sábado, 9 de enero de 2016

La manipulación del animal humano

Por Javier Brown César
 
Dicen que Joseph de Maistre dijo que "cada nación tiene el gobierno que se merece". No tengo a la mano la frase original por lo que no puedo decir si está bien traducida, aunque sí suscribo la idea: podemos constatar que los gobernantes son el fiel reflejo del pueblo que gobiernan. La estupidez, corrupción, arbitrariedad y abuso del poder representan los males endémicos de las sociedades que se encarnan de forma sublime y superlativa en su clase gobernante.
 

De forma análoga podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la televisión es el fiel reflejo de la sociedad. Al recorrer la programación diaria, y por más variedad de canales que se tenga a la mano, no encuentra uno mas que lugares comunes, mitos burgueses, romance barato, gazmoñería interminable y estupidez humana desbordante. La televisión y su programación es la proyección de una sociedad incapaz de abrazar de forma generalizada las artes y las ciencias, es la respuesta puntual a las masas que se refugian en lo barato y comercial para evitar el esfuerzo de buscar por sí mismas, la bondad y la verdad.

 
Si las personas dejaran de ver la basura de todos los días, las televisoras tendrían que revisar sus contenidos, porque lo que mucha gente no sabe es que si la televisión está llena de mierda, es porque a quienes ven la televisión les gusta la misma basura de siempre. Por eso, sólo veré televisión si transmiten un torneo de ajedrez, una ópera, un concierto con alguna sinfónica o filarmónica, la presentación de un libro o disquisiciones que arrojen algo de luz sobre la forma como la estupidez humana es tan sólo un reflejo del mal inherente, perseverante y radical que nos aqueja a todos por igual.

 
La propaganda televisiva está diseñada para activar los resortes instintivos más profundos y "secretos" del animal humano. Está destinada a influir en las zonas inconscientes más profundas, a activar los miedos, las pasiones y las pulsiones básicas. Sexo, violencia y muerte se combinan en programas, películas y comerciales para obligar a que el ser humano compre lo que no necesita y a que hipoteque su futuro en aras de un presente orgiástico pero efímero.

 
La televisión activa endorfinas, como si fuera una droga cuyo efecto secundario es el permanente atontamiento de las capacidades básicas del ser humano, de aquellas que lo impulsan a buscar con inquietud permanente la verdad, la belleza y el bien. El ser humano renuncia a lo que es más valioso en aras del consumo de lo banal, de lo superfluo, de lo absurdo, quedando atrapado en los brazos macabros de la mercancía, abrazando por siempre la dinámica inflexible de la mercantilización generalizada de su propia existencia; existencia que no está por demás decir, se vuelve ridícula, se desperdicia en la búsqueda de lo inútil, en la conquista de lo inservible, en la colonización de lo accesorio.

Diciembre 20 de 2015 con revisión del 9 de enero de 2016

 

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