sábado, 12 de agosto de 2017

Cuento: Herejes


Hay una secta, considerada unánimemente como herética, que defiende la tesis de que todos los libros que conocemos, de cualquier época y formato, han sido escritos por un poder que sobrepasa la capacidad del ser humano para producir algo que vaya más allá de burdas creaciones técnicas, triviales en su funcionamiento, como máquinas y maquinarias. Las consecuencias de esta tesis, en apariencia banal, son demoledoras: todo lo que entendemos como moral, política, arte, en fin, todo en absoluto es controvertible o irrefutable. Si una fuerza suprema dictó la Biblia, el Corán y el Talmud, si al lado del Quijote escribió panfletos absurdos, todo, absolutamente todo, tiene un valor literario que debe ser ponderado en función de la fuente. Si aceptamos una teoría evolutiva según la cual la evolución es, a final de cuentas, un proceso de variación y selección que se da en el tiempo, entonces las obras completas de Donatien Alphonse Francois conocido como el Marqués de Sade, son superiores a grandes libros sagrados. En caso contrario, si no hay evolución en el ámbito de lo escrito, entonces todo tiene valor igual: Shakespeare y la trama de una película pornográfica en la que la narrativa se reduce al encuentro de dos personas para exuberar el placer, son equivalentes en su valor: ambas fueron escritas por un ser superior. He llegado a la conclusión que esta herejía es inadmisible y que tal vez todos los libros han sido escritos por humanos. No obstante esto me enfrenta a un gran dilema, ya que por otro lado, me es difícil negar la teoría del origen divino de algunos libros, eso sería anular toda posibilidad de revelación de grandes verdades por parte de algún ser superior; pero entonces me acuerdo de las palabras de Octavio Paz: "No hay despotismo más despiadado que el de los propietarios de la verdad". Así que estoy en un callejón sin salida que tal vez alguna divinidad diseñó para que el ser humano no pueda conocer los arcanos de la existencia.

 

Junio 29 de 2017