres que se han hecho pasar por mi madre y mi hermana me tienen aquí. En realidad no estoy loco, pero este es un manicomio especial, un lugar sin escapatoria. El gigante es mi guardián, ha sido comisionado para llevarme de la habitación al patio y para darme mi dosis diaria de alimento y somnífero.
 

Empiezo a reaccionar y a recordar, pero no me puedo mover. Hace tiempo recibí el premio nacional de ciencias por mis importantes contribuciones en el ámbito de la biopolítica. Me acompañaba la que sé que es mi esposa y a la que no he visto desde hace mucho tiempo, no sé cuanto. Empiezo a recordar y las ideas llegan a mi mente: descubrí la existencia de un gen que está presente en la mayor parte de la humanidad y que produce una condición parecida a lo que se denomina trisomía 21, con la gran diferencia de que esta última condición tiene rasgos fácilmente identificables. El gen, al que denominé omega está presente en un altísimo porcentaje en la humanidad, por lo que antes había pasado desapercibido. De hecho, la excepción a la regla es la no presencia del gen omega, pero esto sólo se da en un porcentaje marginal de los humanos. Omega es el causante de que los seres humanos digamos mentiras, asesinemos, robemos e incurramos en todo tipo de conductas que nos rebajan a niveles subhumanos, que nos "animalizan". Recuerdo haber postulado la constante de Burn según la cual, aunque se dé el mestizaje o diversas combinaciones aleatorias, omega no está presente, a lo largo de la historia, en sólo el .001 por ciento de la humanidad. Omega es el gen del mal. Ahora recuerdo que gracias a este descubrimiento me hice acreedor al premio de ciencias.

 
¿Qué pasó después? Ahí viene el gigantón y me va a llevar a mi habitación para dormir. No sé si sueño o estoy despierto. Desde que existe la humanidad, aproximadamente hace un millón de años según mis cálculos, los que no poseían el gen omega, fueron quienes evitaron la destrucción del género humano. Después de milenios de evolución las primeras civilizaciones se erigieron lideradas por quienes no poseían el gen omega y quienes eran considerados como semi dioses o como descendientes directos de los dioses gracias a sus cualidades superiores. Pues bien, estas "cualidades" no eran otra cosa que la ausencia del gen omega, el gen del mal, presente en la mayor parte de la humanidad. Así se erigieron Sumeria, Asiria, Babilonia, Egipto, China, India y Mesoamérica. Algo pasó en Grecia cuando se inventó la democracia, porque seres que no poseían el gen omega como Platón y Aristóteles criticaron un sistema político que le daba a los poseedores del gen omega un enorme poder. El filósofo de Atenas y el filosofo de Estagira sabían que Grecia caería por obra de la democracia y así fue. Este caso es tal vez uno de los primeros documentados en que la civilización cedió a la barbarie. En sus tiempos, Alejandro Magno y mucho después Napoleón lucharon para evitar que el poder lo tomaran quienes poseían el gen del mal, al primero lo asesinaron y al segundo lo recluyeron de tal forma que sólo podía aplicar sus geniales ideas jugando al ajedrez.

 
Y así, Europa fue colonizada por el gen del mal y también América y llegó la democracia y con ella se le dio poder a quienes poseían el gen del mal para robar, asesinar y ultrajar y se garantizó que mayorías poseedoras del gen del mal mantuvieran en el poder a los usurpadores, mediante el sufragio "universal". Desde esa terrible derrota, quienes no poseen el gen omega, han sido los grandes científicos, estadistas, inventores, filósofos, literatos y músicos, que siempre se han visto relegados y no han tenido ni los recursos económicos ni el poder para influir en el destino del mundo. Así, personas como Einstein, Bohr, los Curie, Gandhi, Heidegger, Wittgenstein, Mistral, Borges, Stravinsky y Heifetz han vivido a la sombra de poseedores del gen del mal y no han podido hacer nada para evitar la debacle que actualmente se vive. Si los destinos del mundo siguen siendo guiados por los poseedores del gen omega, la humanidad, en lugar de evolucionar, involucionará hasta autodestruirse.

 
Debemos reinventar a la humanidad para salvarla de su propia decadencia. Desde la ilustración nos desvivimos por los niños prodigio sin darnos cuenta de la existencia de jóvenes, adultos y ancianos prodigio. La genialidad no conoce edad y eclosiona de forma repentina en diversas fases de la vida, pero siempre viene precedida por la ausencia del gen omega. Desde el siglo XX inventamos al niño para educar al futuro trabajador, no para edificar al gobernante. Desgraciadamente protegemos al niño que hoy no tiene el gen omega para que pueda ser hábilmente explotado el día de mañana. Los hijos de los que ahora controlan los destinos de la humanidad ya están protegidos por una esfera de confort, lujo, educación privada, seguridad y salud, y así ha sido históricamente; ellos son quienes poseen el gen del mal. Quienes nos gobiernan salen de una "clase" predeterminada de gentes que poseen el gen omega y que se caracterizan por su intrínseca corrupción, son reclutados de entre: los empresarios corruptos dedicados a la construcción, el petróleo, la banca, los seguros, las manufacturas y los servicios; los políticos de siempre que han hecho su fortuna de forma dinástica; y las mafias emergentes dedicadas a la basura, la prostitución, el tráfico y trasiego de drogas y otras actividades ilícitas por conveniencia. La mayor parte de la humanidad nacerá para ser carne de cañón en las guerras, material humano para las fábricas y víctimas inocentes de los poseedores del gen del mal.
 

Ahí viene el gigante y está enojado. Se dio cuenta que tiré el líquido y ahora me rodea con sus brazos enormes, me lleva de nuevo a la banca y me hace beber de ese líquido que atrofia la mente y las articulaciones. Sé que si no bebo me liberaré, pero no puedo impedirlo.

 

Mayo 5 de 2015

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