miércoles, 24 de agosto de 2016

El zoológico humano

Por Javier Brown César


Hemos recreado para los animales un ambiente al que estamos acostumbrados como especie: la jaula de hierro o de asfalto, como ustedes la prefieran definir. El animal en el zoológico está atrapado entre paredes y rejas, va y viene todos los días en este espacio limitado, reducido, avaro. Nosotros al contrario, nos consideramos libres porque el espacio de paredes y rejas es más amplio: va de la casa a la oficina y de vuelta, con el agravante de que a diferencia del animal, tenemos que abordar vehículos para desplazarnos, y en este tránsito sudamos, nos acongojamos, maldecimos y sufrimos por causa de congestionamientos, lluvias, colas y transportes masivos saturados. Pero -dirán algunos obstinados defensores de la especie- el ser humano tiene los fines de semana para descansar y días de vacaciones que son un escape del zoológico humano. Mal consuelo -diríamos- para un ser que se ve obligado a pagar su libertad trabajando el resto de su vida útil, para cubrir el costo de su esparcimiento de los fines de semana y de sus periodos de vacaciones. Y al final de su vida laboral, el animal humano, a diferencia de otros animales, se verá recluido en un asilo -en el mejor escenario- incapaz de alimentarse por sí mismo, y conviviendo con seres de su misma especie que tienen que utilizar pañales y carriolas para bebés.

 

Agosto 24 de 2016

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