sábado, 18 de enero de 2014

San Agustín, Apuleyo y los demonios


SAN AGUSTÍN, APULEYO Y LOS DEMONIOS
Por Javier Brown César

San Agustín se enfrenta a las tesis que sustenta el platónico Apuleyo Madurense, en su libro El Dios de Sócrates. La opinión ampliamente compartida, y que es dogmáticamente compartida por el neoplatónico, deriva de la siguiente clasificación de los animales[1] con alma racional: los dioses, que ocupan el cielo, el lugar más elevado; los demonios, que ocupan el aire, lugar intermedio entre los hombres y los dioses; y los hombres, que ocupan el lugar más humilde, la tierra: “Y así como tienen diferentes lugares, tienen también diferentes naturalezas. Por lo cual los dioses son mejores que los hombres y los demonios; los hombres son inferiores a los dioses y demonios, y como lo son en el orden de los elementos, así lo son también en la diferencia de sus méritos. Los demonios, puesto que están en medio, así como deben ser pospuestos a los dioses, debajo de los cuales habitan, así se deben preferir a los hombres sobre quienes moran. Porque con los dioses participan de la inmortalidad de los cuerpos, y con los hombres de las pasiones del alma...”[2]

 

Para Apuleyo, los demonios padecen las mismas pasiones del alma que los hombres: “se enojan e irritan con las injurias; ... se aplacan con los dones; ... gustan de honores y se complacen con diferentes sacrificios y ritos, y... se enojan cuando se deja de hacer alguna ceremonia en ellos”[3]. A los demonios pertenecen también “las adivinaciones de los augures, arúspices, adivinos y sueños” y son “los autores de los milagros o maravillas de los magos o sabios”[4]. El neoplatónico define así a los demonios: “en su clase, son animales; en el ánimo, pasivos; en el entendimiento, racionales; en el cuerpo, aéreos; y en el tiempo, eternos...”[5] La clasificación que Apuleyo hace de los vivientes puede contemplarse mejor en el siguiente cuadro:

 

CLASIFICACIÓN DE LOS VIVIENTES (brutos, hombres, demonios y dioses), SEGÚN APULEYO
PROPIEDAD
TIPO DE “ANIMAL”
Con ánimo pasivo
Demonios y hombres
Con entendimiento racional
Con cuerpo aéreo
Demonios
Con tiempo eterno
Demonios y dioses

 

La clasificación de Apuleyo lleva a afirmar que “es indispensable que los demonios sean medianeros entre los dioses y entre los hombres, para que lleven los deseos y peticiones de los hombres a los dioses y de éstos traigan las respuestas de las gracias que hubieran alcanzado a los hombres”[6]. La razón para sostener este disparate: “es porque los dioses del cielo que cuidan de las cosas humanas, sin duda no supieron lo que hacían los hombres de la tierra si los demonios aéreos no se lo avisaran; porque la región celeste está muy distante de la tierra”[7], pero estas son afirmaciones absurdas, porque “si los dioses pueden ver nuestra alma con la suya libre de los impedimentos del cuerpo, para esta operación no necesitan de intermediarios los demonios; y si los dioses de la región etérea conocen por su cuerpo los indicios corporales de las almas, como son el semblante, el habla, el movimiento, infiriendo así lo que les anuncian los demonios, pueden ser también engañados con los embustes y mentiras de los demonios, esa divinidad no puede ignorar nuestras acciones”[8]. Los demonios que describe el neopitagórico se pueden llamar, con toda propiedad, ángeles malos, se trata de “espíritus deseosísimos de hacer mal, ajenos totalmente de lo que es justo y bueno, llenos de soberbia, carcomidos de envidia, forjados de engaños y cautelas que habitan en la región del aire, porque cuando los echaron de la altura del cielo superior (lo que merecieron por la culpa y transgresión irreiterable) los condenaron a este lugar como a cárcel conveniente para ellos; y no porque la región del aire era superior en el sitio a la tierra y al agua, por eso también ellos en el mérito son superiores a los hombres, los cuales los exceden y aventajan, no en el cuerpo terreno, sino en haber escogido en su favor al verdadero Dios, y en la conciencia piadosa y temerosa de Dios”[9].

 

Siendo la naturaleza de los ángeles buenos y malos la misma, la causa de que sus apetitos sean contrarios nace “de la variedad de sus voluntades y deseos; habiendo preservado constantemente los unos en el bien común a todos, que es el mismo dios en su eternidad y caridad, y habiéndose los otros deleitado y pagado de su poder, como si ellos fueran su mismo bien, se apartaron del bien superior, beatífico, común a todos, y volviéronse a sí mismos teniendo el ostento fausto de su altivez por altísima eternidad, la astucia de la vanidad por verdad indefectible, y la afición de su parcialidad por una caridad individua, se hicieron soberbios, seductores y embusteros”[10]. Los ángeles malos o demonios se caracterizan por su soberbia, pasión que comparten con los hombres: “hay... entre los demonios ciencia sin caridad, y por eso son tan altivos, esto es, tan soberbios, que han procurado todo cuanto pueden, y con quien todavía procuran que los adoren y tributen el honor y el culto que sabe que se debe al Dios verdadero; y contra esta soberbia de los demonios que estaba apoderada del linaje humano por sus pecados cuánta fuerza tenga la humildad de dios que apareció en forma de siervo, no lo acaban de conocer las almas de los hombres, hinchadas con la abominación de la altivez, semejantes a los demonios en la soberbia, aunque no en la ciencia”[11]

 

Pero la ciencia de los demonios difiere de la ciencia de los dioses buenos, porque estos últimos: “no estiman la ciencia de las cosas corporales y temporales con que se hinchan y ensorbecen los demonios; no porque las ignoren, sino porque estiman y aprecian sobremanera la caridad de Dios con que se santifican, y en comparación de su hermosura, que es no sólo incorpórea sino inmutable e inefable, de cuyo santo amor están inflamados, desprecian todas las cosas que están debajo de ella, y que no son lo que es ella, y a sí propios entre ellas, para poder gozar con todas las dotes que les constituye en la clase de una bondad suma de aquel sumo bien, de donde les proviene ser buenos”[12]. Los ángeles tienen también “una noticia más cierta” sobre las cosas temporales ya que en el Verbo divino ven las principales causas de ellas, pero “los demonios no contemplan ni ven en la sabiduría de dios las causas eternas de los tiempos y las que son de algún modo las cardinales, sino que con la experiencia mayor de algunas señales ocultas a nuestros limitados entendimientos alcanzan a examinar muchas más cosas futuras que los hombres, y vaticinan algunas veces sus admirables disposiciones”[13]. Por ello, las artes mágicas deben rechazarse como ciencia de los demonios[14]: “todas las maravillas de los magos, las cuales con razón... deben condenarse, se hacen por arte y obra de los demonios”, de quienes debemos huir “si queremos que nuestras oraciones lleguen delante del verdadero Dios”[15].

 

La distancia entre el hombre y Dios es mayor, entre más desemejante “sea el alma del hombre al incorpóreo, eterno e inmutable Dios”[16]. Para superar esta distancia, para “remediar y reparar este quebranto, porque a la inmortal pureza que reside en los sumo no pueden convenir las cosas morales y abominables que hay en lo ínfimo, es innegable que es necesario un medianero, pero tal que tenga el cuerpo inmortal que parezca a los sumos y el alma poseída de las pasiones, flaca y enfermiza, que se asemeje a los ínfimos, para que... nos favorezca para conseguir la salud espiritual...”[17] Este mediador sólo puede ser Cristo[18], ya que su divinidad es igual a la del Padre y su humanidad es semejante a la de nosotros: “debemos buscar un medio que sea no sólo hombre, sino también Dios, a fin de que conduzca a los hombres de esta miseria mortal a la bienaventurada inmortalidad... Hízose, pues, mortal, sin disminuir la divinidad del Verbo, recibiendo en sí la inestabilidad de la humana naturaleza, pero permaneció mortal en la misma carne, porque la resucitó de entre los muertos, siendo el fruto de su mediación que ni los mismos por cuya redenciones hizo medianero quedaran sumergidos en la muerte perpetua aun de la carne. Por eso convino que el mediador entre nosotros y dios tuviera una mortalidad transeúnte y una bienaventuranza permanente y extensiva por los siglos de los siglos, para que con lo mismo que pasa y es puramente temporal se acomodara a la suerte de los que deben morir, y de muertos los lleve a la posesión perpetua de la patria celestial



[1] Con más precisión se podría decir que aquí no se presenta una clasificación de animales, sino de seres con vida (animados).
[2] San Agustín- La Ciudad de Dios. VIII. 14. p. 178.
[3] Ibid. VIII. 16. p. 179.
[4] Idem.
[5] Idem.
[6] Ibid. VIII. 20. p. 182.
[7] Ibid. VIII. 21. p. 183.
[8] Idem.
[9] Ibid. VIII. 22. p. 184.
[10] Ibid. XII, 1. p. 266.
[11] Ibid. IX. 20. p. 206.
[12] Ibid. IX. 22. p. 206.
[13] Ibid. p. 207.
[14] “Los que pretenden distinguir estas ridiculeces, quieren dar a entender que de los que se entregan al estudio de las artes ilícitas, unos son reprensibles, cuales son los que el vulgo llama maléficos o hechiceros, porque éstos dicen que pertenecen a la goecia [arte de la brujería], y otros, más loables, a quienes atribuyen la theurgia [arte mágica que busca la conciliación entre los ángeles y los dioses, así como la purificación de la parte intelectual del alma para que pueda recibir espíritus y ángeles y así ver a los dioses], siendo indubitable que unos y otros están sujetos y dedicados a los falsos y engañosos ritos de los demonios, bajo los nombres de ángeles”. Ibid. X. 9. p. 216.
[15] Ibid. VIII. 19. p. 182.
[16] Ibid. IX. 17. p. 204.
[17] Ibid. IX. 17. p. 204.
[18] “Porque éramos hombres, pero no éramos justos, y en su Encarnación hubo naturaleza humana, pero justa, no pecadora. Esta es la mediación con que se dio la mano a los caídos y postrados. Esta es la semilla dispuesta por los ángeles, con cuyos edictos se promulgó la ley que mandó adorar y reverenciar un solo Dios, y prometió que vendría este mediador”. Ibid. X. 24. p. 229.  Cf. También Confesiones. VII, 18. p. 146: “Buscaba entonces el camino de adquirir aquella robustez que es necesaria para gozar de Vos, y no podía hallarle, hasta que abrazase con Jesucristo, mediador entre dios y los hombres, ensalzado sobre todas las criaturas, y verdadero Dios bendito y alabado por todos los siglos, el cual me estaba llamando y diciendo: Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

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